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Los BRICS crecen impulsados por los errores de occidente

15 de septiembre de 2023

Las sanciones, la congelación de activos y el tope al precio del petróleo alientan la ampliación de los BRICS

Las políticas diseñadas por Estados Unidos han impulsado un movimiento que ya estaba en marcha: la ampliación de los BRICS. Las sanciones a Rusia y la “congelación” de sus activos han proporcionado argumentos para quienes dudaban acerca de la posición que debían buscar en el mundo multipolar que está naciendo. El tope impuesto por el G7 al precio del petróleo ruso ha precipitado movimientos sorprendentes, como el acercamiento entre Arabia Saudita e Irán. Todos estos factores, sumados a las labores diplomáticas de China, han desembocado en el crecimiento de los BRICS, anunciado en la cumbre de Sudáfrica.

A partir del 1 de enero de 2024, Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) pasarán a formar parte de los BRICS. Sin embargo, en el caso de Argentina, su incorporación dependerá del resultado de las elecciones presidenciales de octubre, como analizaré más adelante.

Estados Unidos quizá pensaba que el resto del mundo, no sólo sus aliados tradicionales, iba a abrazar con entusiasmo su política de sanciones a Rusia. Nada más lejos de la realidad. Ni siquiera Japón se avino a privarse del petróleo y del gas natural que recibe de Rusia. En el caso del petróleo, también se saltó el tope fijado por el G7. Eso sí, con su beneplácito vía “excepción”.

La mayoría absoluta del planeta está juzgando la guerra en Ucrania como lo que es: un conflicto impulsado por Estados Unidos para tratar de imponer su hegemonía a escala global, con la colaboración de la Unión Europea, del gobierno de Kiev, y de pocos más. A continuación, vemos el mapa que demuestra el fracaso de occidente a la hora de imponer al resto del mundo su relato de buenos y malos: la mayoría del planeta se ha negado a imponer sanciones a Rusia.

El mapamundi de las sanciones a Rusia: en naranja, los países que las imponen o se han comprometido a hacerlo. En gris, los que no sancionan. Fuente: Al Jazeera.

La pretensión del G7 de imponer un tope al precio del petróleo ruso ha sido uno de los catalizadores del acercamiento entre Arabia Saudita e Irán. La ridícula idea de que fueran los compradores quienes fijaran el precio a los productores, impulsada por Estados Unidos, los supuestos adalides del “libre mercado”, sentó muy mal en Riad. Porque en esta ocasión se trataba de Rusia, pero bien pudiera ser que Arabia Saudita se convirtiera en la siguiente víctima de la estratagema, en caso de que Washington decidiera incluirla en su lista de “estados díscolos”.

Aunque The Wall Street Journal reportaba que “Los sauditas acuerdan con Estados Unidos el camino para normalizar los lazos del Reino con Israel”, el supuesto acuerdo fue inmediatamente desmentido por la Casa Blanca, y por miembros del gobierno de Israel. ¿Qué estaba ocurriendo en realidad? Washington estaba tirando de Arabia Saudita para evitar que basculara hacia los BRICS. ¿Y qué le estaba ofreciendo a cambio? Pues según fuentes tan dispares como The Times of Israel y Electronic Intifada, el acceso a un programa nuclear, supuestamente para uso civil. Aunque cabe sospechar que en realidad estaríamos hablando de otros fines.

Estados Unidos reclamaba a cambio que Arabia Saudita renunciara a aceptar el renminbi chino para la venta de petróleo. Un aspecto éste clave para mantener la preponderancia del dólar como moneda de intercambio internacional, sustento de unas finanzas, las estadounidenses, que se desplomarían en el caso de que su divisa fuera destronada. Adicionalmente, Washington pretendía que Arabia Saudita se sumara al boicot a las firmas tecnológicas chinas. El resultado de las presiones estadounidenses lo vimos en la reciente cumbre de los BRICS: Arabia Saudita se unió formalmente al grupo.

El tope al precio del petróleo se quedó en una operación mediática que el G7 no ha sido capaz de implementar. En julio, la CNN ya reportaba que el petróleo ruso se estaba vendiendo por encima de los 60 dólares fijados. El 4 de septiembre, Bloomberg informaba de lo mismo. El 6 de septiembre, Reuters enterraba la ocurrencia: el G7 abandonaba el compromiso de revisar el tope cada dos meses, mientras el precio del crudo ruso seguía subiendo en los mercados. La revisión no se había efectuado desde marzo. Otro éxito de la diplomacia estadounidense, que lo único que ha conseguido ha sido empujar a su antaño aliado, Arabia Saudita, a los brazos de Rusia y China.

CNN Business: El precio del petróleo ruso salta el tope fijado por los países occidentales por primera vez.

La incorporación de Arabia Saudita e Irán asegura un mayor control del petróleo y el gas

Por contraste, en un claro triunfo de la diplomacia china, a los BRICS también se ha incorporado Irán, hasta hace nada acérrimo enemigo del reino saudí. Irán es uno de los principales proveedores de gas natural a China. Las reservas probadas de petróleo de Arabia Saudita ascienden a 267.192 millones de barriles. Las de Irán, suman 208.600. Conjuntamente, representan un 26,3% de las reservas mundiales, según datos de 2020. Si añadimos las que atesora Emiratos Árabes Unidos, que suponen otro 5,6%, y las de Rusia, un 4,8%, los BRICS ya disponen del 38,1% de las reservas de petróleo.

