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Putin impone su marco de negociación y echa un cable a Trump

22 de mayo de 2025

Putin rescata momentáneamente a Trump

Rusia impuso su marco de negociación en Estambul, anotándose otra victoria, esta vez en el terreno diplomático. Tras rechazar de entrada el alto el fuego de 30 días, Putin le echó una mano a Trump, que cogió al vuelo la propuesta rusa de entablar conversaciones directas con Ucrania en Estambul. Con este movimiento, el Kremlin rompía el cerco que la facción neoconservadora en Estados Unidos, las élites de la Unión Europea, del Reino Unido y Zelenski pretendían imponerle a Donald Trump.

Poderosas fuerzas están intentando convertir al actual presidente de Estados Unidos en una suerte de Joe Biden Segundo, tal y como reseñé en mi artículo anterior. Donald Trump está sufriendo una fuerte presión por parte de su propio partido, encarnada en el senador Lindsey Graham, para continuar apostando por el caballo muerto. Hay muchos intereses políticos en que la guerra contra Rusia continúe en Ucrania, por no hablar de los económicos.

Keith Kellogg, enviado especial para Ucrania, es otro representante de esa corriente: de él partió la idea de congelar el conflicto en sus actuales líneas, y de forzar a Rusia a aceptar un alto el fuego de 30 días, como condición previa para comenzar las negociaciones. Un planteamiento inaceptable para el Kremlin, como ha manifestado en repetidas ocasiones, por dos motivos principales.

Primero, el ejército ruso lleva tiempo avanzando a lo largo de la línea del frente, lo que detendría su impulso. La tregua también posibilitaría que las fuerzas armadas ucranianas obtuvieran un respiro para recomponerse. Rusia ya tiene la experiencia de la trampa de los acuerdos de Minsk. No va a tropezar en la misma piedra. Serguéi Lavrov lo remachaba el 21 de mayo en una comparecencia: “No habrá tregua y luego ya veremos”.

Y segundo, un alto el fuego temporal no soluciona las causas originarias del conflicto. Rusia está recordando constantemente que un acuerdo de paz deberá abordar satisfactoriamente dichas causas, si los patrocinadores de la guerra en Ucrania pretenden que Moscú se avenga a firmarlo.

Las élites europeas se han sumado con entusiasmo a la idea de pretender imponer condiciones previas, en unas negociaciones en las que no participan, a quien va ganando la guerra sobre el terreno. Además, tienen el atrevimiento de plantear sus propuestas en términos de “ultimátum”. Como si el que va perdiendo estuviera en posición de darlo.

Putin rechaza el ultimátum sobre un alto el fuego propuesto por líderes europeos.

Zelenski montó otro de sus habituales numeritos para intentar ocultar que había sido obligado a aceptar el cambio de marco. A pesar de la existencia de un decreto por el que el propio Zelenski prohibió las negociaciones con el gobierno ruso, mientras Putin se mantuviera al frente, Ucrania terminó enviando una delegación a Estambul, aunque tuvo esperando a la contraparte rusa durante un día entero, con la fútil esperanza de que diera la espantá. Lo que obviamente no ocurrió.

Constituye otra victoria de Rusia el hecho de que los ucranianos se avinieran a sentarse en la misma mesa con rusos, y que hubiera una foto con banderas de ambos países presidiéndola, por más que las de Turquía, como país anfitrión, estuvieran separándolas. A los ultranacionalistas que tienen amenazado a Zelenski les debieron rechinar los dientes.

Foto: EFE.

Trump dejó a los europeos con las vergüenzas al aire cuando pasó de defender el alto el fuego de 30 días, como condición previa para entablar conversaciones, a aceptar el marco propuesto por Rusia. Las élites europeas, que estaban presionando junto a Lindsey Graham para imponer sanciones “rompe huesos” a Rusia en caso de que no aceptara el alto el fuego, palidecieron al ver cómo Trump aplaudía el gesto de Putin para iniciar conversaciones directas con Ucrania, rechazando el “ultimátum”. La prensa británica recogía el disgusto de los belicistas europeos.

Trump se sale del guion de las sanciones

A pesar de su efecto bumerán, las élites europeas siguen instaladas en el marco de las sanciones contra Rusia. Acaban de aprobar el paquete número diecisiete. Siguen presionando a Estados Unidos para que los acompañe en esa hoja de ruta, para lo que cuentan con el apoyo de Lindsey Graham, que viajó a Turquía para entrevistarse con los europeos. Se habla de un embargo total y de sanciones secundarias a los países que compren petróleo, gas, o uranio a Rusia, con la imposición de aranceles de un 500% a sus productos. Todo eso, a menos que el Kremlin se avenga a aceptar el alto el fuego de 30 días, que proporcionaría algo de oxígeno al ejército de Ucrania.

A pesar de su retórica de cara a la galería globalista, a Trump se le ve reacio a la imposición de nuevas sanciones a Rusia. Lo que quiere Trump es acabar la guerra lo antes posible y hacer negocios con el país eslavo, aunque atribuye a Putin el ofrecimiento de desencallar las relaciones comerciales. De ser así, ambos países obtendrían beneficios.

Si hay un acuerdo global, que despeje la amenaza de la OTAN desde Ucrania, Rusia obtendría seguridad. A cambio, podría abrir las puertas del país a las empresas estadounidenses. Esta podría ser la lectura de la tercera conversación que Trump ha mantenido con el presidente ruso, cuyo resumen publicó en Truth Social, donde no hay mención alguna a sanciones.

