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La OTAN fracasa en Ucrania y empuja a Zelenski a negociar con Rusia

27 de noviembre de 2023

Los medios occidentales apuntalan el cambio de rumbo respecto a Ucrania

Cuando la misma revista que te encumbró como “persona del año” publica, menos de un año después, un reportaje donde te pone a los pies de los caballos, es que tu destino está echado. Es lo que le acaba de ocurrir a Volodímir Zelenski, protagonista de dos portadas de la revista TIME que, puestas juntas, no dejan lugar a dudas sobre el brusco viraje de occidente con relación a Ucrania. Como anécdota, baste añadir que los ojos del presidente ucraniano fueron azulados en la portada de 2022 para acercar su rostro a los gustos anglosajones.

 

El reportaje de TIME del 1 noviembre, firmado por Simon Shuster, el mismo periodista que redactó su hagiografía un año atrás, dibuja un perfil de Zelenski con inquietantes resonancias históricas. Describe a un hombre encerrado en su bunker, al que sus más íntimos colaboradores no se atreven a decirle lo que ya es un clamor: que Ucrania está perdiendo la guerra frente a Rusia. “Se engaña a sí mismo”, me dice frustrado uno de sus ayudantes más cercanos. “Nos hemos quedado sin opciones. No estamos ganando. Pero intenta decirle eso”, escribe Shuster.

La propia composición de la portada de TIME no deja lugar a dudas sobre este hecho: “Nadie cree en la victoria como yo. NADIE”. Por no hablar del calificativo de “lucha solitaria” que adjudica a la que mantiene Zelenski. Tan solitaria que algunos comandantes han dejado de acatar las órdenes de avanzar que reciben, aunque provengan directamente de la presidencia.

El reportaje de TIME abrió la veda. El 4 de noviembre, la cadena estadounidense NBC News anunciaba que “Funcionarios estadounidenses y europeos abordan el tema de las negociaciones de paz con Ucrania”. Las conversaciones habían incluido las líneas generales de lo que el gobierno de Kiev debería ceder para alcanzar un pacto con Rusia. El 16 de noviembre, The Wall Street Journal titulaba: “Es hora de acabar con el pensamiento mágico acerca de la derrota de Rusia”. Dos días más tarde, The Spectator, una revista británica donde trabajó Boris Johnson, encabezaba así otra información: “Zelenski debe ser honesto sobre el estado de la guerra”.

Si Ucrania no está ganando la guerra, eso significa que la está perdiendo y, por tanto, es Rusia quien la está ganando. Este hecho tan incómodo para los impulsores del conflicto ha roto los diques en los medios occidentales, convertidos en correa de transmisión de los mensajes del poder, perdido hace tiempo su papel de contrapeso o “cuarto poder”.

Por si quedaba alguna duda de la nueva posición occidental, el titular de The Times del 25 de noviembre la pintaba con brocha gorda: “Estados Unidos y Alemania están presionando a Kiev para acabar la guerra en Ucrania. Las dos naciones están limitando los suministros de armas al Presidente Zelenski”. El artículo puede leerse libremente aquí.

Titular de The Times, 25 de noviembre de 2023.

Las negociaciones se enfrentan con dos obstáculos: el propio Zelenski y Rusia

El almirante retirado James Stavridis firmaba un artículo en Bloomberg donde señalaba que, para alcanzar un acuerdo, sería vital no sólo la ayuda de occidente, sino intercambiar territorios por paz. Stavridis fue comandante supremo aliado de la OTAN.

Las lecciones de Corea del Sur para la reconstrucción de Ucrania

En el reciente reportaje de TIME, Zelenski afirma que “Para mí, congelar la guerra significa perderla”. La negativa de Zelenski a asumir la realidad sobre el terreno podría propiciar que occidente optara por cambiar de caballo en Kiev. Así lo asume el propio Zelenski, también en Bloomberg, aunque achacando los supuestos planes para descabalgarle a Rusia: «Nuestra inteligencia tiene información, que también proviene de nuestros socios», dijo Zelenski, describiendo un plan de desinformación conocido internamente como «Maidan 3», en referencia a la plaza central de Kiev”.

Escasos días después del reportaje de TIME, que calificaba a Zelenski de “ilusorio” en sus planteamientos, el general Zaluzhni, al frente del ejército ucraniano, reconocía en The Economist que la guerra se encontraba estancada. La entrevista servía para resaltar las discrepancias existentes en las élites de Kiev. Los comentarios de Zaluzhni fueron inmediatamente criticados por un alto cargo de la oficina del presidente y, posteriormente, por el propio Zelenski. Una reprimenda que The New York Times se encargó de airear.

La reprimenda de Zelenski al general al mando señala las desavenencias en el liderazgo ucraniano

El problema es que Zelenski firmó un decreto en octubre de 2022 en el que dictaba la “imposibilidad” de negociar con Vladimir Putin. Teniendo en cuenta que el actual presidente de Rusia sigue al frente del país, occidente tiene un problema si quiere encarrilar a Ucrania hacia un proceso de negociación.

Las visitas de Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, y de Boris Pistorius, ministro de Defensa de Alemania a Kiev, con ocasión del décimo aniversario del golpe de Estado del Maidán, seguro que fueron aprovechadas para transmitir determinados mensajes a Zelenski, muy distintos de los que coparon las noticias de sus visitas. Con anterioridad, el 15 de noviembre, William Burns, el jefe de la CIA viajaba a Kiev para recordarle quién manda.

