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Europa naufraga entre la parálisis, los enfrentamientos y el autoritarismo

25 de marzo de 2025

Europa se niega a asumir la derrota en Ucrania

Europa se está mostrando incapaz de articular una respuesta política coherente y unitaria a la decisión de Donald Trump de afrontar la situación en Ucrania de una manera realista. Las élites europeas rechazan asumir la derrota de la OTAN frente a Rusia e insisten en el delirio de creerse que Europa puede vencer militarmente a Rusia sin la ayuda de Estados Unidos. Los europeos se están haciendo trampas al solitario, porque se empeñan en continuar con la farsa antes que reconocer que la apuesta del Partido Demócrata salió mal, y actuar en consecuencia.

Exactamente eso es lo que está haciendo Donald Trump, y por eso los europeos están de los nervios, porque el reconocimiento por parte de la nueva administración de la realidad sobre el terreno les deja en evidencia frente a su postura negacionista de niño enrabietado.

Desde que Trump asumió la presidencia, la estrategia de la burocracia europea ha sido tratar de convencerle para seguir la hoja de ruta marcada por la administración anterior, a pesar de su fracaso. Úrsula von der Leyen declaró el 21 de enero que había que seguir apoyando a Ucrania “todo el tiempo que sea necesario”, repitiendo el mantra favorito de Joe Biden, tras atribuir falsamente la causa de la guerra con Rusia al deseo de Ucrania de formar parte de la Unión Europea.

La jefa de la Comisión Europea se compromete a apoyar a Ucrania todo el tiempo que sea necesario.

Como Donald Trump no está por la labor de profundizar en el error estratégico de la camarilla que manejaba a Joe Biden, la táctica europea está girando hacia una añagaza que fuerce a Estados Unidos a intervenir militarmente en Ucrania: esta es la intención que se esconde tras el plan de desplegar tropas europeas sobre suelo ucraniano. Los europeos confían en que Washington se vería obligado a defenderlas en el caso, más que posible, de que Rusia decidiera atacar a las fuerzas europeas, presentadas como garantes de un hipotético alto el fuego.

El caso es tratar de continuar la guerra por todos los medios posibles, recalcando el apoyo europeo a Zelenski. La reciente participación del mandatario ucraniano en la reunión del Consejo Europeo supone un claro desplante a Donald Trump.

Macron y Starmer fracasan en Washington

Antes del encontronazo entre Zelenski y Trump en la Casa Blanca, Emmanuel Macron, primero, y Keir Starmer, después, viajaron a Washington para tratar de persuadir a Donald Trump de rectificar su posición. Ambos pretendían que ofreciera un paraguas a los europeos, en caso de que decidan finalmente trasladar efectivos al territorio ucraniano.

No habrá botas de Estados Unidos sobre el terreno en Ucrania, dice Hegseth.

Los viajes del francés y el británico se saldaron con rotundos fracasos, a pesar de los gestos amables de Trump, más notorios con Macron que con Starmer, que apoyó ostentosamente a la candidata del Partido Demócrata, Kamala Harris, en un alarde de inteligencia política. En el caso de Macron, Trump se negó a aceptar la petición del francés de aportar garantías de seguridad para Ucrania. Una fuente diplomática de la Unión Europea calificó el viaje como “pérdida de tiempo”.

Macron no logró convencer a Trump de proporcionar garantías de seguridad a Ucrania, la visita fue inútil – Político.

Keir Starmer tampoco consiguió que Trump se aviniera a enviar tropas estadounidenses a Ucrania para cubrir un hipotético despliegue de efectivos europeos sobre el terreno. Por si quedaba alguna duda de su negativa, Trump aseveró que “Los británicos son soldados increíbles y pueden cuidar de sí mismos”.

Starmer no logra convencer a Trump de enviar tropas a Ucrania.

Lo único que consiguió Macron en Washington fue que Donald Trump se aviniera a recibir a Zelenski, a lo que se mostraba reacio. Después de su visita a la Casa Blanca, Starmer se descolgó con la propuesta de montar una “coalición de los dispuestos”. La BBC reportaba que Starmer buscaba la implicación de Estados Unidos en su plan para desplegar tropas europeas en Ucrania, que fue presentado en una reunión en Londres, a la que asistieron representantes de 18 países, incluido Volodimir Zelenski.

El término “coalition of the willing” fue el mismo usado para denominar el grupo de países que apoyó la guerra lanzada por George W. Bush contra Irak, con el pretexto de destruir las “armas de destrucción masiva” que, supuestamente, albergaba Saddam Hussein. Lo único masivo que había fueron las mentiras utilizadas para justificar la invasión.

Las conversaciones entre Trump y Putin soliviantan a las élites europeas

Lejos de acceder a las pretensiones de los europeos, tras haber hablado con Putin el 12 de febrero, Trump volvió a hacerlo el 18 de marzo. Podemos leer los resúmenes de esta última conversación en los sitios web de la Casa Blanca y del Kremlin.

