1 de julio de 2025
No son las armas nucleares, es el cambio de régimen
El empellón más serio para provocar un cambio de régimen en Irán, desde que en 1953 Estados Unidos y el Reino Unido derrocaran a Mohammed Mossadegh tras nacionalizar el petróleo, se ha saldado, por ahora, con un fracaso. Benjamín Netanyahu lleva más de 30 años sosteniendo que Irán está a punto de hacerse con armas nucleares. Sin embargo, el verdadero motivo tras los bombardeos israelíes que comenzaron el 13 de junio fue provocar la caída del gobierno.
El hecho de que las primeras bombas caídas en Irán acabaran con la vida de un buen número de altos cargos civiles y militares revela la intención de decapitar a la cúpula dirigente iraní, con la esperanza de que Irán corriera el mismo camino que Siria: la instalación de un gobierno títere. Sin embargo, la resiliencia de la estructura del gobierno iraní pone de manifiesto el fracaso de la operación sionista, que provocó la intervención posterior de Estados Unidos, en una cadena de acontecimientos plagada de deliberadas confusiones, propaganda e inquietantes consecuencias.
Entre la espesa bruma de pretextos, maniobras de distracción y mentiras difundidas por Benjamín Netanyahu y Donald Trump, surgen no obstante algunos hechos indiscutibles. El primero es que Israel ha fracasado, por el momento, en su intento de provocar un cambio de régimen en Irán. Alí Jamenei, el líder supremo, y Masud Pezeshkian, el presidente, siguen en sus puestos. Los altos cargos asesinados de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica han sido sustituidos por otras personas.
Como recogí en un artículo anterior, Benjamín Netanyahu publicó en septiembre de 2024 un vídeo donde abogaba abiertamente por un cambio de régimen en Irán: “Cuando Irán sea finalmente libre y ese momento llegará mucho antes de lo que la gente piensa, todo será diferente. Nuestros dos pueblos antiguos, el pueblo judío y el pueblo persa, finalmente estarán en paz. Nuestros dos países, Israel e Irán, estarán en paz”.
J.D. Vance y Pete Hegseth se apresuraron a recalcar que el ataque a Irán por parte de Estados Unidos no buscaba un cambio de régimen, sino que se ceñía a destruir el supuesto programa nuclear iraní con fines militares. Marco Rubio también declaraba en una entrevista que el objetivo de los bombardeos estadounidenses no era forzar un cambio de régimen. Sin embargo, en uno de sus bandazos habituales, su jefe les desautorizó, cuando coqueteó públicamente con el plan sionista. De un plumazo, Donald Trump destruía la credibilidad de su vicepresidente, de su secretario de Estado y de Defensa, tres puestos clave en su equipo. ¿Qué verosimilitud van a tener a partir de ahora sus declaraciones?
“No es políticamente correcto usar el término, ‘Cambio de Régimen’, pero si el actual régimen iraní es incapaz de HACER GRANDE A IRÁN DE NUEVO, por qué no habría de haber un Cambio de Régimen? MIGA!!!
De igual modo, Donald Trump tiraba por tierra a la directora de Inteligencia Nacional. Tulsi Gabbard declaró en marzo ante el Congreso que, según las informaciones que poseía su departamento, Irán no estaba trabajando en la construcción de un arma nuclear: “No me importa lo que dijo”, espetó Trump al periodista que le recordó las declaraciones de Gabbard, para subrayar a continuación que estaba equivocada.
En lugar de presentar su dimisión por la desautorización de su jefe, lo que hizo Tulsi Gabbard fue rebobinar: adoptando el marco de Trump, acusó a los “medios deshonestos” de distorsionar su declaración ante el Congreso, para afirmar a renglón seguido que Irán podría fabricar un arma nuclear “en semanas o meses” y que Trump y ella estaban “en la misma página”.
¿Está realmente Donald Trump a favor de forzar un cambio de régimen en Irán por la vía militar? Lo analizaré más adelante, junto con las razones del aparente giro de Tulsi Gabbard. Pero la narrativa que está enarbolando la Casa Blanca indica que Trump se está resistiendo a asumir la agenda de Netanyahu y los neoconservadores para Irán.
