22 de mayo de 2025
Putin rescata momentáneamente a Trump
Rusia impuso su marco de negociación en Estambul, anotándose otra victoria, esta vez en el terreno diplomático. Tras rechazar de entrada el alto el fuego de 30 días, Putin le echó una mano a Trump, que cogió al vuelo la propuesta rusa de entablar conversaciones directas con Ucrania en Estambul. Con este movimiento, el Kremlin rompía el cerco que la facción neoconservadora en Estados Unidos, las élites de la Unión Europea, del Reino Unido y Zelenski pretendían imponerle a Donald Trump.
Poderosas fuerzas están intentando convertir al actual presidente de Estados Unidos en una suerte de Joe Biden Segundo, tal y como reseñé en mi artículo anterior. Donald Trump está sufriendo una fuerte presión por parte de su propio partido, encarnada en el senador Lindsey Graham, para continuar apostando por el caballo muerto. Hay muchos intereses políticos en que la guerra contra Rusia continúe en Ucrania, por no hablar de los económicos.
Keith Kellogg, enviado especial para Ucrania, es otro representante de esa corriente: de él partió la idea de congelar el conflicto en sus actuales líneas, y de forzar a Rusia a aceptar un alto el fuego de 30 días, como condición previa para comenzar las negociaciones. Un planteamiento inaceptable para el Kremlin, como ha manifestado en repetidas ocasiones, por dos motivos principales.
Primero, el ejército ruso lleva tiempo avanzando a lo largo de la línea del frente, lo que detendría su impulso. La tregua también posibilitaría que las fuerzas armadas ucranianas obtuvieran un respiro para recomponerse. Rusia ya tiene la experiencia de la trampa de los acuerdos de Minsk. No va a tropezar en la misma piedra. Serguéi Lavrov lo remachaba el 21 de mayo en una comparecencia: “No habrá tregua y luego ya veremos”.
Y segundo, un alto el fuego temporal no soluciona las causas originarias del conflicto. Rusia está recordando constantemente que un acuerdo de paz deberá abordar satisfactoriamente dichas causas, si los patrocinadores de la guerra en Ucrania pretenden que Moscú se avenga a firmarlo.
Las élites europeas se han sumado con entusiasmo a la idea de pretender imponer condiciones previas, en unas negociaciones en las que no participan, a quien va ganando la guerra sobre el terreno. Además, tienen el atrevimiento de plantear sus propuestas en términos de “ultimátum”. Como si el que va perdiendo estuviera en posición de darlo.
Putin rechaza el ultimátum sobre un alto el fuego propuesto por líderes europeos.
Zelenski montó otro de sus habituales numeritos para intentar ocultar que había sido obligado a aceptar el cambio de marco. A pesar de la existencia de un decreto por el que el propio Zelenski prohibió las negociaciones con el gobierno ruso, mientras Putin se mantuviera al frente, Ucrania terminó enviando una delegación a Estambul, aunque tuvo esperando a la contraparte rusa durante un día entero, con la fútil esperanza de que diera la espantá. Lo que obviamente no ocurrió.
Constituye otra victoria de Rusia el hecho de que los ucranianos se avinieran a sentarse en la misma mesa con rusos, y que hubiera una foto con banderas de ambos países presidiéndola, por más que las de Turquía, como país anfitrión, estuvieran separándolas. A los ultranacionalistas que tienen amenazado a Zelenski les debieron rechinar los dientes.

Foto: EFE.
Trump dejó a los europeos con las vergüenzas al aire cuando pasó de defender el alto el fuego de 30 días, como condición previa para entablar conversaciones, a aceptar el marco propuesto por Rusia. Las élites europeas, que estaban presionando junto a Lindsey Graham para imponer sanciones “rompe huesos” a Rusia en caso de que no aceptara el alto el fuego, palidecieron al ver cómo Trump aplaudía el gesto de Putin para iniciar conversaciones directas con Ucrania, rechazando el “ultimátum”. La prensa británica recogía el disgusto de los belicistas europeos.