Lo que sin duda ha terminado de soliviantar a las élites europeas es esta frase del resumen publicado por el gobierno ruso: “Confirmando su compromiso fundamental de encontrar una solución pacífica al conflicto, el presidente de Rusia expresó su disposición a trabajar a fondo para encontrar posibles soluciones en cooperación con los socios estadounidenses”. La solución a la guerra en Ucrania será negociada bilateralmente con Estados Unidos, dejando fuera a la Unión Europea, que se desgañita en vano por un sitio en la mesa.

Esto tiene todo el sentido del mundo: lo lógico es que negocien las partes contendientes, no los subalternos y los tontos útiles. A Ucrania se le informará de lo que convenga acerca de la marcha de las negociaciones, como hizo Trump tras su larga conversación con Putin.

En cuanto al papel de Zelenski, baste decir que, a pesar de presentarse en Arabia Saudita cuando tuvieron lugar contactos entre una delegación estadounidense y otra ucraniana, no se le permitió asistir a esas reuniones. Después de la que armó en la Casa Blanca, ya leemos artículos en la prensa occidental donde se habla abiertamente de sus posibles sustitutos: es un cadáver político.

Zelenski no asistirá a las conversaciones de alto nivel con los estadounidenses en la cumbre de paz en Arabia Saudita.

Quien esperara que, tras dos conversaciones con Trump, Putin iba a acceder a decretar un alto el fuego peca, como mínimo, de ingenuo. Rusia va ganando la guerra, de largo. Un parón sólo habría beneficiado a quien va perdiendo. Para que Trump no saliera con las manos vacías del último contacto, Putin aceptó una tregua parcial de 30 días, que se limitaría a dejar fuera de los ataques la infraestructura energética de Ucrania. Estados Unidos se encargó de presentar el alto el fuego limitado como una concesión de Putin, aceptada generosamente por Zelenski, aunque en realidad beneficia en mayor medida a Ucrania, que está contra las cuerdas.

El núcleo duro del gobierno ucraniano tiene exactamente la misma posición que las élites europeas: continuar con la guerra a cualquier precio, y seguir buscando desesperadamente la intervención estadounidense para infligir una derrota estratégica a Rusia. Prueba de ello es que Ucrania se apresuró a violar el acuerdo que supuestamente había aceptado, bombardeando una estación de bombeo de gas en Sudzha, en la región de Kursk, que se utilizaba para enviar gas ruso a Europa, antes de que Ucrania interrumpiera el tránsito, a finales del año pasado. Dicho ataque se sumaba a otro contra un depósito de petróleo, días atrás. Trump sólo puede esperar palos en las ruedas por el lado europeo y ucraniano.

Europa deriva hacia la parálisis y los enfrentamientos

Aislada internacionalmente tras su alineamiento absoluto con la administración de Joe Biden, en contra de la mayoría de las naciones del mundo, y fuera de la mesa de negociación entre las grandes potencias, Europa está presa de una rabieta incontrolable. Desnortadas, las élites europeas compiten en materia de ocurrencias, bombillazos e ideas peregrinas. Entre todas, destaca la propuesta de sustituir a Estados Unidos en la OTAN, así como la publicación de un libro blanco con el belicista título de “Rearmar Europa”.

Un proyecto que parece inviable, a pesar de las intenciones anunciadas, sin el concurso de Estados Unidos, que suministra a Europa dos tercios del armamento que ésta compra. Una cifra que ha aumentado desde el 50% con que le proveía en 2019.

Financial Times: Las potencias militares europeas trabajan en un plan de 5 a 10 años para sustituir a Estados Unidos en la OTAN.

Entre las fabricantes de ocurrencias destaca la sustituta de Josep Borrell, la estonia Kaja Kallas. Antes de su nombramiento al frente de la política exterior europea, una fuente diplomática anónima se preguntaba si era buena elección para el puesto una persona a la que le gustaba comer rusos para desayunar. Una manera de alertar sobre su marcada rusofobia.

Los líderes de la Unión Europea no consiguen ponerse de acuerdo en una ayuda de 5.000 millones para Ucrania después de enfrentamientos.

Sin haber negociado previamente con los Estados miembros de la Unión Europea, Kaja Kallas se descolgó con la propuesta de adjudicar 40.000 millones de euros en ayuda militar a Ucrania. Como el plan se estrelló con una negativa frontal, Kallas redujo la cifra hasta los 5.000 millones que, supuestamente, se destinarían a comprar munición para el gobierno de Kiev. Sin embargo, la rebaja tampoco suscitó consenso.

Además de fracasar en su empeño – algunos analistas la dan ya por amortizada – Kaja Kallas se vio cuestionada por el presidente español, cuando éste propuso que la UE nombrara una persona específica para encargarse de las negociaciones con Ucrania. Kallas reaccionó de forma agria, replicándole “¿Para qué estoy aquí?”.

El “acalorado intercambio” entre Pedro Sánchez y Kaja Kallas se suma a otro enfrentamiento abierto entre las instituciones europeas. La presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, envió un crítico mensaje a la jefa de la Comisión Europea a la salida de una de las innumerables reuniones celebradas últimamente en el viejo continente.