Según un informe de InfoTech, con la adición de los nuevos miembros, los BRICS ya controlan el 39% de las exportaciones totales de petróleo, más de 17 millones de barriles diarios. Los once miembros del club sumarán el 46,7% de la producción mundial. En términos de reservas, el grupo controlará casi la mitad de las del planeta, 719.500 barriles, de un total de 1,6 billones.

Adicionalmente, Venezuela ya ha solicitado la adhesión a los BRICS. Si fuera admitida al grupo, como parece probable, las reservas mundiales del grupo ascenderían al 55,6%. En comparación, los miembros del G7 controlan un raquítico 3,9% de las reservas conocidas.

Además de Venezuela, en la lista de países que han mostrado interés en sumarse a los BRICS encontramos a otros productores de petróleo como Kuwait y Nigeria, respectivamente con un 5,9% y un 2,2% de las reservas mundiales.

Distribución de las reservas de petróleo en el mundo. Datos de 2020. Fuente: Statista.

En mi opinión, la incorporación de Arabia Saudita a los BRICS, unida a su acercamiento a Irán, es uno de los acontecimientos geopolíticos más importantes de las últimas décadas, porque alberga el potencial de desbaratar el esquema de los petrodólares, construido en los años 70, sobre el que se sustenta gran parte del poderío económico de Estados Unidos. La necesidad de proveerse de dólares por parte de quienes están obligados a adquirir petróleo le ha permitido aumentar su deuda pública y su déficit por cuenta corriente a unos niveles insostenibles de otro modo.

Moscú y Riad ya estaban actuando como tándem en el seno de la OPEP+, ajustando la producción en función de sus intereses. El ingreso de Arabia Saudita a los BRICS va a reforzar aún más dicha colaboración y coloca al grupo en una posición de hegemonía indiscutible en el combustible fósil por excelencia, que sigue siendo imprescindible.

En cuanto a la otra gran fuente de energía, el gas natural, Rusia posee las mayores reservas probadas del mundo: 37,4 billones de metros cúbicos. La incorporación de Irán a los BRICS supone añadir las segundas en la clasificación mundial, con 32,1 billones. Arabia Saudita aporta otros 6 billones adicionales, y los EAU, 5,9. Aunque Estados Unidos es actualmente el primer productor mundial de gas, dispone únicamente de 12,6 billones de metros cúbicos de reservas. Los BRICS+ tienen mucho más fondo de armario, tanto en reservas de petróleo como de gas.

La geografía es clave en la expansión de los BRICS

Al hablar de geopolítica, es imprescindible mirar el mapa. Los impulsores de la ampliación, China y Rusia – India se mostraba reticente – lo han hecho a conciencia. La incorporación de Egipto y Arabia Saudita aporta al grupo el control del canal de Suez y el Mar Rojo, con Etiopía cubriendo el flanco sur de esas aguas, a tiro de piedra.

El ingreso de Egipto, Arabia Saudita y Etiopía proporciona a los BRICS el control del canal de Suez y el Mar Rojo. Ilustración: Google Maps.

Entre Arabia Saudita, Irán y los Emiratos Árabes Unidos controlan el Golfo Pérsico y el estrecho de Ormuz, uno de los pasos estratégicos más importantes. Por Ormuz pasa un 20% del petróleo comercializado en el mundo, y un 35% del transportado en barco, alrededor de 21 millones de barriles, diariamente. La mayoría del petróleo saudí sale del país a través de dicho estrecho. Además, un 25% de las exportaciones de gas natural licuado usan el angosto canal.

Estrecho de Ormuz. Ilustración: Share America.

La iniciativa de sumar a Argentina a los BRICS parte de Brasil. Entre ambos cubren gran parte de América del Sur, pero hay que leer la jugada en clave política. Argentina atraviesa una situación económica muy complicada, lo cual no es de extrañar teniendo en cuenta que es cliente del Fondo Monetario Internacional desde 1958. Con una inflación disparada, los resultados de las elecciones primarias para elegir a los candidatos presidenciales de cada partido dieron la victoria a Javier Milei, un populista de ultraderecha que amenaza con dolarizar la economía y suprimir el banco central, lo que supondría mutilar la soberanía monetaria del país.

Lula pretende echarle un cable al peronismo antes de las elecciones de octubre, pero si Sergio Massa no obtiene la victoria, tanto Javier Milei como Patricia Bullrich han declarado que Argentina no entraría en los BRICS el 1 de enero de 2024, si alcanzan la presidencia. Así que la incorporación está pendiente de un hilo.

Un grupo enfocado en la economía real: las materias primas, el comercio y las infraestructuras

La declaración de la cumbre tiene un marcado contenido económico. Habla de crecimiento, de desarrollo, de impulso del comercio. Para todo ello es necesaria la construcción de infraestructuras por donde circulen los bienes tangibles. El enfoque es muy distinto al del G7, más centrado en el sector de los servicios. La iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, de la que hablé en este artículo, supone una apuesta clara por los sistemas de transporte, el ferrocarril, los puertos y los aeropuertos, que reduzcan el tiempo y los costes.

