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Por qué Putin colabora en el teatro de la mediación de Trump

8 de diciembre de 2025

Putin le echa el primer cable a Trump en Estambul

Vladímir Putin ya le había echado un cable a Donald Trump en mayo, como analicé en este artículo. Para sacarlo de la encerrona preparada por Keith Kellogg – que abandonará su puesto en enero – y los neoconservadores de Estados Unidos y Europa, el presidente ruso ofreció abrir conversaciones directas con Ucrania en Estambul. Trump se aferró a la propuesta porque le permitía esquivar el marco impuesto por los neoconservadores: exigir a Rusia un alto el fuego de 30 días antes de negociar nada, e imponer “sanciones aplastantes” a Moscú y a terceros países si rechazaba el ultimátum.

Trump no estaba dispuesto a aceptar ese planteamiento. Sabía que Rusia rechazaría el alto el fuego y que las sanciones de “jurisdicción de brazo largo”, como las califica China, iban a ser desafiadas por Xi Jinping y Narendra Modi, dejando en evidencia la supuesta capacidad de presión estadounidense. Rusia, además, no tenía motivo alguno para detener su avance en el frente: va ganando, y una tregua sólo daría aire al debilitado ejército ucraniano y a sus desfondados aliados europeos.

Al atribuirse el papel de mediador en un conflicto cuyo desencadenante siempre atribuyó a Joe Biden e, incluso, a la expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas, desafiando la narrativa occidental, Donald Trump se colocaba en el medio de un enfrentamiento, cuando en realidad es uno de los contendientes. Hasta Marco Rubio ha reconocido que la guerra en Ucrania es de carácter “proxy”, o por intermediación, entre Estados Unidos y Rusia, y que hay que ponerle fin. Porque Washington ha perdido, añado yo, aunque eso Rubio no lo dijo en la entrevista en Fox News.

El Kremlin afirma que la visión de Rubio sobre el conflicto de Ucrania como una guerra indirecta entre Estados Unidos y Rusia coincide con la de Putin.

Putin se dio cuenta de que Trump intentaba abandonar el descabellado proyecto de derrotar a Rusia para esquilmar sus recursos, así que decidió echarle un cable, porque vio la oportunidad de que el nuevo presidente de Estados Unidos abandonara un proyecto en gran medida bipartidista.  El golpe de Estado del Maidán se produjo en 2014, cuando Barack Obama era el presidente, aunque el plan era transversal, pues contó con el apoyo entusiasta de notorios republicanos, como John McCain, que viajó a Kiev en 2014, y Lindsey Graham, que sigue haciéndolo.

Putin está dispuesto a pasar por alto la notoria contradicción que supone la admisión del carácter «proxy» de la guerra en Ucrania por parte de Marco Rubio, y la actitud de su jefe al presentarse como mediador, porque piensa que le viene bien hacerlo. Por cierto, el secretario de Estado estuvo notoriamente ausente de dos reuniones clave: la última de los ministros de Asuntos Exteriores de miembros de la OTAN, y la que mantuvieron Steve Witkoff y Jared Kushner con Putin, durante 5 horas, en Moscú. ¿Estuvieron 5 horas hablando de Ucrania, o trataron otros temas?

Los motivos por los que Rusia colabora en la escenificación de Trump

Hay motivos adicionales por los que Rusia ha aceptado entrar en esa dinámica, siendo evidente que Estados Unidos está instigando el enfrentamiento desde la revolución naranja de 2004.  Lo primero que hay que señalar es que, de haber ganado las elecciones la candidata demócrata, el restablecimiento del diálogo con Rusia no se habría producido. Kamala Harris habría seguido los pasos de Joe Biden, que para eso pretendían ponerla en la Casa Blanca, repitiendo la cantinela de “as long as it takes” (tanto tiempo como haga falta). Un latiguillo que, de hecho, siguen coreando las élites europeas, comenzando por la propia Úrsula von der Leyen.

Con todos sus defectos, que son innumerables, deleznables y apoteósicos en otros ámbitos de la política exterior, Donald Trump está mostrando unas dosis de realismo sorprendente cuando nos ceñimos a la carpeta de Ucrania. Una posición que no casa con su actitud soberbia, rasgo inherente a todos los presidentes estadounidenses, aunque menos desacomplejado en el caso de Trump. Y ese realismo comienza por asumir que Ucrania está perdiendo la guerra: “No tienes las cartas”, le espetó a Zelenski cuando éste se puso chulito en febrero en la Casa Blanca, y J.D. Vance y el propio Trump le pararon los pies.

Trump: Zelenski “no tiene cartas”, “no debería estar en reuniones” con Rusia. 21 de febrero de 2025.

Rusia se ha dado cuenta de ese giro, que denota que Trump está buscando una salida de Ucrania salvando la cara, y esa es la primera razón por la que está colaborando en el teatrillo del “mediador”. La segunda es que Putin preferiría tener unas relaciones con Estados Unidos donde hubiera más cooperación que enfrentamiento.

Rusia lleva casi cuatro años en guerra. Putin no tiene ningún inconveniente en alcanzar los objetivos fijados en la “operación militar especial” en una mesa. Así lo ha declarado. Si la escenificación de un proceso de negociación donde su contrincante real aparece como mediador le facilita conseguir sus objetivos y abandonar las armas, Putin está dispuesto a explorar esa posibilidad, aunque no debemos soslayar las desconfianzas que alberga el Kremlin respecto a la fiabilidad de su interlocutor, y el cumplimiento de un hipotético acuerdo.