A occidente no le conviene abrir una crisis política en Ucrania, que colocaría a Rusia en una posición más ventajosa aún que en la que ya se encuentra. Así que los patrocinadores de Ucrania necesitan encontrar una vía para salir de la guerra en la que la han metido, que consiga salvar los muebles de algún modo. Sobre todo de cara a la opinión pública del sur global, donde lo tienen realmente complicado.

Marzo de 2022: Una ocasión perdida para alcanzar la paz

El 7 de noviembre, el diplomático Michael von der Schulenburg recogía la reconstrucción de las negociaciones que tuvieron lugar entre Ucrania y Rusia en marzo de 2022. La cronología de los acontecimientos fue revelada por Hajo Funke, catedrático emérito de la Freie Universität de Berlin y por Harald Kujat, un general retirado que fue Jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas alemanas, y Presidente del Comité Militar de la OTAN de 2002 a 2005.

Cómo se perdió la oportunidad para un acuerdo de paz en la guerra de Ucrania

En las negociaciones participaron como mediadores Naftali Bennet, ex primer ministro israelí, Recep Tayip Erdogan, presidente de Turquía, y Gerhard Schroeder, excanciller alemán. El texto del comunicado de Estambul del 29 de marzo incluía 10 propuestas, entre las que figuraba la renuncia de Ucrania a entrar en la OTAN, la principal causa de la actual guerra. El gobierno de Kiev estaba dispuesto a declararse “neutral y no alineado”, y aceptaba que las garantías para su seguridad fueran ofrecidas por un ramillete de países.

Durante todo el mes de marzo, las conversaciones mantenidas entre distintos líderes occidentales muestran que, en un principio, el bloque de la OTAN parecía avenirse a negociar la paz. El 10 de marzo, Kuleba y Lavrov, ministros de Asuntos Exteriores de Ucrania y Rusia, llegaron a reunirse en Ankara, señal de que las negociaciones iban por buen rumbo.

Sin embargo, en la cumbre especial de la OTAN, celebrada en Bruselas el 24 de marzo, y a la que asistió Joe Biden, la situación dio un vuelco. La organización armada pasó a oponerse a cualquier negociación que no incluyera la retirada previa de las tropas rusas del territorio de Ucrania. Obviamente, esta condición dinamitó las negociaciones. Zelenski todavía las defendía, tres días más tarde, en un encuentro con periodistas rusos. Al día siguiente, Putin anunciaba su disposición a retirar sus tropas de los alrededores de Kiev y Járkov, como señal de buena voluntad.

Efectivamente, así ocurría. El 31 de marzo, John Kirby, portavoz del Pentágono, reconocía que Rusia había comenzado a retirar hasta el 20 por ciento de sus tropas de esas zonas, cuando se encontraban a tan sólo 10 millas del centro de Kiev. Posteriormente, los medios occidentales pergeñaron el falso relato de la victoria del ejército ucraniano en el norte cuando, en realidad, se trató de una retirada, fruto de una decisión política del Kremlin.

El 9 de abril, Boris Johnson viajó a Kiev para transmitir dos mensajes a Zelenski. El primero, que Putin era un criminal de guerra con quien no había nada que negociar. Y el segundo, que aunque Ucrania estuviera dispuesta a firmar un acuerdo con Rusia, occidente no lo estaba. Este extremo acaba de ser confirmado en una entrevista por David Arajamia, diputado del partido de Zelenski y miembro del equipo negociador ucraniano.

Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Europea arruinaron la posibilidad de alcanzar un acuerdo de paz, que estaba muy avanzado. Ahora, cientos de miles de muertos y heridos después, pretenden que Ucrania se vuelva a sentar a la mesa de negociación con Rusia, porque su guerra contra Putin ha fracasado, en todos los frentes: el económico, el político, y el militar.

Como señalé en un artículo anterior, Rusia no tiene ahora ninguna motivación para sentarse a negociar, cuando hasta los medios occidentales reconocen que Ucrania está perdiendo la guerra. Las tropas rusas están avanzando en Avdiivka, donde 40.000 efectivos rusos prácticamente tienen rodeada esta ciudad, clave para el control de Donetsk. Tras el fracaso de la contraofensiva ucraniana, es el ejército ruso el que ha pasado al ataque.

No se trata sólo de la imposibilidad de mantener el ritmo del suministro de armas y munición por parte de la OTAN, como ha reconocido su secretario general. Se trata también del personal necesario para manejarlas. Hasta la CNN titula que Ucrania tiene serios problemas para reclutarlo, y Eurostat, la oficina de estadística de la Unión Europea, acaba de publicar que 650.000 hombres en edad militar abandonaron Ucrania desde que comenzó la guerra, en febrero de 2022. 

Mientras la guerra continúa, Ucrania necesita más tropas. No todo el mundo está preparado para alistarse

La zanahoria de la adhesión de Ucrania a la Unión Europea es una entelequia

Hay que tener mucho valor para bautizar como “Día de la Dignidad y la Libertad” la fecha en que se consumó un golpe de Estado, patrocinado por una potencia extranjera, que derrocó a un presidente elegido democráticamente. Es lo que han hecho en Ucrania para conmemorar el golpe del Maidán.