La guerra relámpago amenazaba con convertirse en una guerra de desgaste
Donald Trump decidió intervenir cuando comprobó que Israel había fracasado su intento de derribar el gobierno iraní, y que la guerra relámpago que Netanyahu había planeado amenazaba con convertirse en una guerra de desgaste. Israel no está en condiciones de librar ese tipo de conflicto con un país cuya capital se encuentra a más de 2.400 kilómetros de distancia de Tel Aviv, con tres países por en medio: Jordania, Siria e Irak. Si el gobierno iraní hubiera caído, Trump habría sido el primero en felicitar a Netanyahu por el logro.

Irán había demostrado que la “Cúpula de Hierro” era vulnerable. Ocho días después del ataque israelí a Irán, la tasa de intercepción de los misiles iraníes dirigidos a Israel había caído al 65%. Uno de cada tres pasaba. Las imágenes de los daños provocados en Tel Aviv y Haifa por los proyectiles iraníes eran políticamente inasumibles. Así que Trump enarboló el relato de la amenaza nuclear iraní para aprobar un ataque a las instalaciones donde Irán alberga uranio. O quizás habría que decir albergaba. Imágenes de satélite mostraban un tráfico inusual de camiones en Fordo, la principal instalación nuclear subterránea iraní, en los días previos al ataque estadounidense.
Cinco días después del ataque israelí a Irán, la Agencia Internacional de la Energía Atómica reconocía que le había perdido la pista a los 409 kilos de uranio enriquecido que posee Irán. Bloomberg hablaba del “misterio del uranio desaparecido” y Financial Times apuntaba que las capitales europeas pensaban que Irán había retirado el uranio enriquecido de Fordo antes del bombardeo estadounidense.

Bloomberg: ¿Dónde está el uranio de Irán? La tregua destaca el misterio sobre las reservas.
El senador Lindsey Graham, uno de los más belicistas, reconocía que tampoco sabía dónde está el uranio enriquecido, aunque recurría a la fábula de la zorra y las uvas para justificarlo: «No sé dónde se encuentran las 900 libras de uranio altamente enriquecido, pero no formaban parte del objetivo establecido».
Financial Times: Irán sacó el uranio de Fordo antes de los ataques de EE. UU., las capitales de la UE creen.
El relato de la necesidad de destruir las instalaciones donde Irán albergaba el uranio servía de argumento para forzar un alto el fuego entre Israel e Irán, una vez que Donald Trump, en un remedo de la “misión cumplida” de George W. Bush en Irak, proclamaba que el programa nuclear iraní había sido destruido. Irán no podía hacerse con un arma nuclear, había que evitarlo a toda costa, repetían machaconamente las élites occidentales para justificar el ataque.
Una vez constatado que el gobierno iraní seguía vivo y coleando, hubo que retomar el pretexto del supuesto programa iraní para hacerse con armas nucleares y montar una operación al estilo de Hollywood, ampliamente jaleada por los medios occidentales. En eso consistió el bombardeo de los enclaves donde se albergan las instalaciones nucleares iraníes por parte de aviones estadounidenses: en un espectáculo mediático.
Irán nunca pidió un alto el fuego a Israel. Fue Donald Trump quien lo propuso, e Israel el primero en aceptarlo, una vez que Netanyahu compró el relato de que Estados Unidos había destruido el programa nuclear iraní y proclamó la victoria de Israel. Esta narrativa le servía a Netanyahu para evitar el pantanal que hubiera supuesto adentrarse en una guerra de desgaste contra un país con 92 millones de habitantes, más de un millón y medio de kilómetros cuadrados y el respaldo político – y posiblemente de otro tipo – de Rusia y China.
Irán tardó un poco más en proclamarse ganador, quizá aguardando a que se consolidara el frágil alto el fuego. Ali Jamenei anunció la victoria sobre “el régimen estadounidense” el 26 de junio, el mismo día en que los ministros de defensa de Irán, Rusia y China se reunían en Qingdao, China, en un claro mensaje al bloque occidental.