Tanto Putin como Trump son conscientes del trampantojo que representa el papel de mediador que se atribuye el presidente estadounidense. Si Trump realmente quisiera acabar con la guerra en Ucrania, lo tendría muy fácil: bastaría con que cortara de golpe toda ayuda militar y de inteligencia. Aunque desde enero Estados Unidos no financia directamente al gobierno de Kiev, sigue proporcionando armas a Zelenski, a través de los países europeos que se las compran. También continúa amagando con dejar de facilitar información de inteligencia a Ucrania, pero sigue haciéndolo. Si Trump desenchufara a Ucrania, caería en cuestión de semanas.

Trump no lo hace por dos motivos: el primero, porque a pesar de toda su fanfarronería, carece de coraje político para hacerlo. No se atreve a enfrentarse a los neoconservadores y su panoplia de palancas de poder en los distintos estamentos institucionales. Por no hablar de los dos intentos de asesinato que ha sufrido. El segundo, porque sus adversarios políticos, en casa y en Europa, le iban a echar la culpa de la caída de Ucrania, de la derrota de la democracia frente al autoritarismo, y toda esa matraca. Así que Trump está buscando una manera de evitar que le responsabilicen del colapso. Lo tiene difícil, pero lo está intentando.

Europa lucha por hacerse con un puesto en la mesa de negociación

Aunque los europeos están luchando a brazo partido por hacerse con un sitio en la mesa de negociación entre las dos potencias, fundamentalmente para reventarla, parecen lejos de conseguirlo. El desprecio de Trump por la Unión Europea y sus líderes, que apoyaron a su contrincante en las elecciones presidenciales, es manifiesto. El de Putin es asimismo patente. En este caso, las élites europeas se lo han ganado a pulso, desde el momento en que se alinearon con los objetivos de Biden: destruir a Rusia, y fragmentarla en unidades administrativas más manejables, para mejor saquear sus recursos. 

Así pues, tanto Trump como Putin carecen de interés en que los europeos participen en las negociaciones. Ambos son plenamente conscientes de que el único interés de las élites europeas para auparse a un sitio en la mesa es el de reventar cualquier posibilidad de solución pacífica del conflicto.

Las recientes filtraciones de conversaciones entre líderes europeos lo demuestran: Macron advierte de que Trump “podría traicionar” a Ucrania, mientras el presidente de Finlandia, Alexander Stuub, comenta que “No debemos dejar a Ucrania y a Volodimir solos con estos muchachos”, en referencia a Steve Witkoff y Jared Kushner, el nuero de Trump, que están ejerciendo de diplomáticos.

Macron advirtió de que Estados Unidos podría “traicionar” a Ucrania en una llamada filtrada entre líderes, informa Spiegel. Politico, 4 de diciembre de 2025.

Uno de los principales objetivos que motivó la creación de la OTAN fue impedir, a toda costa, que surgiera una alianza estratégica entre la parte occidental del continente europeo y la vasta Rusia. El primer secretario general de la OTAN, Lord Ismay, dijo que el objetivo de la Alianza era “mantener a los rusos fuera, a los estadounidenses dentro y a los alemanes abajo”. Hasta hace poco, esa cita se podía leer en el propio sitio web de la OTAN. Aunque ya ha sido eliminada, se puede consultar en este enlace de archivo.

Mantener a los rusos fuera, a los estadounidenses dentro y a los alemanes abajo. ¿Cómo lo está haciendo la OTAN?

A pesar de ello, desde los años 70, Europa occidental, singularmente Alemania Federal, y Rusia llegaron a acuerdos para que Rusia le suministrara gas natural a través de gasoductos, proporcionándole la energía abundante, próxima y barata que Europa necesitaba para prosperar. La voladura de los gasoductos Nord Stream se enmarca en la estrategia de Estados Unidos de dinamitar, literalmente, ese esquema, que fue tan beneficioso para ambas partes.

Teniendo en cuenta que la guerra provocada por la OTAN en Ucrania ha volado todos los puentes entre Bruselas, Londres y Moscú, podemos colegir que uno de los objetivos estratégicos de Estados Unidos se ha cumplido: las perspectivas de que Europa y Rusia reanuden sus relaciones en unos términos mínimamente civilizados son nulas, al menos en el corto y medio plazo.

Una vez cumplida esa misión, Estados Unidos puede optar por darse por satisfecho en lo que a Europa respecta: su economía está destruida y sin visos de poder recuperarse, al carecer de la energía barata necesaria para hacerlo. Así pues, la derrota en Ucrania, que es ya una cuestión de tiempo, no sería tan amarga. Washington no ha conseguido destruir a Rusia, pero sí ha eliminado las posibilidades de la Unión Europea de convertirse en un competidor geopolítico.

Como botón de muestra, baste señalar que los países bálticos, los más aguerridos verbalmente contra Moscú, ya han pedido el “rescate” a la Unión Europea a causa de las sanciones a Rusia. Bruselas se ha limitado a darles buenas palabras, porque hasta que no se apruebe el próximo presupuesto, en 2028, dinero no va a haber. Y entonces, ya veremos.

Los países bálticos quieren un rescate de la UE después del efecto inverso de las sanciones a Rusia – Politico. Irish Sun, 27 noviembre de 2025.

Trump ha optado por seguir la máxima del obispo de Troyes frente a Atila: “Si no puedes con tu enemigo, únete a él”. La estrategia de presentarse como mediador le está permitiendo restablecer la comunicación con Rusia para, ulteriormente, llegar a acuerdos comerciales, en el terreno de la energía o explotando el Ártico. Al fin y al cabo, Trump es un hombre de negocios.