También hay que tener mucho cuajo para afirmar que “El futuro por el que luchó el Maidán finalmente ha comenzado”, como ha hecho la presidenta de la Comisión Europea. ¿Así es el futuro que a Úrsula von der Leyen le parece tan halagüeño? ¿El de un país arrasado, con millones de refugiados huidos de la guerra, y cientos de miles de víctimas mortales, donde la corrupción es endémica

El ministro de Finanzas de Ucrania ha advertido que el presupuesto para 2024 presenta un agujero de 29.000 millones si Kiev no sigue recibiendo financiación de sus aliados. De paso, Serhiy Marchenko aprovechó para amenazar con “efectos de desbordamiento” hacia la Unión Europea si Ucrania entraba en crisis. ¿Un país que depende de la financiación exterior para subsistir es el futuro que alaba Úrsula von der Leyen?

Las promesas de una pronta adhesión de Ucrania a la Unión Europea chocan con la realidad sobre el terreno. Aun en el caso de que se vencieran todos los obstáculos políticos, y económicos, que plantea la incorporación de Ucrania a la UE, ¿qué parte del país sería la que accediera a la Unión? ¿También lo harían las zonas bajo control ruso? ¿Cuáles serían sus fronteras? Es todo un disparate mayúsculo.

Según una nota interna del Consejo Europeo, la incorporación de Ucrania a la Unión supondría un coste de 186.000 millones de euros para la UE, a lo largo de 7 años. La futura ampliación de la UE afectaría en gran medida a la agricultura y la asignación de fondos de cohesión. Todos los actuales miembros tendrían que aportar más dinero, y recibirían menos. Ucrania se convertiría en la principal beneficiaria de los subsidios agrícolas, recibiendo sólo por ese concepto 96.500 millones de euros, en siete años. La República Checa, Estonia, Lituania, Eslovenia, Chipre y Malta perderían el acceso a los fondos de cohesión.

Titular de Politico: El acceso de Ucrania costaría 186.000 millones de euros, estima la UE.

Con Estados Unidos volcado en apoyar a Israel, financiando una nueva fase del genocidio sionista contra los palestinos, la Casa Blanca está pasándole la factura del “proyecto Ucrania” a la Unión Europea. Un reciente artículo en Financial Times lo remachaba. Tras reconocer el fracaso del enfoque usado hasta ahora en Ucrania, la autora enfatizaba que “lo que se necesita es una estrategia de resiliencia, disuasión y defensa para Europa a largo plazo que traslade la carga de unos Estados Unidos asediados internamente a donde pertenece: Europa”.

Los burócratas de Bruselas, siempre al servicio de Washington, aunque sea en perjuicio de los intereses europeos, se aprestan a sacarnos el dinero necesario de la cartera. El 4 de noviembre, Úrsula von der Leyen mostraba su entusiasmo en una visita a Zelenski por los “excelentes progresos” que, a su juicio, había hecho Ucrania para poder incorporarse a la Unión Europea.

Pero lo más importante, resaltaba la presidenta de la Comisión Europea, era subrayar el apoyo europeo a Ucrania “tanto tiempo como haga falta”, copiando el mantra que, curiosamente, ya ha dejado de repetirse en Estados Unidos. Después de haber aceptado que Washington organice una guerra proxy contra Rusia en el corazón de Europa, ahora la burocracia europea también admite correr con los gastos del desastre.

El FMI y el Banco Mundial imponen su agenda neoliberal en Ucrania

En realidad, desde el punto de vista occidental, Ucrania lleva haciendo progresos desde el golpe de Estado de 2014, que para eso se ejecutó. El presidente, Víktor Yanukovich, había rechazado un acuerdo de asociación con la Unión Europea, vinculado a un préstamo de 17.000 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional, y un “paquete de ayuda” del Banco Mundial de 3.500 millones, vinculados a que Ucrania acometiera ajustes neoliberales. Yanukovich prefirió elegir un paquete de ayuda de Rusia por valor de 15.000 millones de dólares, sumado a un descuento del 33% en el precio del gas ruso. Eso fue lo que le costó el puesto.

Arseni Yatseniuk, el nuevo primer ministro colocado por Estados Unidos, abrazó las reformas estructurales a las que el préstamo del FMI estaba vinculado, sin plantearse renegociar sus términos. Su gabinete incluía tres ministros nacidos en el extranjero, a los que se les otorgó la nacionalidad ucraniana horas antes de acceder a sus cargos.

Natalie Jaresko, la ministra de Finanzas, nació en Estados Unidos, obtuvo un máster en Harvard, trabajó en el Departamento de Estado y, después de la independencia de Ucrania, fue destinada a la embajada estadounidense en Kiev.

Aivaras Abromavicius, ministro de Desarrollo Económico y Comercio, nació en Lituania y también se educó en Estados Unidos, graduándose en la Universidad de Wisconsin. Después trabajó en fondos de inversión, especializándose en mercados emergentes.

Aleksandre Kvitashvili, ministro de Sanidad, nació en Georgia y sacó un máster en gestión pública en Nueva York. Trabajó en Estados Unidos, para regresar después a Georgia, donde fue nombrado ministro por el presidente Mijeíl Saakashvili. Otro georgiano educado en Estados Unidos, que accedió a la presidencia tras una de esas “revoluciones de colores” que promueve el National Endowment for Democracy.

