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Europa recurre al belicismo, la censura y el autoritarismo para tapar su desastre estratégico

17 de noviembre de 2025

Las élites europeas pisotean los valores que afirman defender

Desde su inicio, los ideólogos de la guerra contra Rusia en Ucrania enmarcaron su embestida como un conflicto entre las democracias y el autoritarismo, encarnado por el nuevo malvado de turno, Vladímir Putin. Hoy en día, siguen haciéndolo, presentando al gobierno de Kiev como epítome de la defensa de la democracia, a pesar de todos los hechos en contra que lo desmienten: ilegalización de partidos, hipercontrol estatal de los medios de comunicación, y un lodazal de corrupción que apunta al entorno más próximo al propio Zelenski, que sigue aferrado al poder más allá del límite de su mandato, sin convocar elecciones.

Al peón todo se le permite. Para eso está poniendo, literalmente, toda la carne de sus compatriotas en el asador. Aquí empieza la traición de las élites europeas a los valores que afirman defender. Para sostener el relato del conflicto entre las democracias y los regímenes autoritarios, entre los que, aplicando un doble rasero, se añade a conveniencia a China, Corea del Norte o Irán, pero se excluye a las petromonarquías o a exterroristas aupados al poder, como Al Jolani en Siria, las élites europeas deberían velar por que Zelenski guardara medianamente las formas. No es el caso.

La estrategia de los países europeos que siguen apoyando al gobierno de Zelenski, que no son todos, pasa por mirar para otro lado cuando el gobierno de Ucrania secuestra a sus ciudadanos para enviarlos al frente – una práctica conocida como “busificación” –, o condecora a militares que lucen simbología nazi, o aparecen maletas llenas de dólares en los domicilios de personas vinculadas al presidente de Ucrania, la más cercana previamente avisada de la inminente intervención policial, para que le diera tiempo a salir del país.

Una investigación por corrupción sacude al gobierno ucraniano. New York Times, 10 de noviembre de 2025.

La actitud de las élites europeas revela que su relato se apoya en una retórica que los hechos contradicen. La falacia no sólo se desmonta en Kiev, sino también en Bruselas, y en el resto de las capitales europeas que, como Alemania, redoblan su apoyo al gobierno de Ucrania, mientras destruyen los valores europeos cuya supervivencia, supuestamente, se está ventilando en la línea del frente.

La ofensiva contra los presuntos cimientos sobre los que se construye esa fallida, sesgada y sólo aparente Unión Europea la estamos presenciando día a día.

Censurar las opiniones en las redes sociales contrarias a los dictados de Bruselas, tirando de clichés como la necesidad de luchar contra la desinformación, o contra las injerencias extranjeras, no es fortalecer la democracia, sino minar la libertad de expresión, una de las bases fundamentales en las que dicen apoyarse los sistemas políticos occidentales. Denominar a la operación “Escudo de la democracia” es otro ejemplo del lenguaje orwelliano que se gastan en Bruselas.

La UE planea crear un centro para combatir la amenaza de la desinformación procedente de Rusia y otros países. The Guardian, 7 de noviembre de 2025.

Despedir a periodistas por hacer preguntas incómodas, que ponen de manifiesto el doble rasero de las instituciones europeas a la hora de juzgar el comportamiento de Rusia y el de Israel, y la disparidad de respuestas que ambas conductas provocan por parte de la burocracia europea, tampoco encaja con la defensa de la libertad de expresión, sino con un autoritarismo rancio y visceral.

Un periodista preguntó por qué Israel no está pagando la reconstrucción de Gaza. Le costó el trabajo. The Intercept.

Otorgar más poder a la Comisión Europea, un órgano burocrático designado al margen de la ciudadanía, mediante componendas en despachos por parte de una fracción de las élites, impulsando el centralismo, en detrimento de la autonomía de las regiones, y socavando la soberanía de los estados miembros, está en las antípodas de una construcción democrática de la unidad europea. Tal es así que, hasta el Parlamento Europeo, ese remedo de cámara de representación con exiguas competencias, ha puesto pie en pared frente al último intento centralista de la reina de Bruselas.