En la publicación, Trump afirma que Rusia y Ucrania “comenzarán inmediatamente negociaciones para un alto el fuego y, más importante, un FIN de la guerra” y que “Las condiciones para ello se negociarán entre ambas partes”, lo que señala una aparente retirada de Estados Unidos en su papel de “mediador”. Trump entró completamente en el marco de Putin: primero negociaciones; luego, en su caso, alto el fuego. Donald Trump también señala que “El tono y el espíritu de la conversación fueron excelentes”, lo que ha sacado de sus casillas a las élites europeas.

Donald Trump deja a Rusia y Ucrania que resuelvan la guerra mediante negociaciones.

Después de la conversación con Putin, Donald Trump habló con varios líderes europeos, con la notable excepción de Keir Starmer, para contarles cómo había ido el diálogo. Las reacciones de las élites europeas no se hicieron esperar. Según el Financial Times, los interlocutores de Trump se quedaron “atónitos” al escuchar el relato de la llamada que les hizo el presidente de Estados Unidos.

Aun así, los europeos siguen aferrados a su guion, pretendiendo que Trump lo comparte, aunque es significativo que en una publicación en X el canciller alemán dejara las sanciones en manos europeas. Friedrich Merz tuiteó que «Europa y Estados Unidos están muy unidos en este asunto: apoyaremos estrechamente a Ucrania en el camino hacia un alto el fuego. Europa aumentará la presión sobre Moscú a través de sanciones. Así lo acordamos con el presidente de Estados Unidos tras su conversación con Putin”.

Tras el rechazo de Trump a incrementar las sanciones a Rusia, es probable que el estadounidense no tenga objeción a que los europeos sigan cavando su propia tumba. A Washington le interesa que Europa prosiga su camino hacia la ruina: se quita de en medio un posible adversario geopolítico y, simultáneamente, se busca un cliente para cuando los europeos no tengan más remedio que buscar financiación en el Fondo Monetario Internacional, en la banca estadounidense o en Wall Street. Que es al paso que van.

Kyiv Independent: Trump dice que confía en Putin, no sancionará a Rusia, está preparado para retirarse de las negociaciones de paz sobre Ucrania.

Preguntado por la posibilidad de imponer más sanciones a Rusia, Trump argumentó su negativa de este modo: “Porque creo que hay una posibilidad de hacer algo, y si lo haces (imponer más sanciones), también podrías empeorarlo mucho”. Al día siguiente, Marco Rubio remachaba las palabras de su jefe: “Las sanciones corren el riesgo de alejar a Rusia de las conversaciones”. Lo que todos callan es que, además, las sanciones han fracasado en su declarado intento de gripar la economía rusa. El año pasado, su PIB creció un 4,3%.

Ante la renuencia de Trump a incrementar la presión a Rusia, Zelenski ha decidido presentar una nueva propuesta a la Unión Europea, para que se anime a robar los activos de ciudadanos rusos sancionados, para enviarlos a Ucrania, y a introducir sanciones secundarias a los países que le compren petróleo a Rusia.

Reuters: Ucrania presenta a la UE un plan de sanciones más duras contra Rusia mientras Estados Unidos titubea.

Las élites europeas pugnan por un sitio en la mesa de negociación

Los europeos no sólo se ven fuera de la mesa de negociación sobre Ucrania, sino que observan con espanto la posibilidad de que Estados Unidos también se retire y deje a los ucranianos en manos de los rusos. Teniendo en cuenta la situación en el frente, las perspectivas no son halagüeñas para los intereses de las élites europeas, no digamos ya para las de Ucrania.

Zelenski denotaba el pánico que recorre las capitales europeas ante esta perspectiva cuando, tras recibir el resumen de Trump de su conversación con Putin, anunciaba que él y sus socios estaban considerando la organización de una reunión en la que participarían Ucrania, Rusia, Estados Unidos, países de la Unión Europea y el Reino Unido. Una propuesta que carece de posibilidades de cuajar. Ninguna de las dos potencias en liza está interesada en que Europa meta el hocico en sus asuntos.

Zelenski dice que se está considerando una reunión de alto nivel entre Ucrania, Rusia, Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido.

En todas las negociaciones, la importancia del marco es primordial. En este caso, el formato va a determinar en gran medida no sólo el futuro de la guerra en Ucrania sino, posiblemente, el destino de las organizaciones supranacionales europeas y euroatlánticas.

Antes de su conversación con Putin, Zelenski le pidió a Trump que no tomara decisiones sobre Ucrania sin contar con su gobierno. Antes de aceptar el papel de ariete contra Rusia, el actual presidente de Ucrania podría haberse preguntado en qué posición iba a quedar su país en el caso de que el futuro brillante que le prometieron Washington y Bruselas, tras derrotar a Rusia, se quedara en el cuento de la lechera: el país, tan roto como el cántaro, y su población, derramándose como refugiada por Europa. Ahora vienen las lágrimas, los espectáculos y las pataletas.