La italiana acusaba a Úrsula von der Leyen de “esconderse tras la excusa de que el parlamento tarda demasiado en tomar decisiones” para aprobar un crédito de 150.000 millones de euros para gastos militares por la vía rápida, saltándose los derechos de supervisión del Parlamento Europeo.

Metsola: Por favor, Úrsula, deja de sacudirte el Parlamento.

La presidenta del Parlamento Europeo abundaba en la cuestión: “¿Por qué buscar una solución que eluda a su mejor aliado en este tema, donde las mayorías son claras?”. A la cada vez más autoritaria jefa de la Comisión Europea le molesta tener que pasar sus decisiones por el trámite de que se las apruebe el parlamento.

Úrsula tampoco podía faltar a la hora de los bombillazos. El último ha sido proponer un tope al precio del gas en Europa. Un producto que ahora la Unión Europea importa a mansalva de Estados Unidos, a un precio entre tres y cuatro veces superior al que provenía de Rusia.

La Unión Europea considera introducir un tope temporal al precio del gas para contrarrestar los costes divergentes con Estados Unidos.

Once asociaciones profesionales no tardaron en echársele encima. En una carta enviada a la jefa de la Comisión Europea, le advirtieron de “consecuencias negativas de gran alcance para la estabilidad de los mercados energéticos europeos y la seguridad del suministro en todo el continente”, en el caso de que la medida fuera finalmente implementada.

Alemania le da otra patada a la “democracia” europea

El desdén con el que Úrsula von der Leyen trata los mecanismos de control del poder de la Comisión revela un profundo desprecio por la democracia. Esa de la que tanto alardea ella misma, su cohorte de burócratas en Bruselas, así como quienes están nominalmente al frente de los estados miembros de la Unión Europea.

El último episodio de menosprecio a la voluntad de la ciudadanía y a sus decisiones, expresadas en las urnas, se acaba de producir en Alemania. El próximo canciller, que aún no ha sido investido por el Bundestag, promovió una votación para cambiar la constitución, una semana antes de que se constituyera el nuevo parlamento, el 25 de marzo.

Friedrich Merz se apoyó en los votos de un parlamento saliente, ya caduco, porque la composición del nuevo no le habría permitido alcanzar los dos tercios necesarios para modificar la constitución y eliminar el techo de deuda.

The Guardian: Diputados alemanes aprueban un aumento de gasto de 500.000 millones de euros para contrarrestar la «guerra de agresión de Putin».

El objetivo del cambio constitucional era permitir al gobierno federal, y a los estados federados, endeudarse hasta las cejas para, siguiendo las instrucciones de Bruselas, sufragar un aumento astronómico del gasto militar. Poco le importa al canciller in pectore que durante toda su carrera hiciera campaña precisamente en contra de quitar el freno a la deuda pública. Merz justificaba así su giro de 180 grados: «Nuestros amigos en la UE nos observan con la misma atención que nuestros adversarios y los enemigos de nuestro orden democrático y basado en normas».

Para Friedrich Merz, el “orden democrático” consiste en usar un parlamento caducado para aprobar unos cambios constitucionales que van a hundir aún más en el abismo a una Alemania que se encamina al tercer año en recesión, según la Cámara de Comercio e Industria.

Para el incipiente canciller alemán, el “orden basado en normas” consiste en ignorar los resultados de las elecciones, y obedecer en cambio las instrucciones dictadas por su compatriota al frente de la Comisión Europea.

Para Friedrich Merz, la democracia consiste en apresurarse a promover una votación antes de que se constituyera el nuevo parlamento, donde los partidos Die Linke (La Izquierda) y Alternativa para Alemania hubieran tenido la capacidad de bloquear la reforma constitucional, que precisaba de dos tercios de los parlamentarios para salir adelante.

A Merz lo único que le importaba era conseguir más de 489 votos para pasar su reforma constitucional, aunque para eso tuviera que sobornar a Los Verdes con la promesa de gastar 100.000 millones de euros en “medidas de transformación económica climática”. Merz finalmente consiguió 513 votos, esquivando la voluntad popular.

Los resultados de las elecciones son menospreciados en Europa

El atropello a las decisiones de la ciudadanía en Alemania se suma a la reciente patada a las urnas propinada por las autoridades en Rumanía. A Calin Georgescu, el candidato opuesto a la guerra en Ucrania que ganó la primera vuelta de las elecciones presidenciales, que fueron anuladas, finalmente le han prohibido presentarse de nuevo.

Calin Georgescu había recurrido ante el Tribunal Constitucional la decisión de la Junta Electoral Central, que ha fallado a favor del veto a su candidatura. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos de la UE ya había blanqueado la decisión de la JEC, como expliqué en este artículo.

