23 de febrero de 2022
Para entender las razones por las que Rusia ha terminado por reconocer a las repúblicas autoproclamadas de Donetsk y Lugansk, tras el incumplimiento reiterado y contumaz por parte de Ucrania de los acuerdos de Minsk, que firmó hace 8 años, y tras 14.000 víctimas en Donbass, la mayoría civiles, tenemos que empezar por lo que ocurrió en el Maidán. Desde que comenzaron las protestas contra el gobierno de Víktor Yanukóvich, en 2013, los principales instigadores fueron dos partidos de extrema derecha, Svoboda y Pravy Sektor. Desde entonces, han sido los sectores nacionalistas más radicales quienes, sin ser mayoritarios, han conseguido marcar la línea política a los sucesivos presidentes que ha tenido Ucrania desde que Víktor Yanukóvich emprendiera la huida en un todoterreno, con los faros apagados, porque tras el golpe de estado que le derribó iban a por él.
Con una población dividida en torno hacia dónde debía bascular Ucrania, si hacia la Unión Europea, firmando un tratado de asociación con la UE, o hacia el este, integrándose en la Unión Aduanera Euroasiática, impulsada por Rusia, Víktor Yanukóvich estimó que el tratado que le proponía la Unión Europea era perjudicial para los intereses del país, y no lo firmó, porque hubiera significado abrir las puertas de par en par a los productos de la Unión Europea, mientras que los productos ucranianos no eran competitivos en ese mercado, entre otras razones.
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