11 de diciembre de 2024
Donald Trump acuña un nuevo eslogan: Paz a través de la fuerza
Durante la campaña electoral, Donald Trump afirmó que si él hubiera sido presidente, en lugar de Joe Biden, la guerra en Ucrania no habría comenzado. Además, recalcó que en el caso de que volviera a la Casa Blanca, pondría fin a la guerra en 24 horas. Sin embargo, una vez ganadas las elecciones Trump sigue hablando de paz, pero también de fuerza: El nuevo mantra es “Paz a través de la fuerza”.
Publicación de Donald Trump en Truth Social.
Puede haber varios motivos para la aparición de la palabra fuerza en su discurso. Trump puede verse tentado a olvidar su promesa electoral. Si Trump decide arrinconar su compromiso para alcanzar la paz en Ucrania, pagaría un alto coste político. Una parte difícil de cuantificar, pero relevante, de la población, le ha votado por esa razón, y se sentiría frustrada si le defraudara.
La ciudadanía de Estados Unidos ha comprobado cómo se envían miles y miles de millones a un pozo sin fondo en Ucrania, mientras las infraestructuras públicas en su país se desmoronan, en medio de una subida de la inflación que ha puesto la cesta de la compra por las nubes, y con unos tipos de interés hipotecarios en torno al 7%, que han vuelto misión imposible acceder a una vivienda. No por casualidad, los tipos de interés hipotecario comenzaron a dispararse a comienzos de 2022, cuando Rusia se involucró directamente en la guerra civil que se desarrollaba en Ucrania desde 2014.
Evolución del tipo fijo medio de interés para las hipotecas en Estados Unidos. Fuente: CNBC.
También puede haber ocurrido que el complejo militar industrial de Estados Unidos le haya hecho llegar algunas sugerencias. En su discurso de despedida, el presidente y exgeneral Dwight D. Eisenhower fue explícito acerca del papel de la industria militar en Estados Unidos: “En los consejos de gobierno debemos cuidarnos de que el complejo militar-industrial no adquiera una influencia injustificada, ya sea buscada o no. Existe y persistirá el riesgo de que se produzca un ascenso desastroso de un poder en manos equivocadas”. A la vista de la situación internacional actual, estas palabras, pronunciadas en 1961, son de plena actualidad.
El perfil de los miembros in pectore de su nuevo gobierno va en consonancia con el nuevo eslogan. Cabe dudar sobre la viabilidad de las estrategias frente a Rusia que manejan: básicamente, el palo y la zanahoria. El Kremlin no parece amilanarse ante la escalada de la OTAN, ejemplificada en la advertencia que supuso el lanzamiento del misil hipersónico Oreshnik sobre Ucrania, tras haber recibido el impacto de misiles occidentales de largo alcance en territorio ruso.
Para quienes todavía sostienen que Ucrania se está limitando a intentar repeler una agresión no provocada, baste decir que hasta Boris Johnson ha reconocido que la OTAN está librando una guerra por intermediación contra Rusia.
El reclutamiento de halcones es acorde con la estrategia de Trump
La lealtad personal es el criterio fundamental que ha observado Donald Trump para elegir a quienes formarán parte de su equipo. Está por ver qué margen de maniobra les deja a sus subordinados, teniendo en cuenta la avasalladora personalidad del presidente. Aun así, conviene señalar que el perfil de las personas designadas para los cargos con competencias sobre la carpeta ucraniana no es precisamente el de palomas.
Trump impulsa la visión de “Paz a través de la fuerza” con sus elegidos para Defensa.
Mike Waltz, el escogido como asesor de seguridad nacional, es un veterano de los boinas verdes, excoronel de la Guardia Nacional, con perfil de halcón en relación con China, Oriente Próximo e Irán. Waltz ya le susurraba al oído a Trump en su primer mandato en cuestiones de defensa, y fue asesor de Dick Cheney, uno de los arquitectos de la guerra de Irak. En relación con Ucrania, Waltz ha rechazado enviar más ayuda militar, reclamando que Europa aumente su nivel de apoyo, aunque abogando al mismo tiempo por aislar a Rusia.
