30 de mayo de 2024
Janet Yellen pide a China que compre deuda estadounidense
Ayúdame a liquidar a mi enemigo, que es tu amigo, para poder encargarme luego de ti, en mejor posición para destruirte. Este sería el propósito, bastante diáfano, de la estrategia desplegada por Janet Yellen y Antony Blinken en sus recientes viajes a China. Intentando hacerse pasar por el poli bueno, la primera, y bordando el papel de poli malo el segundo, ambos exigieron a Pekín que reevaluara sus relaciones comerciales con Moscú, exhibiendo distintos modos. Mientras Yellen usaba los palillos para comer en un restaurante, con aires de buenrollismo, Blinken pidió explícitamente a China que dejara de alimentar la base industrial de Rusia, bajo amenazas vertidas in situ.
En cualquier caso, las demandas al gobierno de Pekín casan mal con las amenazas que profirieron ambos, en caso de que sus requerimientos no fueran satisfechos. Estas acciones demuestran el concepto de “diplomacia” que manejan los altos cargos estadounidenses en sus relaciones con otros países.
Vayamos primero con Yellen, la poli buena de esta tragicomedia de palos sin zanahorias. Durante su estancia de seis días, la secretaria del Tesoro exigió a China que compre deuda pública estadounidense, mientras se quejaba de la “sobrecapacidad” de su sector industrial y manufacturero.
Pekín no sólo no está comprando deuda de Estados Unidos, como reclama Yellen, sino que está deshaciéndose de ella. Según The South China Morning Post, China “ha reducido sus tenencias de letras del Tesoro estadounidense en un 25% desde principios de 2021 por una suma de 280.000 millones de dólares. Su posición alcanzó un mínimo de 14 años en octubre de 2023: se quedó en 769.600 millones de dólares, una caída comúnmente atribuida a un esfuerzo consciente por diversificar sus tenencias”. Sólo en 2023, China vendió 74.000 millones de dólares de deuda estadounidense. En diez años, China se ha deshecho de la mitad que poseía.
Casi la mitad de la deuda estadounidense está en manos de cinco países. China es el segundo tenedor de deuda, después de Japón. Fuentes: Departamento del Tesoro, USA FACTS.
Como analicé en un artículo anterior, las sanciones a Rusia impuestas por Estados Unidos y sus acólitos han acelerado el proceso de desdolarización impulsado por los BRICS, de los que China y Rusia forman el tándem motor. Los intentos de Washington de convencer a las élites europeas para que confisquen los aproximadamente 260.000 millones de dólares de activos rusos “congelados”, hasta ahora no han tenido éxito. Pero las intenciones de hacerlo están socavando la reputación del dólar como moneda refugio. Por el momento, el Consejo de Europa ha aprobado adueñarse de los beneficios derivados de los activos “congelados”, para destinarlos a Ucrania. Bruselas estima en aproximadamente 3.000 millones de euros anuales su rendimiento.
La secretaria del Tesoro acusa a China de “sobrecapacidad” en su industria
Yellen acusó al gobierno de Pekín de usar subsidios para alentar las inversiones de los fabricantes de paneles solares y de vehículos eléctricos, cuyo resultado sería una mayor capacidad de producción de la que el mercado interno puede absorber. La secretaria del Tesoro añadió que las crecientes exportaciones chinas de vehículos electrónicos, paneles solares y baterías subsidiados están amenazando los empleos y las empresas estadounidenses, y es necesario frenarlas. Por tanto, no se trata de un problema de capacidad de absorción del mercado interior, sino de los intereses de Estados Unidos.
En resumen, Janet Yellen denunciaba en su visita a China la “sobrecapacidad” de la industria del país que la hospedaba, intentando frenar el crecimiento de su economía, mientras pedía a Pekín que ayudara a Estados Unidos a financiar su proteccionismo, plasmado en la Inflation Reduction Act.
El canal de noticias chino CGTN refutaba con datos las acusaciones de Yellen, explicando qué se entiende por “sobrecapacidad”: “El exceso de capacidad se refiere a una situación en la que una industria o sector produce más bienes o servicios de los que demanda el mercado. A menudo se mide a través de la utilización de la capacidad, donde una tasa de utilización más baja sugiere un exceso de capacidad y posibles ineficiencias en la industria. La tasa de utilización de la capacidad industrial de China fue del 75,1% en 2023, según la Oficina Nacional de Estadísticas, una cifra por debajo del umbral normal reconocido internacionalmente de alrededor del 80%”.