Trump se sale del guion de las sanciones
A pesar de su efecto bumerán, las élites europeas siguen instaladas en el marco de las sanciones contra Rusia. Acaban de aprobar el paquete número diecisiete. Siguen presionando a Estados Unidos para que los acompañe en esa hoja de ruta, para lo que cuentan con el apoyo de Lindsey Graham, que viajó a Turquía para entrevistarse con los europeos. Se habla de un embargo total y de sanciones secundarias a los países que compren petróleo, gas, o uranio a Rusia, con la imposición de aranceles de un 500% a sus productos. Todo eso, a menos que el Kremlin se avenga a aceptar el alto el fuego de 30 días, que proporcionaría algo de oxígeno al ejército de Ucrania.
A pesar de su retórica de cara a la galería globalista, a Trump se le ve reacio a la imposición de nuevas sanciones a Rusia. Lo que quiere Trump es acabar la guerra lo antes posible y hacer negocios con el país eslavo, aunque atribuye a Putin el ofrecimiento de desencallar las relaciones comerciales. De ser así, ambos países obtendrían beneficios.
Si hay un acuerdo global, que despeje la amenaza de la OTAN desde Ucrania, Rusia obtendría seguridad. A cambio, podría abrir las puertas del país a las empresas estadounidenses. Esta podría ser la lectura de la tercera conversación que Trump ha mantenido con el presidente ruso, cuyo resumen publicó en Truth Social, donde no hay mención alguna a sanciones.
En la publicación, Trump afirma que Rusia y Ucrania “comenzarán inmediatamente negociaciones para un alto el fuego y, más importante, un FIN de la guerra” y que “Las condiciones para ello se negociarán entre ambas partes”, lo que señala una aparente retirada de Estados Unidos en su papel de “mediador”. Trump entró completamente en el marco de Putin: primero negociaciones; luego, en su caso, alto el fuego. Donald Trump también señala que “El tono y el espíritu de la conversación fueron excelentes”, lo que ha sacado de sus casillas a las élites europeas.
Donald Trump deja a Rusia y Ucrania que resuelvan la guerra mediante negociaciones.
Después de la conversación con Putin, Donald Trump habló con varios líderes europeos, con la notable excepción de Keir Starmer, para contarles cómo había ido el diálogo. Las reacciones de las élites europeas no se hicieron esperar. Según el Financial Times, los interlocutores de Trump se quedaron “atónitos” al escuchar el relato de la llamada que les hizo el presidente de Estados Unidos.
Aun así, los europeos siguen aferrados a su guion, pretendiendo que Trump lo comparte, aunque es significativo que en una publicación en X el canciller alemán dejara las sanciones en manos europeas. Friedrich Merz tuiteó que «Europa y Estados Unidos están muy unidos en este asunto: apoyaremos estrechamente a Ucrania en el camino hacia un alto el fuego. Europa aumentará la presión sobre Moscú a través de sanciones. Así lo acordamos con el presidente de Estados Unidos tras su conversación con Putin”.
Tras el rechazo de Trump a incrementar las sanciones a Rusia, es probable que el estadounidense no tenga objeción a que los europeos sigan cavando su propia tumba. A Washington le interesa que Europa prosiga su camino hacia la ruina: se quita de en medio un posible adversario geopolítico y, simultáneamente, se busca un cliente para cuando los europeos no tengan más remedio que buscar financiación en el Fondo Monetario Internacional, en la banca estadounidense o en Wall Street. Que es al paso que van.
Kyiv Independent: Trump dice que confía en Putin, no sancionará a Rusia, está preparado para retirarse de las negociaciones de paz sobre Ucrania.
Preguntado por la posibilidad de imponer más sanciones a Rusia, Trump argumentó su negativa de este modo: “Porque creo que hay una posibilidad de hacer algo, y si lo haces (imponer más sanciones), también podrías empeorarlo mucho”. Al día siguiente, Marco Rubio remachaba las palabras de su jefe: “Las sanciones corren el riesgo de alejar a Rusia de las conversaciones”. Lo que todos callan es que, además, las sanciones han fracasado en su declarado intento de gripar la economía rusa. El año pasado, su PIB creció un 4,3%.