A la Unión Europea le ha ocurrido lo mismo que a Ucrania. Le compró al equipo que manejaba a Joe Biden la moto del cambio de régimen en Moscú, y la ulterior rapiña de sus vastos recursos, y se ha quedado con dos palmos de narices. Arruinada, sumida en una crisis política que Bruselas trata de contener a golpe de censura, autoritarismo, desestabilización o golpes de Estado, más o menos disimulados, allá donde surgen voces rebeldes, la Unión Europea ha quedado noqueada por el fracaso del proyecto Ucrania

Incapaz de asumir sus errores políticos y económicos, Bruselas trata desesperadamente de hacerse con una silla en la mesa de negociación, porque es consciente de que su situación es la misma que la de Zelenski. Tras haber asumido el papel subalterno de la administración de Joe Biden, la Unión Europea se está demostrando incapaz de salir de ese marco, por más que el inquilino de la Casa Blanca sea otro. En lugar de virar hacia posiciones más acordes con la nueva realidad geopolítica, Bruselas sigue precipitándose hacia el abismo que supone su negación.

Si alguna posibilidad le queda a la Unión Europea de evitar su ruina, es la de restablecer las relaciones con Rusia. Algo que para las élites europeas supone un anatema. No estoy diciendo que fuera fácil, pero al final del camino, siempre están los intereses económicos. Rusia ha indicado estar abierta a la posibilidad de retomar el suministro de gas a Europa a través de los gasoductos Nord Stream. Un escenario que, al parecer, estaría siendo discutido entre Estados Unidos y Rusia.

Bloomberg. En medio del final del conflicto en Ucrania, algunos en Alemania quieren gas ruso. La economía alemana está en una senda de declive que podría ser permanente.

¿Cuál ha sido la reacción de la Unión Europea ante esta posibilidad, demandada abiertamente por la industria alemana? Pues considerar establecer sanciones al gasoducto. No cabe hablar de suicidio, sino de asesinato de la economía europea, perpetrado conscientemente por las élites, con tal de no reconocer su error estratégico y mantenerse en el poder con el cuento de la amenaza rusa.

Balance de la reunión en Estambul

Lo más importante de la reunión en Estambul es que se celebró, y que lo hizo en el marco impuesto por Rusia: sin alto el fuego previo. Por lo demás, el único resultado tangible fue el acuerdo para un intercambio de prisioneros de guerra, mil por mil. Buscando la foto, como siempre, la parte ucraniana insistió en solicitar una reunión entre Zelenski y Putin. Lo cual quiere decir que en lo único que está interesado el presidente de Ucrania es en el aspecto mediático de las conversaciones.

Las élites europeas, y sus obedientes medios, se han esforzado en enmarcar la reunión en Estambul como un desplante de Putin a Zelenski. Sin embargo, en ningún momento dijo el presidente ruso que fuera a viajar a Turquía, por mucho que mientan los medios occidentales, sino que el Kremlin iba a enviar una delegación. Lo que hizo Zelenski fue presentarse en Ankara – ni siquiera en Estambul – para montar el numerito: “Yo estoy aquí”, dijo. Para eso es para lo que viajó.

En las negociaciones serias, las cosas funcionan al revés. Antes de que se produzca un encuentro entre líderes, es imprescindible desarrollar un trabajo previo de cocina, donde los respectivos equipos hacen las tareas necesarias. Sólo si estas labores culminan con éxito, se allana el camino y se produce el encuentro.

Zelenski pretendía hacerlo de modo inverso, porque sólo buscaba una foto, que sabía no se iba a producir, para colocar su mensaje: Putin no quiere la paz, porque no se ha presentado. Lo que Putin no iba a hacer era entrar en ese marco, a mayor gloria de Zelenski.

La reunión de Estambul sirvió además para constatar lo alejadas que están las posiciones de las partes. Los ucranianos pretenden conseguir en la mesa de negociación lo que están perdiendo en el frente, y que además Rusia se lo regale de buen grado. El gobierno de Kiev insiste en un alto el fuego inmediato como condición previa para negociar. Pretende que Rusia se retire de los territorios ocupados, que devuelva Crimea, entrar en la OTAN y juzgar a Putin en un tribunal internacional creado al efecto. Y que los rusos se lo firmen. Su nivel de desconexión de la realidad alcanza cotas patológicas.

Rusia, por su parte, insiste en el planteamiento que Putin repasó en junio del año pasado, en un discurso ante la plana mayor del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso. Entonces, Putin recordó que ya se había llegado a un pacto en Estambul en 2022, denominado “Acuerdo sobre Neutralidad Permanente y Garantías de Seguridad para Ucrania”. Dicho acuerdo fue desbaratado por los patrocinadores de Zelenski, que enviaron a Boris Johnson a Kiev con el recado de que la guerra debía continuar.

La posición de Rusia es la de retomar dicho acuerdo, pero teniendo en cuenta la situación actual sobre el terreno. El ejército ruso ha avanzado desde entonces, y sigue haciéndolo. Rusia reclama que, si Ucrania quiere un alto el fuego, sus fuerzas armadas deben retirarse completamente de las cuatro regiones que Rusia ya controla en gran parte: Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia.

La delegación de Ucrania se echó las manos a la cabeza, y filtró a la prensa que, si no se retiraban completamente de esas cuatro regiones, Rusia amenazó con tomar una quinta. Sin embargo, Margarita Simonyan, directora del canal de TV Rossia Segodnia (Rusia Hoy), afirma que la delegación rusa no dijo que tomarían cinco, sino ocho regiones. Probablemente se refiere a los territorios con población históricamente rusa, o ruso parlante: Sumy, Dnepropetrovsk, Chernigov, Járkov, Poltava, Nikolaev y Odessa.