En su intervención, Vladimir Putin habló específicamente de “establecer una comisión de transporte permanente de los BRICS, que se ocuparía no sólo del proyecto Norte-Sur sino también, en una escala más amplia, del desarrollo de la logística y corredores de transporte, interregionales y globales”. El presidente de Rusia se refería al Corredor de Transporte Internacional Norte Sur, del que me ocupé en este artículo, que supone una ruta alternativa al canal de Suez para transportar mercancías desde la India hasta Rusia, atravesando Irán, el Mar Caspio y Azerbaiyán.

Al bloque occidental se le ha debido de encender alguna alarma en este terreno porque, en los márgenes de la cumbre del G20 en Delhi, Estados Unidos, la Unión Europea, Arabia Saudita y la propia India anunciaron una alternativa a la Nueva Ruta de la Seda, bautizado como “Corredor Económico India-Medio Oriente-Europa”. Por el momento, los países promotores firmaron un memorándum de entendimiento. Sin embargo, el documento no dice una palabra sobre la financiación del “megaproyecto” para conectar la India con Europa, atravesando Arabia Saudita y los EAU, además de Jordania e Israel. El memorándum sólo recoge la creación de grupos de trabajo en los próximos meses para empezar a darle forma.

China les lleva 10 años de ventaja. El compromiso acumulado de la Nueva Ruta de la Seda, desde su anuncio en 2013, es de 962.000 millones de dólares, alrededor de 573.000 millones en contratos de construcción, y 389.000 millones en inversiones no financieras. Un informe completo sobre las inversiones, de donde procede el siguiente gráfico, puede leerse aquí.

Implicación de China en la Nueva Ruta de la Seda. A la izquierda, contratos de construcción. A la derecha, inversiones. Fuente: China Belt and Road Initiative Investment Report, 2022.

La desdolarización, el Nuevo Banco de Desarrollo y sus dificultades

Aunque se había especulado con la posibilidad de que los BRICS anunciaran la creación de una nueva moneda para facilitar los intercambios comerciales al margen del dólar, esto no ocurrió. Lo cual tiene todo el sentido del mundo. A diferencia de occidente, los principales impulsores del grupo no viven de cara a la galería: ha prevalecido la prudencia en las declaraciones ante una empresa de tamaña dificultad.

Por el momento, la declaración de los BRICS encarga a sus “ministros de finanzas y/o a los gobernadores de los bancos centrales, según corresponda, que consideren la cuestión de las monedas locales, los instrumentos de pago y las plataformas y nos informen en la próxima Cumbre”. También resalta “la importancia de fomentar el uso de monedas locales en el comercio internacional y las transacciones financieras entre los BRICS y sus socios comerciales”.

En cuanto a la adopción de una nueva moneda, Lula da Silva fue concreto en su discurso, proponiendo “la adopción de una unidad de cuenta de referencia para el comercio entre los países BRICS, que no reemplazará nuestras monedas nacionales”

Los BRICS se proponen emular la fallida propuesta de Keynes en Bretton Woods: la creación de una moneda de reserva para liquidar los saldos en los intercambios comerciales internacionales, que hasta tenía nombre tentativo, el “bancor”. Su intento fracasó, porque hubiera supuesto que ningún país tuviera el control de esa unidad de cuenta, a lo que se opuso frontalmente Estados Unidos, que impuso ese papel para el dólar. Lo cuenta al detalle el economista Michael Hudson en su libro “Superimperialism. The economic strategy of American empire”. Una obra imprescindible que disecciona la estrategia de Estados Unidos, desde la Primera Guerra Mundial, para hundir económicamente al Reino Unido y al resto de Europa. Y siguen en ello. 

La tarea que tienen los BRICS por delante les llevará tiempo. Las dificultades a las que se enfrentan son formidables. El dólar lleva décadas funcionando como moneda de reserva y de intercambio global. Gran parte del sistema financiero mundial se articula en torno al billete verde. Además, es muy probable que si Estados Unidos percibe que la preponderancia de su moneda se ve amenazada, decida ir a la guerra contra quienes la socavan. Fundamentalmente, porque si el dólar pierde su papel actual, los cimientos de la economía de Estados Unidos se resquebrajarían, amenazando con la caída del edificio.

Para que nos hagamos una idea del desafío, el Nuevo Banco de Desarrollo, el banco de los BRICS, tiene dos tercios de sus préstamos denominados en dólares. Con sede en Shanghái, el objetivo de su presidenta, la brasileña Dilma Roussef, es conceder el 30% de los préstamos en monedas locales. Fundado en 2015, hasta el momento ha otorgado financiación para proyectos de desarrollo por valor de 33.000 millones de dólares.  

Según Foreign Policy la unidad de cuenta que están diseñando los BRICS estaría respaldada por el oro y materias primas. Hasta llegar a esa meta los BRICS estarían trabajando en un paso intermedio, que consistiría en un nuevo sistema de pagos en torno a las cinco divisas que comienzan con R: rublo, real, rupia, renminbi y rand. En cualquier caso, tal y como analicé en este artículo, el proceso de desdolarización necesitará tiempo, pero está cogiendo impulso político.