Por si quedaba alguna duda del giro de Trump, la última edición de la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, publicada en noviembre, afirma literalmente lo siguiente: Es un interés central de los Estados Unidos negociar un cese expeditivo de las hostilidades en Ucrania, (…) prevenir una escalada o expansión no deseada de la guerra y restablecer la estabilidad estratégica con Rusia”. Lo que viene a ser un reconocimiento de que Rusia ha ganado la partida en Ucrania y toca recomponer los puentes con Moscú. Trump está apostando por el caballo ganador, y aunque el titular del Wall Street Journal es hiperbólico, no es de extrañar que los europeos estén hiperventilando…

EE. UU. da un giro a la historia al presentar a Europa —no a Rusia— como el villano de su nueva política de seguridad. Wall Street Journal, 5 de diciembre de 2025.

Tras esta declaración de intenciones por parte de Trump, a Rusia también le interesa recomponer las relaciones con Estados Unidos. Al fin y al cabo, junto con China, con quien Rusia ya mantiene una asociación estratégica a todos los niveles, los tres países conforman las tres principales potencias económicas y militares del planeta. El restablecimiento de unas relaciones donde primara la cooperación sobre el enfrentamiento, y el comercio sobre las restricciones, favorecería el progreso económico de las tres.

Rusia ha demostrado una gran resiliencia frente a las sanciones, pero es evidente que no le importaría librarse de las impuestas por Estados Unidos. En relación con las procedentes de la Unión Europea, Putin intuye que han llegado para quedarse, pero le molestan menos, porque están dañando mucho más a sus promotores que a su país. Así que esos “imbéciles”, como llegó a calificarles, pueden seguir cavando su propia tumba.

Europa encadena su destino al de Ucrania

A causa de sus erróneas decisiones, Europa es un actor irrelevante en el tablero mundial, porque se encuentra aislada. Putin está firmando acuerdos multimillonarios con Xi Jinping y Narendra Modi, mientras la Unión Europea sigue cavando su tumba con el paquete número 20 de sanciones bumerán. En lugar de virar el trasatlántico, como está intentando Donald Trump, y tratar de restablecer las relaciones con Rusia, por muy complicado que eso resultara ahora mismo, la UE está empeñada en ligar su destino al de Ucrania. Lo cual es garantía de un naufragio del calibre del Titanic.

Europa reclama insistentemente un puesto en la mesa de negociación entre los grandes, pero si de veras quisiera alzarse con un lugar en el tablero geopolítico, lo que debería hacer no es dirigirse a Estados Unidos, su patrón, implorando aunque sea una banqueta en la mesa, sino tratar de emanciparse. Para eso, Europa necesitaría llamar al Kremlin, con la esperanza de que le cogieran el teléfono, para intentar restaurar el diálogo.

A pesar de la rusofobia que profesan los principales líderes nacionales europeos y los burócratas de Bruselas, desde Keir Starmer hasta Kaja Kallas, los rusos son muy prácticos. En octubre de 2022, Putin afirmó que Rusia estaba dispuesta a volver a suministrar gas a Europa a través de los gasoductos Nord Stream, un mes después de su voladura. Conviene recordar que Europa sigue comprando gas a Rusia, sólo que licuado, mucho más caro que el que venía por tubería, y que va a seguir haciéndolo, al menos, hasta el otoño de 2027.

La UE tiene un discurso duro sobre el GNL ruso, pero compra más que nunca en 2025. High North News, 30 octubre de 2025.

Si las élites europeas mostraran propósito de recomponer las relaciones, los rusos quizás se avendrían a reanudar el diálogo. Pero los europeos deberían hacerlo rápidamente, antes de que Ucrania termine de colapsar militar y políticamente, y no les quede ni siquiera esa sobada carta con la que jugar, cuyo valor desciende día a día.

Sin embargo, para que tal escenario se produjera, debería haber un reemplazo de las actuales élites. Con las que están al cargo hoy, tal giro resulta impensable. Úrsula von der Leyen y su patulea no sólo no se plantean un giro en su estrategia de enfrentamiento, sino que siguen dándole vueltas al robo de los activos rusos que Euroclear, con sede en Bruselas, mantiene en custodia, “congelados”, con el propósito de prolongar la guerra.

Estados Unidos y el Banco Central Europeo se han mostrado en contra de la apropiación. El Fondo Monetario Internacional también ha advertido “que cualquier acción relacionada con el uso de los activos inmovilizados de Rusia debe respetar el derecho internacional y nacional y no socavar el funcionamiento del Sistema Monetario Internacional”. Verde y con asas.

Ucrania necesita al menos 90.000 millones de euros para cubrir dos tercios de su presupuesto en los próximos dos años, arguye la reina de Bruselas para justificar el latrocinio. Como reseñé en el artículo anterior, tanto el gobierno belga como la directora de Euroclear se niegan a abrirles la puerta a los ladrones, por más que Úrsula von der Leyen anuncie supuestos acuerdos para consumar el atraco, que distan de haberse materializado, dada la firme oposición belga.

Además de planear un robo multimillonario, que destrozaría la reputación de Europa y el valor de su moneda, asistimos a una escalada verbal por parte de un alto mando europeo de la OTAN, amenazando con adoptar una postura más agresiva frente a Moscú, incluso con la posibilidad de lanzar “ataques preventivos” contra Rusia.