Ante la renuencia de Trump a incrementar la presión a Rusia, Zelenski ha decidido presentar una nueva propuesta a la Unión Europea, para que se anime a robar los activos de ciudadanos rusos sancionados, para enviarlos a Ucrania, y a introducir sanciones secundarias a los países que le compren petróleo a Rusia.
Reuters: Ucrania presenta a la UE un plan de sanciones más duras contra Rusia mientras Estados Unidos titubea.
Las élites europeas pugnan por un sitio en la mesa de negociación
Los europeos no sólo se ven fuera de la mesa de negociación sobre Ucrania, sino que observan con espanto la posibilidad de que Estados Unidos también se retire y deje a los ucranianos en manos de los rusos. Teniendo en cuenta la situación en el frente, las perspectivas no son halagüeñas para los intereses de las élites europeas, no digamos ya para las de Ucrania.
Zelenski denotaba el pánico que recorre las capitales europeas ante esta perspectiva cuando, tras recibir el resumen de Trump de su conversación con Putin, anunciaba que él y sus socios estaban considerando la organización de una reunión en la que participarían Ucrania, Rusia, Estados Unidos, países de la Unión Europea y el Reino Unido. Una propuesta que carece de posibilidades de cuajar. Ninguna de las dos potencias en liza está interesada en que Europa meta el hocico en sus asuntos.

Zelenski dice que se está considerando una reunión de alto nivel entre Ucrania, Rusia, Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido.
En todas las negociaciones, la importancia del marco es primordial. En este caso, el formato va a determinar en gran medida no sólo el futuro de la guerra en Ucrania sino, posiblemente, el destino de las organizaciones supranacionales europeas y euroatlánticas.
Antes de su conversación con Putin, Zelenski le pidió a Trump que no tomara decisiones sobre Ucrania sin contar con su gobierno. Antes de aceptar el papel de ariete contra Rusia, el actual presidente de Ucrania podría haberse preguntado en qué posición iba a quedar su país en el caso de que el futuro brillante que le prometieron Washington y Bruselas, tras derrotar a Rusia, se quedara en el cuento de la lechera: el país, tan roto como el cántaro, y su población, derramándose como refugiada por Europa. Ahora vienen las lágrimas, los espectáculos y las pataletas.
A la Unión Europea le ha ocurrido lo mismo que a Ucrania. Le compró al equipo que manejaba a Joe Biden la moto del cambio de régimen en Moscú, y la ulterior rapiña de sus vastos recursos, y se ha quedado con dos palmos de narices. Arruinada, sumida en una crisis política que Bruselas trata de contener a golpe de censura, autoritarismo, desestabilización o golpes de Estado, más o menos disimulados, allá donde surgen voces rebeldes, la Unión Europea ha quedado noqueada por el fracaso del proyecto Ucrania.
Incapaz de asumir sus errores políticos y económicos, Bruselas trata desesperadamente de hacerse con una silla en la mesa de negociación, porque es consciente de que su situación es la misma que la de Zelenski. Tras haber asumido el papel subalterno de la administración de Joe Biden, la Unión Europea se está demostrando incapaz de salir de ese marco, por más que el inquilino de la Casa Blanca sea otro. En lugar de virar hacia posiciones más acordes con la nueva realidad geopolítica, Bruselas sigue precipitándose hacia el abismo que supone su negación.
Si alguna posibilidad le queda a la Unión Europea de evitar su ruina, es la de restablecer las relaciones con Rusia. Algo que para las élites europeas supone un anatema. No estoy diciendo que fuera fácil, pero al final del camino, siempre están los intereses económicos. Rusia ha indicado estar abierta a la posibilidad de retomar el suministro de gas a Europa a través de los gasoductos Nord Stream. Un escenario que, al parecer, estaría siendo discutido entre Estados Unidos y Rusia.

Bloomberg. En medio del final del conflicto en Ucrania, algunos en Alemania quieren gas ruso. La economía alemana está en una senda de declive que podría ser permanente.