Recientemente, Mike Waltz afirmó que Estados Unidos podría acabar con la guerra aplicando presión. ¿Cuál sería esa presión? Sanciones económicas para “secar la máquina de guerra muy rápidamente”, respondió, a lo que añadió: “quitándole las esposas a las armas de largo alcance que proporcionamos a Ucrania”.
Las sanciones a Rusia han servido para que la producción industrial esté creciendo al 4,8%, como acicate para reindustrializar el país, impulsando un proceso de sustitución de las importaciones. También han conseguido hundir la economía de Alemania, como ya he documentado en este blog. Dudo mucho de que, casi tres años después, más sanciones consigan el objetivo para el que supuestamente fueron diseñadas. En cuanto a los misiles de largo alcance, tampoco van a darle la vuelta a la situación en el frente, como reconoce Lloyd Austin, secretario de Defensa.
Si añadimos que Waltz también declaró que los equipos de seguridad nacional de Joe Biden y de Donald Trump están trabajando “de la mano” para demostrar a los adversarios de Estados Unidos que el país se encuentra unido en la transición de gobierno, cabe sospechar que la estrategia de Trump para acabar con la guerra en Ucrania no difiere en lo sustancial de la impulsada últimamente por la administración de Biden, por mucho que le criticara: negociar desde la fuerza. El 7 de noviembre, dos días después de las elecciones, el portavoz del departamento de Estado, Matthew Miller, hablaba de negociaciones, mientras los medios occidentales advierten de la posibilidad de un “colapso” del frente en Ucrania.
El nuevo mantra acuñado por Trump – paz a través de la fuerza – ha encontrado un rápido eco. Mark Rutte, el nuevo secretario general de la OTAN, afirmaba el 27 de noviembre que “Tenemos que asegurarnos de que Ucrania esté en una posición de mayor fuerza que la que tiene en este momento”. En una conferencia de prensa el 1 de diciembre, Zelenski declaró que Ucrania únicamente estaría dispuesta a entablar negociaciones desde una posición de fuerza. El presidente ucraniano sigue insistiendo en que la OTAN curse una invitación para unirse a la alianza, a pesar del rechazo que sigue generando tal propuesta.
La reciente reunión de Zelenski en París con Trump y Macron no parece haber servido para materializar dicha invitación. Poco después, el ucraniano declaró que pensaba presionar a Biden para lograrlo, porque no tenía sentido hablar con Trump acerca del tema, ya que todavía no ha accedido a la presidencia. O sea, que Trump le dio calabazas.
Para hacerse cargo expresamente de la situación en Ucrania y Rusia, Trump ha nombrado al exgeneral de 80 años Keith Kellogg como “enviado especial”. En abril de este año, el exmilitar fue coautor, junto a Fred Fleitz, de un plan para resolver el conflicto que consistía, básicamente, en congelar el conflicto a la coreana. Fleitz trabajó en la anterior administración de Trump como asistente adjunto y jefe de plantilla del Consejo de Seguridad Nacional.
El resumen del plan de Fleitz y Kellogg es éste: “En concreto, implicaría una política estadounidense formal de búsqueda de un alto el fuego y una solución negociada del conflicto en Ucrania. Estados Unidos seguiría armando a Ucrania y reforzando sus defensas para garantizar que Rusia no haga más avances y no vuelva a atacar después de un alto el fuego o un acuerdo de paz. Sin embargo, la futura ayuda militar estadounidense requerirá que Ucrania participe en conversaciones de paz con Rusia”.
Además, el documento instaba a Biden y a otros líderes de la OTAN a aplazar la incorporación de Ucrania durante un periodo prolongado de tiempo, “a cambio de un acuerdo de paz integral y verificable con garantías de seguridad”.
El plan también consideraba algún alivio de las sanciones a Rusia, siempre que firme un acuerdo de paz con Ucrania. Aunque también preveía el cobro de gravámenes sobre las ventas de gas y petróleo rusos para utilizarlos en la reconstrucción de Ucrania.
El equipo de Trump analiza distintos planes para Ucrania y Rusia
El plan presentado en abril es una de las posibles estrategias que están analizando Keith Kellogg y Mike Waltz. Este último señalaba a finales de noviembre que “Tenemos que ponerle fin a esto de manera responsable. Tenemos que restablecer la disuasión, restablecer la paz y adelantarnos a esta escalada de violencia, en lugar de responder a ella”.