El auge de los BRICS frente a la decadencia del G7

Más de 40 países han mostrado su interés en unirse al grupo, y más de 20 han solicitado formalmente su ingreso.  Entre los últimos tenemos a Venezuela y Argelia, grandes productores de energía.  Más de 30 jefes de estado o de gobierno procedentes de África asistieron a la cumbre en Johannesburgo. El sur global está oliendo los vientos correctamente. Según estimaciones del Fondo Monetario Internacional, el producto interior bruto de los BRICS supera al del G7, medido en paridad de poder adquisitivo. Esta manera de medir el PIB se considera más adecuada para calcular el peso real de una economía, y es utilizada por el FMI, el Banco Mundial, la ONU, la OCDE, etc.

El auge de los BRICS. Porcentaje del PIB global de los países del G7 y de los BRICS, medido en paridad de poder adquisitivo. Ilustración: Statista. Fuente: FMI.

En el lado del G7, el motor económico de la Unión Europea se ha gripado. Alemania se está desindustrializando, tras haberse desconectado de las fuentes de energía baratas que han alimentado su modelo de negocio durante décadas. El último barómetro del IFO (Instituto para la Investigación Económica), que mide el clima de los negocios en Alemania, alerta del creciente pesimismo. La Comisión Europea pronostica que la economía alemana se contraerá un 0,4% este año, entrando en recesión, con la inflación por encima del 6%.

Por su parte, Estados Unidos mantiene su preponderancia gracias a la hegemonía del dólar como moneda de reserva, pero ya hemos visto que su dominio también está amenazado. La desindustrialización ya sufrida al otro lado del Atlántico se plasma en la expresión Rust Belt, el antiguo cinturón industrial, ahora oxidado. Por el contrario, China ya representa el 28,7% de la producción manufacturera mundial, frente al 5,3% de Alemania, el 2,1% de Italia y el 1,9% de Francia.

En el plano tecnológico, a pesar de todas las sanciones de Estados Unidos para frenar su capacidad de innovación, Huawei acaba de presentar su nuevo modelo de teléfono móvil, que incluye un procesador fabricado con tecnología de integración de 7 nanómetros. Occidente pensaba que esta técnica estaba fuera del alcance de China. El estreno ha coincidido con el viaje de la secretaria de Comercio de Estados Unidos a Pekín. La misma Gina Raimondo que en 2021 declaró que Estados Unidos debería trabajar con la Unión Europea para “ralentizar el ritmo de innovación de China”. Se ve que no lo están consiguiendo.

En el terreno político, la declaración de la cumbre del G20 (donde coinciden los miembros del G7 y los fundadores de los BRICS) ni siquiera menciona a Rusia en lo relativo a la guerra en Ucrania. El texto se limita a pedir a todos los estados que se abstengan de usar amenazas o la fuerza para hacerse con territorios a costa de la integridad territorial y la soberanía de otros. Es meritoria la labor diplomática de India, país anfitrión, para alcanzar un documento de consenso en un tema tan espinoso. Una tarea que encontró terreno abonado en algunos países. Así lo valoraba Serguéi Lavrov, el ministro de Asuntos Exteriores ruso: “El sur global ya no está dispuesto a que le sermoneen”. Occidente se llevó un buen revolcón en Delhi a cuenta de Ucrania, que no fue invitada al evento.

Significativamente, la reunión del G20 acordó incorporar como miembro permanente a la Unión Africana, en un claro intento de integrar en los grandes foros internacionales a esa parte tan importante del sur global como es África. Sin embargo, el exdiplomático indio M. K. Bhadrakumar se muestra pesimista en relación con las perspectivas del G20: “Lo más probable es que el evento de Delhi de este fin de semana resulte ser el último vals de este tipo entre los vaqueros del mundo occidental y el cada vez más inquieto sur global”.  

Yo también creo que llegará el momento en que los distintos bloques que, hasta ahora, tienen cabida en el foro del G20, dejarán de tenerlo. Xi Jinping y Vladimir Putin no asistieron a la cumbre de Delhi. Bhadrakumar remata así su artículo: “Ambos están poniendo sus huevos en la cesta de los BRICS”. No serán los únicos.

Cómo acabará la guerra en Ucrania

1 de septiembre de 2023

Entender los orígenes de la guerra para vislumbrar el final

Para poder contestar al desafío que plantea el titular, es imprescindible comenzar reseñando cuáles son las verdaderas causas que provocaron el inicio de la invasión rusa, el 24 de febrero de 2022. Hasta la Wikipedia reconoce que la guerra en Ucrania no comenzó con ese hecho, sino en 2014, tras el golpe de Estado del Maidán, orquestado por Estados Unidos para colocar a un gobierno títere que sirviera a sus intereses.

Las sucesivas ampliaciones de la OTAN hacia el este, hasta las mismas fronteras de Rusia, incumpliendo las promesas hechas por varios dirigentes occidentales a Gorbachov, tal y como recogí en este artículo, es una de las causas de la agresiva respuesta de Rusia.

Pero el motivo fundamental que ha llevado a Rusia a implicarse de lleno en la guerra civil que asolaba el este de Ucrania desde 2014 ha sido el rechazo por parte de Estados Unidos a pactar una nueva arquitectura europea de seguridad. El 26 de enero de 2022, un mes antes de la invasión, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, anunciaba la negativa de la organización a negociar la propuesta formulada por Rusia en diciembre de 2021.

