El genocidio sionista en Gaza revela los auténticos valores occidentales

4 de marzo de 2024

Estados Unidos y la Unión Europea afirman compartir los valores de Israel

El 5 de diciembre, en una entrevista a la cadena estadounidense MSNBC, el presidente de Israel, Isaac Herzog, afirmó lo siguiente: “Esta guerra es una guerra que no es sólo entre Israel y Hamás. Es una guerra que realmente tiene como objetivo salvar la civilización occidental, salvar los valores de la civilización occidental”.

¿Los valores occidentales son los que Israel dice estar defendiendo cuando bombardea a la población civil palestina, destruye sus viviendas, e impide la entrega de ayuda humanitaria, para luego acribillar a quienes luchan por hacerse con comida, tras haber sobrevivido a las bombas y a los francotiradores?

¿Son estos los valores reales que se ocultan detrás de la propaganda occidental, repleta de palabras bonitas como libertad, democracia, derechos humanos, paz, justicia y libertad de expresión? ¿El genocidio de la población palestina, el desplazamiento forzado y la limpieza étnica para apropiarse de sus tierras se asientan sobre valores occidentales?

Fotografía de Gaza realizada por Abdallah El Hajj, fotógrafo palestino.

Cuando el 18 de octubre Joe Biden viajó a Israel para mostrar su inequívoco apoyo a Netanyahu, el presidente afirmó: “El mundo está mirando. Nosotros, Israel tiene un conjunto de valores como los de Estados Unidos y otras democracias, y ellos están mirando para ver qué vamos a hacer”.

El Plan de Acción Unión Europea/Israel, que data de 2005, afirma que “La UE e Israel comparten los valores comunes de la democracia, el respeto de los derechos humanos y el Estado de Derecho y las libertades básicas”.

Así pues, teniendo en cuenta las rotundas afirmaciones del presidente de Israel, del de Estados Unidos, así como de la Unión Europea, debemos colegir que los ataques de Israel contra la población palestina de Gaza y Cisjordania se apoyan en los valores occidentales que tanto Israel como sus aliados dicen compartir. De otro modo, no se entendería el apoyo inquebrantable de Estados Unidos y la Unión Europea al genocidio que Israel está perpetrando contra la población palestina.

Si la masacre que está cometiendo Israel no se corresponde con los valores que Estados Unidos afirma compartir con su patrocinado, debería retirar la financiación que le proporciona. De lo contrario, habrá que concluir que las bases sobre las que se asienta el relato occidental están fabricadas con palabras bonitas, diametralmente opuestas a los hechos. A fin de cuentas, la narrativa estadounidense se construye, también en Ucrania, en torno a esos supuestos valores.

Los hechos están a la vista de todos: estamos asistiendo a un genocidio, prácticamente en directo en las redes sociales, en el que los sionistas están perforando todos los límites de la bajeza humana. No voy a poner ejemplos, porque para indignarse ante sus proezas, de las que además se muestran orgullosos, sólo hace falta una conexión a Internet y un mínimo de humanidad.

A pesar de su retórica, Washington financia la masacre perpetrada por Israel

Entre 1951 y 2022, ajustando las cifras al valor del dólar en 2022, Estados Unidos transfirió a Israel 317.900 millones de dólares, lo que le convierte en el mayor receptor de ayuda exterior estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial. En 2022, el año más reciente del que existen datos, Estados Unidos adjudicó más de 3.300 millones de dólares a Israel. El 99,7% de los fondos se destinó al ejército israelí.

Ilustración: USA FACTS.

El 30 de enero, Biden declaró: “No creo que necesitemos una guerra más amplia en Oriente Medio. Eso no es lo que estoy buscando”. Su afirmación contrasta vivamente con los hechos. El apoyo inquebrantable de Estados Unidos a Israel es la principal causa de la inestabilidad actual, e histórica, en la región. Si Biden deseara de verdad evitar una guerra más amplia en la zona, la solución más sencilla sería cortar la financiación y el suministro de armas a Israel.

Sin embargo, está haciendo todo lo contrario. Tras un viaje a Washington del general Eyal Zamir, director general del Ministerio de Defensa israelí, se filtraba a The Times of Israel que se habían producido avances para la adquisición de 25 cazas F-35i, otros 25 cazas F-15IA, y 12 helicópteros Apache. En diciembre, Estados Unidos había rechazado la petición israelí de adquirir más unidades de Apache, de las que ya posee 48. Sin embargo, ahora le daría prioridad a la solicitud.

En 1986, Joe Biden afirmaba que si Israel no existiera, Estados Unidos tendría que inventar uno, porque era la mejor manera de defender sus intereses en la región. El 18 de octubre de 2023, volvió a repetirlo.