La utilización de la capacidad de los grandes fabricantes de automóviles chinos es alta, y las cifras de producción y ventas de la industria del automóvil demuestran que no hay exceso de capacidad en el sector. Fuente: CGTN.
Xin Qiang, subdirector del Centro de Estudios Americanos de la Universidad de Fudan, resume muy bien la posición de Estados Unidos: “Acusar a China de exceso de capacidad es sólo una excusa para que Estados Unidos imponga aranceles u otras políticas proteccionistas contra los productos chinos. (…) Tales acusaciones de Yellen, defensora de la globalización, demuestran plenamente el doble rasero de Estados Unidos, ya que el país adopta el libre comercio cuando Estados Unidos tiene ventaja e impone sanciones cuando no la tiene». En realidad, la acusación de “sobrecapacidad” es un eufemismo para ocultar que a Estados Unidos le molesta que la economía de China sea tan grande como para hacerle sombra.
Bloomberg criticó las afirmaciones de Janet Yellen, recalcando que la secretaria del Tesoro está despreciando uno de los principios fundamentales de la economía: la ventaja comparativa. La respuesta de Estados Unidos ante la competitividad de los fabricantes chinos debería evitar el proteccionismo: «Si un país puede fabricar bienes a costos más bajos que usted, no debería levantar barreras arancelarias. En lugar de eso, debería importar los bienes y enviar algo a cambio donde su industria sea más eficiente».
Hasta The Atlantic Council, un gabinete de estudios del ala ultraconservadora, matizaba las críticas de Yellen sobre la “sobrecapacidad” del sector industrial chino. En un artículo titulado Desmontando los comentarios de Janet Yellen sobre el exceso de capacidad china, Hung Tran, que fue vicepresidente del Fondo Monetario Internacional, apuntaba que la sobrecapacidad a la que apunta Yellen de manera genérica sólo se da en algunos sectores, mientras que en otros sencillamente no existe, y la demanda tira fuertemente de la oferta. Es el caso de los vehículos eléctricos.
Sin embargo, los productores de baterías de litio y de paneles solares presentan unas tasas muy bajas de utilización, en algunos casos por debajo del 50%: la producción anual de paneles solares en China más que duplica la demanda global. Este exceso de capacidad ha tenido un efecto beneficioso para la “agenda verde”: ha reducido los precios de estos productos, de lo cual se han beneficiado todos los países importadores en sus esfuerzos por transitar hacia las denominadas energías sostenibles.
Estados Unidos y Europa pretenden darle una patada a la escalera
El 14 de mayo, poco después del viaje de Yellen a China, Estados Unidos resolvía cuadriplicar los aranceles a los coches eléctricos chinos, pasando del 25% al 100%. Otros productos sufrían también un incremento arancelario: la tasa sobre los semiconductores y las células solares se duplicaba, pasando del 25% al 50%. El arancel para las baterías de litio subía desde el 7,5% hasta el 25%. Los minerales críticos para la fabricación de componentes, del cero al 25%.
Siempre obediente a las consignas de Washington, la Unión Europea se apresta a adoptar medidas proteccionistas frente a los competitivos coches eléctricos chinos. El comisario europeo de Comercio, Valdis Dombrovskis, declaraba el 2 de mayo que la investigación sobre los subsidios a los vehículos eléctricos chinos “estaba avanzando”. El 21 de mayo, Janet Yellen presionaba a la UE para que siguiera la senda estadounidense. Revistas especializadas hablan de aranceles del 30% antes del verano. Nótese la tendenciosa fraseología utilizada por The Guardian: “exportaciones chinas baratas”.
La actitud de Estados Unidos es un ejemplo magnífico de la presión que ejercen los países ricos sobre los países en desarrollo para que adopten determinadas buenas políticas, consideradas necesarias para el progreso económico. Sin embargo, Ha-Joon Chang demuestra en su libro “Kicking away the ladder” que los países desarrollados atesoraron su riqueza siguiendo el procedimiento inverso al que recomiendan a las naciones actualmente más pobres: imponiendo el proteccionismo, no abrazando el libre mercado, como ahora exigen a los países en vías de desarrollo.
Según el economista coreano, los países desarrollados están intentando «derribar la escalera por la que han subido a la cima, impidiendo así que los países en desarrollo adopten políticas e instituciones que ellos mismos utilizaron», y que fueron artífices de su riqueza, a costa del empobrecimiento de las naciones sometidas a su imperialismo económico.