Los ucranianos respondieron a los rusos que eso costaría años de guerra, a lo que el jefe de la delegación rusa, Vladímir Medinski replicó que “No queremos la guerra, pero estamos dispuestos a luchar durante un año, dos, tres… el tiempo que sea necesario. Luchamos con Suecia durante 21 años. ¿Hasta cuándo están dispuestos a luchar?”

Vladímir Medinski ya encabezó la delegación rusa que negoció en Estambul en marzo de 2022. Medinski es historiador, sabe de lo que habla. Suecia fue empujada a la guerra contra Rusia por Francia e Inglaterra, con resultados funestos. En territorio que fue sueco, en 1703 Pedro el Grande fundó San Petersburgo. El Tratado de Nystad, de 1721, puso fin a la Gran Guerra del Norte, que había comenzado en 1700. Suecia perdió Estonia, Livonia, Ingria y parte de Karelia ante Rusia. El aviso a navegantes no pudo ser más claro.

En color rojo, los territorios perdidos por Suecia en favor de Rusia tras el fin de la Gran Guerra del Norte. Mapa del Cambridge History Atlas, reproducido por Frank Smitha en “Sweden, Russia and the Great Northern War”.

Cuanto más se prolongue la guerra, peor será para Ucrania y sus patrocinadores

Más allá de los territorios, Rusia continúa con su mantra: cualquier acuerdo deberá resolver las causas profundas que motivaron el conflicto. La decisión de la OTAN de proponer el ingreso de Ucrania y Georgia, allá por 2008, ha traído estos lodos. La neutralidad de Ucrania es condición sine qua non para alcanzar un acuerdo. Poner límites al tamaño del ejército ucraniano y tomar medidas para suprimir el nazismo, que actualmente campa a sus anchas en Ucrania, son otros reclamos importantes de Rusia.

Zelenski carece del capital político necesario para afrontar con seriedad todos estos asuntos en una negociación. Rehén de los ultranacionalistas, envalentonado por el apoyo europeo, con la esperanza de reconducir a Trump, la marioneta se ha vuelto contestona. Mostrándose rebelde a los dictados de su principal patrocinador, ha conseguido ser despreciado tanto por Rusia, como por Trump.

Los mensajes de Donald Trump, con los vaivenes propios de quien está sometido a una enorme presión interna, se alternan entre continuar con su papel de “mediador” – una artimaña en la que Rusia le colabora, para echarle un capote – o dejar a las partes que se apañen. Marco Rubio ya adelantó, antes de la reunión en Estambul, que no albergaba grandes expectativas de cara al encuentro entre las delegaciones enfrentadas. Consideraba que nada relevante iba a ocurrir, si no se producía un encuentro entre Trump y Putin.

The Telegraph: Trump reuniéndose con Putin es la peor pesadilla de Ucrania. 16 de mayo de 2025.

En un reciente foro celebrado en San Petersburgo, Dimitri Medvédev,  vicepresidente del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa, iba en la misma línea cuando declaró que no tenía sentido intentar llegar a acuerdos con gobiernos marioneta, sino con quienes les manejan.

La última llamada telefónica entre Trump y Putin, de dos horas de duración, podría presagiar una cumbre entre ambos mandatarios, en un futuro no muy lejano. Quizá sería en ese formato en el que se resolviera no sólo el conflicto en Ucrania, sino otros que atañen a las dos mayores potencias nucleares del mundo.

En caso de que las conversaciones entre Trump y Putin no fructifiquen, o Trump sucumba a las presiones de los neoconservadores, y de la facción belicista de su propio partido, y acepte convertirse en Joe Biden Segundo, el conflicto de Ucrania se resolverá en el campo de batalla. Y las consecuencias de ese error estratégico serán mucho peores para todos en este mundo. Ante una amenaza existencial, Rusia ha dejado claro que alcanzará los objetivos fijados para garantizar su supervivencia, de una manera u otra. Sería mejor que los patrocinadores de Zelenski tomaran nota. 

Trump se empantana en Ucrania

8 de mayo de 2025

Trump rompe con la inercia de Biden

En este blog intento analizar la geopolítica con una cierta perspectiva. Me gusta dejar que los acontecimientos posen. Sin embargo, analizar con este enfoque pausado el comportamiento de Donald Trump resulta bastante complicado, dada la velocidad a la que se mueve y las contradicciones en las que incurre. Aun así, tras haber cumplido sus primeros cien días en el cargo, voy a intentar desvelar qué estrategia puede haber en la zigzagueante trayectoria de las negociaciones que Trump ha abierto con Rusia.

Lo más relevante es el hecho de que se están produciendo conversaciones entre Estados Unidos y Rusia. A pesar de las enormes presiones por parte de quienes realmente mandan, sin presentarse nunca a unas elecciones; de las élites europeas y del gobierno de Zelenski, que no cejan en su empeño de convertir la presidencia de Donald Trump en un segundo mandato de Joe Biden, el nuevo inquilino de la Casa Blanca tiene agenda propia. Precisamente por este hecho es por lo que se ha demonizado su figura, desde antes de acceder por primera vez a la presidencia. Otro asunto es que la agenda sea realmente disruptiva en algunos temas, como trata de presentarla. Pero eso será objeto de otros artículos.