En los documentos enviados a Estados Unidos y a la OTAN, Rusia reclamaba que la organización armada no sólo pusiera fin a su expansión hacia el este, sino que retrocediera sobre sus pasos, retirando a las tropas desplegadas en los países de Europa oriental. Así lo declaraba Putin el 23 de diciembre de 2022: “Lo ponemos claro: no debe haber más expansión de la OTAN hacia el este. ¿Qué es lo que no se entiende? ¿Fuimos nosotros los que desplegamos misiles cerca de las fronteras de Estados Unidos? No. Es Estados Unidos quien vino con sus misiles a la puerta de nuestra casa. ¿Es acaso una demanda escandalosa dejar de desplegar sistemas de misiles cerca de nuestra casa?”.

Rusia ha dejado claro que no va a admitir que Ucrania sea un miembro de la OTAN. Entre los objetivos de la “operación militar especial”, en terminología rusa, se halla la desmilitarización del país: el Kremlin no va a tolerar otro títere armado por la OTAN a sus puertas. En noviembre de 2021, un año antes de la invasión, Putin ya advertía que un misil lanzado desde Ucrania alcanzaría Moscú en un tiempo estimado entre 7 y 10 minutos, lo que resultaba inadmisible. Pero Ucrania sólo es una parte del problema.

Rusia no está interesada en negociar un acuerdo de paz que se circunscriba a Ucrania, necesita un acuerdo global. El problema es que Estados Unidos no está dispuesto a admitir ese marco, porque supondría conceder a sus interlocutores una posición de iguales. A Washington tampoco le sirve que, como resultado de esa negociación, pudiera alzarse con el puesto de primus inter pares, porque el único papel que Estados Unidos está dispuesto a admitir es el hegemónico, con el resto del mundo postrado a sus pies. Esa es la visión de los neoconservadores actualmente al mando de la política exterior: la idea de la coexistencia pacífica les es ajena, como señala el economista Jeffrey Sachs.  

Negociar en términos de igualdad con otra potencia una arquitectura de seguridad para Europa significaría reconocer el nacimiento de un mundo multipolar y el fin de su hegemonía, que tendría que ser necesariamente compartida con Rusia. En lugar de eso, Estados Unidos está trabajando activamente para imponer su dominio al resto del mundo, en todas las regiones del globo. Su última iniciativa acaba de plasmarse en Camp David, donde Japón y Corea del Sur se han aprestado a ofrecerse para ejercer el papel de peón que ahora desempeña Ucrania. En este caso, frente a China y Corea del Norte.

El fracaso de la contraofensiva de Ucrania provoca un cambio de narrativa

Mientras tanto, la guerra en Ucrania continúa. El fracaso de la contraofensiva ucraniana está siendo reconocido por políticos estadounidenses y los medios de comunicación a su servicio. Andy Harris, un legislador republicano que copreside el Caucus para Ucrania, y uno de los más fervientes partidarios de armar a Kiev, lo dijo hace poco: “Seré franco: ha fracasado”. Y refiriéndose de manera más amplia a la guerra, remató así: “Ya no estoy seguro de que se pueda ganar”.

The Washington Post recogía el sentir de la población de Ucrania con este titular: “La lenta contraofensiva oscurece el ánimo en Ucrania”.

La lenta contraofensiva oscurece el ánimo en Ucrania.

El mismo periódico se mostraba pesimista sobre las perspectivas militares para el gobierno de Zelenski: “Ucrania se está quedando sin opciones de recuperar territorio significativo”. The New York Times, por su parte, señalaba que funcionarios estadounidenses temían que las autoridades de Kiev se habían vuelto “reacias a las bajas”. Por eso habían dejado de enviar a la infantería al asalto de las posiciones rusas, atravesando campos minados, y habían vuelto a la estrategia de desgaste a distancia, ejercida por la artillería. Y claro, así no hay manera de que la contraofensiva avance…

Ucrania se está quedando sin opciones de recuperar territorio significativo.

El Financial Times se hacía eco de los temores de Estados Unidos acerca de las posibilidades de un éxito rápido de la contraofensiva.

Estados Unidos cada vez tiene más dudas de que la contraofensiva de Ucrania pueda tener éxito rápidamente.

The Washington Post incidía en que la inteligencia estadounidense valoraba que Ucrania fracasaría en su objetivo principal: alcanzar Melitopol, un enclave fundamental para el tránsito de los suministros rusos. Por último, Politico recogía unas declaraciones de un anónimo cargo que, a la vista de lo ocurrido, le daba la razón a toro pasado al general Mark Milley: el jefe de la Junta de Estado Mayor opinaba, en noviembre pasado, que era el momento de iniciar una negociación. 

La inteligencia de Estados Unidos dice que Ucrania fracasará en el objetivo principal de su ofensiva.

Una vez constatado el fracaso de la contraofensiva, ha comenzado la atribución de culpas. En sendos artículos aparecidos en The Wall Street Journal y The New York Times, voces anónimas de la administración de Joe Biden achacan al gobierno de Zelenski el descalabro, por no haberse centrado en el frente sur, el de Zaporiyia. Se quejan de que Zelenski dividió sus recursos al tratar de recuperar el enclave perdido de Bajmut, persiguiendo fines políticos, en lugar de militares, además de echarles en cara la ya mencionada “aversión a las bajas”.