La BBC sigue repitiendo la mentira, desmontada por la propia fiscalía de Rumanía, como señalé en este otro artículo, de una supuesta campaña rusa en Tik Tok para promover su candidatura. Una campaña que, en realidad, fue organizada por el Partido Liberal para impulsar a Georgescu, un candidato con una baja intención de voto, para así restar apoyos electorales a otros partidos rivales.

En otros países europeos, el modelo de democracia liberal tampoco goza de buena salud. En Francia, la crisis política sigue sin resolverse. François Bayrou es el cuarto primer ministro nombrado por Emmanuel Macron en un solo año, lo que revela la falta de apoyos políticos en la sede de la soberanía popular: el parlamento. Un triste récord para la Quinta República.

Bayrou sucedió a Michel Barnier, un ex burócrata de Bruselas que, en diciembre de 2024, decidió saltarse el parlamento para aprobar el presupuesto de la seguridad social. La estratagema le costó el puesto, tras carecer de los votos para superar una moción de censura, que es el procedimiento constitucional para que el parlamento evite ser ninguneado por el ejecutivo. Su destitución demostraba que el gobierno designado por Macron carecía de respaldo en el parlamento. Otra demostración de “democracia europea” en acción.

Ouest France: Presupuesto de la seguridad social: Michel Barnier activa el 49.3 y se expone a una moción de censura.

A pesar de carecer de mayoría parlamentaria, Emmanuel Macron nombró nuevo primer ministro a François Bayrou, quien sobrevivió a otra moción de censura gracias a las abstenciones del Partido Socialista y de Reagrupamiento Nacional, el partido de Marine Le Pen. Bayrou pende de un hilo…

Sin mayoría en el parlamento francés, Macron no sólo insiste en aferrarse a la presidencia en su país, sino que pretende erigirse en el nuevo gallito de la Unión Europea, ofreciendo el paraguas nuclear francés al resto del continente.

En el Estado español, el gobierno de Pedro Sánchez carece de la mayoría parlamentaria necesaria para aprobar sus presupuestos. En 2024 prorrogó los de 2023. Este año tampoco ha sido capaz de contar con el número suficiente de diputados para sacar adelante los de 2025, y ya se conforma con intentarlo con los de 2026.

Titular de eldiario.es del 23 de marzo de 2025.

Los presupuestos son la herramienta fundamental con la que cuenta un gobierno para plasmar sus políticas. La consecuencia lógica de su incapacidad para dotarse de un presupuesto, ante la falta de apoyo parlamentario, sería la convocatoria de nuevas elecciones. Pero eso no va a ocurrir, porque “No nos rendimos”, dice Pedro Sánchez. ¿No se rinden ante quién? ¿Ante la soberanía popular, expresada con votos en el parlamento? 

A pesar de la prórroga presupuestaria, el gobierno progresista se las apañó para incrementar el gasto militar usando una artimaña: transferencias de crédito por valor de 2.929,2 millones, a fecha de 30 de noviembre de 2024, incrementándose así un 20,3% el presupuesto inicial, hasta alcanzar los 28.935 millones de euros, un 1,82% del PIB español. Ante la OTAN y Bruselas, Pedro Sánchez se rinde a la primera. 

En el Reino Unido, Keir Starmer tiene un índice de aprobación del 21%. Más de la mitad de los encuestados por Ipsos, un 55%, desaprueba su gestión. El 62% cree que el gobierno va en mala dirección, frente a sólo un 15% que cree lo contrario. Así que Starmer desvía la atención de su impopularidad poniendo el foco en Ucrania. Los propios militares británicos han calificado de “teatro político” las declaraciones belicistas del primer ministro: “Starmer se adelantó a sí mismo hablando de tropas sobre el terreno antes de saber de qué estaba hablando”, manifestó un interlocutor de alto rango a The Telegraph.

El plan de paz de Starmer para Ucrania es desechado como “teatro político”.

A los eurócratas neocon sólo les sirve la guerra 

El estancamiento económico que sufre Europa pone la guinda a las patadas a la soberanía popular por parte de las élites, a sus enfrentamientos y al marasmo que la atenaza, mostrándose incapaz de articular un plan B ante la derrota militar de la OTAN en Ucrania. 

Los burócratas europeos están demostrando que son más neocon que los propios estadounidenses miembros de la secta: carecen de marcha atrás. Su único proyecto es el de ahondar en el belicismo, endeudar al viejo continente hasta el cuello y seguir porfiando en derrotar a Rusia, a pesar de todas las evidencias que demuestran la inviabilidad de su quimera.

El jefe de la inteligencia federal alemana, Bruno Kahl, declaraba el 9 de marzo que convenía que la guerra en Ucrania durara al menos 5 años más, para evitar que Rusia estuviera en disposición de atacar Europa antes de ese plazo de tiempo. Sus declaraciones fueron recibidas con furia en Kiev.

“No evitaréis la guerra”. Kiev furiosa al sugerir Alemania que Ucrania debería luchar contra Rusia hasta 2030 para proteger a Europa.

Las élites europeas están dispuestas a enterrarnos a todos, incluyendo hasta el último ucraniano, con tal de no reconocer algo tan simple como que están equivocados y que una rectificación es urgente e imprescindible, antes de que sea demasiado tarde.