Mathew Miller, el portavoz del Departamento de Estado, ha dicho y reiterado que Estados Unidos considera que lo que está ocurriendo en Gaza no es un genocidio. Yendo más lejos aún, Miller afirmó en la rueda de prensa del 26 de febrero que “Seguimos estando a la vanguardia de la defensa de una mayor y sostenida asistencia humanitaria en beneficio de los palestinos inocentes en Gaza”. Declaraciones de este porte revelan la tremenda hipocresía que subyace tras la retórica de los valores occidentales, en flagrante contradicción con las actuaciones de quienes los enarbolan, precisamente para justificar sus desmanes.

Estados Unidos veta tres resoluciones en la ONU que reclamaban un alto el fuego

Hasta en tres ocasiones ha utilizado Estados Unidos su derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU para impedir que salieran adelante otras tantas resoluciones que abogaban por un alto el fuego en Gaza. En la última votación, algunos aliados de Washington votaron a favor, y el Reino Unido se abstuvo, sin duda sabiendo que la propuesta no iba a salir adelante.

Aprovecharon así para intentar lavar su maltrecha imagen, tras haber retirado la financiación a la UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo, encargada de proporcionar ayuda humanitaria, educación, sanidad y servicios sociales a la población encarcelada en “la mayor prisión al aire libre del mundo”, según palabras del historiador judío Ilan Pappé.

Borrador de resolución demandando un alto el fuego inmediato en Gaza, 20 de febrero, 2024. Resultados de la votación en el Consejo de Seguridad de la ONU. 

La razón esgrimida por Australia, Austria, Canadá, Estonia, Finlandia, Alemania, Islandia, Italia, Japón, Letonia, Lituania, Holanda, Nueva Zelanda, Rumanía, Suecia, Suiza, Reino Unido y Estados Unidos para suspender la financiación a la UNRWA fue sólo una: las acusaciones de Israel de que la agencia empleaba a 12 personas que habían participado en los ataques de Hamás del 7 de octubre.

Sin embargo, un artículo publicado en The Wall Street Journal, reseñado aquí en español, resaltaba que hasta Estados Unidos tenía dudas sobre la veracidad de las alegaciones israelíes, subrayando que Israel no ha “compartido con Estados Unidos la información que respalda sus evaluaciones”. Además, el diario estadounidense mencionaba que en el informe del Consejo Nacional de Inteligencia “Hay una sección específica que menciona cómo la parcialidad israelí sirve para caracterizar erróneamente gran parte de sus evaluaciones sobre la UNRWA y explica que esto ha dado lugar a distorsiones”. El secretario de Estado, Antony Blinken, había afirmado en el mes de enero que las acusaciones de Israel a la UNRWA eran “muy, muy creíbles”.

Como muestra el siguiente gráfico, la supervivencia de la población palestina en Gaza depende en gran medida de que la UNRWA obtenga la financiación necesaria para poder desarrollar su labor asistencial.

Fuente: UNRWA. Ilustración: AJLabs, Al Jazeera.

En la noche del 28 de febrero, Estados Unidos también bloqueó un borrador de resolución, presentado por Argelia, que hubiera condenado a Israel por haber disparado a los palestinos que trataban de conseguir comida de un convoy de 38 camiones de ayuda humanitaria, en el norte de Gaza. Robert Wood, el vice embajador de Washington en la ONU, argumentó que no tenía todos los hechos a su disposición para justificar el bloqueo, a pesar de que una fuente israelí reconoció que sus militares abrieron fuego porque consideraron “que existía un riesgo”.

Un mes después de que la Corte Internacional de Justicia ordenara a Israel la adopción de “medidas inmediatas y efectivas” para proteger a la población palestina en Gaza del riesgo de genocidio, garantizando el suministro de asistencia humanitaria y habilitando servicios básicos, “Israel ha seguido ignorando su obligación como potencia ocupante de garantizar que se satisfagan las necesidades básicas de los palestinos en Gaza”. Así lo denunciaba Amnistía Internacional el 26 de febrero. ¿Este es el “mundo basado en reglas” que propone el principal patrocinador de Israel?

Para intentar lavar su maltrecha imagen, Estados Unidos ha decidido lanzar desde el aire raciones de comida sobre Gaza, sin coordinarse con ningún grupo ni agencia sobre el terreno. Hasta Josep Borrell cuestionó la eficacia de la medida, calificando de “mínimo” su impacto. Una estrategia, además, que “no está exenta de riesgos para la población civil”. Así que ahora tenemos a Estados Unidos suministrando armas a Israel, para que masacre a la misma población que, por otra parte, simula estar alimentando, arrojándole comida desde el aire. ¿En esto consisten también los valores occidentales?

Estados Unidos arroja comida sobre Gaza mientras suministra armas a Israel. Viñeta: Sansón.

Los valores occidentales se despliegan contra los hutíes en Yemen y Hezbollah en Líbano

Los hutíes están mostrando su apoyo a los masacrados palestinos, dificultando el tránsito por el Mar Rojo de los barcos cuyas mercancías tienen como destino Israel, atacando a algunos de ellos. Esto forzó a las principales navieras a anunciar que no utilizarían el Canal de Suez. Sin embargo, tras fracasar en su intento de montar una coalición internacional para atacar a los hutíes, Estados Unidos sólo ha conseguido arrastrar al Reino Unido en su cruzada contra Ansar Allah, el nombre de la organización política y militar de los hutíes.