Militares estadounidenses reconocen que a Ucrania se le está pidiendo que haga lo que el ejército del Tío Sam no haría en ningún caso: enviar a la infantería a intentar romper líneas de defensa fortificadas sin contar con superioridad aérea. Se nota quién está poniendo los muertos en esta guerra.

The Wall Street Journal: Estados Unidos y Ucrania chocan sobre la estrategia de la contraofensiva.

Empantanada en el frente, Ucrania ha pasado a desviar la atención mediante ataques con drones en la región de Bélgorod y en el propio Moscú, donde se suceden a diario. Sin embargo, el efectismo de estos golpes se queda en eso: carecen de cualquier relevancia, aparte de la mediática, a la hora de alterar el curso de la guerra.

La nueva estrategia de occidente frente a la debacle ucraniana

Una vez constatada la incapacidad de Ucrania para sobrepasar las líneas de defensa rusas, y el correspondiente cambio de narrativa de los medios, comienza el lanzamiento de globos sonda sobre una posible salida del atolladero. Stian Jenssen, jefe de gabinete de Stoltenberg, soltó el otro día una propuesta impactante: «Creo que la solución puede ser que Ucrania ceda territorio y reciba a cambio su ingreso en la OTAN. No digo que deba ser así, pero es una posible solución».

Ucrania se aprestó a calificar de inaceptable la sugerencia del funcionario: “Que un representante de la OTAN esté apoyando la narrativa de una cesión territorial es absolutamente inaceptable y respalda las posiciones de Rusia”, afirmó Oleg Nikolenko, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Ucrania. Mijailo Podoliak, asesor de Zelenski, calificaba de “ridícula” la sugerencia, mientras aprovechaba para reclamar una “derrota aplastante” de Rusia y el envío de más armas.

Ante la avalancha de críticas, Jenssen se disculpó, tildando de error su sugerencia. Sin embargo, no cabe la menor duda que una propuesta de tal calibre no se le escapa a alguien de su rango. El aparente error de Jenssen viene a confirmar la existencia de una estrategia occidental en ese sentido, desde hace meses. El 18 de mayo, Politico ya titulaba que la administración de Joe Biden estaba considerando la posibilidad de “congelar” el conflicto a la manera de las dos Coreas. Su equipo estaba valorando dónde situar “líneas potenciales”, que tanto Rusia como Ucrania aceptarían no cruzar, pero sin otorgarles el carácter de fronteras oficiales.

“Ucrania podría unirse a las filas de los conflictos “congelados”, dicen oficiales estadounidenses”.

El 6 de julio, la cadena NBC destapaba que antiguos oficiales estadounidenses habían mantenido conversaciones secretas sobre Ucrania con “rusos prominentes”, considerados próximos al Kremlin. Alguno tan próximo como el propio ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov. Por parte estadounidense, uno de los interlocutores era el antiguo diplomático Richard Haas, actual presidente del Council on Foreign Relations, un peso pesado. En las conversaciones, mantenidas con conocimiento de la Casa Blanca, se habló sobre esos territorios en manos de Rusia que Ucrania difícilmente podría recuperar.

Antiguos oficiales de Estados Unidos han tenido conversaciones secretas sobre Ucrania con rusos prominentes.

La reciente reunión celebrada en Arabia Saudita, presentada como un preludio a una “cumbre de paz” que, según Borrell, se celebrará a finales de septiembre, sirvió para presionar a quienes no se han alineado con los planteamientos occidentales, con escasos resultados: ni siquiera hubo un comunicado conjunto a su término. Teniendo en cuenta que Rusia no fue invitada al evento, la reunión a buen seguro sirvió como foro de conversaciones entre quienes apoyan a Ucrania, en torno a las posibles salidas del atolladero.

La posición de Rusia frente a las propuestas de congelar el conflicto

Los países del bloque occidental se están dedicando a negociar entre ellos un plan para detener la guerra, sin tener en cuenta si sus condiciones son aceptables, no sólo ya para Ucrania, después de la sangría que está sufriendo y su narrativa maximalista de derrota aplastante del invasor, sino para la propia Rusia. Se están haciendo trampas al solitario.

El Kremlin no va a aceptar una nueva versión de los Acuerdos de Minsk, destinada a congelar el conflicto para ganar tiempo y que la OTAN rearme lo que quede de Ucrania, para atacar a Rusia en un futuro próximo. A Putin ya le han tomado el pelo dos veces con ese esquema. No habrá una tercera.

A Rusia no le sirve un armisticio que se circunscriba al ámbito de Ucrania. Rusia necesita un acuerdo global que afronte un nuevo esquema de seguridad en Europa para el siglo XXI. Como acaba de demostrar la reciente cumbre de los BRICS, celebrada en Sudáfrica, mucho ha cambiado desde la caída de la Unión Soviética. China es la primera economía del mundo, medida en términos de paridad de poder adquisitivo, y la segunda en términos de PIB. Al frente del Kremlin ya no hay un borracho dispuesto a malvender los gigantescos recursos del país a las corporaciones occidentales.

El problema es que Estados Unidos desconoce qué es la diplomacia: sólo maneja la coacción, el chantaje de las sanciones o los aranceles, el cambio de régimen, los golpes de Estado o las invasiones contra quienes no se avienen a plegarse a sus dictados. La diplomacia, sin embargo, consiste en dialogar con los adversarios hasta alcanzar acuerdos aceptables para las dos partes. Como en toda negociación llevada a buen término, ninguna de las partes conseguirá todos sus objetivos. De lo contrario, estaríamos hablando de una imposición.  