La OTAN considera acción “preventiva” contra los ataques híbridos de Rusia. The Independent, 2 de diciembre de 2025.

El presidente ruso no ha tardado en responder a estas amenazas: ha advertido que en caso de que Europa desate una guerra contra Rusia, la respuesta a la agresión no sería “quirúrgica”, como califica la actuación del ejército ruso en Ucrania, en el marco de lo que Moscú denomina “operación militar especial”.

Que no se piensen las élites europeas que Putin iba a enviar a sus soldados a una guerra de trincheras en la frontera polaca. Que no se hagan líos. Las palabras de Putin no ofrecen ninguna duda: la respuesta rusa a una agresión directa por parte de Europa sería devastadora.

No parece que Estados Unidos saliera al rescate en tal caso. Oficiales del Pentágono transmitieron a diplomáticos europeos en Washington que deberán hacerse cargo de las capacidades de defensa convencionales de Europa en la OTAN en 2027, como fecha límite. Después de décadas sufragando la parte del león, Estados Unidos está traspasando la factura de su defensa a Europa. Habría que ver lo que queda del artículo 5, el que estipula la mutua defensa, en caso de ataque…

Ucrania se desmorona mientras pretende imponer su agenda con ayuda de los europeos

Se suceden las caídas de ciudades estratégicas en la línea del frente – Pokrovsk, Kupiansk, Volchansk – que están abriendo la puerta a que el ejército ruso llegue al río Dnieper, arteria de la economía ucraniana. A partir de ahí, todo es campo hasta Kiev, no hay líneas de defensa. Desde enero, Trump ha cortado el grifo de los dólares. En cuanto a las armas que Biden regalaba a Zelenski, ahora es Europa quien debe comprarlas al complejo militar industrial estadounidense para enviarlas a Kiev. El ejército ucraniano tiene un serio problema para reponer las bajas. En el frente, las perspectivas son muy sombrías para Ucrania: el secretario del ejército de Estados Unidos advierte de una “derrota inminente”.

El secretario del Ejército de EE. UU. advirtió a Ucrania de una derrota inminente mientras impulsaba un plan de paz inicial. NBC News, 26 de noviembre de 2025.

Los casos de corrupción afectan al círculo más próximo a Zelenski. Su jefe de gabinete y mano derecha, Andriy Yermak, renunció después de que la oficina anticorrupción (NABU) efectuara registros en su domicilio, al día siguiente de una entrevista en la que afirmó que Ucrania no iba a ceder ni un ápice en términos de territorio. En los domicilios de los corruptos en Kiev aparecen paquetes con millones de dólares a estrenar, con sellos de la Reserva Federal, y hasta un inodoro de oro

Europa es incapaz de proporcionar el flujo de dinero necesario para sostener económicamente al gobierno de Ucrania, que se aproxima a la quiebra. Por eso apuesta por robar los activos rusos, porque de otro modo tendría que convencer a la ciudadanía europea de que hay que subir los impuestos, suprimir prestaciones sociales, o endeudarse, para enviar dinero al corrupto gobierno de Zelenski. Europa tampoco dispone de armamento suficiente con el que compensar el que ya no llega de Estados Unidos, cuyos arsenales también están perjudicados tras más de tres años de guerra.

Con el ejército al borde de la desbandada, el país a punto de la quiebra, y con sus aliados europeos sin dinero para financiar el fallido Estado ucraniano, Zelenski y las élites europeas encima se creen en la posición de dictar los términos de un acuerdo que resulte favorable a Ucrania y castigue a Rusia por la agresión. El nivel de delirio, de negación de la realidad, alcanza tintes patológicos.

Europa a Trump: tu plan de paz para Ucrania no es ningún plan. Politico, 20 de noviembre de 2025.

El plan estadounidense de 28 puntos para tratar de poner fin al conflicto en Ucrania, del que existen varias versiones, ha sido supuestamente reducido a 19, tras conversaciones con Zelenski y los europeos, para aproximarlo a los intereses ucranianos. A Trump no le importa hacer concesiones sobre el papel a Zelenski y sus titiriteros, porque sabe que Rusia no va a aceptarlas. Cuando llegue la negativa rusa, Trump podrá echarle la culpa a Ucrania por tratar de conseguir un acuerdo sin el respaldo de la situación en el frente: le acusará, con razón, de falta de realismo.

Si Ucrania rechaza la mediación estadounidense, Trump tendrá las manos libres para retirarse, sobre lo que ya ha amagado en el pasado, y dejar que la contienda se resuelva en el campo de batalla. Este es el escenario más probable, según estima John Mearsheimer. Acertadamente, porque las posiciones de Ucrania y Rusia son irreconciliables y el Kremlin no puede renunciar a sus objetivos, que considera imprescindibles para evitar la amenaza existencial que supondría una derrota. Además, Rusia está en posición de conseguirlos por la vía militar. Hace bien Estados Unidos en recomendar a Ucrania que firme un acuerdo, lo antes posible, porque cada día que pasa, Zelenski estará en peor posición para hacerlo.

En cuanto al futuro de Ucrania, en el mejor de los casos quedaría como un Estado residual, aunque yo creo que Rusia no puede consentir que en Kiev queden los rescoldos para que los europeos, ya sin Estados Unidos, pretendan prorrogar el conflicto, alimentando los restos del naufragio.

Rusia necesita desactivar, de la manera lo más efectiva posible, la posibilidad de que Ucrania vuelva a ser utilizada por occidente como un ariete para destruirla. Así que lo más lógico es que intente una operación de cambio de régimen, para asegurarse de que quienes detenten el poder en Kiev sean refractarios a toda veleidad de volver a las andadas.