¿Cuál ha sido la reacción de la Unión Europea ante esta posibilidad, demandada abiertamente por la industria alemana? Pues considerar establecer sanciones al gasoducto. No cabe hablar de suicidio, sino de asesinato de la economía europea, perpetrado conscientemente por las élites, con tal de no reconocer su error estratégico y mantenerse en el poder con el cuento de la amenaza rusa.
Balance de la reunión en Estambul
Lo más importante de la reunión en Estambul es que se celebró, y que lo hizo en el marco impuesto por Rusia: sin alto el fuego previo. Por lo demás, el único resultado tangible fue el acuerdo para un intercambio de prisioneros de guerra, mil por mil. Buscando la foto, como siempre, la parte ucraniana insistió en solicitar una reunión entre Zelenski y Putin. Lo cual quiere decir que en lo único que está interesado el presidente de Ucrania es en el aspecto mediático de las conversaciones.
Las élites europeas, y sus obedientes medios, se han esforzado en enmarcar la reunión en Estambul como un desplante de Putin a Zelenski. Sin embargo, en ningún momento dijo el presidente ruso que fuera a viajar a Turquía, por mucho que mientan los medios occidentales, sino que el Kremlin iba a enviar una delegación. Lo que hizo Zelenski fue presentarse en Ankara – ni siquiera en Estambul – para montar el numerito: “Yo estoy aquí”, dijo. Para eso es para lo que viajó.
En las negociaciones serias, las cosas funcionan al revés. Antes de que se produzca un encuentro entre líderes, es imprescindible desarrollar un trabajo previo de cocina, donde los respectivos equipos hacen las tareas necesarias. Sólo si estas labores culminan con éxito, se allana el camino y se produce el encuentro.
Zelenski pretendía hacerlo de modo inverso, porque sólo buscaba una foto, que sabía no se iba a producir, para colocar su mensaje: Putin no quiere la paz, porque no se ha presentado. Lo que Putin no iba a hacer era entrar en ese marco, a mayor gloria de Zelenski.
La reunión de Estambul sirvió además para constatar lo alejadas que están las posiciones de las partes. Los ucranianos pretenden conseguir en la mesa de negociación lo que están perdiendo en el frente, y que además Rusia se lo regale de buen grado. El gobierno de Kiev insiste en un alto el fuego inmediato como condición previa para negociar. Pretende que Rusia se retire de los territorios ocupados, que devuelva Crimea, entrar en la OTAN y juzgar a Putin en un tribunal internacional creado al efecto. Y que los rusos se lo firmen. Su nivel de desconexión de la realidad alcanza cotas patológicas.
Rusia, por su parte, insiste en el planteamiento que Putin repasó en junio del año pasado, en un discurso ante la plana mayor del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso. Entonces, Putin recordó que ya se había llegado a un pacto en Estambul en 2022, denominado “Acuerdo sobre Neutralidad Permanente y Garantías de Seguridad para Ucrania”. Dicho acuerdo fue desbaratado por los patrocinadores de Zelenski, que enviaron a Boris Johnson a Kiev con el recado de que la guerra debía continuar.
La posición de Rusia es la de retomar dicho acuerdo, pero teniendo en cuenta la situación actual sobre el terreno. El ejército ruso ha avanzado desde entonces, y sigue haciéndolo. Rusia reclama que, si Ucrania quiere un alto el fuego, sus fuerzas armadas deben retirarse completamente de las cuatro regiones que Rusia ya controla en gran parte: Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia.
La delegación de Ucrania se echó las manos a la cabeza, y filtró a la prensa que, si no se retiraban completamente de esas cuatro regiones, Rusia amenazó con tomar una quinta. Sin embargo, Margarita Simonyan, directora del canal de TV Rossia Segodnia (Rusia Hoy), afirma que la delegación rusa no dijo que tomarían cinco, sino ocho regiones. Probablemente se refiere a los territorios con población históricamente rusa, o ruso parlante: Sumy, Dnepropetrovsk, Chernigov, Járkov, Poltava, Nikolaev y Odessa.