Lo importante era nombrar ministros entrenados para sacar adelante la agenda del FMI y el Banco Mundial, en un país que atesora el equivalente a un tercio del total de las tierras cultivables de la Unión Europea. Ucrania ya es el tercer deudor del Fondo Monetario Internacional. En 2013, ya había sido seleccionada como uno de los 10 países pilotos donde el Banco Mundial implementaría su proyecto Benchmarking the Business of Agriculture: una iniciativa para promover “reformas” y clasificar a los países por las facilidades que ofrecen para hacer negocios en la agroindustria. Una ordenación que se traduce en un empobrecimiento de los pequeños agricultores, según The Oakland Institute.

Desde 2001, la tierra cultivable en Ucrania estaba bajo una moratoria que prohibía su venta hasta 2016. Aun así, en 2014, se hallaban en manos extranjeras 1.600.000 hectáreas. La moratoria se extendió hasta el 1 de julio de 2021, cuando entró en vigor una ley que permitió la venta de tierras cultivables, por primera vez desde la independencia de Ucrania. Hasta el 1 de enero de 2024, sólo las personas físicas pueden adquirir hasta 100 hectáreas, en cada transacción. A partir de esa fecha, las empresas podrán comprar hasta 10.000 hectáreas. En ambos casos, solo ciudadanos ucranianos y compañías sin capital extranjero podrán efectuar dichas transacciones.

Esto es la teoría. En la práctica, varias de las mayores empresas agroindustriales ya han abierto su capital a inversores foráneos, que controlan un número variable de sus acciones. En el siguiente gráfico vemos que 9 de las 10 principales agroindustrias de Ucrania están registradas en el extranjero.

Las 10 principales compañías que controlan la tierra agrícola en Ucrania. Gráfico: The Oakland Institute

En octubre de 2020, el propio Zelenski reconocía en una entrevista televisiva que de los 7 millones de hectáreas de titularidad estatal, 5 millones habían sido “robadas” desde la independencia del país, en 1991. El presidente no especificó quiénes habían sido los ladrones. Este es el nivel del país que, según Úrsula von der Leyen, ha hecho grandes progresos.

El 6 de septiembre del año pasado, Zelenski tocaba la campanita telemáticamente para abrir la bolsa de Nueva York y colocaba este mensaje: «Ucrania es la historia de una victoria futura y una oportunidad para que ustedes inviertan ahora en proyectos por valor de cientos de miles de millones de dólares para compartir la victoria con nosotros”

La gestora de fondos Black Rock y el banco JPMorgan Chase participarán en la creación del Fondo para el Desarrollo de Ucrania. El acuerdo con el gobierno de Kiev fue anunciado en junio de este año, mes en el que se celebró en Londres una conferencia para la reconstrucción de Ucrania, cuyo coste ha sido calculado en torno a los 750.000 millones de euros. Con la guerra aún en marcha, los buitres de los negocios ya revolotean sobre los despojos del país de los grandes progresos.

El fracaso de las sanciones impulsa la economía de Rusia y afianza a Putin

El principal objetivo que buscaban las sanciones a Rusia ha fracasado por completo. Estados Unidos y la Unión Europea pretendían que el colapso de la economía que, supuestamente, iban a provocar, terminara desestabilizando a Vladimir Putin, hasta provocar su caída. El ansiado cambio de régimen en Rusia no sólo no se ha producido, sino que el presidente está firmemente arraigado y goza de un índice de aprobación del 82%, frente al 40% de Biden.

Las sanciones han desencadenado un proceso de sustitución de las importaciones en Rusia, que se ha traducido en un impulso a la industria nacional, apoyado en fuertes inversiones. El resultado es un crecimiento del PIB del 4,9% en el segundo trimestre y del 5,5% en el último. Mientras tanto, tras dos trimestres en recesión, la economía de Alemania se estancó. Además, Scholz acaba de congelar el gasto público, tras una sentencia del Tribunal Constitucional, en un nuevo revés para la economía de la Unión Europea, que sigue contrayéndose.

Evolución del PIB de Rusia desde enero de 2021 hasta la actualidad

La resiliencia de Rusia frente a los esfuerzos concertados de la OTAN por destruirla ha propiciado un resurgimiento del prestigio de Moscú, no sólo en el sur global, sino en la mayoría del planeta: occidente se ha quedado aislado, y los ojos de todos los países que estaban más que hartos del comportamiento mafioso de Estados Unidos miran ahora hacia Rusia. Cabría preguntarse si, en realidad, Joe Biden, Úrsula von der Leyen, Olaf Scholz y Josep Borrell no son, en realidad, agentes encubiertos del Kremlin.

Estados Unidos fracasa en Israel y apunta a Irán

2 de noviembre de 2023

Los orígenes colonialistas del Estado de Israel

Antonio Guterres llevaba razón. Por eso Israel se le tiró al cuello, pidiendo su dimisión. El secretario general de la ONU intentó contextualizar por qué se produjo la violenta incursión de Hamás el 7 de octubre: “Es importante reconocer también que los ataques de Hamás no surgieron de la nada. El pueblo palestino ha sido sometido a 56 años de ocupación asfixiante”.