Los ataques de los hutíes no han provocado, hasta el momento, ni una sola víctima. Los perpetrados por Estados Unidos y el  Reino Unido sí lo han hecho. Poniendo como excusa la necesidad de garantizar la libre navegación por aguas internacionales, los bombardeos estadounidenses y británicos, que carecen de la preceptiva autorización del Consejo de Seguridad de la ONU y, por tanto, son ilegales, lo único que están consiguiendo es incrementar el riesgo de que la guerra en Palestina se extienda por la región.

Bombardeos aéreos efectuados por Estados Unidos y el Reino Unido. Ilustración: iNews.co.uk.

El 28 de enero, Financial Times informaba de un encuentro discreto entre el consejero de seguridad nacional, Jake Sullivan, y Wang Yi, ministro de Asuntos Exteriores de China. En las reuniones, que se prolongaron durante dos días en Bangkok, el primero le urgió al segundo a ayudar a Estados Unidos a impedir los ataques. El “éxito” de los bombardeos contra los hutíes ha sido tal que la Casa Blanca se ha visto obligada a solicitar su intermediación a China, a quien considera su mayor amenaza.

Titular del Financial Times del 28 de enero de 2024.

Hasta la revista del Council on Foreign Relations recomienda que no se bombardee a los hutíes, que controlan el territorio de Yemen donde habita el 80% de la población, y sugiere que se utilice la diplomacia para resolver el conflicto. Los hutíes han asegurado que reconsiderarían sus ataques si se producía un alto el fuego en Gaza y se facilitaba la entrada de ayuda humanitaria. El problema es que para permitirlo, Estados Unidos e Israel deberían renunciar a sus valores. Esos que dicen compartir y que, por lo visto, respaldan la masacre del pueblo palestino, causa primigenia de todos los males que aquejan a Oriente Próximo.

No bombardeen a los Hutíes. Una diplomacia cuidadosa puede detener los ataques en el Mar Rojo.

Los riesgos de una escalada del conflicto en Oriente Próximo

El 27 de enero, fuentes de inteligencia de un país árabe transmitieron a Hezbolá la intención del gobierno de Netanyahu de iniciar una guerra contra el Líbano. Lamentablemente, el tiempo ha confirmado la veracidad de la información. Después de cinco meses de intercambio de fuego entre Hezbolá y el ejército hebreo, el ministro de Defensa judío, Yoav Gallant, declaró el 25 de febrero que Israel “seguirá atacando el Líbano independientemente de lo que ocurra en Gaza”.

La escalada en los ataques israelíes sugiere que el ministro está hablando en serio. La mayoría de los enfrentamientos entre el ejército israelí y Hezbolá se estaban produciendo en el sur del Líbano. Sin embargo, el 27 de febrero, aviones israelíes bombardearon posiciones de Hezbolá en el valle de Bekáa, a 100 kilómetros de la frontera entre ambos países. El 11 de noviembre, el mismo ministro ya amenazó al Líbano: “Lo que estamos haciendo en Gaza, podemos hacerlo en Beirut”.

El 29 de febrero, la CNN informaba de que funcionarios de la administración Biden y de los servicios de inteligencia estaban preocupados porque Israel podría estar preparando una incursión terrestre en el Líbano, que se produciría en primavera o a principios del verano. Fuentes de la inteligencia estadounidenses estiman que Israel no sería capaz de mantener dos frentes a la vez, en Líbano, y en Gaza. El gobierno sionista podría estar esperando una intervención militar directa de Estados Unidos si la situación se intensifica.

Desde mediados de octubre de 2023, ha habido 140 ataques a las tropas de ocupación que Estados Unidos mantiene en Iraq y Siria. A pesar de que, el 23 de octubre, el Pentágono afirmó que no había detectado ninguna orden proveniente de Irán para atacar las posiciones de Estados Unidos en la zona, el 29  de enero una portavoz del Pentágono achacó a la Resistencia Islámica, un grupo de milicias apoyadas por Irán, la autoría de un ataque producido el día anterior contra una base estadounidense en Jordania, próxima a la frontera con Siria, que provocó la muerte de tres soldados y heridas a 40.

Estados Unidos está negociando con Iraq la evacuación de los 2.500 soldados que aún mantiene en el país, quien busca una salida rápida de las tropas ocupantes, a las que califica como fuente de desestabilización en la región. La retirada de los efectivos estadounidenses estaría lejos de enmarcarse en una desescalada por parte de Washington en la región. En caso de producirse, respondería más bien a la necesidad de hurtar un blanco fácil, según leemos en Stars and Stripes, publicación patrocinada por el ministerio de Defensa estadounidense.

Todo parece indicar que los valores occidentales que comparten Estados Unidos, Israel y sus socios europeos pueden terminar plasmándose en un mayor conflicto en Oriente Próximo, que desborde el ámbito geográfico actual. La administración Biden está recibiendo fuertes presiones para que bombardee a Irán por parte de los halcones del Senado. El belicista Lindsey Graham pedía literalmente: “Golpea a Irán ahora. Golpéales duro”.