Centrándonos en la apertura de relaciones con Rusia, y en la guerra de Ucrania, lo que ha desatado el pánico de las élites europeas es la asunción de la realidad sobre el terreno por parte de Trump. En lugar de vivir en un mundo de autoengaño, en el que siguen instaladas las élites europeas y Zelenski, Trump ha decidido coger el toro por los cuernos e intentar gestionar la derrota de la OTAN en el país fronterizo con Rusia. Lo cual no es tarea fácil.

Situación del frente el 4 de mayo, según The Institute for the Study of War. En color rojo, los territorios controlados actualmente por Rusia.

Para intentar salvar la cara, Trump comenzó por una argucia: presentarse como mediador en un conflicto entre Ucrania y Rusia, cuando lo cierto es que el gobierno de Zelenski es una marioneta en una guerra por intermediación, provocada por Estados Unidos y la expansión de la OTAN hasta las fronteras rusas. Es decir, el conflicto lo es entre Washington y Moscú.

Sin embargo, al presentarse como intercesor, Trump construye un marco que favorece a Estados Unidos en caso de la más que posible derrota militar de Ucrania: no es actor del conflicto, sino mediador. Por lo tanto, no ha perdido la guerra. Otro asunto es que ese marco haga aguas por todas partes, pero la herencia de Obama y Biden le deja pocas opciones.

Por eso, a pesar de que Marco Rubio había amagado días atrás con abandonar el papel de mediación, y Tammy Bruce, portavoz del Departamento de Estado, pareció apuntalar ese mensaje el 2 de mayo, el mismo día por la tarde, matizó sus propias palabras en una entrevista televisiva: la posición de Estados Unidos no había cambiado.

TVP World: EE.UU. suaviza su declaración sobre abandonar su papel de mediador en la guerra entre Rusia y Ucrania.

Trump está completando la construcción de ese marco achacando el inicio de la guerra, en 2014, y la pérdida de Crimea, a Barack Obama, quien ostentaba la presidencia cuando Estados Unidos orquestó el golpe de Estado del Maidán en Kiev. De este modo, Trump se distancia del conflicto, presentándose como el que le toca resolver la papeleta que le dejaron los demócratas. Y en esto no le falta razón.

En realidad, si Trump quisiera poner fin a la guerra en Ucrania lo antes posible, bastaría con que Estados Unidos dejara de proporcionar armamento, la información de inteligencia imprescindible para utilizarlo, así como asistencia financiera al gobierno de Kiev. Pero si hiciera eso, quedaría al descubierto su papel real en el conflicto: instigador y patrocinador, que debe plegar en retirada, ante la evidente derrota en el campo de batalla.

Si Trump dejara caer a Ucrania de ese modo abrupto, perdería una carta fundamental para presionar en las negociaciones que está manteniendo con Rusia, no sólo en lo relativo al conflicto en Ucrania, sino en lo tocante al restablecimiento de relaciones, digamos aseadas, entre ambas potencias. Unas conversaciones que con seguridad incluyen las respectivas esferas de influencia.

Trump juega con dos barajas frente a Rusia

Trump está desplegando una estrategia con dos barajas, difícilmente compatibles. De un lado, Steve Witkoff, su hombre de confianza, se ha reunido con Vladimir Putin en cuatro ocasiones, en encuentros de largas horas de duración, sobre los que no ha trascendido mucho, aparte de su existencia. Lo que indica que las verdaderas negociaciones se están produciendo en ese marco.

De otro lado, el plan oficial de Estados Unidos para Ucrania es el pergeñado por Keith Kellogg, presentado a Trump en abril de 2024, desfasado, a pesar de algunas actualizaciones, e inviable. Un plan que plantea un alto el fuego incondicional y la congelación del conflicto en las líneas actuales de contacto en el frente. Una propuesta que ha sido rechazada, en primer lugar por Ucrania, en lo que constituye un error estratégico de Zelenski, porque Rusia tampoco iba a aceptarla. Como así ha sido. El rechazo ucraniano provocó la cancelación de un encuentro en Londres entre los ministros de asuntos exteriores de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania y Ucrania.

Sky News. Guerra de Ucrania: las conversaciones de paz en Londres son degradadas al rechazar Kiev el plan de Estados Unidos para reconocer Crimea como rusa.

El gobierno ruso ha manifestado repetidamente que no va a caer en la trampa de un nuevo acuerdo al estilo de los de Minsk. Máxime cuando las líneas de defensa ucranianas se están desmoronando y el ejército ruso está avanzando: nadie que esté ganando una guerra se aviene a detener su avance hacia la victoria, a menos que se le ofrezcan poderosos motivos para hacerlo. Lo que, hasta ahora, no ha ocurrido. 

La Unión Europea también ha rechazado el plan Kellogg, agarrándose a Crimea. Instalada en una burbuja de autoengaño, sus planteamientos son delirantes: Rusia debe retroceder hasta las fronteras previas al inicio del conflicto, en 2014, cuando las regiones del Donbass se rebelaron tras el golpe de Estado; debe devolver Crimea; pagar reparaciones de guerra a Ucrania y Putin, enfrentarse a un tribunal penal internacional. Todo ello, incondicionalmente. El gobierno de Zelenski tiene mucho que ver con el desvarío europeo.