En cuanto a Zelenski, si no lo asesinan sus compatriotas neonazis tras la derrota, podría acabar exiliado en Londres. Desde allí, junto al MI6, podría continuar una guerra sucia contra Rusia. Europa podría tener la tentación de apadrinar un gobierno ucraniano en el exilio, para seguir financiando una operación menos costosa que una guerra convencional. En cuyo caso, habría que esperar la respuesta del Kremlin al hostigamiento. De una cosa estoy seguro: en ningún caso sería quirúrgica. 

Europa recurre al belicismo, la censura y el autoritarismo para tapar su desastre estratégico

17 de noviembre de 2025

Las élites europeas pisotean los valores que afirman defender

Desde su inicio, los ideólogos de la guerra contra Rusia en Ucrania enmarcaron su embestida como un conflicto entre las democracias y el autoritarismo, encarnado por el nuevo malvado de turno, Vladímir Putin. Hoy en día, siguen haciéndolo, presentando al gobierno de Kiev como epítome de la defensa de la democracia, a pesar de todos los hechos en contra que lo desmienten: ilegalización de partidos, hipercontrol estatal de los medios de comunicación, y un lodazal de corrupción que apunta al entorno más próximo al propio Zelenski, que sigue aferrado al poder más allá del límite de su mandato, sin convocar elecciones.

Al peón todo se le permite. Para eso está poniendo, literalmente, toda la carne de sus compatriotas en el asador. Aquí empieza la traición de las élites europeas a los valores que afirman defender. Para sostener el relato del conflicto entre las democracias y los regímenes autoritarios, entre los que, aplicando un doble rasero, se añade a conveniencia a China, Corea del Norte o Irán, pero se excluye a las petromonarquías o a exterroristas aupados al poder, como Al Jolani en Siria, las élites europeas deberían velar por que Zelenski guardara medianamente las formas. No es el caso.

La estrategia de los países europeos que siguen apoyando al gobierno de Zelenski, que no son todos, pasa por mirar para otro lado cuando el gobierno de Ucrania secuestra a sus ciudadanos para enviarlos al frente – una práctica conocida como “busificación” –, o condecora a militares que lucen simbología nazi, o aparecen maletas llenas de dólares en los domicilios de personas vinculadas al presidente de Ucrania, la más cercana previamente avisada de la inminente intervención policial, para que le diera tiempo a salir del país.

Una investigación por corrupción sacude al gobierno ucraniano. New York Times, 10 de noviembre de 2025.

La actitud de las élites europeas revela que su relato se apoya en una retórica que los hechos contradicen. La falacia no sólo se desmonta en Kiev, sino también en Bruselas, y en el resto de las capitales europeas que, como Alemania, redoblan su apoyo al gobierno de Ucrania, mientras destruyen los valores europeos cuya supervivencia, supuestamente, se está ventilando en la línea del frente.

La ofensiva contra los presuntos cimientos sobre los que se construye esa fallida, sesgada y sólo aparente Unión Europea la estamos presenciando día a día.

Censurar las opiniones en las redes sociales contrarias a los dictados de Bruselas, tirando de clichés como la necesidad de luchar contra la desinformación, o contra las injerencias extranjeras, no es fortalecer la democracia, sino minar la libertad de expresión, una de las bases fundamentales en las que dicen apoyarse los sistemas políticos occidentales. Denominar a la operación “Escudo de la democracia” es otro ejemplo del lenguaje orwelliano que se gastan en Bruselas.

La UE planea crear un centro para combatir la amenaza de la desinformación procedente de Rusia y otros países. The Guardian, 7 de noviembre de 2025.

Despedir a periodistas por hacer preguntas incómodas, que ponen de manifiesto el doble rasero de las instituciones europeas a la hora de juzgar el comportamiento de Rusia y el de Israel, y la disparidad de respuestas que ambas conductas provocan por parte de la burocracia europea, tampoco encaja con la defensa de la libertad de expresión, sino con un autoritarismo rancio y visceral.

Un periodista preguntó por qué Israel no está pagando la reconstrucción de Gaza. Le costó el trabajo. The Intercept.

Otorgar más poder a la Comisión Europea, un órgano burocrático designado al margen de la ciudadanía, mediante componendas en despachos por parte de una fracción de las élites, impulsando el centralismo, en detrimento de la autonomía de las regiones, y socavando la soberanía de los estados miembros, está en las antípodas de una construcción democrática de la unidad europea. Tal es así que, hasta el Parlamento Europeo, ese remedo de cámara de representación con exiguas competencias, ha puesto pie en pared frente al último intento centralista de la reina de Bruselas.

El Parlamento de la UE advierte a von der Leyen: Cambia el presupuesto o lo rechazaremos. Politico, 28 de octubre de 2025.

La colaboración de agencias de inteligencia occidentales con los servicios secretos ucranianos en el diseño de atentados terroristas, o en el entrenamiento en técnicas de tortura, tampoco parece compatible con los valores europeos. Obstaculizar la investigación sobre la voladura de los gasoductos Nord Stream, rechazando la extradición de un acusado – aunque a estas alturas está clarísimo quién fue el autor intelectual del mayor atentado contra infraestructuras energéticas europeas – , tampoco es para colgarse medallas en la defensa del imperio de la ley y el estado de derecho, otros de los supuestos valores de los que se vanaglorian las élites europeas para justificar su superioridad moral.