Tuits del senador estadounidense Lindsey Graham instando a bombardear Irán.

Estados Unidos le tiene muchas ganas a Irán desde que la revolución de 1978 derrocó al sah Mohammad Reza Pahlevi, que contaba con su apoyo y el del Reino Unido. El monarca gobernó de manera tiránica desde el golpe de Estado de 1953, organizado por la CIA – tal y como la agencia reconoció en 2013que derrocó a Mohammad Mossadegh. El primer ministro, que había sido elegido con amplio apoyo popular, cometió la imprudencia de nacionalizar el petróleo. Un bien que, durante los 50 años anteriores, había estado controlado por el Reino Unido a través de la Anglo-Iranian Oil Company, ahora British Petroleum.

La Savak, la policía política de Reza Pahlevi, había sido entrenada por la CIA. Un informe de 1976 de la Comisión Internacional de Juristas reveló que la Savak torturaba a los sospechosos de disidencia política. Ryszard Kapuscinski relata en su libro “El Sah, o la desmesura del poder” las atrocidades de la Savak, que torturaba no sólo a los disidentes, sino a cualquier ciudadano, de forma aleatoria, para sembrar el terror.

Reza Pahlevi había sucedido como sah a su padre, Reza Khan, en 1941. Este último, instalado en el poder en 1936 por el Reino Unido, fue depuesto igualmente por Londres. Churchill dijo: “Nosotros lo pusimos, nosotros lo quitamos”.

El Irán controlado por el Reino Unido y Estados Unidos nos ofrece otro ejemplo magnífico de los valores occidentales en acción: golpes de Estado, dictadura, torturas. ¡Perdón! Quería decir democracia, libertad, derechos humanos.   

Estados Unidos, un país en guerra permanente, en contra de los valores que dice defender

En 2020 se publicó un estudio que calculaba que Estados Unidos había estado en guerra, declarada o no, durante 223 años de los 243 transcurridos desde su fundación. Eso significa que durante el 92% de su existencia, el país ha estado en guerra: sólo ha estado en paz durante 20 años.

En 2017, un artículo en The National Interest, titulado “¿Por qué América es adicta a las intervenciones en el extranjero?”, recogía las cifras proporcionadas por un estudio del Servicio de Investigación del Congreso acerca de las intervenciones militares de Estados Unidos en el extranjero. Agrupadas en periodos de 50 años, el número aumentaba en cada segmento:

  • Entre 1800 y 1849: 39 intervenciones.
  • Entre 1850 y 1899: 47 intervenciones.
  • Entre 1900 y 1949: 69 intervenciones.
  • Entre 1950 y 1999: 111 intervenciones.
  • Entre 2000 y 2017 (solo 17 años): 126 intervenciones.

The National Interest se hacía tres preguntas muy pertinentes:

Primera: “¿Por qué aumentarían las intervenciones militares al mismo tiempo que su éxito ha ido disminuyendo?”

Segunda: “¿Por qué aumentarían las intervenciones militares después de la Guerra Fría, cuando tanto una justificación ideológica para las intervenciones (…) como una amenaza material existencial a la seguridad nacional de Estados Unidos (…) había disminuido?”

Tercera: “Si Estados Unidos sólo interviene con la fuerza armada cuando sus intereses vitales están en juego, ¿por qué intervenir más a menudo cuando posiblemente hay menos intereses vitales en juego?”

La propia publicación se respondía: “La respuesta es que Washington interviene militarmente con demasiada frecuencia cuando no debería hacerlo, y como resultado de ello, la seguridad y la prosperidad de Estados Unidos se han visto afectadas”.

El problema para el resto del mundo es que la política belicista de los sucesivos inquilinos de la Casa Blanca, y sus patrocinadores, no sólo ha afectado a la seguridad y la prosperidad de Estados Unidos. Su impostado afán por exportar sus supuestos valores al resto del mundodemocracia, libertad, derechos humanos, paz, justicia, progreso, libertad de expresión – a base de intervenciones militares, golpes de estado y magnicidios, sólo ha traído inestabilidad, destrucción y muerte al planeta.

La mayoría del mundo está constatando el doble rasero que Estados Unidos, y sus vasallos occidentales, están desplegando en relación con los conflictos actuales más relevantes: las guerras en Oriente Próximo (en Palestina, Siria y Yemen) y en Ucrania. El abandono de la diplomacia, y su sustitución por la violencia, demuestran la falsedad de los valores sobre los que dicen construirse las autodenominadas democracias del mundo libre.

La OTAN trata de mentalizarnos para una guerra contra Rusia

6 de febrero de 2024

Las élites pretenden convencernos de que Rusia atacará a la OTAN si no es vencida en Ucrania

Después de haber reconocido el fracaso de la contraofensiva de Ucrania, y de admitir que no prevé que el gobierno de Kiev recupere territorios en 2024, Estados Unidos está diseñando una nueva estrategia para la guerra en Ucrania. Por si acaso a alguien todavía le quedaba alguna duda del carácter de guerra subsidiaria del conflicto, que en realidad comenzó en 2014.