 

Trump, Zelenski, Europa y la teoría del caballo muerto

7 de marzo de 2025

Europa se niega a reconocer que el caballo está muerto

La furibunda reacción de Europa al enfrentamiento ocurrido en la Casa Blanca entre Donald Trump, JD Vance y Zelenski denota que las élites europeas se niegan a reconocer que el caballo está muerto. Es lo que diferencia a Donald Trump de la clase política europea, que todavía se halla en una fase de negación de la realidad. Y es que como le dijo Trump a Zelenski en la Casa Blanca: “You are not winning” (No estás/estáis ganando). Algo que Europa se niega a asumir.

La teoría del caballo muerto describe cómo las personas y las organizaciones prefieren negar la realidad cuando no encaja con sus planes, y prefieren desperdiciar tiempo, recursos y esfuerzos tratando de hallar soluciones que, por fuerza, van a ser ineficaces. En lugar de desmontar del caballo, reconocer que está muerto y buscar alternativas que tengan en cuenta ese hecho, las élites europeas insisten en fingir que el caballo está vivo.

Antes que admitir que el plan de Joe Biden y su equipo ha fracasado, reconocer la derrota y organizar una retirada medianamente honrosa, que es lo que está intentando Donald Trump, la clase dirigente europea está dándole vueltas a todas las demás opciones, siempre que no supongan reconocer que la OTAN ha perdido la guerra contra Rusia en Ucrania.

La teoría del caballo muerto. Ilustración: redes sociales.

Así, los perdedores están pensando en comprarle una nueva silla al caballo; mejorar su dieta; cambiar al jinete, o despedir al cuidador del caballo. Europa está celebrando muchas reuniones para discutir maneras de aumentar la velocidad del caballo muerto; para proponer nuevos programas de entrenamiento para el caballo; está creando comités para analizar la situación y anunciar nuevos planes de inversión en el caballo muerto. Todo, antes que reconocer que el caballo ha fallecido.

La lógica que subyace bajo esta aproximación es la falacia del coste hundido, o irrecuperable. Es la tendencia a seguir invirtiendo dinero y esfuerzos en un proyecto que ha fracasado, únicamente porque ya has invertido muchísimo en el proyecto y consideras que hay que seguir invirtiendo para poder recuperar el dinero, sin asumir que has fracasado, que subsiguientes inversiones sólo van a aumentar las pérdidas, y que lo mejor es retirarse, cuanto antes mejor.

Seguir invirtiendo dinero en una mala inversión inicial es lo que proponen los europeos, que están que trinan frente al ejercicio de realismo de la nueva administración de Estados Unidos, porque les deja en evidencia. Su respuesta es una huida hacia adelante.   

Las élites europeas manipulan lo ocurrido en la Casa Blanca

Como parte de su estrategia para alimentar la fantasía de que el caballo sigue vivo, las élites europeas han puesto el foco en los minutos finales de la comparecencia en el despacho oval de la Casa Blanca, evitando ofrecer un contexto. Sus obedientes medios describieron como una “humillación” pública de Trump a Zelenski el enfrentamiento que se produjo al final de un encuentro de 50 minutos, de los cuales 40 discurrieron de manera amigable, incluso entre bromas.

Titular de El País, 28 de febrero de 2025.

Es innegable que la comparecencia en el despacho oval acabó muy mal, pero los medios han puesto el foco precisamente en los últimos 10 minutos, ignorando el contexto y el comportamiento de Zelenski, que fue el desencadenante de la reacción de Trump y Vance. Para analizar por qué se llegó a ese nivel de enfrentamiento delante de la prensa, es imprescindible ver el vídeo completo de la comparecencia.

Vídeo completo de la comparecencia de Trump y Zelenski en la Casa Blanca.

En primer lugar, presentarse en chándal en la Casa Blanca, a pesar de las indicaciones recibidas de que debía acudir vistiendo traje, demuestra un profundo desprecio por sus anfitriones que, además, son sus principales patrocinadores. En el ámbito diplomático, el protocolo es fundamental. Zelenski optó por continuar con la operación de marketing político diseñada por la anterior administración, que incluye su atuendo verde kaki, en lo que cabe interpretar como un claro desafío a Trump. El uniforme militar enviaba el mensaje de querer continuar con la guerra. El cambio al traje hubiera significado una predisposición a salir de ese marco. 

Durante los primeros cuarenta minutos de comparecencia, el ambiente fue amigable entre Trump y Zelenski, a pesar del comportamiento agresivo del ucraniano en varias ocasiones, que interrumpía a sus interlocutores con continuas exigencias de “garantías de seguridad”. Trump no sólo toleró estoicamente dichas interrupciones, sino que incluso llegó a bromear cuando Zelenski le recriminó que la aportación de Europa había sido superior a la de Estados Unidos. Trump prefirió dejarlo correr entre chanzas. Es el momento que recoge la siguiente captura de pantalla.