La pretensión de Israel, y la de su patrocinador, es presentar la ofensiva palestina en ausencia de contexto, como si se produjera en una burbuja. Por eso es fundamental hacer lo contrario: poner de relieve los antecedentes históricos que explican – pero que no justifican, como recalcó Guterres – cómo es posible que se produzcan unos hechos tan execrables y violentos.

Guterres recalcó que los palestinos “han visto sus tierras constantemente devoradas por los asentamientos y plagadas de violencia. Su economía fue asfixiada. Su gente fue desplazada y sus hogares demolidos. Sus esperanzas de una solución política a su difícil situación se han ido desvaneciendo”.

El mantra para justificar las terribles represalias que el ejército de Israel está infligiendo a la población civil palestina, sobre todo en Gaza, pero también en Cisjordania, es que el estado hebreo “tiene derecho a defenderse”. Como si asesinar civiles indiscriminadamente constituyera un acto de defensa. Siguiendo esa lógica, también tienen ese derecho los palestinos frente a la represión ejercida por un Estado que nació como un proyecto colonialista, apoyado por una potencia colonial: el Reino Unido.

En 1902, Theodore Herzl dirigió una carta a Cecil Rhodes, quien en su día dio su nombre a un país en África: Rhodesia, el actual Zimbabue. Más colonialista no se despacha. En la misiva, el fundador del sionismo le pedía al colonizador que ejerciera su influencia para que el proyecto de conseguir tierras en Palestina, donde los judíos pudieran instalarse, tuviera éxito. Como quiera que el asunto pudiera resultarle ajeno a Rhodes, Herzl le explicaba por qué se dirigía a él para encauzar la tarea: “Porque es algo colonial”.

Fragmento de la carta de Theodore Herzl a Cecil Rhodes, año 1902. Reproducida en “The class origins of zionist ideology”, Stephen Halbrook.

Por norma, el colonialismo siempre resulta racista, explotador, genocida y violento. Como señala el historiador judío Ilan Pappé en una reciente conferencia, el objetivo del sionismo era, desde el principio, hacerse con la mayor extensión posible de tierras en Palestina, y dejarlas con el menor número posible de palestinos. Para conseguir dicha meta, el método no puede ser otro que la limpieza étnica, un tema al que Pappé ha dedicado un libro. Un genocidio de manual, como señala Raz Segal, otro académico hebreo, experto en el Holocausto.

En 1917, el ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido, Arthur Balfour, dirigió una carta al barón Lionel Walter Rothschild, uno de los líderes de la comunidad judía en Gran Bretaña. La conocida como “Declaración de Balfour” supuso un empujón político para las aspiraciones sionistas. Recojo su texto a continuación:

“Tengo gran placer en enviarle a usted, en nombre del gobierno de su Majestad, la siguiente declaración de apoyo a las aspiraciones de los judíos sionistas que ha sido remitida al gabinete y aprobada por el mismo.

El gobierno de su Majestad ve favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y usará sus mejores esfuerzos para facilitar el logro de este objetivo, quedando claramente entendido que no debe hacerse nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatus político que disfrutan los judíos en cualquier otro país’.

Estaré agradecido si usted hace esta declaración del conocimiento de la Federación Sionista”.

En 1922, la Liga de las Naciones incluyó el texto en el Mandato Británico sobre Palestina, mediante el cual Reino Unido quedaba formalmente encargado de la administración de esos territorios. Una nación colonialista bendecía el colonialismo de otra en gestación.

¿Qué se puede hacer cuando los colonos, como denominan los propios judíos a quienes se aposentan en las tierras donde antes vivían los palestinos, invaden tu territorio, tiran abajo tu vivienda, o te sacan de ella para ocuparla? La respuesta es muy sencilla: rendirte y abandonar tu hogar, o resistir.

Fragmento de la resolución 33/24 de la Asamblea General de Naciones Unidas.

Desde 1948, cientos de miles de palestinos han sido desplazados de sus tierras, y continúan siéndolo hasta el día de hoy. Otros han optado por organizarse y resistir la ocupación. Inmediatamente fueron calificados de “terroristas” por los ejecutores de la limpieza étnica y sus aliados. Sin embargo, las Naciones Unidas son de otra opinión. La resolución 33/24 de la Asamblea General, del 29 de noviembre de 1978, reafirma la legitimidad de la lucha de los pueblos por la independencia, la integridad territorial, la unidad nacional y la liberación de la dominación colonial y extranjera por todos los medios disponibles, particularmente la lucha armada”.

No me gusta la palabra “terrorismo”. El abuso del término lo ha convertido en un arma política arrojadiza, vaciándolo de su sentido original. Con frecuencia se usa para descalificar a adversarios políticos, que ejercen la lucha armada, de manera legítima según la ONU, pero carecen de Estado y de uniforme. Para Turquía, terroristas son los kurdos. Para Ucrania, quienes se negaron a aceptar el golpe de Estado de 2014. Para Israel, todos los que se resisten a la ocupación ilegal, incluyendo los niños, a quienes la televisión israelí contabiliza como tales en su parte diario de terroristas eliminados.