El Parlamento de la UE advierte a von der Leyen: Cambia el presupuesto o lo rechazaremos. Politico, 28 de octubre de 2025.

La colaboración de agencias de inteligencia occidentales con los servicios secretos ucranianos en el diseño de atentados terroristas, o en el entrenamiento en técnicas de tortura, tampoco parece compatible con los valores europeos. Obstaculizar la investigación sobre la voladura de los gasoductos Nord Stream, rechazando la extradición de un acusado – aunque a estas alturas está clarísimo quién fue el autor intelectual del mayor atentado contra infraestructuras energéticas europeas – , tampoco es para colgarse medallas en la defensa del imperio de la ley y el estado de derecho, otros de los supuestos valores de los que se vanaglorian las élites europeas para justificar su superioridad moral.

Plantear la confiscación de los activos rusos “congelados”, saltándose toda la legalidad internacional, y pagar a un ejército de abogados para que busquen fórmulas con las que legalizar el latrocinio, tampoco parece cuadrar con la defensa del “orden basado en reglas”. Otra de las cantinelas que repiten incansablemente las élites a uno y otro lado del Atlántico, que los hechos vacían de un contenido ya de por sí indefinido y maleable a conveniencia. O lo que viene a ser lo mismo: inexistente.

El belicismo es el nuevo valor europeo con que las élites tratan de esconder su fracaso

El belicismo es el eje transversal sobre el que Úrsula von der Leyen y sus elegidos se están apoyando para “fortalecer la democracia”, cuando en realidad su objetivo es destruirla, pasando por encima de la voluntad popular, junto a los restos del estado del bienestar que todavía subsisten, a pesar de las sucesivas andanadas de los gestores al cargo de cada país.

La Comisión Europea tiene la intención de presentar, el 19 de noviembre, un documento sobre la movilidad militar en la Unión Europea, que equivaldría a un “Schengen militar”, en una coyuntura en la que varios países miembros han reinstaurado los controles fronterizos de personas. El proyecto prevé incrementar la eficiencia a gran escala del movimiento de equipos, personal y suministros militares a través de las fronteras intracomunitarias, para lo que vendría dotado de propuestas legislativas. El plan ha sido elaborado en colaboración con la OTAN.

Plan de movilidad militar de la Unión Europea. Comisión UE + Colaboración OTAN.

Este plan no ha surgido de la noche a la mañana. En la Unión Europea se lleva hablando desde hace tiempo de la necesidad de invertir en corredores de transporte aptos para el doble uso, civil y militar, según recoge este informe de un seminario celebrado en Gante (Bélgica), en febrero de 2024. En el documento se subraya la necesidad de dotar de presupuesto a este tipo de iniciativas, precisando, eso sí, que las políticas relativas al transporte del material militar y del personal asignado deben orientarse hacia “una movilidad más limpia, ecológica e inteligente”. En el lenguaje orwelliano de Bruselas, hasta mover armamento a lo largo y ancho de Europa va a resultar ecológico.

Corredores de transporte europeos susceptibles de ser mejorados para facilitar su doble uso. Fuente: Comisión Europea, Dirección General de Movilidad y Transporte.

El 3 de marzo de 2021, el CEPA, (Center for European Policy Analysis) un gabinete de estudios con sede en Washington, financiado entre otros por industrias de armamento estadounidenses, ya proponía un proyecto para incrementar la eficiencia de la movilidad de los equipos militares y las tropas en el continente europeo. Dicho y hecho. La obediente Unión Europea, siempre dócil ante las sugerencias que le llegan desde Washington, se ha puesto manos a la obra.

El Proyecto de Movilidad Militar de CEPA. Moviendo montañas para la defensa de Europa.