Zelenski y Trump bromean sobre quién ayuda más a Ucrania, si Europa o Estados Unidos. 

Sin embargo, Zelenski, que durante toda la comparecencia desplegó su habitual gesticulación, removiéndose inquieto en el asiento, haciendo muecas y tocándose la nariz, cruzó una línea roja cuando se encaró con JD Vance, el vicepresidente de Estados Unidos.

En el minuto 38 de la comparecencia, un periodista polaco le pregunta a Trump cuál es el mensaje que tiene para quienes estiman que se está alineando demasiado con la posición de Putin. El presidente de Estados Unidos responde que está tratando de hacer equilibrios entre dos partes que se odian y que, si se dedicara a decir cosas desagradables sobre Putin, sería imposible llegar a un acuerdo. Una respuesta de manual de negociación, por parte de alguien que trata de ser intermediario entre dos países que llevan tres años en guerra.

Vance interviene para apostillar que Trump está apostando por la diplomacia, a diferencia de la administración de Joe Biden, que se daba golpes de pecho y creía que sus palabras importaban más que los hechos. Es en ese momento cuando Zelenski se encara con Vance y, después de negar credibilidad a Putin, termina espetándole “¿De qué clase de diplomacia está hablando?”.

Además de presentarse en chándal, aquí viene otro de los errores garrafales de Zelenski: prescindir de un traductor. Hablar un idioma no consiste sólo en juntar palabras en esa lengua, sino en conocer las maneras en que se manejan en dicha cultura. La interpelación que Zelenski le hizo a Vance, en el tono y en las palabras, son la equivalencia en inglés de “¿De qué c… me estás hablando?”. Además de para evitar esos errores, contar con un traductor también te permite pensar en cuál va a ser tu respuesta, en lugar de soltarla sin filtro, sobre todo cuando vas embalao, como era el caso.

Aun así, Vance se contiene y le contesta que se refiere a la diplomacia que va a salvar Ucrania de la destrucción. Pero Zelenski insiste en su chulería, y tomándose la confianza de llamarle JD, le pregunta con muy mal tono si acaso ha estado alguna vez en Ucrania. Vance le responde que ha visto las giras de propaganda que les dan a los visitantes en Kiev, lo cual es rigurosamente cierto: unas visitas que incluyen el oportuno sonar de las sirenas, aunque no haya ataques a la vista y, en algunos casos, el traslado a sótanos para mayor dramatismo. Vance pregunta a Zelenski si acaso va a negar que Ucrania tenga problemas para reclutar soldados para el frente.

En lugar de plegar velas, Zelenski le replica que en la guerra todos tienen problemas, que ahora Estados Unidos no los siente, porque les separa un “bonito océano”, pero que los sentirá en el futuro. Y ahí es cuando Donald Trump, ante la amenaza abierta de su huésped, dice basta: “No nos diga lo que vamos a sentir”. Para terminar de arreglarlo, Zelenski le pregunta a Vance si se cree que por hablar alto va a arreglar los problemas. Y Trump vuelve a ponerle en su sitio.

Después, Zelenski se queja de que Ucrania ha estado sola desde el principio de la guerra. Trump le recuerda que, sin la ayuda de Estados Unidos, la guerra habría durado dos semanas, y Zelenski le replica, con gestos despectivos, que no, que tres días, que eso ya se lo ha oído a Putin. Para finalizar, Trump afirma que es bueno que el pueblo de Estados Unidos vea lo que está sucediendo y, en eso, lleva toda la razón.

A pesar de la manipulación que las élites europeas, y sus obedientes medios, han realizado de la comparecencia, el vídeo completo está ahí para quien quiera comprobar si Trump “humilló” a Zelenski o, por el contrario, el ucraniano faltó al respeto y amenazó literalmente a sus anfitriones, de quienes obtuvo una respuesta acorde a su comportamiento.

Un personaje endiosado que se tropieza con su verdadero papel

Los principales responsables del endiosamiento de Zelenski han sido sus patrocinadores: la administración presidida por Joe Biden y sus fieles súbditos europeos. Protagonista absoluto de una campaña propagandística carísima, viéndose comparado con Winston Churchill, y recibiendo ovaciones en pie en los parlamentos, el cómico metido a político se ha creído el rey del universo.

Montaje de Zelenski con Churchill, y aplausos en el Congreso de Estados Unidos. Fotografía: Samuel Corum/Agence France-Presse/Getty Images.

El problema es que el proyecto de los neoconservadores en Ucrania ha fracasado, y en Estados Unidos ahora el presidente es un hombre de negocios, que no es partidario de seguir azotando a un caballo muerto, pretendiendo que galope, enterrando miles de millones más en el intento.

En mi opinión, Zelenski tenía todavía una oportunidad de conservar la cabeza si se hubiera avenido a firmar el acuerdo sobre tierras raras que le proponía Trump. Era una vía para que Estados Unidos recuperara algo de la inversión efectuada en Ucrania, y un acicate para que Trump negociara un acuerdo con Rusia que respetara la soberanía ucraniana en los territorios que conserva el gobierno de Kiev. Si Estados Unidos se hubiera asegurado el control de esos recursos, serían sus propios intereses, no los de su títere, los que le hubieran empujado a conseguir un acuerdo que los salvaguardara.