Según filtraciones al Washington Post, la nueva estrategia consistiría en “ayudar a Ucrania a defenderse de nuevos avances rusos mientras avanza hacia un objetivo a largo plazo de fortalecer su fuerza de combate y su economía”. Sin embargo, la narrativa que están construyendo los medios de comunicación convencionales para reformular la conflagración, a la vista del fracaso del esfuerzo de los 37 países que han aportado ayuda militar, financiera o humanitaria a Ucrania, es muy distinta. 

Titular del Washington Post del 26 de enero de 2024.

En una clara coordinación, unos días más tarde, el diario El País enviaba a los lectores en español el mismo mensaje.

Titular de El País del 4 de febrero de 2024.

En mi artículo anterior, ya me ocupé de “la teoría del dominó” que estaban esparciendo las élites y sus serviciales medios: “Si Putin gana, no se detendrá en la frontera con Ucrania”, resumía el exdirector de la CIA, Mike Pompeo. Por si este argumento no fuera suficiente para asustar a la población de Europa, quien se vería afectada por las supuestas ambiciones imperiales de Putin, asistimos a una cascada de declaraciones de altos cargos de la OTAN y de los gobiernos europeos, alarmando con la supuesta inevitabilidad de una guerra directa con Rusia.

Con el objetivo de manufacturar el consentimiento de la ciudadanía europea a un escenario tan apocalíptico, el de una guerra entre potencias nucleares, el bombardeo mediático al que nos someten va in crescendo.

El 19 de enero, Rob Bauer, el almirante al frente del Comité Militar de la OTAN, advertía de que “no todo va a ser guay en los próximos 20 años”, añadiendo: «No estoy diciendo que mañana vaya a ir mal, pero tenemos que darnos cuenta de que no podemos dar por descontado que estemos en paz. Por eso tenemos planes, por eso nos estamos preparando para un conflicto con Rusia y los grupos terroristas si llega el momento». Nótese la vecindad de las palabras “Rusia” y “terroristas” en la frase.

Titular de Vanguardia, México, del 19 de enero de 2024.

El mismo día, Emmanuel Macron pedía a los industriales  de defensa de Francia una transición a una “economía de guerra”, para poder seguir suministrando armas a Ucrania, porque «no podemos dejar que Rusia piense que puede ganar (…) Una victoria rusa es el fin de la seguridad europea». Macron utilizó la expresión “economía de guerra” seis veces en su discurso, por si quedaba alguna duda.

El mismo día – qué casualidad – el ministro de Defensa de Alemania, Boris Pistorius, afirmaba que Rusia podría atacar un país de la OTAN en un plazo de entre 5 y 8 años. El día anterior, el ministro de Asuntos Exteriores de Lituania abundaba en la “teoría del dominó”. Gabrelius Landsbergis declaraba que “Si Ucrania no derrota a Rusia, la victoria de Moscú no acabaría bien para Europa”.

Titular de Politico del 19 de enero de 2024.

Tres días más tarde, el 22 de enero, haciéndose eco de un artículo en el tabloide británico The Sun, La Razón reproducía las advertencias de varios “expertos” acerca de la necesidad imperiosa de una victoria de la OTAN frente a Rusia en Ucrania. Richard Barrons, exjefe de la Fuerzas Conjuntas del Reino Unido, opinaba que Putin ya considera el conflicto en Ucrania como una guerra contra la OTAN (como si no lo fuera), y que “se volverá contra la OTAN cuando no esté tan centrado en Ucrania”. El coronel estonio Andrus Merilo subía el tono: «Ucrania tiene que ganar esta guerra, no hay alternativa, o cualquier nación de la OTAN estará en riesgo».

Titular de La Razón del 23 de enero de 2024.

Tan sólo tres días después, el líder del Partido Popular Europeo, Manfred Weber, señalaba que «Europa debe crear disuasión, debemos ser capaces de disuadir y defendernos. (…) Todos sabemos que cuando las cosas se ponen difíciles, la opción nuclear es la realmente decisiva». Ante la perspectiva de una posible victoria de Donald Trump en noviembre, Weber enviaba un mensaje que no se corresponde con el papel de subordinación a Washington que ha adoptado la Unión Europea: «Independientemente de quién resulte elegido en Estados Unidos, Europa debe poder valerse por sí sola en términos de política exterior y poder defenderse de forma independiente».

Y para rematar, sólo faltaba Josep Borrell. En una columna para Le Nouvel Observateur, recalcaba que “La victoria de Ucrania es la mejor garantía de seguridad para Europa” y prevenía contra “las tentaciones de conciliación”. Borrell aprovechaba la ocasión para pedir el suministro de misiles de largo alcance a Ucrania y otras armas avanzadas, así como “un renacimiento de la industria de defensa europea”.