El acuerdo de minerales empantana a Estados Unidos en Ucrania

Sin embargo, las presiones para evitar que Trump retire su apoyo a Ucrania, y su voluntad de marcarse algún tanto, han cuajado en la forma del acuerdo para la explotación de los recursos minerales firmado por Washington y Kiev. Trump está haciendo equilibrios para que se note lo menos posible que Estados Unidos ha perdido la guerra, pero hay muchos actores moviéndole la cuerda floja.

De un lado, Zelenski ha demostrado repetidamente que no quiere poner fin a la guerra. Hacerlo supondría su fin como presidente de Ucrania y, probablemente, como ser vivo en el planeta. Con su mandato vencido y los ultranacionalistas amenazándole si se le ocurre hacer la más mínima concesión a Moscú, la firma de un acuerdo de alto el fuego, y la asunción de la realidad sobre el terreno, significarían su muerte política, o incluso real. Zelenski necesita que la guerra continúe. Su salvavidas radica en que otros sigan muriendo.

La tregua de 30 días para no atacar infraestructuras energéticas fue violada repetidamente por parte de Ucrania, y la comisión de ataques terroristas contra altos mandos militares rusos, en territorio ruso, de lo cual se vanagloria el gobierno de Kiev, constituyen esfuerzos obvios por sabotear cualquier atisbo de paz.

BBC, 17 de diciembre de 2024.

Además, Zelenski busca desatar una respuesta asimétrica por parte de Rusia que, hasta ahora, está siendo extremadamente prudente, con el objetivo de no perder el apoyo de sus aliados en el sur global y, singularmente, de los BRICS. Moscú se está cargando de razones de cara a la opinión pública mundial mayoritaria, que disiente de la rusófoba propaganda occidental.

De otro lado, es obvio que existen actores políticos con mucho peso en Estados Unidos que se oponen con todas sus fuerzas a que Trump abandone el proyecto Ucrania, por no hablar de las presiones que está sufriendo por parte del Reino Unido, aliado histórico, y de Emmanuel Macron, con quien Trump tiene sintonía.

Todas esas presiones han cristalizado en el acuerdo para la explotación de minerales en Ucrania. La firma de dicho pacto constituye un ardid para que Estados Unidos siga vinculado de alguna manera al destino de Ucrania. Significa el establecimiento de una ligazón entre ambos países, por medio de un documento de carácter político, por el momento, que deberá desarrollarse posteriormente.

Trump afirmó que las mejores garantías de seguridad que Estados Unidos podría ofrecer a Ucrania era la firma de este acuerdo: si Washington tiene intereses comerciales en el país eslavo, no permitirá que Rusia conquiste el país y se adueñe de sus recursos, que ya tienen dueño, en virtud del citado pacto.

Por lo tanto, el acuerdo para la explotación de minerales en Ucrania también supone que Estados Unidos sigue ligado al futuro de dicho país, lo que se contradice con los deseos de poner fin a un conflicto instigado, provocado y financiado por Washington y la OTAN contra Rusia. El hecho de que el Atlantic Council, una caverna de neoconservadores, haya reaccionado con albricias a la firma del acuerdo no deja margen de dudas.

Los expertos reaccionan: Por fin, los Estados Unidos y Ucrania firmaron un acuerdo de minerales. Aquí está lo próximo que podemos esperar.

Sin embargo, no todo son parabienes. Según las opiniones de otros expertos en la materia, recogidas en un artículo de The Washington Post, en el mejor de los casos se tardarían 10 años en abrir una mina. La mayoría de las tierras que albergan minerales valiosos, como el titanio, el grafito y el litio, se encuentran en las zonas orientales bajo control ruso. Adicionalmente, los inversores tienen aversión al riesgo geopolítico y prefieren localizaciones de metales específicos, que hayan sido minuciosa y recientemente cartografiadas. Nada de esto se aplica a Ucrania, donde las prospecciones existentes datan de la era soviética.

The Washington Post: Los minerales de Ucrania serán ralentizados por los altos riesgos y mapas de la era soviética.

El acuerdo ha propiciado una novedad que no tiene nada que ver con los minerales. De manera consecutiva a la firma del pacto, la administración de Donald Trump informó al Congreso de su intención de aprobar la venta de un paquete de productos relacionados con la defensa por valor de 50 millones de dólares. El mecanismo utilizado sería el denominado Direct Commercial Sales (DCS, ventas comerciales directas), y supone un cambio cualitativo en la posición de Trump.

Entre 2015 y 2023, Estados Unidos autorizó discretamente la exportación de más de 1.600 millones de dólares en artículos y servicios de defensa a Ucrania a través del DCS. Aunque la cantidad anunciada ahora es ridícula, lo novedoso es que Trump esté dispuesto a seguir utilizando este mecanismo para proporcionar armamento a Ucrania, lo que significa alimentar el conflicto.

Kyiv Post: Trump aprueba la primera venta de armas en efectivo a Kiev, levanta parcialmente el freno a la ayuda militar a Ucrania.

Es posible que, con el acuerdo de minerales, Trump estuviera intentando recuperar algo del capital invertido por Estados Unidos en Ucrania. Pero tal objetivo parece complicado de alcanzar, y el pacto vincula a Washington con el destino de Ucrania.