La firma por parte de Zelenski de un acuerdo de tierras raras habría sido una manera indirecta de conseguir esas garantías de seguridad que con tanto ahínco reclama. La minería es una labor para desarrollar durante décadas. La presencia de empresas estadounidenses en Ucrania para extraer los minerales hubiera exigido también la de ciudadanos de ese país. El acuerdo hubiera sido una manera de vincular a Estados Unidos con Ucrania durante años. JD Vance lo ha dejado claro en sus declaraciones. Pero la miopía política de Zelenski, que está muy mal asesorado por sus amigos británicos y franceses, le impidió hacer ese análisis.

Y aquí llegamos al quid de la cuestión. Zelenski no asume el papel que aceptó en la guerra por intermediación entre Estados Unidos y Rusia. En la Casa Blanca, Zelenski llegó a afirmar que es Ucrania la que está en guerra con Rusia, no Estados Unidos, cuando hasta Boris Johnson reconoció en una entrevista con The Telegraph que Ucrania es un mero ariete en la contienda que mantiene la OTAN con Moscú.

Boris Johnson admite que el conflicto en Ucrania es una guerra “proxy” contra Rusia.

Cuando renunció a implementar sus promesas electorales, que le llevaron a ganar las elecciones con más de un 70% de los votos, al presentarse como el candidato que iba a terminar con la guerra, y cuando volvió a desperdiciar la oportunidad de acabar con el conflicto, al acatar las órdenes de sus patrocinadores y tirar abajo el acuerdo alcanzado en Estambul, Zelenski asumió por entero el papel de tonto útil de Estados Unidos.

En lugar de plantarse, y reivindicar la soberanía de su país, Zelenski se plegó a los intereses de Estados Unidos y de los ultranacionalistas ucranianos, y en ese momento aceptó el rol de títere al servicio de intereses ajenos. Ahora está sufriendo las consecuencias.

Zelenski no ha aprendido nada del destino que reserva Estados Unidos a sus marionetas cuando dejan de ser útiles, o fracasan en los proyectos que les son asignados: Washington se deshace de ellas, de maneras más o menos expeditivas, que van desde el asesinato hasta simplemente dejarles caer. Hay numerosos ejemplos en la historia.

Desde Ngo Dinh Diem, el presidente de Vietnam del Sur que fue derrocado y asesinado en un golpe de Estado, en 1963, organizado por su propio ejército, con el visto bueno previo de Estados Unidos, hasta el más reciente de Mijaíl Saakashvili, el que fuera presidente de Georgia tras una revolución de colores, formado en Estados Unidos, que acabó en una cárcel del país que presidió en dos ocasiones.

La Unión Europea se desliza hacia la militarización y el autoritarismo

La Unión Europea y el Reino Unido, que parece haber dejado de lado el Brexit para alinearse con Bruselas, están profundamente desorientados. Como comenté en el artículo anterior, el giro en la política exterior que Trump y su equipo están imprimiendo les ha dejado completamente descolocados.

Su primera reacción está siendo la de criticar fieramente el realismo de Donald Trump, e intentar por todos los medios que el nuevo presidente siga el fracasado rumbo del anterior. Europa quiere evitar por todos los medios la desconexión de Estados Unidos del proyecto en Ucrania. A pesar de sus grandilocuentes declaraciones, las élites europeas son conscientes de que el viejo continente no tiene la capacidad para seguir sosteniendo a Ucrania frente a Rusia. Ni económica ni militarmente.

La propuesta de Macron de desplegar tropas europeas en Ucrania, en el caso de que finalmente se alcance un alto el fuego, es sólo un cebo para que Estados Unidos venga al rescate y ponga las famosas “botas sobre el terreno” frente a una hipotética agresión rusa. 

Ahora es el momento de Europa para la acción decisiva en Ucrania

The Atlantic Council, un gabinete de ideas neoconservador, describía así la jugada “La estrategia debe ser una oferta europea para desplegar tropas en Ucrania. Ese despliegue incluiría la asistencia de respaldo de los Estados Unidos”. El gabinete no se corta a la hora de usar la misma terminología de la mafia. Al más puro estilo de El Padrino, la propuesta es “Hacerle a Trump una oferta que no pueda rechazar: los aliados europeos deben proponer desplegar tropas en Ucrania”.

En paralelo, las élites europeas siguen repitiendo el mantra, que fue de Biden, del apoyo a Ucrania “tanto tiempo como sea necesario”. El Reino Unido anunció un acuerdo con Kiev de cien años de duración. Úrsula von der Leyen propone que los Estados miembros destinen 800.000 millones de euros para militarizar Europa, aunque el verdadero objetivo es la puesta en circulación de eurobonos, la disolución de las soberanías nacionales y la destrucción de lo que queda del Estado del bienestar. El mensaje omnipresente es que, si no se frena a Putin en Ucrania, los rusos plantarán otra vez la bandera en el Reichstag o, incluso, llegarán hasta Lisboa.