El ataque de Estados Unidos no consiguió destruir el programa nuclear iraní
El ataque de Estados Unidos a las instalaciones nucleares iraníes fue una operación para salvar la cara, una vez que el intento israelí de cambio de régimen fracasó. Estados Unidos avisó previamente a Irán de que los bombardeos serían cosa de una vez, con lo que los iraníes tuvieron tiempo de poner a salvo sus reservas de uranio enriquecido. Al día siguiente de los ataques, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, aseguró que Estados Unidos “no busca la guerra” con Irán. J.D. Vance iba en la misma línea en una entrevista: “No estamos en guerra con Irán. Estamos en guerra con el programa nuclear de Irán”.
El problema es que a la muñeca se le ven las costuras. El ataque de los bombarderos B2 con bombas de 15.000 kilos, y con misiles Tomahawk desde submarinos, a las instalaciones nucleares iraníes no consiguió destruirlas, como ha reconocido la Agencia de Inteligencia Militar del Pentágono en un informe, que aún no ha visto la luz, pero que destapó la CNN. La agencia Bloomberg también recogía la filtración.
Exclusiva: Las primeras evaluaciones de inteligencia de EE. UU. sugieren que los ataques contra Irán no destruyeron sitios nucleares, dicen fuentes.
La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, montó en cólera ante la refutación de la versión oficial desde dentro de la administración: “Esta supuesta evaluación es completamente errónea y fue clasificada como ‘alto secreto’, pero aun así fue filtrada a CNN por un miembro anónimo y de bajo nivel de la comunidad de inteligencia. La filtración de esta supuesta evaluación es un claro intento de denigrar al presidente Trump y desacreditar a los valientes pilotos de combate que llevaron a cabo una misión impecablemente ejecutada para aniquilar el programa nuclear de Irán”. La Casa Blanca publicó que “Las instalaciones nucleares de Irán han sido destruidas, y las sugerencias en contra son noticias falsas”.
Titular de una información publicada en el sitio web de la Casa Blanca.
A pesar de la asertividad de la Casa Blanca acerca de la “destrucción” de las instalaciones nucleares iraníes, Dorothy Shea, la enviada de Estados Unidos a Naciones Unidas, matizaba el 24 de junio el nivel de “destrucción” ante el Consejo de Seguridad: “cumplimos efectivamente nuestro limitado objetivo: degradar la capacidad de Irán de producir un arma nuclear”.
Las represalias iraníes contra una base estadounidense en Qatar también formaron parte de un teatro donde todos buscaban quedar por encima de los enemigos y guardar las apariencias. A Irán tampoco le interesa enfrascarse en una guerra de desgaste con Israel. Los iraníes avisaron con antelación a Washington de su ataque. El propio Donald Trump lo reconoció, agradeciendo literalmente a los iraníes el preaviso, para proclamar a continuación que era el tiempo para la paz.
Al día siguiente de los ataques, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, aseguró que Estados Unidos “no busca la guerra” con Irán. J.D. Vance iba en la misma línea en una entrevista: “No estamos en guerra con Irán. Estamos en guerra con el programa nuclear de Irán”. El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, declaraba que los ataques de Estados Unidos a Irán no violaron la legislación internacional, sin elaborar ni argumentar su afirmación.
¿Por qué se empeña Trump en sostener que el programa nuclear iraní fue destruido?
El empecinamiento de Trump en sostener que el programa nuclear iraní fue destruido se debe a varios motivos:
- Trump ganó las elecciones con una promesa de sacar a Estados Unidos de las guerras y presumió de que durante su mandato anterior no comenzó ninguna. Sus bases electorales, especialmente el sector MAGA, también dentro de su propio partido, están en contra de meterse en un nuevo conflicto a miles de kilómetros de distancia.
- En noviembre de 2026 hay elecciones, en las que se renovará la totalidad del Congreso y 33 escaños de los 100 con que cuenta el Senado. Empantanar a Estados Unidos en una guerra contra Irán no sería coherente para afrontar la campaña electoral del Partido Republicano.