Goldman Sachs calcula el coste fiscal de la Inflation Reduction Act en cerca de 1,2 billones de dólares, entre 2023 y 2032. Solamente en subvenciones a los vehículos eléctricos, la cifra se sitúa en 393.000 millones de dólares. Después de haber aprobado este dispendio en subsidios, hay que tener mucho valor para plantarse en China y exigir al gobierno de Pekín que no incentive a sus industrias.
Janet Yellen niega la mayor: la IRA no es una vuelta al proteccionismo
En un discurso pronunciado en Frankfurt el 21 de mayo, Janet Yellen negó la mayor: “La Inflation Reduction Act no es un giro hacia el proteccionismo estadounidense”. Yellen fue más allá: “Y a medida que produzcamos más en Estados Unidos, reduciremos los costos de las tecnologías de energía limpia a nivel mundial, beneficiando a las personas y las economías de todo el mundo”. Que es exactamente lo que ya está haciendo China, ahora. Estados Unidos únicamente quiere arrebatarle ese papel.
Hay que tener mucho valor para afirmar que los aranceles y los subsidios no son medidas proteccionistas. Hay que tener más valor aún para sostener que cuanto más produzca Estados Unidos, mejor le irá al resto del mundo, porque les compra a ellos, en lugar de a China.
La imposición de aranceles a los productos chinos relacionados con las energías catalogadas de sostenibles, además de incrementar sus precios – porque las compañías occidentales no tienen capacidad para sustituirlos – estará retrasando el abandono de los combustibles fósiles y la transición hacia las energías renovables. Un objetivo que pregonan oficialmente los estamentos públicos de manera constante pero que, a la hora de la verdad, se queda por detrás de los intereses geopolíticos. Lo que demuestra que la cantinela del “desarrollo sostenible” es solo eso: una cantinela que se aplica cuando le conviene a occidente.
Los aranceles a los coches eléctricos procedentes de China afectarán también a los modelos de las marcas europeas o estadounidenses que se fabrican allí. Finalmente, quien va a pagar el coste de esos aranceles va a ser el consumidor en el concesionario, a la hora de adquirir el mismo coche, mucho más caro.
En resumen, que occidente criticaba antes a China por ser la nación más contaminante del mundo, sin tener en cuenta que la globalización, impulsada por ese mismo occidente, le había adjudicado a China el papel de fábrica del mundo. Ahora que produce artículos para sustituir los combustibles fósiles por energía eléctrica o solar, también es criticada y castigada con aranceles. Haga lo que haga China, para occidente siempre estará mal.
En cuanto al papel contaminador de China, conviene introducir un matiz importante: su población. Aunque es cierto que China es el primer emisor de CO2 – destronó del primer puesto a Estados Unidos hace quince años – también es cierto que si medimos las emisiones per cápita, China ocupa el puesto 33, y Estados Unidos el 15. Teniendo en cuenta la abismal diferencia de población – 340 millones en EE.UU., frente a 1.425 millones en China – ¿quién contamina más?
Antony Blinken da un exhibición de hipocresía en China
Vamos ahora con la visita del poli malo a China. De entrada, a Antony Blinken no sólo no le pusieron una alfombra roja en el aeropuerto de Shanghái, sino que quien le recibió no llegaba ni a rango de concejal. Mientras que a su llegada a China, a Olaf Scholz le recibió la vicealcaldesa de Chongqing, a Blinken le estrechó la mano en la pista el Director de la Oficina de Asuntos Extranjeros de Shanghái, junto al embajador y al cónsul de Estados Unidos.
Antony Blinken es recibido el 24 de abril por Kong Fuan, director general de la Oficina de Asuntos Extranjeros de Shanghái. Foto: MARK SCHIEFELBEIN/AFP VIA GETTY IMAGES.
Antony Blinken se presentó en China horas después de que el Congreso de Estados Unidos hubiera votado a favor de prohibir Tik Tok y haber aprobado una “ayuda” de más de 8.000 millones para la región de Asia – Pacífico. O sea, Taiwán. Además, dos días antes de su llegada, The Wall Street Journal reportó que Washington estaba diseñando sanciones a bancos chinos por sus relaciones comerciales con Rusia, planteándose incluso su desconexión del sistema SWIFT. El propósito de la filtración era “ayudar” al secretario de Estado a persuadir a China de que detuviera cualquier relación comercial con Rusia que supusiera un apoyo a su producción militar.
Pertrechado con esas cartas de presentación, Blinken a lo mejor esperaba que le recibiera Xi Jinping a pie de pista, con alfombra roja y honores militares, como sí hizo con Putin.