Está por ver cuál va a ser la reacción de Rusia al mantenimiento del compromiso de Estados Unidos con el gobierno de Zelenski, y cómo va a afectar a la credibilidad de la posición de Trump en las conversaciones que, directamente o mediante enviados, está manteniendo con el Kremlin.

Los errores en la negociación de Trump

El autor de “The art of the deal” (El arte del pacto) está cometiendo errores básicos de negociación. En primer lugar, pretender alcanzar un acuerdo muy deprisa es garantía de fracaso en la mayor parte de estos procesos. Máxime cuando lo que se ventila es un conflicto entre las dos mayores potencias nucleares, en una guerra por intermediación que lleva tres años de recorrido, y donde Estados Unidos y sus aliados van perdiendo.

El reconocimiento público de algunas verdades incómodas, que le han situado de cara a la opinión pública occidental del lado de Rusia, tampoco favorece ese falso papel de mediador que Trump se está atribuyendo. Ante las acusaciones de haberse situado del lado de Rusia en la negociación, Trump ha redoblado esa estrategia. Por más que sea cierto que la principal cesión que está haciendo Rusia es no hacerse con la totalidad de Ucrania, no parece que políticamente sea muy conveniente que lo diga el propio Trump.

Euronews: Trump dice que Rusia hizo una “gran concesión” al no apoderarse de toda Ucrania.

Una cosa es preparar el terreno para un posible acuerdo, señalando las realidades sobre el terreno – “No estás ganando”, le dijo Trump a Zelenski en la Casa Blanca – y otra cosa es inclinarse en demasía por una de las partes en la negociación en la que pretendes mediar.

Trump está pecando de arrogancia, un rasgo común a todas las élites políticas estadounidenses, más exacerbado en el caso del actual presidente. Pensar que su estilo arrollador iba a vencer la resistencia de Putin, forzándole a aceptar un acuerdo que le perjudique, porque no afronta las raíces del conflicto, denota un profundo desconocimiento de la posición del gobierno ruso, que percibe la transformación de Ucrania en ariete de ataque de la OTAN como una amenaza existencial.

El Kremlin ha dejado claro que no va a aceptar un pacto que no resuelva las causas subyacentes de la guerra. El desarrollo de la contienda le está resultando favorable, por lo que Putin carece de motivos para frenar una operación con la que conseguir sus objetivos por la vía militar, hasta que se le ofrezcan incentivos jugosos para hacerlo.

Teniendo en cuenta que la actual fase de la guerra en Ucrania es una plasmación del conflicto de fondo entre Estados Unidos y la OTAN frente a Rusia, lo lógico hubiera sido intentar llegar primero a un acuerdo sobre los motivos estructurales del enfrentamiento, para luego ocuparse del territorio donde se está desarrollando físicamente. Es decir, tomarse en serio los documentos que Rusia envió a Estados Unidos y a la OTAN, en diciembre de 2021.

En dichos documentos, el Kremlin pedía abrir una negociación sobre la arquitectura de seguridad en Europa, con el objetivo de llegar a un acuerdo que reflejara los legítimos intereses de todas las partes, recogiendo la realidad geopolítica del momento, muy distinta a la existente después de la caída de la Unión Soviética.

Este enfoque obviamente habría necesitado mucho más tiempo. La prisa que tiene Trump por apuntarse un tanto y detener una guerra que, en campaña, presumió de poder hacer en 24 horas, está tirando por tierra las posibilidades de llegar a un acuerdo.

El equipo negociador de Trump está formado sobre la base de la lealtad, antes que de los méritos necesarios para desempeñar los puestos encomendados. Este planteamiento tiene su lógica, dados los ataques que ha venido sufriendo desde su propio partido, pero el resultado de la selección peca de amateurismo.

Steve Witkoff es un multimillonario promotor inmobiliario, que juega al golf con Trump. Ese es su currículum político. Marco Rubio, el secretario de Estado, carece de experiencia diplomática. Pete Hegseth, el nuevo jefe del Pentágono, era presentador en Fox News. Mike Waltz, el exasesor de seguridad nacional, ha sido recientemente destituido porque estaba colaborando con el gobierno de Israel para promover una guerra directa contra Irán. Así que ni siquiera el criterio de la lealtad es aplicable a todos los miembros del equipo de Trump.

Trump cesó a Waltz porque quería atacar Irán. El anterior asesor de seguridad nacional estaba supuestamente coordinándose con Israel para hacerlo.

Según fuentes citadas por The Washington Post, Trump no compartía el enfoque belicista de Netanyahu, con el que Waltz estaba colaborando, y prefería seguir intentando una vía diplomática con Irán, que actualmente está en curso.  Estados Unidos se salió del acuerdo nuclear con Irán en la primera presidencia de Trump. Bienvenidos los cambios de opinión, si sirven para evitar una guerra.  

Sin espacio político para el acuerdo

La falta de espacio político para llegar a un acuerdo y detener la guerra en Ucrania es un espejo de la misma carencia existente para construir una nueva arquitectura de seguridad en Europa, acorde con el peso geopolítico actual de Rusia.

Las demandas del Kremlin de revertir la expansión de la OTAN producida en los últimos tres lustros son un sapo muy complicado de tragar para el estado profundo de Estados Unidos. Probablemente, también para Trump, quien antes que hacer retroceder a la OTAN, preferiría una congelación de las fronteras en sus líneas actuales. De lo contrario, sería visto como un traidor.