Para Borrell, el incremento del gasto en defensa de la Unión Europea en un 40% desde 2014 es insuficiente. También se lamenta de que la industria de defensa europea se vea “reducida a su capacidad de producción en tiempos de paz”. Con otras palabras, está exigiendo lo mismo que Macron: pasar a una economía de guerra.

¿El regreso de la mili obligatoria en Europa?

Ante un conflicto que ha ido disminuyendo su presencia en los medios de comunicación de masas, del que no se habla en los bares, y que la OTAN está perdiendo frente a Rusia, la estrategia de Estados Unidos y sus vasallos europeos se ha decantado por intentar mentalizar a la población de que Rusia va a escalar el conflicto, atacando países de la OTAN, si no es vencida en Ucrania.

El objetivo es meternos miedo, una de las palancas más efectivas para manipular al ser humano.

En lugar de reconocer su fracaso, lo que pondría a las élites en la picota, y a la ciudadanía en disposición de exigir responsabilidades políticas, nuestros dirigentes están optando por meternos en una dinámica de guerra directa contra la mayor potencia nuclear del mundo. Como si no hubieran aprendido nada de lo que está sucediendo en Ucrania, a pesar de los miles de millones inyectados en aquel país.

Las élites tratan de involucrar a la ciudadanía en sus planes de guerra, de convencernos de la inevitabilidad de su agenda política, como si no existieran alternativas para resolver los conflictos que instiga Estados Unidos en el mundo, para asegurar su primacía, en detrimento de sus propios aliados. Basta ver la situación a la que se ha visto abocada Europa desde el comienzo de la guerra en Ucrania.

El general Sir Patrick Sanders, jefe del ejército británico, insinuaba una recuperación del servicio militar obligatorio, refiriéndose a la necesidad de crear un “ejército ciudadano”. En su opinión, el ejército profesional del Reino Unido es demasiado pequeño para aguantar durante mucho tiempo una guerra contra Rusia. Aunque el gobierno rechazó esta posibilidad, calificándola de “no útil”, otros países europeos como Letonia y Suecia han desempolvado formas de servicio militar. Boris Pistorius, el ministro de Defensa alemán, dijo en diciembre que estaba “considerando todas las opciones”.

El ministro de Defensa británico, Grant Shapps, conmina a los transeúntes a entrenarse y equiparse para la guerra, ahora.

En el mismo sentido van las palabras de Carl-Oscar Bohlin, ministro de Defensa Civil de Suecia, que declaró ante un público atónito que “la guerra podría llegar a Suecia” y que la nación necesitaba prepararse para ello, rápidamente. El comandante en jefe del ejército sueco, Micael Bydén, intervino para remachar el mensaje: “La guerra de Rusia contra Ucrania es sólo un paso, no un final”. En una entrevista televisiva posterior, Bydén dijo que todos los suecos debían prepararse para la guerra: «Necesitamos darnos cuenta de cuán grave es realmente la situación y que todos, individualmente, deben prepararse mentalmente«.

Conviene recordar que fueron Napoleón y Hitler quienes invadieron Rusia, con los resultados ya conocidos. También resulta pertinente subrayar, porque occidente está enfrascado en reescribir la historia, que fueron las tropas del Ejército Rojo, y no las aliadas, las que liberaron Berlín. Fue la Unión Soviética quien puso toda la carne en el asador para librar a Europa de los nazis, dejándose en el empeño entre 26 y 27 millones de muertos. Por poner las cifras en perspectiva, los Estados Unidos sufrieron 420.000 víctimas mortales en la Segunda Guerra Mundial.

Los medios de comunicación occidentales y Hollywood llevan décadas trabajando para cambiar la percepción de la población sobre la importancia del papel de la URSS en la SGM. En 1945, en una encuesta realizada en Francia, el 57% de los sondeados pensaba que había sido Moscú quien había contribuido en mayor medida al esfuerzo bélico, frente al 20% que mencionaba a Estados Unidos. En 2004, cuando se repitió la encuesta, las cifras se habían invertido: sólo el 20% mencionaba a la URSS en primer lugar. La reescritura de la historia es otra pata de la estrategia para desprestigiar la imagen de Rusia.

Occidente trata por todos los medios de demonizar a Putin, porque se negó a ser otro Yeltsin que siguiera facilitando el saqueo. Se esfuerza por presentar a Rusia como una amenaza contra la democracia, mientras difama o condena al ostracismo a todos quienes disienten de la narrativa oficial, como le ha pasado al actor y comediante Russell Brand, tras unas oportunas acusaciones anónimas de abuso sexual. En algún caso se les deja morir en una prisión en Ucrania, como ha ocurrido recientemente con Gonzalo Lira, cuyos análisis, aún disponibles en redes sociales, incluían opiniones que cuestionaban el relato fabricado por occidente.