Plantear la confiscación de los activos rusos “congelados”, saltándose toda la legalidad internacional, y pagar a un ejército de abogados para que busquen fórmulas con las que legalizar el latrocinio, tampoco parece cuadrar con la defensa del “orden basado en reglas”. Otra de las cantinelas que repiten incansablemente las élites a uno y otro lado del Atlántico, que los hechos vacían de un contenido ya de por sí indefinido y maleable a conveniencia. O lo que viene a ser lo mismo: inexistente.

El belicismo es el nuevo valor europeo con que las élites tratan de esconder su fracaso

El belicismo es el eje transversal sobre el que Úrsula von der Leyen y sus elegidos se están apoyando para “fortalecer la democracia”, cuando en realidad su objetivo es destruirla, pasando por encima de la voluntad popular, junto a los restos del estado del bienestar que todavía subsisten, a pesar de las sucesivas andanadas de los gestores al cargo de cada país.

La Comisión Europea tiene la intención de presentar, el 19 de noviembre, un documento sobre la movilidad militar en la Unión Europea, que equivaldría a un “Schengen militar”, en una coyuntura en la que varios países miembros han reinstaurado los controles fronterizos de personas. El proyecto prevé incrementar la eficiencia a gran escala del movimiento de equipos, personal y suministros militares a través de las fronteras intracomunitarias, para lo que vendría dotado de propuestas legislativas. El plan ha sido elaborado en colaboración con la OTAN.

Plan de movilidad militar de la Unión Europea. Comisión UE + Colaboración OTAN.

Este plan no ha surgido de la noche a la mañana. En la Unión Europea se lleva hablando desde hace tiempo de la necesidad de invertir en corredores de transporte aptos para el doble uso, civil y militar, según recoge este informe de un seminario celebrado en Gante (Bélgica), en febrero de 2024. En el documento se subraya la necesidad de dotar de presupuesto a este tipo de iniciativas, precisando, eso sí, que las políticas relativas al transporte del material militar y del personal asignado deben orientarse hacia “una movilidad más limpia, ecológica e inteligente”. En el lenguaje orwelliano de Bruselas, hasta mover armamento a lo largo y ancho de Europa va a resultar ecológico.

Corredores de transporte europeos susceptibles de ser mejorados para facilitar su doble uso. Fuente: Comisión Europea, Dirección General de Movilidad y Transporte.

El 3 de marzo de 2021, el CEPA, (Center for European Policy Analysis) un gabinete de estudios con sede en Washington, financiado entre otros por industrias de armamento estadounidenses, ya proponía un proyecto para incrementar la eficiencia de la movilidad de los equipos militares y las tropas en el continente europeo. Dicho y hecho. La obediente Unión Europea, siempre dócil ante las sugerencias que le llegan desde Washington, se ha puesto manos a la obra.

El Proyecto de Movilidad Militar de CEPA. Moviendo montañas para la defensa de Europa.

Las montañas a las que se refiere CEPA son de dinero. El plan de Úrsula von der Leyen para rearmar Europa contempla el objetivo de sacar 800.000 millones de las depauperadas arcas de los miembros de la Unión Europea, usando tres fórmulas:

  1. Permitir a los países activar la cláusula de escape del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Es decir, saltarse los límites autoimpuestos en lo referente al déficit público (3% del PIB) y la deuda pública (60% del PIB).
  2. Lanzamiento de un instrumento de préstamo de 150 000 millones de euros para ayudar a los países a invertir en áreas militares clave, como la defensa antimisiles, los drones y la ciberseguridad. Los fondos se captarán en los mercados de capitales, según la Comisión.
  3. Ampliación de la financiación por parte del Banco Europeo de Inversiones a proyectos militares y de seguridad. La Comisión pretende que el BEI “acelere la unión de ahorro e inversión para movilizar capital privado, de modo que la industria de defensa europea no dependa exclusivamente de la inversión pública”.

En resumen, el plan de la Comisión consiste en endeudar a Europa hasta las cejas para financiar una escalada belicista contra Rusia. No se entiende muy bien cómo es posible que, después de imponer el austericidio a sangre y fuego, como ocurrió con Grecia en 2015, ahora Bruselas se olvide de sus rígidas normas fiscales para entrampar a Europa en una espiral de endeudamiento con fines militares. Bueno, en realidad, se entiende perfectamente. 

La Comisión sostiene que “El pleno aprovechamiento de estas herramientas financieras tendrá efectos positivos para la economía y la competitividad de la UE. Esto incluye la construcción de nuevas fábricas y líneas de producción, esenciales para la generación de empleo de calidad en Europa”. La Comisión olvida matizar que esas nuevas fábricas y líneas de producción tendrán carácter militar.

A la industria tradicional europea – automoción, siderurgia, química – ya se han encargado de laminarla incrementando los costes de la energía, al sustituir la procedente de Rusia por la de otros proveedores, como Estados Unidos, mucho más caros. ¿Cómo espera la Comisión que la industria militar europea sea competitiva con esos costes incrementados? ¿Por qué nadie habla del motivo de la subida de los costes energéticos?

Plan ReArmar Europa/Preparación 2030: el plan para financiar la defensa de la UE.

Como analicé en un artículo anterior, poco importa que la supuesta amenaza rusa con la que las élites europeas pretenden justificar esta escalada armamentística exista solo en las mentes calenturientas de quienes la dirigen. Lo importante es fabricar una coartada que permita tapar con belicismo el fracaso estratégico de su apuesta por una derrota de Rusia que no se va a producir, sino que, además, está provocando la destrucción de la economía de la Unión Europea.