Estados Unidos ha cometido el error de empujar a Rusia hacia China. La alianza surgida entre ambos colosos es fruto de la estrategia de desgajar a la Unión Europea de Rusia. Dada la animadversión proyectada desde Bruselas, Rusia ha tenido que girar hacia el este. Washington se ha cobrado una pieza, debilitando gravemente a la Unión Europea, pero ha propiciado el surgimiento de una colaboración sin precedentes entre Moscú y Pekín. “Sin límites”, en palabras de sus líderes. 

Rusia no puede salir derrotada de una guerra que percibe como una amenaza a su propia existencia como nación. Una percepción que surge de las declaraciones de numerosos líderes occidentales en ese sentido. Aceptar un armisticio, una congelación del conflicto, supondría dejarlo abierto, lo que equivaldría a dejar supurando una herida con riesgo grave para la vida del paciente. En este momento, cuando los medios ya hablan de la posibilidad de una ofensiva rusa en primavera, es occidente quien necesita una negociación, no Rusia.

The National Interest: El caso de una paz dirigida por Estados Unidos en Ucrania. Con la contraofensiva de Ucrania paralizada, ha llegado el momento de que Washington empuje hacia la paz – especialmente teniendo en cuenta que Rusia podría lanzar una nueva ofensiva en 2024.

Las posibles respuestas de occidente ante el estancamiento de la guerra

El problema es la cantidad de capital político invertido por Estados Unidos y la Unión Europea en el conflicto, lo que deja en una posición muy delicada a ambos para vender un acuerdo que no suponga la derrota palmaria de Rusia.

En el caso improbabilísimo de que Rusia aceptara una congelación del conflicto, la OTAN tendría que vender como un triunfo la ampliación de la organización a Finlandia y Suecia, (esta última, pendiente de Erdogan), y la perspectiva de incorporar a los restos de Ucrania en un futuro. Lo que resultaría frustrante para una opinión pública a la que se ha machacado con el mensaje de que Rusia será derrotada.

Ante el estancamiento bélico, Estados Unidos puede optar por escalar el conflicto. Al ritmo que vamos, Ucrania se podría quedar pronto sin efectivos. Douglas McGregor, que fue asesor del Departamento de Defensa con Donald Trump, cifra en 400.000 el número de víctimas mortales del lado ucraniano. Si Washington opta por la escalada, pueden darse dos escenarios: la implicación a título individual de miembros de la OTAN, como Polonia, que está ansiosa por recuperar la parte occidental de Ucrania, que fue polaca; o la intervención de la OTAN en su conjunto, en cuyo caso nos enfrentaríamos a un escenario de consecuencias imprevisibles, con riesgo de desembocar en una guerra nuclear.

Yo no creo que esta segunda hipótesis vaya a producirse. Y no lo creo porque en el Pentágono, donde son mucho más realistas que los neocon del Departamento de Estado, saben que la OTAN perdería la guerra. Porque la contienda no sería sólo frente a Rusia, sino también contra China. China no puede permitirse la derrota de Rusia porque sabe que sería la siguiente en ser atacada, y no tardando mucho.

El desarrollo de la guerra en Ucrania está demostrando la resiliencia del ejército ruso frente a los suministros constantes de armamento por parte de la OTAN. Unos abastecimientos que, en el caso de la munición de artillería, están en vías de agotarse, según su propio secretario general. Estados Unidos ha gastado 43.000 millones de dólares en armamento para Ucrania. Un antiguo oficial, citado por The Wall Street Journal, resumía así la situación: “Construimos esa montaña de acero para la contraofensiva. No podemos hacerlo de nuevo. No existe”. La conjunción de las fuerzas armadas rusas con las chinas se le atragantaría a la OTAN de manera fatal.

Además, hay que prestar atención a los realineamientos que está provocando la guerra en el sur global, cuya expresión más evidente se ha producido con la incorporación de Egipto y Arabia Saudita, aliados históricos de Estados Unidos, al grupo de los BRICS. Mucho ojo también a lo que está sucediendo en África: Victoria Nuland, la subsecretaria de Estado, salió con el rabo entre las patas de Níger, aunque eso no significa que haya tirado la toalla. En caso de que el conflicto se extienda, Estados Unidos pagará cara su prepotencia, porque el sur global le ha perdido el miedo al sheriff global.

Por último, la prioridad absoluta del Partido Demócrata consiste en conseguir la reelección de Biden. El terreno político para la campaña debe estar despejado. De ahí la pretensión de congelar el conflicto a la coreana. Si esta propuesta no tiene recorrido, no hay que descartar que Estados Unidos reabra otros frentes para sacar el foco de Ucrania, a la que podría terminar dejando en la estacada

Esta posibilidad se puede leer claramente entre líneas en la entrevista que concedió Zelenski el 27 de agosto. En ella, el presidente da un sorprendente giro de guion, con el objetivo de preparar a la opinión pública para el caso de que occidente le deje tirado:

  • Zelenski vende como “victoria del pueblo” el hecho de que Putin no ha ocupado el país como pretendía. Resulta que ahora es una victoria que no lo haya ocupado en su totalidad.
  • Prepara al país para una guerra larga, al estilo de la que mantiene Israel con Palestina, minimizando pérdidas humanas. “Se puede vivir así”, afirma. Evoca un conflicto congelado.
  • Descarta atacar a Rusia en su propio territorio, porque Ucrania perdería el apoyo de occidente: “Nos dejarían solos”.
  • Opina que el “modelo israelí” caracterizará las relaciones con Estados Unidos en el futuro: suministro constante de armamento, tecnología, entrenamiento y ayuda financiera.
  • Habla de recuperar Crimea de manera política, no militar, para evitar combates con pérdidas humanas.
  • Descarta una intervención directa de la OTAN, porque provocaría la tercera guerra mundial.