El resumen de la reunión entre Xi Jinping y Antony Blinken, publicado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de China, transmite en lenguaje diplomático el enorme enfado de Pekín con la actitud de Estados Unidos, agresiva e hipócrita: “China y Estados Unidos deberían ser socios, en lugar de rivales; ayudarse mutuamente en lugar de hacerse daño; buscar un terreno común y dejar de lado las diferencias, mejor que enzarzarse en una competición viciosa; y honrar las palabras con actos, antes que decir una cosa y hacer otra. (Xi) Propuso respeto mutuo, coexistencia pacífica y cooperación gana-gana como los tres principios globales de la relación”.
La respuesta de Blinken a la mano tendida de China rezuma hipocresía. Basta eliminar los noes de su declaración para resumir la política estadounidense con el gigante asiático. Según reza el resumen publicado por China, Blinken aseveró que “Estados Unidos no busca una nueva guerra fría, no busca cambiar el sistema político de China, no busca suprimir el desarrollo de China, no busca revitalizar sus alianzas contra China y no alberga ninguna intención de tener un conflicto con China. Estados Unidos se adhiere a la política de una sola China”.
Veamos tres ejemplos que demuestran hasta qué punto llevaba razón Xi Jinping cuando reclamaba “honrar las palabras con actos, antes que decir una cosa y hacer otra”.
Fue el propio Blinken quien anunció en un discurso, en septiembre de 2023, el comienzo de una nueva guerra fría para intentar conservar la hegemonía de Estados Unidos, como analicé en un artículo anterior. Una alocución donde Blinken señaló a China como el país que representa el mayor desafío a largo plazo.
Estados Unidos sí está moviendo sus peones contra China, a través de AUKUS, la alianza con Australia y el Reino Unido, como ya analicé en otro artículo anterior. Un club al que ahora pretende incorporar a Japón. Filipinas ha anunciado decenas de nuevos proyectos en conexión con el Acuerdo de Cooperación de Defensa Aumentada, firmado en 2014. Además, en virtud de un nuevo acuerdo, Estados Unidos ha abierto cuatro nuevas bases en el archipiélago.
Estados Unidos invertirá en más bases en Filipinas. Fuente: BBC.
Gina Raimondo, la secretaria de Comercio de Estados Unidos, afirmaba hace ya tres años que “Si realmente queremos ralentizar el ritmo de innovación de China, necesitamos trabajar con Europa”. Por si quedaba alguna duda, Raimondo añadía: “Tenemos que trabajar con nuestros aliados europeos para negarle a China la tecnología más avanzada para que no pueda alcanzar áreas críticas como los semiconductores”.
Tras sus encuentros con Wang Yi, el ministro de Asuntos Exteriores, y con Xi Jingping, Antony Blinken ofreció una rueda de prensa. Flanqueado por dos banderas en la embajada estadounidense, y en ausencia de cualquier político chino, Blinken no esperó a regresar a Washington para amenazar a China. Lo hizo allí mismo. Todo un diplomático.
En su comparecencia ante los medios, Blinken señaló que en sus conversaciones con los aliados de la OTAN y el G7 había escuchado “el mismo mensaje: alimentar la base industrial de defensa de Rusia no sólo amenaza la seguridad de Ucrania; amenaza la seguridad europea. Beijing no puede lograr mejores relaciones con Europa mientras apoya la mayor amenaza a la seguridad europea desde el fin de la Guerra Fría. Como le hemos dicho a China desde hace algún tiempo, garantizar la seguridad transatlántica es un interés fundamental de Estados Unidos. En nuestras discusiones de hoy, dejé claro que si China no aborda este problema, nosotros lo haremos”.
En una entrevista posterior a su viaje, Antony Blinken relataba que había transmitido a China que iba en su propio interés dejar de ayudar a Rusia. Me imagino la cara de los chinos.
Tras haber aprobado 8.000 millones en “ayuda” para Taiwán, Blinken señaló que había reafirmado la política de “una sola China” de Estados Unidos y subrayó la importancia crítica de mantener la paz y la estabilidad a través del estrecho de Taiwán. Seguro que armar hasta los dientes a los independentistas de Taiwán es una estupenda receta para respetar la política de «una sola China» y “mantener la paz”.
Después de amenazar a China, Blinken reclamó al gobierno de Pekín que desempeñara “un papel constructivo” en “una variedad de crisis regionales y globales” que a Estados Unidos se le han ido de las manos: “Animé a China a utilizar su influencia para disuadir a Irán y sus representantes de ampliar el conflicto en Oriente Medio, y a presionar a Pyongyang para que pusiera fin a su comportamiento peligroso y entablara un diálogo”.