A ojos de las élites, abrir ese proceso de negociación significaría tratar de igual a igual a Rusia. Demasiado para quienes consideran a Estados Unidos una entidad moralmente superior a cualquier otra. Para esas élites, y las europeas, las pretensiones de Rusia no sólo son inaceptables, sino metafísicamente imposibles.

Para las élites occidentales, es impensable que Ucrania no pueda acceder a la OTAN, en virtud de su soberanía e independencia. Pero ha sido precisamente tal posibilidad la que ha desencadenado la actual fase de la guerra en Ucrania, tras 8 años de contienda civil. Es inconcebible que las élites occidentales que patrocinan al gobierno de Zelenski puedan transigir con la desmilitarización de Ucrania, tal como demanda Rusia. Constituye un delirio sugerir que Crimea y las regiones ocupadas por el ejército ruso pasen a formar parte de la Federación Rusa, siquiera de facto, aunque de hecho estén bajo el control ruso, desde hace años.

Como señala John Mearsheimer, profesor de ciencia política en la Universidad de Chicago y representante de la escuela realista en relaciones internacionales, Ucrania y Rusia se ven mutuamente como amenazas existenciales. Esto es lo que ha supuesto la intromisión de Estados Unidos en las relaciones entre dos pueblos, el ucraniano y el ruso, con estrechos lazos históricos desde hace siglos.

También tienen su parte de responsabilidad en esta tragedia los dirigentes ucranianos, que han aceptado un papel subordinado a los intereses geopolíticos de Washington, aunque fueran en grave perjuicio de su país, hasta el punto de amenazar su propia existencia. 

Según John Mearsheimer, en la actual tesitura, Trump tiene tres opciones: llegar a un acuerdo para detener la guerra, algo bastante improbable; retirarse de Ucrania, dejándole la patata caliente a Europa; o convertirse en Joe Biden II, y seguir alimentando la guerra.

En mi opinión, si los rusos finalmente avanzan hasta suponer una amenaza para la continuidad del gobierno de Ucrania, Trump deberá tomar una decisión: implicarse a fondo para impedirlo, sin garantías de conseguirlo, con el riesgo adicional de que Kiev se convierta en otro Saigón, en otro Kabul; o retirarse antes de que eso ocurra, admitiendo de facto la derrota. No hay buenas opciones para Trump, todas son malas. Lo más probable es que Josep Borrell, lamentablemente, llevara razón cuando afirmó que esta guerra se resolvería en el campo de batalla.

Cuando la izquierda es derecha, y viceversa

21 de abril de 2025

La terminología clásica presenta síntomas de obsolescencia

Hoy no voy a hablar de geopolítica, o sólo tangencialmente. Hoy voy a regresar a un territorio en el que ya me he adentrado en otros artículos, archivados en la sección IDEAS, donde abundan las arenas ideológicamente movedizas. Como movedizas están resultando las categorías que la gran mayoría de personas, los partidos y los medios de comunicación de masas siguen utilizando para analizar la política: izquierda y derecha.

Nos encontramos, cada vez más, con posiciones consideradas tradicionalmente de derechas en la izquierda, y viceversa. Quizás va siendo hora de revisar una terminología que tiene su origen en la Revolución Francesa, y que presenta claros síntomas de obsolescencia.

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Europa naufraga entre la parálisis, los enfrentamientos y el autoritarismo

25 de marzo de 2025

Europa se niega a asumir la derrota en Ucrania

Europa se está mostrando incapaz de articular una respuesta política coherente y unitaria a la decisión de Donald Trump de afrontar la situación en Ucrania de una manera realista. Las élites europeas rechazan asumir la derrota de la OTAN frente a Rusia e insisten en el delirio de creerse que Europa puede vencer militarmente a Rusia sin la ayuda de Estados Unidos. Los europeos se están haciendo trampas al solitario, porque se empeñan en continuar con la farsa antes que reconocer que la apuesta del Partido Demócrata salió mal, y actuar en consecuencia.

Exactamente eso es lo que está haciendo Donald Trump, y por eso los europeos están de los nervios, porque el reconocimiento por parte de la nueva administración de la realidad sobre el terreno les deja en evidencia frente a su postura negacionista de niño enrabietado.

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Trump, Zelenski, Europa y la teoría del caballo muerto

7 de marzo de 2025

Europa se niega a reconocer que el caballo está muerto

La furibunda reacción de Europa al enfrentamiento ocurrido en la Casa Blanca entre Donald Trump, JD Vance y Zelenski denota que las élites europeas se niegan a reconocer que el caballo está muerto. Es lo que diferencia a Donald Trump de la clase política europea, que todavía se halla en una fase de negación de la realidad. Y es que como le dijo Trump a Zelenski en la Casa Blanca: “You are not winning” (No estás/estáis ganando). Algo que Europa se niega a asumir.

La teoría del caballo muerto describe cómo las personas y las organizaciones prefieren negar la realidad cuando no encaja con sus planes, y prefieren desperdiciar tiempo, recursos y esfuerzos tratando de hallar soluciones que, por fuerza, van a ser ineficaces. En lugar de desmontar del caballo, reconocer que está muerto y buscar alternativas que tengan en cuenta ese hecho, las élites europeas insisten en fingir que el caballo está vivo.

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