La prolongación del conflicto en Ucrania es el principal objetivo

En un artículo publicado en julio, reseñé que la Unión Europea se estaba planteando conceder un préstamo de 100.000 millones de euros a Ucrania. Como quiera que Estados Unidos ha cortado las inyecciones financieras directas al gobierno de Kiev, y la economía de Europa está sufriendo los estragos provocados por sus élites, con Alemania sufriendo la recesión más larga desde la Segunda Guerra Mundial, en Bruselas se están rebuscando los bolsillos para seguir sufragando la guerra contra Rusia en Ucrania, pero sólo encuentran telarañas.

Producción de la industria manufacturera de Alemania. Fuente: Oficina Federal de Estadística.

Por eso las élites europeas siguen dándole vueltas a la idea de apropiarse directamente de los activos rusos, para usarlos como garantía de un “préstamo de reparaciones”  al gobierno de Kiev, por valor de 140.000 millones de euros. El asunto comienza mal desde el mismo nombre del préstamo, que se presenta como una inyección de efectivo con el que reconstruir un país que está actualmente en guerra. En eso consisten las “reparaciones”. El objetivo obviamente es bien distinto: seguir alimentando la contienda.

El plan continúa peor, porque el esquema que plantea la Comisión es que Rusia termine pagando ese préstamo, merced a las reparaciones con las que deberá correr cuando acabe el conflicto. No obstante, la Comisión pasa por alto el pequeño detalle de que las reparaciones siempre las paga el perdedor, y no parece que Rusia esté perdiendo la guerra.

El latrocinio a gran escala que plantea la Comisión ha chocado con la negativa de varios países, especialmente con el de Bélgica, sede de Euroclear, la cámara de compensación que alberga los activos rusos “congelados”. Su directora ha avisado de que, si se produce la confiscación, Euroclear se está planteando demandar a la Unión Europea. Alemania, Francia e Italia también se oponen.

Ante este rechazo, Bruselas ha advertido que la continuidad del apoyo del Fondo Monetario Internacional a Ucrania, controlado por Estados Unidos, depende de que la Unión Europea apruebe el “préstamo de reparaciones”. La Comisión ha conminado a los miembros a apropiarse de los activos rusos, ya que, en caso contrario, la Unión Europea debería afrontar un pago anual de 5.600 millones de euros en intereses. Un chantaje poco disimulado, que pretende doblegar las reticencias belgas ante las pretensiones de que el robo se consume en su territorio y se lleve por delante no sólo Euroclear, sino la fiabilidad del sistema financiero europeo.

La UE debe pagar hasta 5.600 millones de euros en intereses si no hay acuerdo sobre los activos rusos, advierte Bruselas. Financial Times, 7 de noviembre de 2025.

Los medios de comunicación al servicio de las élites se han apresurado a señalar las supuestas ventajas para Europa de seguir alimentando la guerra en Ucrania. The Economist, con sede en Londres, uno de los principales apoyos de Zelenski, califica de “ganga” enviar 390.000 millones de euros a Ucrania en los próximos cuatro años, sumando las aportaciones directas de fondos y el valor del armamento que se proporcionaría. Kaja Kallas se ha apresurado a utilizar la misma palabra – ganga – para referirse a la financiación europea de Ucrania, en comparación con lo que supondría una victoria de Rusia.

Según The Economist, hasta ahora Ucrania se ha zampado 360.000 millones en su “esfuerzo militar”. La cifra incluye el presupuesto militar del país, más las ayudas occidentales. En 2025, dicho “esfuerzo”, requerirá entre 100.000 y 110.000 millones, aproximadamente la mitad del PIB de Ucrania. El déficit fiscal del país ya alcanza el 20% del PIB. La deuda pública se ha duplicado desde 2022, y alcanza el 110% del PIB.

The Economist reconoce que Ucrania no puede financiarse en los mercados de capitales, porque nadie le presta dinero. Una vez que Estados Unidos ha cortado las ayudas financieras directas, sólo queda Europa, afirma la publicación. Después de subrayar el apoyo del medio a la confiscación de los activos rusos, The Economist señala que la medida se queda corta, en 230.000 millones, para lo que considera necesario. Así que apuesta por que Europa se endeude, de manera conjunta, a través de eurobonos, hasta alcanzar los citados 390.000 millones. Una meta que sólamente supondría doblar las aportaciones actuales hasta el 0,4% del PIB de todos los miembros de la OTAN, con la excepción de Estados Unidos. 

Contrariamente al sentido común, The Economist sostiene que, lejos de minar el estatus internacional del euro, la creación de una gran deuda común iba a profundizar en la unificación del mercado de capitales europeo y a estimular el papel del euro como moneda de reserva. O sea, que una economía destruida por un error geopolítico descomunal, que la ha desconectado de las fuentes de energía que la alimentaban, y que se ve forzada a endeudarse, va a transmitir a los mercados una señal de fortaleza. Y pretenden que nos lo traguemos.

Por qué financiar a Ucrania es una oportunidad gigantesca para Europa. The Economist, 30 de octubre de 2025.

Estados Unidos, con el apoyo de la Unión Europea y la OTAN, que cada vez más vienen a ser lo mismo, ha convertido Ucrania en un estado fallido, despoblado y dependiente de la ayuda financiera exterior para su supervivencia. Ahora, las élites europeas, con el apoyo de sus palmeros mediáticos, pretenden arrasar la economía del continente, impulsando una huida hacia adelante, con el lunático objetivo de derrotar económicamente a Rusia, que ha demostrado su resiliencia a lo largo de casi ya cuatro años de guerra, y cuenta con el respaldo de China, la mayor economía del mundo medida en paridad de poder adquisitivo.

