29 de junio de 2022
Las sanciones impulsadas por Estados Unidos contra Rusia, en represalia por su invasión de Ucrania, están siendo impuestas con ardor por la Unión Europea, en contra de los propios intereses geopolíticos de esta península del continente euroasiático. La estrategia de castigar a Rusia por la vía económica se está demostrando como un fracaso absoluto para lograr su supuesto objetivo: parar la maquinaria de guerra rusa, que continúa devorando territorio en Ucrania. El mejor termómetro para calibrar las consecuencias de este error político lo constituye el cambio de narrativa que comienza a despuntar en algunos medios de comunicación occidentales, poco sospechosos de mostrar veleidades prorrusas. En primer lugar, vemos artículos que llaman a la negociación para poner fin a la guerra, insistiendo en que esa posición no supone ningún tipo de apaciguamiento del Kremlin (las comparaciones históricas son odiosas). Por otro lado, surgen filtraciones de la Casa Blanca en la que se habla abiertamente de que Zelensky podría tener que renunciar a territorios para firmar un acuerdo que acabe con la contienda. Y por último, el propio Joe Biden ha abierto la veda en la búsqueda de cabezas de turco, y lo ha hecho apuntando a Zelensky, a quien acusa de no haber escuchado las advertencias de Estados Unidos acerca de la inminente invasión rusa.
Sigue leyendo