El secretario de Estado repetía, con peores modales, el esquema de Janet Yellen: amenazar con represalias al anfitrión si no sigue las instrucciones de Washington, que van en contra de los intereses de Pekín, para pedirle a renglón seguido su colaboración para solventar los desastres geopolíticos que la Casa Blanca ha provocado en Ucrania, Oriente Medio y Asia.
Para animar a China a seguir las indicaciones de Yellen y Blinken, pocos días después del viaje de su diplomático, Estados Unidos anunciaba la revocación de algunas licencias que permitían la exportación de chips a Huawei. La firma tecnológica china entró en una lista negra en 2019, cuyas restricciones significaron una merma de los ingresos de 12.000 millones de dólares ese mismo ejercicio.
Estados Unidos revoca algunas licencias de exportación para vender chips a Huawei en un intento por frenar el poder tecnológico de China. Fuente: CNBC.
Quince días después del espectáculo diplomático de Blinken en China, Xi Jinping viajaba a Europa. En primer lugar visitaba Francia, donde Macron pretendió buscar, igualmente sin resultado, la complicidad del mandatario chino para segarle la hierba bajo los pies a su aliado, Rusia. Significativamente, Xi Jinping eludió Alemania, para viajar en su lugar a Hungría y a Serbia. Pero esto será ya la materia del próximo artículo.
Desde luego la torpeza de la administración USA parece querer superarse día a día. Más allá de los errores estratégicos de los sucesivos (o no tanto, muchos son los mismos) asesores presidenciales en seguridad y política exterior, es que demuestran una suerte de racismo, de supremacismo blanco, tomando a los chinos por estúpidos. Puede ser aquello de «se cree el ladrón que todos son de su condición». Pero es que una cultura milenaria que, además, ha dado grandes teóricos de la política y la guerra no iba a caer de ninguna manera en tretas tan palmarias o amenazas tan difíciles de cumplir. Lo de la deuda de los USA es algo que ya, sin esperar más pero que irá a peor, les va a llevar a situaciones insostenibles. En cuanto empiecen los «default» la cascada subsiguiente va a ser imparable, un corrimiento de tierras que amenazará a todo el mundo. Solo si eso pudieran sospechar los chinos que les afecte, algo parecido al inicio de un enfrentamiento nuclear, podría hacerles echar una mano para que no empeoren las cosas. Pero seguro que siempre será con sus propios intereses salvaguardados. Nunca un cheque en blanco como los tontacos de Blinken y Yellen pretenden. En fin, esperemos que al menos la catástrofe nuclear no se produzca, pero cada vez lo veo peor, sobre todo por la escasa o nula competencia de quién o quiénes están al mando del imperio.
Muchas gracias por tu comentario, Mik. No sé de dónde viene la expresión “le engañaron como a un chino”, pero carece de fundamento. En el caso de los representantes de “la única nación indispensable”, la arrogancia que late bajo su supremacismo puede que les obnubile hasta el punto de creerse los más listos del planeta. A tenor de la carrera que lleva la política exterior con la administración de Biden y sus handlers, deberían sentarse y reevaluar su rendimiento. Si fueran directivos de cualquier empresa, ya les habrían despedido por inútiles.
El problema de la deuda quizá sea la causa que está provocando la huida hacia adelante en el frente que Washington abrió en Ucrania, allá por 2014 y, por si no tuvieran bastante con el fracaso que están cosechando allí, ahora se les ve enciscados con Taiwán y China. Puede que estén buscando una guerra, aunque sea mundial, con tal de soslayar la realidad: que el imperio se ha convertido en un gigante con los pies de barro, porque su deuda es impagable.
No me resisto a comentar las dos frases que entrecomillas al principio. Lo del engaño al chino debe venir de las perrerías que las potencias coloniales les montaron con las guerras del opio. Si algo más les hacía falta en su larga historia para acreditar sabiduría, sin duda esos conflictos les terminarían de enseñar la poca confianza que podían depositar en las naciones de occidente. En cuanto a esa sobrada de «la única nación imprescindible» vuelve a ser una muestra de la estupidez de la banda de Biden. Si te consideras único imprescindible se concluye que a todos los demás los ves prescindibles. No creo que eso guste a ninguno, mucho menos a los que ya les están segando la hierba bajo los pies. Tampoco los aliados deberían quedarse callados ante esa afirmación, pero está visto que el nivel de servilismo de UK y los países de la UE no puede ser mayor, como para quejarse de algo a su abusón amiguito.