Además, los terroristas se convierten en “luchadores por la libertad” en cuanto sus actividades encajan con la agenda política de occidente, como pasó con los muyahidines en Afganistán en los años 80, financiados por Estados Unidos en una de las operaciones más largas y costosas de la CIA. 

Volviendo a las Naciones Unidas, la resolución 33/24 encomendaba a los Estados miembros a cumplir las resoluciones de la Asamblea General “en relación con el ejercicio a la autodeterminación por los pueblos bajo dominación colonial y foránea”. Esas resoluciones que el Estado de Israel lleva décadas incumpliendo, como la 242, que exige la retirada de Israel de los territorios capturados en la guerra de los Seis Días, en 1967.

Blinken y Biden apoyan el genocidio israelí y suscitan el rechazo árabe

Teniendo en cuenta el contexto que acabo de dibujar, bien presente en el mundo árabe, era de esperar que la gira que emprendió Antony Blinken por Oriente Próximo tras los ataques de Hamás a Israel se saldara con un estrepitoso fracaso. Como indicativo del descalabro, baste señalar que Mohamed bin Salman, el hombre fuerte de Arabia Saudita, le tuvo esperando durante horas, para finalmente dejarle plantado. Blinken pretendía que el príncipe saudita condenara los ataques de Hamás contra Israel. El encuentro sólo se celebró al día siguiente.

Para explicar este desaire al secretario de Estado, impensable hace sólo unos meses, además del apoyo incondicional de Estados Unidos a Israel, hay que añadir el hecho de que Blinken hiciera gala de sus raíces judías en su visita previa a Israel.

“Me presento ante ustedes no sólo como secretario de Estado de Estados Unidos sino también como judío”, subrayó Blinken en Tel Aviv. “Mi abuelo Maurice Blinken huyó de los pogromos en Rusia. Mi padrastro Samuel Pisar sobrevivió a los campos de concentración”, dijo, mentando de paso al país eslavo, como no podía faltar. Entiendo a nivel personal los ecos desgarradores que las masacres de Hamas tienen para los judíos israelíes y, de hecho, para los judíos de todo el mundo”. Como señalé en un artículo anterior, hay algo personal en todo esto.

Blinken invoca la ascendencia judía en su discurso ante el afligido público israelí.

El objetivo que perseguía Blinken, que los países árabes condenaran los ataques de Hamás contra Israel, perpetrados el 7 de octubre, y se alinearan con la posición sionista, fracasó estrepitosamente. El único país que criticó la incursión de Hamás, con un lenguaje muy medido, fue los Emiratos Árabes Unidos (EAU), que calificó de “seria y grave escalada” la ofensiva de Hamás, reclamando dejar al margen del conflicto a la población civil. El nuevo mantra, fabricado por el departamento de comunicación de la Casa Blanca, del “derecho de Israel a defenderse” no ha encontrado ningún eco en el mundo árabe. Con la excepción de parte de occidente, el resto del mundo tampoco está por la labor de tragarse semejante sapo.

El viaje de Joe Biden a Oriente Próximo se saldó con otro fiasco. La planeada reunión en Amman, donde tenía previsto entrevistarse con el rey de Jordania, el presidente de Egipto, y el de la Autoridad Palestina, fue cancelada tras el brutal ataque de Israel a un hospital en Gaza, que dejó centenares de muertos civiles. La reacción del presidente de Estados Unidos fue la de alinearse con Israel a la hora de atribuir a la Jihad Islámica la autoría del ataque. Biden señaló que la explosión parecía haber sido causada por “el otro equipo”, además de manifestar que “no hay que ser judío para ser sionista”.

La lentitud del despliegue terrestre israelí parece deberse más a necesidades logísticas que a la supuesta presión ejercida por Estados Unidos para evitarlo. A juzgar por las declaraciones de John Kirby, portavoz de seguridad nacional de la Casa Blanca, Israel tiene carta blanca para masacrar a la población civil palestina: “No estamos trazando líneas rojas para Israel”, afirmó Kirby el 27 de octubre, repitiendo el nuevo mantra, el derecho de Israel a defenderse, como justificación.

Dos días más tarde, la Casa Blanca publicaba un resumen de la conversación de Joe Biden con el presidente egipcio, Abdel Fattah Al-Sisi. Estos comunicados siempre tienen una intencionalidad política. En este caso, el mensaje estadounidense parecía conciliador: “También discutieron la importancia de proteger las vidas de los civiles, el respeto al derecho internacional humanitario y garantizar que los palestinos en Gaza no sean desplazados a Egipto ni a ninguna otra nación”. ¿Terminará apoyando Estados Unidos la pretensión de Israel de evacuar a la totalidad de la población de Gaza, para instalarla en tiendas de campaña en el Sinaí, y que la factura la paguen los países árabes? Veremos.

El comunicado de la Casa Blanca también afirmaba que Biden había informado al presidente egipcio “sobre los esfuerzos de Estados Unidos para garantizar que los actores regionales no amplíen el conflicto en Gaza”. Sin embargo, Netanyahu ha anunciado que no va a aceptar un alto el fuego. The New York Times reporta que, en conversaciones privadas con miembros del gobierno de Estados Unidos, funcionarios israelíes hicieron referencia a las bombas atómicas usadas contra Japón como modelo para su ataque a Gaza. Está por ver cómo reaccionan el resto de las potencias regionales a una guerra en la que Israel ha declarado que tiene más interés en causar daño que en la precisión.