Las montañas a las que se refiere CEPA son de dinero. El plan de Úrsula von der Leyen para rearmar Europa contempla el objetivo de sacar 800.000 millones de las depauperadas arcas de los miembros de la Unión Europea, usando tres fórmulas:

  1. Permitir a los países activar la cláusula de escape del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Es decir, saltarse los límites autoimpuestos en lo referente al déficit público (3% del PIB) y la deuda pública (60% del PIB).
  2. Lanzamiento de un instrumento de préstamo de 150 000 millones de euros para ayudar a los países a invertir en áreas militares clave, como la defensa antimisiles, los drones y la ciberseguridad. Los fondos se captarán en los mercados de capitales, según la Comisión.
  3. Ampliación de la financiación por parte del Banco Europeo de Inversiones a proyectos militares y de seguridad. La Comisión pretende que el BEI “acelere la unión de ahorro e inversión para movilizar capital privado, de modo que la industria de defensa europea no dependa exclusivamente de la inversión pública”.

En resumen, el plan de la Comisión consiste en endeudar a Europa hasta las cejas para financiar una escalada belicista contra Rusia. No se entiende muy bien cómo es posible que, después de imponer el austericidio a sangre y fuego, como ocurrió con Grecia en 2015, ahora Bruselas se olvide de sus rígidas normas fiscales para entrampar a Europa en una espiral de endeudamiento con fines militares. Bueno, en realidad, se entiende perfectamente. 

La Comisión sostiene que “El pleno aprovechamiento de estas herramientas financieras tendrá efectos positivos para la economía y la competitividad de la UE. Esto incluye la construcción de nuevas fábricas y líneas de producción, esenciales para la generación de empleo de calidad en Europa”. La Comisión olvida matizar que esas nuevas fábricas y líneas de producción tendrán carácter militar.

A la industria tradicional europea – automoción, siderurgia, química – ya se han encargado de laminarla incrementando los costes de la energía, al sustituir la procedente de Rusia por la de otros proveedores, como Estados Unidos, mucho más caros. ¿Cómo espera la Comisión que la industria militar europea sea competitiva con esos costes incrementados? ¿Por qué nadie habla del motivo de la subida de los costes energéticos?

Plan ReArmar Europa/Preparación 2030: el plan para financiar la defensa de la UE.

Como analicé en un artículo anterior, poco importa que la supuesta amenaza rusa con la que las élites europeas pretenden justificar esta escalada armamentística exista solo en las mentes calenturientas de quienes la dirigen. Lo importante es fabricar una coartada que permita tapar con belicismo el fracaso estratégico de su apuesta por una derrota de Rusia que no se va a producir, sino que, además, está provocando la destrucción de la economía de la Unión Europea.

La prolongación del conflicto en Ucrania es el principal objetivo

En un artículo publicado en julio, reseñé que la Unión Europea se estaba planteando conceder un préstamo de 100.000 millones de euros a Ucrania. Como quiera que Estados Unidos ha cortado las inyecciones financieras directas al gobierno de Kiev, y la economía de Europa está sufriendo los estragos provocados por sus élites, con Alemania sufriendo la recesión más larga desde la Segunda Guerra Mundial, en Bruselas se están rebuscando los bolsillos para seguir sufragando la guerra contra Rusia en Ucrania, pero sólo encuentran telarañas.

Producción de la industria manufacturera de Alemania. Fuente: Oficina Federal de Estadística.

Por eso las élites europeas siguen dándole vueltas a la idea de apropiarse directamente de los activos rusos, para usarlos como garantía de un “préstamo de reparaciones”  al gobierno de Kiev, por valor de 140.000 millones de euros. El asunto comienza mal desde el mismo nombre del préstamo, que se presenta como una inyección de efectivo con el que reconstruir un país que está actualmente en guerra. En eso consisten las “reparaciones”. El objetivo obviamente es bien distinto: seguir alimentando la contienda.