Los ucranianos respondieron a los rusos que eso costaría años de guerra, a lo que el jefe de la delegación rusa, Vladímir Medinski replicó que “No queremos la guerra, pero estamos dispuestos a luchar durante un año, dos, tres… el tiempo que sea necesario. Luchamos con Suecia durante 21 años. ¿Hasta cuándo están dispuestos a luchar?”
Vladímir Medinski ya encabezó la delegación rusa que negoció en Estambul en marzo de 2022. Medinski es historiador, sabe de lo que habla. Suecia fue empujada a la guerra contra Rusia por Francia e Inglaterra, con resultados funestos. En territorio que fue sueco, en 1703 Pedro el Grande fundó San Petersburgo. El Tratado de Nystad, de 1721, puso fin a la Gran Guerra del Norte, que había comenzado en 1700. Suecia perdió Estonia, Livonia, Ingria y parte de Karelia ante Rusia. El aviso a navegantes no pudo ser más claro.

En color rojo, los territorios perdidos por Suecia en favor de Rusia tras el fin de la Gran Guerra del Norte. Mapa del Cambridge History Atlas, reproducido por Frank Smitha en “Sweden, Russia and the Great Northern War”.
Cuanto más se prolongue la guerra, peor será para Ucrania y sus patrocinadores
Más allá de los territorios, Rusia continúa con su mantra: cualquier acuerdo deberá resolver las causas profundas que motivaron el conflicto. La decisión de la OTAN de proponer el ingreso de Ucrania y Georgia, allá por 2008, ha traído estos lodos. La neutralidad de Ucrania es condición sine qua non para alcanzar un acuerdo. Poner límites al tamaño del ejército ucraniano y tomar medidas para suprimir el nazismo, que actualmente campa a sus anchas en Ucrania, son otros reclamos importantes de Rusia.
Zelenski carece del capital político necesario para afrontar con seriedad todos estos asuntos en una negociación. Rehén de los ultranacionalistas, envalentonado por el apoyo europeo, con la esperanza de reconducir a Trump, la marioneta se ha vuelto contestona. Mostrándose rebelde a los dictados de su principal patrocinador, ha conseguido ser despreciado tanto por Rusia, como por Trump.
Los mensajes de Donald Trump, con los vaivenes propios de quien está sometido a una enorme presión interna, se alternan entre continuar con su papel de “mediador” – una artimaña en la que Rusia le colabora, para echarle un capote – o dejar a las partes que se apañen. Marco Rubio ya adelantó, antes de la reunión en Estambul, que no albergaba grandes expectativas de cara al encuentro entre las delegaciones enfrentadas. Consideraba que nada relevante iba a ocurrir, si no se producía un encuentro entre Trump y Putin.

The Telegraph: Trump reuniéndose con Putin es la peor pesadilla de Ucrania. 16 de mayo de 2025.
En un reciente foro celebrado en San Petersburgo, Dimitri Medvédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa, iba en la misma línea cuando declaró que no tenía sentido intentar llegar a acuerdos con gobiernos marioneta, sino con quienes les manejan.
La última llamada telefónica entre Trump y Putin, de dos horas de duración, podría presagiar una cumbre entre ambos mandatarios, en un futuro no muy lejano. Quizá sería en ese formato en el que se resolviera no sólo el conflicto en Ucrania, sino otros que atañen a las dos mayores potencias nucleares del mundo.
En caso de que las conversaciones entre Trump y Putin no fructifiquen, o Trump sucumba a las presiones de los neoconservadores, y de la facción belicista de su propio partido, y acepte convertirse en Joe Biden Segundo, el conflicto de Ucrania se resolverá en el campo de batalla. Y las consecuencias de ese error estratégico serán mucho peores para todos en este mundo. Ante una amenaza existencial, Rusia ha dejado claro que alcanzará los objetivos fijados para garantizar su supervivencia, de una manera u otra. Sería mejor que los patrocinadores de Zelenski tomaran nota.