Biden pide más dinero al Congreso para librar más guerras

A la vuelta de su viaje a Israel, Joe Biden se dirigió a la nación desde el despacho oval para anunciar que iba a pedir más dinero al Congreso con el que financiar sus guerras. En concreto, 61.000 millones para la de Ucrania, 14.3000 millones para la de Israel, y 2.000 millones para la que está preparando en Taiwán.

En su discurso, Biden describió a Estados Unidos como “la nación esencial”, e “indispensable”, citando a Madeleine Albright. Esa a la que medio millón de niños iraquíes muertos le parecía que merecían la pena. El presidente sostuvo asimismo que “El liderazgo americano es lo que mantiene unido al mundo”, y que “Estados Unidos y sus socios en la región están trabajando para construir un futuro mejor en Oriente Próximo”. A estas alturas cabe preguntarse si los dirigentes de Estados Unidos se creen sus propias mentiras, o sólo fingen que lo hacen. Yo me temo lo peor.

Eso, por no hablar de su gran capacidad de análisis. Ocho días antes de los ataques de Hamás, Jake Sullivan, el consejero de seguridad nacional, había afirmado que la región de Oriente Próximo estaba “más tranquila que en las dos últimas décadas”.

Muy al principio de su discurso, Joe Biden se apresuró a ligar los ataques de Hamás con la invasión rusa de Ucrania, insistiendo en el relato maniqueo de democracia versus autoritarismo: “Hamás y Putin representan amenazas diferentes, pero tienen algo en común: ambos quieren aniquilar por completo una democracia vecina, aniquilarla por completo”.

En el caso de Hamás, me parece que poco le importa el modelo político que exista en el estado hebreo, pues independientemente del gobierno de turno en Tel Aviv, la estrategia genocida ha sido la misma. Y cuando se abrió una puerta a la esperanza, en los años 90, con la firma de los acuerdos de Oslo, el asesinato de Isaac Rabin, a cargo de un judío ultraderechista, frustró la tímida apertura hacia la paz que el pacto entre Yasir Arafat y Rabin representaba, como explica muy bien este artículo

En el caso de Putin, ya he analizado pormenorizadamente en este blog los motivos que llevaron a Rusia a involucrarse directamente en la guerra civil que comenzó en Ucrania en 2014, que poco tienen que ver con el tipo de régimen político de Kiev, y más con quienes lo teledirigen.

Joe Biden calificó de “inversión inteligente” el dinero que pensaba solicitar al Congreso, y subrayó que “nos ayudará a construir un mundo más seguro, más pacífico y próspero para nuestros hijos y nietos”, y simultáneamente “nos ayudaría a mantener a las tropas americanas fuera de peligro”. Por si a alguien le quedaba alguna duda de que Estados Unidos está librando guerras por intermediación, a través de arietes a sueldo, aquí está la confirmación.

Irán reaparece como objetivo de la Casa Blanca

En enero de este año, cuando Antony Blinken hizo un viaje a Israel, en su comparecencia junto a Benjamin Netanyahu ya hizo una referencia expresa a Irán, mentando de paso a Rusia. Entonces, el secretario de Estado afirmó que “Estamos de acuerdo en que nunca se debe permitir que Irán adquiera un arma nuclear, y discutimos la profundización de la cooperación para enfrentar y contrarrestar las actividades desestabilizadoras de Irán en la región y más allá. Así como Irán ha apoyado durante mucho tiempo a terroristas que atacan a israelíes y otros, el régimen ahora proporciona drones que Rusia utiliza para matar a civiles ucranianos inocentes”.

El 14 de octubre, Estados Unidos daba orden de enviar al Mediterráneo oriental un segundo portaviones, con sus correspondientes naves de escolta, con el propósito de “disuadir a Irán o a Hezbolá de unirse al conflicto entre Israel y Hamás”. El 26 de octubre, el secretario de Defensa, Lloyd Austin, comunicaba que el ejército estadounidense había realizado “golpes de autodefensa” contra instalaciones en Siria, supuestamente utilizadas por los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica iraníes, y grupos afiliados. Los ataques estadounidenses eran enmarcados como respuesta a los recibidos por Estados Unidos en las bases que, ilegalmente, mantiene en Irak y Siria.

El último aviso a Irán lo efectuó nuevamente Lloyd Austin, cuando el 28 de octubre declaró ante el Congreso que Estados Unidos se reservaba el derecho a responder a los ataques de sus bases en Siria e Irak, que cifraba en 27, en el momento y lugar que considerara adecuado. Previamente, el portavoz del Pentágono había endosado a Irán la autoría de los ataques.

Estados Unidos le tiene muchas ganas a Irán desde hace décadas. El sitio web del Departamento de Estado sigue rememorando el aniversario de la toma de la embajada estadounidense en Teherán, en 1979, cuando el personal de la delegación fue retenido durante 444 días. Desde esa fecha, Irán ha estado sujeto a un duro régimen de sanciones por parte de Washington.

Captura de pantalla del sitio web del Departamento de Estado

El programa de enriquecimiento de uranio que lleva a cabo Irán ha sido objeto de acusaciones, por parte de Estados Unidos, de esconder las supuestas intenciones de Teherán de hacerse con armamento nuclear. El Plan de Acción Integral Conjunto, ahora suspendido, era un acuerdo, del que se retiró Donald Trump en 2018, para garantizar que el enriquecimiento de uranio se destinara únicamente a fines pacíficos.