Europa debe recortar su Estado de bienestar para construir un Estado de guerra. No hay manera de defender el continente sin recortes al gasto social.

Las élites europeas intentan aprovechar la situación para ahondar en el centralismo de Bruselas, impulsado por el autoritarismo de la presidenta de la Comisión Europea, para acabar con cualquier atisbo de democracia a nivel de los estados, como acaba de suceder en Rumanía, ante el silencio cómplice de otras naciones europeas, y el sigilo de los medios de comunicación sobre el golpe de Estado a cámara lenta que se está desarrollando en Bucarest.

Después de la detención de Calin Georgescu, el candidato que ganó la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha blanqueado el golpe de Estado, inadmitiendo la demanda de Georgescu. Esta es la “democracia” por la que estamos luchando en Ucrania contra la “autocracia” de Putin.

Titular de RFI.

Europa se está jugando la ruina y el aislamiento internacional

En lugar de asumir el fracaso del proyecto, algo que su propio impulsor está haciendo, y correr para tomar posiciones en el nuevo tablero mundial que se está configurando, las élites europeas insisten en seguir jugando una partida que ya ha terminado. De ahí viene su desubicación estratégica y política. Su obcecación en mantenerse en un marco ya caduco está arrastrando a la ruina al continente, comenzando por su gripada locomotora, Alemania.

El gobierno alemán está estudiando todas las opciones para evitar que los gasoductos Nord Stream vuelvan a ponerse en funcionamiento. Robert Habeck ha declarado que “La independencia del gas ruso tiene una importancia estratégica para el Gobierno federal en términos de política de seguridad y se mantiene fiel a ella”.

Mientras da pasos agigantados hacia la ruina, Europa reclama un sitio en la mesa de negociación. Lo mismo que hace el gobierno de Kiev, después de que su presidente dictara un decreto que le prohíbe entablar negociaciones con Vladimir Putin, y de que presumiera de dejar fuera a Rusia en las “cumbres de paz” que organizaba en Dinamarca y Suiza. ¿En qué quedamos?

Delegaciones de Estados Unidos y Rusia mantuvieron más de seis horas de conversaciones en el consulado estadounidense en Estambul. El mismo lugar donde se fraguó el acuerdo que tenían ya muy encarrilado representantes de Rusia y Ucrania, antes de que Boris Johnson transmitiera a Zelenski la orden de dejarlo caer, y seguir luchando. La elección de la ciudad turca como sede del diálogo ya es todo un mensaje.

Rusia y Estados Unidos mantienen conversaciones, Putin dice que los contactos inspiran esperanza.

Según las versiones oficiales, en el encuentro se habló de restablecer la normalidad en las relaciones a nivel de embajadas, restaurando el acceso de las representaciones diplomáticas rusas a los sistemas bancarios y la devolución de propiedades confiscadas por parte de Washington. ¿Hay alguien que se crea que rusos y estadounidenses estuvieron hablando durante más de seis horas únicamente de temas burocráticos?

Europa se está quedando fuera del nuevo mundo multipolar por su insistencia en seguir montada en un caballo muerto. Si de verdad quiere jugar un papel en el nuevo tablero mundial que se está configurando ahora, lo que tendría que hacer es tomar ejemplo de lo que hace su patrón, en lugar de enfrentarse a él, y buscar el restablecimiento del diálogo con Rusia. Va a ser muy difícil, porque la quiebra de confianza que se ha producido entre Bruselas y Moscú ha sido de gran calibre. Pero es la única manera de ayudar a Ucrania y a la propia Europa.

Ucrania necesita un acuerdo que evite una mayor destrucción del país, y Europa necesita recomponer sus relaciones con su vecina Rusia, reconectarse a las fuentes de energía que la alimentaban, y salir del aislamiento al que su negativa a reconocer la realidad le está conduciendo. Va a ser una tarea hercúlea, pero la alternativa es la ruina económica, política y social, el resurgimiento del autoritarismo y el incremento de la represión para someter a una población cada vez más harta de las políticas que nos están llevando a la miseria.

Algo mal habrán hecho las élites europeas, que se quejan del crecimiento en las urnas de los partidos nacionalistas, pero no se preguntan por los motivos, ni hacen la más mínima autocrítica. Su respuesta siempre es la misma: hace falta más Europa.

En realidad, lo que hace falta es una Europa que anteponga la defensa de los intereses de su ciudadanía al fracasado proyecto político de los neoconservadores en Ucrania. Lo que sobran son políticos, como la primera ministra de Dinamarca, que dice que la paz en Ucrania sería más peligrosa que la guerra. Si Europa sigue obcecada en que Rusia tiene que perder, en contra de toda evidencia, acabará siendo fagocitada por la realidad que insiste en negar. Con funestas consecuencias para la ciudadanía europea.