Por qué el establishment presenta a Trump como una amenaza

Manfred Weber, el citado líder del Partido Popular Europeo, se refería a la hipotética elección de Donald Trump como próximo presidente en los siguientes términos: «Queremos la OTAN, pero también tenemos que ser lo suficientemente fuertes como para poder defendernos sin ella o en tiempos de Trump». Daba así por sentado que, en el caso de una victoria de Trump, Estados Unidos iba a dejar colgada de la brocha a la Unión Europea, si Rusia no se contentara con el control de Ucrania y avanzara sobre países de la OTAN.

Titular de Politico del 25 de enero de 2024

Según el comisario francés Thierry Breton, en una tensa reunión en 2020, Donald Trump le dijo a Úrsula von der Leyen que Estados Unidos nunca acudiría en ayuda de Europa en el caso de que fuera atacada, y que la OTAN estaba muerta.  Sin embargo, el propio Trump relataba en un reciente mitin que, gracias a esa estrategia, consiguió que la Unión Europea aumentara su gasto en defensa en “miles y miles de millones de dólares”.

En la campaña electoral tras la que fue elegido presidente, Donald Trump estableció como una de las metas de su política exterior establecer relaciones estrechas con Rusia. A raíz de estas intenciones, el Partido Demócrata fabricó el denominado “Russiagate” a partir del “dossier Steele”, redactado por un exagente de inteligencia británico, que recibió 160.000 dólares del Comité Nacional del Partido Demócrata y del equipo de campaña de Hillary Clinton. El objetivo era vincular el éxito de Trump a una supuesta interferencia de Rusia en el proceso electoral estadounidense.

Los poderes fácticos que manejan la agenda política en Estados Unidos han apostado por el Partido Demócrata. Trump siempre resultó un personaje incómodo para el establishment. Inmediatamente después de que Rusia invadiera Ucrania, Trump declaró que tal cosa no se habría producido si él hubiera seguido siendo presidente. Una afirmación que ha repetido en varias ocasiones. Trump también se ha mostrado dispuesto a acabar con la guerra en Ucrania en un solo día. Una posibilidad que a Zelenski le pareció “muy peligrosa”.

A los neoconservadores que dirigen la política exterior de Estados Unidos esa hipótesis también les parece peligrosa. De ahí todos los esfuerzos que está haciendo el Partido Demócrata por, si no encarcelarle, al menos impedir que Trump se presente a las elecciones, con la colaboración de jueces afines, en un claro ejemplo de lawfare

Podemos pensar que las declaraciones de Donald Trump no pasan del mero electoralismo. Pero también podemos tener en cuenta los hechos y preguntarnos si, en este caso, expresa lo que realmente se propone si alcanza la presidencia. Si no, ¿a qué vino la campaña del Partido Demócrata para deslegitimar la victoria de Trump? ¿A qué vienen todos los intentos de impedir que vuelva a presentarse?

Con la excepción de Irán, de cuyo acuerdo nuclear se retiró, en política exterior Trump se ha mostrado partidario de dialogar con los adversarios de Estados Unidos: Rusia, Corea del Norte, China. Es la principal diferencia con Joe Biden, que carece de capacidad de interlocución, o de voluntad política, para hablar con los principales rivales de Washington. Se ve que al estado profundo le da miedo que el inquilino de la Casa Blanca departa siquiera con sus adversarios, y lo confían todo al uso de la fuerza, o la amenaza de hacerlo, como palancas para implementar su dominio en el mundo.

Donald Trump con el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, y con Vladimir Putin.

Ante el fracaso de su estrategia, Estados Unidos apuesta por la escalada

Los neoconservadores carecen de la más mínima capacidad de autocrítica. En lugar de reconocer el fracaso de su enfoque, lo que haría tambalearse los cimientos sobre los que se sustenta su arrogancia, su opción es incrementar la escalada bélica. Eso sí, achacándosela a su adversario.

La paz les viene muy mal para sus negocios, como acaba de reconocer el secretario general de la OTAN. Haciendo gala de una chocante sinceridad, Jens Stoltenberg reconocía en una entrevista que «Ucrania es un buen negocio para Estados Unidos. Y la mayor parte del dinero que Estados Unidos proporciona a Ucrania en realidad se invierte aquí en Estados Unidos, comprando equipos estadounidenses que enviamos a Ucrania. Así que esto nos hace a todos más seguros y [hace] que la industria de defensa de Estados Unidos sea más fuerte».

En Ucrania, durante su reciente visita de dos días, Victoria Nuland, la subsecretaria de Estado, se mostró confiada en que el Congreso apruebe el nuevo paquete de ayuda a Ucrania solicitado por Biden, por un importe de 61.000 millones de dólares. El principal cerebro tras el golpe de Estado del Maidán, en 2014, aseguró sentirse impresionada por la “unidad y resolución” que había encontrado en Kiev. El mismo día de su llegada, el 31 de enero, el Washington Post publicaba que Zelenski se aprestaba a destituir al general Zaluzhni, el jefe de las fuerzas armadas. Zelenski le solicitó la dimisión el 30 de enero, a lo que el general se negó. Tremenda demostración de unidad.