- Trump ha debido recibir valoraciones del Pentágono poco optimistas acerca de las posibilidades de éxito en una guerra con Irán. Si no pudieron con Afganistán después de 20 años allí…
Pero, sobre todo, Trump se está resistiendo a las presiones del sector neoconservador para forzar un cambio de régimen en Irán. La filtración del informe de inteligencia militar, donde se cuestionaba la versión oficial de la Casa Blanca, responde a los intereses neoconservadores. El mensaje subyacente es diáfano: la única manera de evitar que Irán desarrolle su programa nuclear consiste en un cambio de régimen.
Los bombardeos no sirven, las instalaciones se pueden reconstruir, el uranio enriquecido desapareció, y lo único que ha conseguido el ataque estadounidense es que el parlamento de Irán vote a favor de suprimir la colaboración con la Agencia Internacional para la Energía Atómica, y que se plantee salirse del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares.
Al Jazeera: Irán se mueve para suspender la cooperación con la agencia de inspección nuclear de la ONU. 26 de junio de 2025.
Por todos estos motivos, Tulsi Gabbard moduló su mensaje para adaptarlo a la decisión política de su jefe. Por eso el director de la CIA, John Ratcliffe, publicó un comunicado donde apuntalaba la versión de la Casa Blanca: el programa nuclear iraní había sido “severamente dañado”, varias instalaciones nucleares clave de Irán, destruidas, y su reconstrucción llevaría años. La referencia temporal de la CIA es clave: Trump se reserva capacidad de maniobra para salvar su mandato sin tener que adoptar la agenda de Netanyahu y los neoconservadores que le apoyan. Lo cual no quiere decir que finalmente no termine cediendo a las presiones de quienes abogan por “cortarle la cabeza a la serpiente”.
Las consecuencias de los ataques contra Irán para el Tratado de No Proliferación
En su mensaje de septiembre de 2024, Netanyahu acusaba al gobierno iraní de haber desperdiciado dinero en armas nucleares. Sin embargo, el único país de Oriente Próximo que dispone de armamento atómico es Israel, que no es firmante del Tratado de No Proliferación. Según ICAN (Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares, que recibió el Premio Nobel de la Paz en 2017), Israel cuenta con 90 armas nucleares. En 2022, Israel se gastó 1.200 millones de dólares en la construcción y mantenimiento de su arsenal nuclear.
Irán estaba negociando con Estados Unidos acerca de su programa nuclear cuando fue atacada por Israel. Unas negociaciones que Steve Witkoff calificó de “prometedoras” en mayo. Fue precisamente Donald Trump quien se retiró en 2018 del JCPOA (Joint Comprehensive Plan of Action), el acuerdo nuclear firmado en 2015 con Irán. En virtud de dicho pacto, “Irán aceptó desmantelar gran parte de su programa nuclear y abrir sus instalaciones a inspecciones internacionales más amplias a cambio de un alivio de las sanciones por valor de miles de millones de dólares”, según el Council on Foreign Relations.
El hecho de que Irán fuera atacado mientras se encontraba negociando una nueva versión del acuerdo nuclear ha conseguido incrementar la desconfianza hacia el bloque occidental, que ya existía en un país que lleva años sufriendo sanciones, con el propósito declarado de laminar su economía y, ulteriormente, provocar un descontento popular que se llevara por delante al gobierno. Una herramienta blandida con otros países díscolos, con efectos contraproducentes y que, sin embargo, sigue siendo profusamente utilizada.
Si la predisposición iraní a volver a llegar a un acuerdo que permitiera la inspección de sus instalaciones nucleares ha sido respondida con bombas por parte de Israel y Estados Unidos, y el asesinato de sus principales científicos, parece lógica su reacción de replantearse su cooperación con la Agencia Internacional de la Energía Atómica. Máxime cuando Irán acusó a la propia AIEA de facilitar a Israel información confidencial, incluyendo datos sobre los científicos nucleares, que facilitaron la ubicación de sus domicilios, donde fueron posteriormente asesinados, junto a sus familias, de forma simultánea en 9 de los 10 casos.
The Cradle: La AIEA un “instrumento para Israel”, revelan documentos secretos incautados por Irán.