¿Para quién trabajan las élites europeas?

Ante este panorama, cabe preguntarse qué intereses defienden las élites europeas, y para quién trabajan realmente. En primer lugar, cabe reponer que para ellas mismas. Reconocer su error estratégico les obligaría a asumir responsabilidades políticas, como mínimo. Así que siguen empeñadas en alcanzar su disparatado objetivo, a pesar de que todos los hechos indican que éste se aleja cada vez más. Siguen obnubiladas ante la perspectiva de adueñarse de los ingentes recursos naturales que alberga Rusia, y continúan enfrascadas en buscar fórmulas con las que alimentar al caballo muerto, con la esperanza de que resucite, y gane la guerra que habían diseñado, junto a la administración demócrata en Washington.

En segundo lugar, los hechos indican que las élites europeas trabajan a favor de los intereses de Estados Unidos, en varios frentes, principalmente en el energético y en la industria militar, pero también en el financiero. Europa ha sustituido la “dependencia” del gas ruso por el gas natural licuado que proviene de Estados Unidos, a un precio infinitamente superior. Europa sigue dependiendo de otros proveedores, como Noruega, Argelia o Catar, porque no produce gas. El marco de “acabar con la dependencia” es tramposo desde su creación. 

El País, 3 de noviembre de 2025.

Si Europa pretende convertir a Ucrania en un puerco espín de acero, como afirmó Úrsula von der Leyen, tendrá que recurrir obligatoriamente a comprar las armas al complejo militar industrial de Estados Unidos, porque carece de la capacidad para producir y suministrar las que considera necesarias para blindar a Ucrania frente a su colosal vecino, primera potencia nuclear. Por tanto, en este segmento, las élites europeas también están trabajando para los intereses de Washington, engordando las arcas de las industrias de armamento estadounidenses.

Las élites europeas también están condenando al viejo continente a la dependencia financiera de la banca de Estados Unidos. En el Reino Unido ya aparecieron titulares en prensa apuntando a la posibilidad de que su economía necesite un rescate a cargo del Fondo Monetario Internacional. Moritz Schularick, el economista jefe del Instituto de Kiel para el Estudio de la Economía Internacional ha advertido que las principales empresas de automoción alemanas “probablemente no existirán en su forma actual para finales de la década, dado el estado actual de la industria automotriz alemana», aunque el titular del Handelsblatt es más dramático.

Handelsblatt, 3 de noviembre de 2025.

El derrumbe económico que están provocando las erróneas decisiones de las élites europeas apuntan a la generación de una dependencia financiera de los préstamos del FMI, de la banca de Wall Street, o de los gigantescos fondos de inversión estadounidenses, como Blackrock o Blackstone, los únicos que tienen músculo financiero para erigirse en prestamistas de la muy necesitada Europa, en un futuro cercano.

En el artículo citado anteriormente, The Economist subraya este mensaje: “Las salvaguardias contra la corrupción son importantes, pero no deben erosionar la certeza de Ucrania —y del Kremlin— de que, de una forma u otra, el dinero llegará”.

Aquí está la clave de toda la operación: lo más importante es que el dinero siga fluyendo. Un dinero sobre el que no existe ningún tipo de control, auditoría o medio alguno de garantizar que se está utilizando para los fines declarados, sin que a nadie se le quede nada entre los dedos. Da igual que Ucrania sea un lodazal de corrupción, que afecta al entorno más cercano al presidente Zelenski, que las mordidas a los funcionarios sean moneda corriente para evitar el reclutamiento, o que Ucrania sea ya, de hecho, un estado fallido, que apenas se sostiene mediante la ayuda externa.

Lo importante es que el dinero siga fluyendo. Aunque sea a costa de destruir la economía de la Unión Europea, y de provocar el empobrecimiento de su población. Como ocurre en los casinos, la banca nunca pierde y, en este caso, las élites siempre encontrarán algún puesto donde recolocarse, tras haber consumado su infame tarea: la destrucción de Europa.

Las élites europeas consuman el golpe en Rumanía

4 de junio de 2025

La democracia no muere en Rumanía, la asesinan

Con el título “La democracia muere en Rumanía”, un artículo de Neil Clark, publicado en medios tan convencionales como The Spectator y Die Welt, alerta sobre la deriva autoritaria de la Unión Europea: “Europa está de celebración porque el ganador de las elecciones en Rumanía es un europeísta. Pero justo antes, se anularon las elecciones, el ganador fue arrestado y se le impidió volver a participar. Esto abre la puerta, en el corazón de Europa, a la exclusión de candidatos que, a ojos de quienes ostentan el poder, representan las posturas «equivocadas».

La democracia muere en Rumanía. 19 de mayo de 2025.

El artículo es para enmarcarlo, pero yo cambiaría el título: la democracia no se murió en Rumanía, la asesinaron.  Neil Clark quizá usó un verbo intransitivo porque los asesinatos siempre los comete alguien. A estas alturas de la “democracia” europea, atribuir este crimen político a un autor concreto es conflictivo, sobre todo si quieres publicar en medios convencionales. Sin embargo, las élites europeas no sólo no han escondido su larga mano para moldear el resultado de las elecciones en Rumanía de acuerdo con sus intereses, sino que han sacado pecho de su injerencia.

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