El plan continúa peor, porque el esquema que plantea la Comisión es que Rusia termine pagando ese préstamo, merced a las reparaciones con las que deberá correr cuando acabe el conflicto. No obstante, la Comisión pasa por alto el pequeño detalle de que las reparaciones siempre las paga el perdedor, y no parece que Rusia esté perdiendo la guerra.

El latrocinio a gran escala que plantea la Comisión ha chocado con la negativa de varios países, especialmente con el de Bélgica, sede de Euroclear, la cámara de compensación que alberga los activos rusos “congelados”. Su directora ha avisado de que, si se produce la confiscación, Euroclear se está planteando demandar a la Unión Europea. Alemania, Francia e Italia también se oponen.

Ante este rechazo, Bruselas ha advertido que la continuidad del apoyo del Fondo Monetario Internacional a Ucrania, controlado por Estados Unidos, depende de que la Unión Europea apruebe el “préstamo de reparaciones”. La Comisión ha conminado a los miembros a apropiarse de los activos rusos, ya que, en caso contrario, la Unión Europea debería afrontar un pago anual de 5.600 millones de euros en intereses. Un chantaje poco disimulado, que pretende doblegar las reticencias belgas ante las pretensiones de que el robo se consume en su territorio y se lleve por delante no sólo Euroclear, sino la fiabilidad del sistema financiero europeo.

La UE debe pagar hasta 5.600 millones de euros en intereses si no hay acuerdo sobre los activos rusos, advierte Bruselas. Financial Times, 7 de noviembre de 2025.

Los medios de comunicación al servicio de las élites se han apresurado a señalar las supuestas ventajas para Europa de seguir alimentando la guerra en Ucrania. The Economist, con sede en Londres, uno de los principales apoyos de Zelenski, califica de “ganga” enviar 390.000 millones de euros a Ucrania en los próximos cuatro años, sumando las aportaciones directas de fondos y el valor del armamento que se proporcionaría. Kaja Kallas se ha apresurado a utilizar la misma palabra – ganga – para referirse a la financiación europea de Ucrania, en comparación con lo que supondría una victoria de Rusia.

Según The Economist, hasta ahora Ucrania se ha zampado 360.000 millones en su “esfuerzo militar”. La cifra incluye el presupuesto militar del país, más las ayudas occidentales. En 2025, dicho “esfuerzo”, requerirá entre 100.000 y 110.000 millones, aproximadamente la mitad del PIB de Ucrania. El déficit fiscal del país ya alcanza el 20% del PIB. La deuda pública se ha duplicado desde 2022, y alcanza el 110% del PIB.

The Economist reconoce que Ucrania no puede financiarse en los mercados de capitales, porque nadie le presta dinero. Una vez que Estados Unidos ha cortado las ayudas financieras directas, sólo queda Europa, afirma la publicación. Después de subrayar el apoyo del medio a la confiscación de los activos rusos, The Economist señala que la medida se queda corta, en 230.000 millones, para lo que considera necesario. Así que apuesta por que Europa se endeude, de manera conjunta, a través de eurobonos, hasta alcanzar los citados 390.000 millones. Una meta que sólamente supondría doblar las aportaciones actuales hasta el 0,4% del PIB de todos los miembros de la OTAN, con la excepción de Estados Unidos. 

Contrariamente al sentido común, The Economist sostiene que, lejos de minar el estatus internacional del euro, la creación de una gran deuda común iba a profundizar en la unificación del mercado de capitales europeo y a estimular el papel del euro como moneda de reserva. O sea, que una economía destruida por un error geopolítico descomunal, que la ha desconectado de las fuentes de energía que la alimentaban, y que se ve forzada a endeudarse, va a transmitir a los mercados una señal de fortaleza. Y pretenden que nos lo traguemos.

Por qué financiar a Ucrania es una oportunidad gigantesca para Europa. The Economist, 30 de octubre de 2025.