La junta de gobierno de la Agencia Internacional de la Energía Atómica le hizo el caldo gordo a Israel publicando el 12 de junio un informe donde acusaba al gobierno iraní de incumplir sus obligaciones con respecto al Tratado de No Proliferación. Sin embargo, seis días después, Rafael Grossi, el director de la AIEA, reconocía que “No teníamos ninguna prueba de un esfuerzo sistemático para avanzar hacia un arma nuclear”.
Con estos antecedentes, la decisión de Irán de denegar la petición de Rafael Grossi de visitar las instalaciones bombardeadas es perfectamente comprensible. El director general de la AIEA ni siquiera se ha molestado en condenar explícitamente el ataque a los complejos nucleares iraníes. Abbas Araghchi, el ministro iraní de Asuntos Exteriores, justificó la negativa en que las intenciones que alberga la solicitud de visitar los lugares bombardeados pueden ser “malignas”.
Las actuaciones de Estados Unidos, Israel, y de la agencia de inspección de la ONU empujan a Irán a salirse del Tratado de No Proliferación. Si la actitud negociadora lo único que le ha reportado a Irán es sufrir bombardeos a sus instalaciones nucleares, es lógico que cambie su actitud y se plantee, en su lugar, imitar a Corea del Norte. Irán siempre ha insistido que su programa nuclear no tenía fines militares, ni pretendía hacerse con un arma nuclear. A Irán quizá no le quede otro remedio que hacerse con ella para ser respetado.
Otros aspectos geopolíticos también pesan en torno a Irán
Irán está en los BRICS. Sus socios no quieren que dé ese paso. El 23 de junio Putin dijo que los ataques a Irán estaban empujando al mundo “a una línea muy peligrosa”. Cuatro días antes, en una rueda de prensa con medios internacionales, el presidente de Rusia relataba que Irán había rechazado una oferta para trabajar conjuntamente en sistemas de defensa aérea. En la reunión que mantuvo en Moscú Abbas Araghchi con Serguéi Lavrov y otros altos cargos, Irán quizá transmitió un cambio de posición al respecto. En la que se celebró en Qingdao, China, seguro que se habló de la continuidad de Irán en el Tratado de No Proliferación.
La salida de la República Islámica de dicho tratado daría motivos a otros países en la región para seguir sus pasos, lo cual podría desembocar en una carrera armamentística nuclear, en una región de por sí explosiva. Arabia Saudita y Turquía serían probablemente los primeros candidatos para abandonar el tratado.
China también prefiere estabilidad en Oriente Próximo. El enfoque comercial de la Nueva Ruta de la Seda la necesita. Pekín ha invertido cantidades astronómicas en la construcción de infraestructuras de transporte, e Irán juega un papel clave en una de ellas. Un tren de carga conecta Teherán con Urumqi, en Xinjiang, reduciendo el tiempo de transporte a 14-15 días, frente a los 45-50 de la ruta marítima. El recorrido del trayecto ferroviario totaliza 10.400 kilómetros, conecta dos países con economías complementarias y acerca las mercancías chinas a Europa.
Trazado de la línea ferroviaria Urumqi – Teherán. Ilustración: China Daily.
Teniendo en cuenta que China está considerada como la principal amenaza a las ambiciones hegemónicas de Estados Unidos – y sobre ello existe un consenso bipartidista – al acicate de hacerse con los ingentes recursos energéticos de Irán, cuyo principal cliente es precisamente China, se une el incentivo de cortar el cordón ferroviario que acercaría las exportaciones chinas a Europa. Un cambio de régimen en Irán, y la instalación de un gobierno títere, también bloquearía el Mar Caspio como ruta de acceso al sur para las exportaciones rusas, como señala el economista Michael Hudson.
La denominada “guerra de los 12 días” puede quedarse en una escaramuza si los sionistas y los neoconservadores consiguen imponer su agenda para Irán. Con los bombardeos a las instalaciones nucleares iraníes, Trump ha evitado que Israel se viera arrastrado a una guerra de desgaste, pero ha roto el tabú de la intervención directa de Estados Unidos en Irán. Ha apagado un fuego, pero el riesgo de incendio sigue siendo muy alto.