Es inquietante el paralelismo con las dudas que sembró Estados Unidos acerca de las supuestas “armas de destrucción masiva” que almacenaba Saddam Hussein, que terminaron siendo acusaciones directas ante la ONU por parte de Colin Powell, ahora sabemos que falsas. Estados Unidos está aprovechando la guerra entre Israel y el brazo armado de Hamás, que es también un partido político, para asociar a Irán con Hamás, aunque el grupo tiene una oficina en Qatar desde 2012. Además, es Qatar quien está negociando la liberación de los rehenes en manos de Hamás. Por algo será.

Sin embargo, existen diferencias fundamentales entre el mundo de hace veinte años y el actual. De entrada, por mucho que se haya esforzado Washington, Irán no está aislado ni mucho menos. Bien al contrario, tiene amigos poderosos. Irán formalizará su entrada en los BRICS el próximo 1 de enero. Desde julio de este año, Irán ya forma parte de la Organización para la Cooperación de Shanghái (OCS). En ambas organizaciones comparte membresía con Rusia y China.

El 26 de octubre, el premier chino, Li Quiang, se reunió con el primer vicepresidente de Irán, Mohammed Mokhber, aprovechando una reunión de la OCS en Bishkek. Una publicación del Ministerio de Asuntos Exteriores de China recoge el encuentro y las declaraciones del premier chino, que no dejan lugar a dudas: “Li Qiang señaló que China, como siempre, apoyará firmemente a Irán en la salvaguardia de la soberanía estatal, la integridad territorial y la dignidad nacional, y se opondrá resueltamente a cualquier interferencia externa en los asuntos internos de Irán”.

Fotografía: Ministerio de Asuntos Exteriores de China

Rusia también le ha advertido a Washington que Irán no está solo. El 27 de octubre, una delegación de Hamás, encabezada por Mussa Abu Marzouk, al frente de las relaciones internacionales del grupo, se reunió en Moscú con el vicecanciller de Irán, Ale Bagheri Kani. Ambas delegaciones conversaron sobre la situación en Palestina y se entrevistaron con el viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Mijail Bogdanov.

Titular de la agencia de noticias AP.

La Unión Europea desaparece como actor geopolítico en el tablero mundial

El alineamiento de la Unión Europea con los planteamientos de Estados Unidos en Ucrania, aun a costa de ver gravemente perjudicados sus intereses, ya había puesto de manifiesto el papel subordinado a Washington por el que habían optado las grandes capitales europeas, sin excepción. Al haber supeditado su política exterior a la de la Casa Blanca, el resto de los actores geopolíticos del mundo han optado, con pragmático criterio, por ignorar al vasallo y preferir al señor feudal a la hora de dialogar, llegado el caso.

El 16 de octubre, Josep Borrell venía a reconocer este hecho en su viaje a Pekín, cuando se preguntaba por qué China no se tomaba en serio a la Unión Europea. Estas fueron sus palabras, muy reveladoras del papel que le ha quedado a Bruselas: «Europa toma a China muy, muy en serio. (…) También esperamos que se nos considere no a través de la lente de nuestra relación con los demás, sino a través de nosotros mismos». Ahondando en su patetismo, Borrell remachaba que “Desde la guerra en Ucrania, Europa se ha convertido en una potencia geopolítica. Queremos hablar con China con este enfoque”.

Lo que ha ocurrido es evidentemente lo contrario. La Unión Europea ha perdido una oportunidad de oro para marcar una posición autónoma frente a la que le venía impuesta desde Washington. En lugar de ello, la ministra de Asuntos Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, trataba de justificar recientemente la desconexión de las fuentes de energía rusa, que han alimentado la industria de su país desde hace décadas: Si comercias con Rusia, es dependencia. Si lo haces con Estados Unidos, es libertad, según recogía el economista Michael Hudson en Geopolitical Economy Report.

Mimetizando la posición estadounidense, la presidenta de la Comisión Europea se apresuró a viajar a Israel, junto a la presidenta del Parlamento Europeo, para mostrar su inequívoco apoyo al gobierno sionista. En esta ocasión, Úrsula von der Leyen se pasó de la raya. Josep Borrell tuvo que llamarle la atención públicamente, señalando que “la política exterior común de la Unión Europea es una política intergubernamental, no es una política comunitaria”.

Ursula von der Leyen y Roberta Metsola en Israel. Fotografía: BEA BAR KALLOS / EUROPA.EU

En la votación de una resolución de la ONU,  celebrada el 27 de octubre, que abogaba por “una tregua humanitaria inmediata, duradera y sostenida que conduzca a un cese de las hostilidades”, hubo de todo por parte de los países europeos: votos a favor, en contra, y abstenciones. A la vista de la tragedia que está ocurriendo en Palestina, hay que tener mucho valor para votar en contra de esta propuesta, como hicieron obviamente Estados Unidos e Israel, pero también Austria, Croacia o Chequia.  La Unión Europea está ofreciendo una pésima imagen de desunión en Naciones Unidas. Luego a sus élites les extraña que no les tomen en serio.