Estados Unidos, con el apoyo de la Unión Europea y la OTAN, que cada vez más vienen a ser lo mismo, ha convertido Ucrania en un estado fallido, despoblado y dependiente de la ayuda financiera exterior para su supervivencia. Ahora, las élites europeas, con el apoyo de sus palmeros mediáticos, pretenden arrasar la economía del continente, impulsando una huida hacia adelante, con el lunático objetivo de derrotar económicamente a Rusia, que ha demostrado su resiliencia a lo largo de casi ya cuatro años de guerra, y cuenta con el respaldo de China, la mayor economía del mundo medida en paridad de poder adquisitivo.

¿Para quién trabajan las élites europeas?

Ante este panorama, cabe preguntarse qué intereses defienden las élites europeas, y para quién trabajan realmente. En primer lugar, cabe reponer que para ellas mismas. Reconocer su error estratégico les obligaría a asumir responsabilidades políticas, como mínimo. Así que siguen empeñadas en alcanzar su disparatado objetivo, a pesar de que todos los hechos indican que éste se aleja cada vez más. Siguen obnubiladas ante la perspectiva de adueñarse de los ingentes recursos naturales que alberga Rusia, y continúan enfrascadas en buscar fórmulas con las que alimentar al caballo muerto, con la esperanza de que resucite, y gane la guerra que habían diseñado, junto a la administración demócrata en Washington.

En segundo lugar, los hechos indican que las élites europeas trabajan a favor de los intereses de Estados Unidos, en varios frentes, principalmente en el energético y en la industria militar, pero también en el financiero. Europa ha sustituido la “dependencia” del gas ruso por el gas natural licuado que proviene de Estados Unidos, a un precio infinitamente superior. Europa sigue dependiendo de otros proveedores, como Noruega, Argelia o Catar, porque no produce gas. El marco de “acabar con la dependencia” es tramposo desde su creación. 

El País, 3 de noviembre de 2025.

Si Europa pretende convertir a Ucrania en un puerco espín de acero, como afirmó Úrsula von der Leyen, tendrá que recurrir obligatoriamente a comprar las armas al complejo militar industrial de Estados Unidos, porque carece de la capacidad para producir y suministrar las que considera necesarias para blindar a Ucrania frente a su colosal vecino, primera potencia nuclear. Por tanto, en este segmento, las élites europeas también están trabajando para los intereses de Washington, engordando las arcas de las industrias de armamento estadounidenses.

Las élites europeas también están condenando al viejo continente a la dependencia financiera de la banca de Estados Unidos. En el Reino Unido ya aparecieron titulares en prensa apuntando a la posibilidad de que su economía necesite un rescate a cargo del Fondo Monetario Internacional. Moritz Schularick, el economista jefe del Instituto de Kiel para el Estudio de la Economía Internacional ha advertido que las principales empresas de automoción alemanas “probablemente no existirán en su forma actual para finales de la década, dado el estado actual de la industria automotriz alemana», aunque el titular del Handelsblatt es más dramático.

Handelsblatt, 3 de noviembre de 2025.

El derrumbe económico que están provocando las erróneas decisiones de las élites europeas apuntan a la generación de una dependencia financiera de los préstamos del FMI, de la banca de Wall Street, o de los gigantescos fondos de inversión estadounidenses, como Blackrock o Blackstone, los únicos que tienen músculo financiero para erigirse en prestamistas de la muy necesitada Europa, en un futuro cercano.

En el artículo citado anteriormente, The Economist subraya este mensaje: “Las salvaguardias contra la corrupción son importantes, pero no deben erosionar la certeza de Ucrania —y del Kremlin— de que, de una forma u otra, el dinero llegará”.

Aquí está la clave de toda la operación: lo más importante es que el dinero siga fluyendo. Un dinero sobre el que no existe ningún tipo de control, auditoría o medio alguno de garantizar que se está utilizando para los fines declarados, sin que a nadie se le quede nada entre los dedos. Da igual que Ucrania sea un lodazal de corrupción, que afecta al entorno más cercano al presidente Zelenski, que las mordidas a los funcionarios sean moneda corriente para evitar el reclutamiento, o que Ucrania sea ya, de hecho, un estado fallido, que apenas se sostiene mediante la ayuda externa.