El 2 de febrero, el mismo diario titulaba así: “Ucrania informa a Estados Unidos sobre la decisión de despedir al comandante en jefe”. Según el Washington Post, el hecho de avisar con anticipación del previsto cese “refleja el papel influyente de Estados Unidos como el respaldo militar y político más poderoso de Ucrania”, y subtitulaba que la Casa Blanca ni apoyaba ni objetaba la medida.

Titular del Washington Post del 2 de febrero de 2024

Lo que denota esta deferencia es el papel subordinado del gobierno de Kiev respecto a la Casa Blanca. A pesar de que la Unión Europea ha contribuido financieramente en mayor medida que Estados Unidos a alimentar la guerra en Ucrania, y está siendo la principal perjudicada de la contienda, carece de peso político en el enfrentamiento, cuyo resultado va a determinar el futuro no sólo de Europa, sino del mundo.

Las instituciones de la Unión Europea son las que más ayuda han suministrado a Ucrania, según el Instituto para la Economía Mundial de Kiel. Ilustración: Statista.

Un portal de noticias de Ucrania recogía las dificultades que estaba encontrando Zelenski para encontrar a un sustituto de Zaluzhni, publicadas por el Washington Post“El retraso indica indecisión por parte del presidente, el jefe de la administración Andriy Yermak y el ministro de Defensa, Rustem Umerov, o confusión, ya que los candidatos potenciales pueden no querer asumir el cargo, dadas las débiles perspectivas de mejorar la situación en el campo de batalla en Ucrania en el futuro cercano”.

Una decisión que debía plasmarse en un decreto que, a la hora de publicar este artículo, no había sido promulgado. Cuando un presidente no es capaz de forzar la dimisión de un subordinado, ni es capaz de reemplazarlo, se enfrenta a una crisis política. Veremos cómo se resuelve pero, de entrada, el liderazgo de Zelenski queda muy debilitado.

Objetivo: alimentar la guerra en Ucrania hasta las elecciones presidenciales

Joe Biden ha invertido demasiado capital político como para dejar caer el conflicto en Ucrania antes de que se celebren las elecciones presidenciales, en noviembre. No se puede permitir dar ni un paso atrás, ni mucho menos reconocer el fracaso del proyecto. Así que el único camino que le queda es seguir escalando el conflicto.

Las élites occidentales tienen que luchar contra otro enemigo, además de Rusia, para convencer a la ciudadanía de que es necesario seguir enviando armas y dinero al gobierno de Kiev: el olvido. En paralelo a la progresiva evanescencia del conflicto en los medios de comunicación, la población se ha desconectado de la guerra en Ucrania: las banderas han desaparecido de los pocos balcones donde había, así como de los perfiles en redes sociales de quienes apoyan lo que está en boga en los telediarios. 

Titular de El País del 26 de noviembre de 2023.

Dirigentes europeos, como Josep Borrell, o el ministro de Economía alemán, Robert Habeck, tienen la desfachatez de reconocer que el modelo de negocio europeo se basaba en la energía barata procedente de Rusia y las oportunidades de negocio en el mercado chino. Haber asumido la agenda de sanciones dictada por Washington contra Moscú ha provocado la crisis de ese modelo, la desindustrialización de Alemania, y el empobrecimiento de la ciudadanía europea, víctima de una inflación desbocada.

Sin embargo, las élites europeas, en lugar de asumir responsabilidades por las nefastas consecuencias de sus políticas, siguen empecinados en ellas. Pretenden convencernos de que hay que seguir metiendo dinero en el pozo sin fondo de Ucrania, ahora bajo el pretexto de que, sin una victoria de Kiev, los siguientes en ser invadidos por Rusia seremos nosotros. Nos toman por idiotas.

La rebelión de los agricultores europeos, con manifestaciones, bloqueos y protestas en Holanda, Francia, Alemania, Portugal, Italia, Grecia, Polonia, Rumanía, Lituania, Bélgica y España, supone la primera señal de que la ciudadanía se está cansando de sufrir las consecuencias de las nefastas políticas adoptadas por la Unión Europea. Hasta la BBC reconoce que “el efecto dominó de la guerra en Ucrania ha provocado protestas en casi todos los rincones de Europa”.

El encarecimiento de los precios del diésel, motivado por las sanciones a Rusia, el incremento de la inflación, el levantamiento de las restricciones a las importaciones de cereal de Ucrania, que produce sin las estrictas reglamentaciones sanitarias y medioambientales europeas, y el fin de los subsidios gubernamentales al combustible, han conseguido llevar a los agricultores europeos a una situación límite.

La OTAN está empujando el conflicto Rusia – Ucrania hacia una “guerra mundial”.

En Francia y Alemania otros colectivos se han sumado a las protestas. Su ejemplo debería sacudir al resto de la sociedad europea para sacarla de la pasividad. Es hora de exigir responsabilidades a nuestros dirigentes y demandar una rectificación de sus políticas, porque si no lo hacemos ahora, además de llevarnos a la ruina, nos terminarán metiendo en otra guerra, como advierte el diario chino Global Times.

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