El volantazo de Zelenski es patente, supone la constatación del fracaso de la contraofensiva y abre la puerta a una nueva fase en el conflicto.

La imposición de la paz

En una cosa le voy a dar la razón a Josep Borrell: “La guerra tendrá que decidirse en el campo de batalla”, afirmaba en abril del año pasado. Con un matiz: la paz, cuando llegue, será negociada en los términos de quien resulte victorioso en el frente. La guerra sólo terminará cuando una de las partes consiga imponer sus condiciones a la otra, tras una victoria militar sobre el terreno, sea éste el que sea: o bien circunscrito a Ucrania o, en el peor de los casos, desparramado allende sus fronteras.

Todo apunta a que Ucrania no está en disposición de infligir la “derrota aplastante” que reclama el gobierno de Zelenski. Además, lo que se está dirimiendo trasciende los confines de ese país. De lo que ocurra en Ucrania dependerá el establecimiento de nuevas relaciones de poder, de nuevas jerarquías, entre las potencias actuales, y las emergentes. Está en juego la construcción de un nuevo orden mundial, que necesariamente va a ser multipolar, como acaba de atestiguar el crecimiento de los BRICS en la cumbre de Sudáfrica.

Dedicaré el próximo artículo a este nuevo movimiento tectónico en las relaciones internacionales, que se suma al que tuvo lugar en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái, celebrada en Samarcanda en septiembre del año pasado.

Rusia y China bloquean la incursión de Estados Unidos en Asia Central

19 de junio de 2023

Tres años después de la visita de Mike Pompeo a Asia Central, su sucesor al frente del Departamento de Estado, Antony Blinken, viajaba en febrero a la zona con idéntico propósito: “contener” la influencia de Rusia y China en esa enorme región, fronteriza con Irán y Afganistán. Aunque en este caso el eufemismo “contener”, habitualmente usado por Estados Unidos para disfrazar sus verdaderas intenciones, se queda corto: el Subsecretario de Estado para Asia Central Meridional, Donald Lu, declaraba que la visita de Blinken perseguía “desacoplar aspectos de la economía de Asia Central” de Rusia. Es decir, lo que busca Washington es desgajar Asia Central de sus vecinos, exactamente lo mismo que ha conseguido con la Unión Europea respecto de Rusia. En el caso de Asia, para apropiarse posteriormente de sus riquezas sin incómodas interferencias.

El pasado 10 de junio, Donald Trump presumía en un mitin de las verdaderas intenciones de Washington respecto a los recursos ajenos, refiriéndose al país caribeño que alberga las mayores reservas de petróleo del mundo: “Cuando me fui, Venezuela estaba a punto de colapsar. La hubiéramos tomado, hubiéramos llegado a todo ese petróleo, hubiera estado justo al lado”. Ese es el plan de Estados Unidos para todos aquellos países que albergan materias primas que le interesan.

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Estados Unidos mueve sus peones frente al ascenso de China

24 de mayo de 2023

China adelanta a Estados Unidos en la investigación de 37 de las 44 tecnologías críticas y emergentes analizadas en un reciente trabajo de ASPI, Australian Strategic Policy Institute, un gabinete de estudios australiano, que recibe financiación estadounidense. Defensa, espacio, biotecnología, energía, motores de aviación, drones, baterías eléctricas… China es líder en todos estos ámbitos. En algunos campos, los diez institutos de investigación más avanzados son chinos y, colectivamente, generan nueve veces más estudios de alto impacto que el siguiente competidor, Estados Unidos.  «Las democracias occidentales están perdiendo la competencia tecnológica mundial, incluida la carrera por los avances científicos y de investigación», asevera el informe.

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Por qué las sanciones a Rusia están acelerando la desdolarización

3 de mayo de 2023

“Quítale la financiación a la policía global”. En otras palabras: si te desvinculas del dólar, le quitas el arma a quien utiliza su divisa como tal. Stephen Li Jen, un economista que trabajó en Morgan Stanley, considerado un gurú en el terreno de las divisas, opina que esta es la consigna que están siguiendo muchos países tras la decisión de Estados Unidos – seguida por la Unión Europea – de haber “congelado” los activos de Rusia, denominados en dólares, y depositados en bancos occidentales. Unos fondos que la UE ha calculado en 300.000 millones, aunque sobre esta cifra no hay consenso: según Statista, la cantidad se queda en 281.000 millones. Otros analistas señalan que la Unión Europea no ha conseguido encontrar tal cantidad de activos, mucho menos “inmovilizarlos”, por seguir con los eufemismos, y que cifra tan redonda procede de cálculos del propio banco central ruso.

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