Lo importante es que el dinero siga fluyendo. Aunque sea a costa de destruir la economía de la Unión Europea, y de provocar el empobrecimiento de su población. Como ocurre en los casinos, la banca nunca pierde y, en este caso, las élites siempre encontrarán algún puesto donde recolocarse, tras haber consumado su infame tarea: la destrucción de Europa.

Las élites europeas consuman el golpe en Rumanía

4 de junio de 2025

La democracia no muere en Rumanía, la asesinan

Con el título “La democracia muere en Rumanía”, un artículo de Neil Clark, publicado en medios tan convencionales como The Spectator y Die Welt, alerta sobre la deriva autoritaria de la Unión Europea: “Europa está de celebración porque el ganador de las elecciones en Rumanía es un europeísta. Pero justo antes, se anularon las elecciones, el ganador fue arrestado y se le impidió volver a participar. Esto abre la puerta, en el corazón de Europa, a la exclusión de candidatos que, a ojos de quienes ostentan el poder, representan las posturas «equivocadas».

La democracia muere en Rumanía. 19 de mayo de 2025.

El artículo es para enmarcarlo, pero yo cambiaría el título: la democracia no se murió en Rumanía, la asesinaron.  Neil Clark quizá usó un verbo intransitivo porque los asesinatos siempre los comete alguien. A estas alturas de la “democracia” europea, atribuir este crimen político a un autor concreto es conflictivo, sobre todo si quieres publicar en medios convencionales. Sin embargo, las élites europeas no sólo no han escondido su larga mano para moldear el resultado de las elecciones en Rumanía de acuerdo con sus intereses, sino que han sacado pecho de su injerencia.

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¿La democracia autoritaria está provocando una guerra cultural más?

16 de enero de 2023

Voy a usar la expresión “democracia autoritaria” para referirme al wokismo, el término que usa el filósofo José Antonio Marina en su blog El Panóptico, lo que dice mucho sobre el colonialismo cultural anglosajón que sufrimos. La elección de estas palabras, democracia autoritaria, a priori un oxímoron, adelanta mi opinión sobre los peligros que acechan tras una ideología, el woke, o wokeness, en inglés, que está provocando la principal batalla cultural y política de nuestro tiempo. Lo que quiero analizar es si esta conflagración se queda en mera guerra cultural; si trasciende lo que vienen a ser estas cortinas de humo; y si, finalmente, es correcto enmarcarla dentro del tradicional eje izquierda/derecha.

En mi opinión, no nos encontramos ante una guerra cultural más porque, en este caso, lo que se ventila son los valores más profundos – y supuestamente superiores – sobre los que se asientan las democracias occidentales. Estos principios son los que permitirían a este modelo de gobierno alzarse moralmente sobre otros paradigmas, a los que califica de autocráticos, o autoritarios. Si los valores, que son los cimientos, se resquebrajan, la alegada superioridad moral sobre la que se alzan las democracias desaparece. En este sentido, la guerra entre la “democracia autoritaria” y sus políticas identitarias contra las posiciones antagónicas constituiría la madre de todas las guerras culturales. Una contienda cuyas implicaciones sobrepasan el ámbito de las otras guerras, que se circunscriben a las sociedades occidentales, ya que afectan a la batalla por el relato que se está desarrollando en el tablero geopolítico mundial. Por tanto, habría que situarla en un nivel cualitativamente distinto, aunque compartiría con el resto de este tipo de guerras un hecho: que en principio no afronta la cuestión fundamental, que es el esquema de dominación capitalista, el sistema que está concentrando cada vez mayor riqueza en menos manos, en detrimento de capas cada vez más amplias de la población.

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