En una entrevista emitida en septiembre, Mike Waltz delineaba las líneas básicas de su plan: “Y lo que probablemente se verá es la actual línea de demarcación entre Rusia y Ucrania, que se convertirá en una especie de zona desmilitarizada”. “Ucrania conserva su soberanía independiente, Rusia obtiene la garantía de neutralidad de Ucrania: no se une a la OTAN, no se une a algunas de estas instituciones aliadas. Así es como se verá en última instancia el acuerdo”.
Otra alternativa que el equipo de Trump está valorando es la propuesta de Richard Grenell, exembajador de Estados en Alemania. En julio de este año, Grenell abogaba por la creación de “zonas autónomas” dentro de Ucrania. La propuesta supondría revivir los acuerdos de Minsk, que plantearon como solución a la guerra civil el reconocimiento de autonomía a las regiones del Donbass que se negaron a aceptar el gobierno surgido del golpe de Estado en 2014: Donetsk y Lugansk. Ya sabemos en qué quedaron dichos acuerdos. Sus promotores occidentales terminaron reconociendo los propósitos inconfesables que albergaban, así que a estas alturas la propuesta de Grenell carece de recorrido.
Dentro de la futura administración Trump se escuchan posiciones mucho más duras. Es la de Sebastian Gorka, que será uno de los asistentes de Mike Waltz. Gorka declaró en una reciente entrevista que “Voy a dar un consejo que ha mencionado el presidente: le dirá a ese ex coronel asesino de la KGB, ese matón que dirige la Federación Rusa: “Si no negociamos ahora, la ayuda que hemos brindado a Ucrania hasta ahora parecerá insignificante. Así es como obligará a esos caballeros a llegar a un acuerdo que detenga el derramamiento de sangre”.
Conviene recalcar que el propio Donald Trump todavía no se ha pronunciado sobre las alternativas que está aireando la prensa occidental. En mi opinión, todas ellas o bien se han quedado obsoletas, porque ya no cabe hablar de estancamiento en el frente, o no tienen en cuenta lo fundamental: la posición de Rusia, claramente reflejada en los documentos que envió a Estados Unidos y a la OTAN en diciembre de 2021.
Occidente sigue negociando consigo mismo, ignorando a Rusia
Es lógico que la administración entrante esté valorando distintas estrategias para tratar de enmendar el error estratégico de la saliente. El nuevo equipo también debería abandonar el enfoque que occidente ha mantenido durante los últimos años, que no ha sido otro que negociar entre sus miembros, ignorando la posición del antagonista. Teniendo en cuenta que Rusia está rompiendo las líneas del frente, no parece probable que Moscú se avenga a congelar el conflicto en las líneas actuales, que dejaron de estar estancadas hace tiempo, según el Institute for the Study of War.
Rusia avanzó 478 kilómetros cuadrados en Ucrania en octubre, récord desde 2022: Análisis de AFP de los datos del ISW.
Los miembros más destacados del gobierno ruso han dejado bien a las claras que no están dispuestos a que se repita el esquema fallido de los acuerdos de Minsk. Hace ya dos años, Vladimir Putin declaró: «Todos aguantamos, aguantamos, aguantamos y esperábamos algún tipo de acuerdo de paz, pero ahora resulta que simplemente nos engañaron».
Rusia fue engañada con los Acuerdos de Minsk: Putin.
La presidenta del Consejo de la Federación Rusa, Valentina Matviyenko, que también forma parte del Consejo de Seguridad Nacional, dijo el 2 de diciembre que Rusia no iba a “discutir nada parecido a una «congelación» a corto plazo del conflicto y cosas por el estilo. Esta no es, desde luego, la solución para resolver los problemas de seguridad a largo plazo en la región».
Unos días después, Serguéi Lavrov lo dejaba claro en una entrevista con Tucker Carlson. Rusia no va a caer de nuevo en la trampa que supondría un armisticio: la congelación del conflicto en las líneas actuales dejaría a la OTAN manteniendo el control del 80% de Ucrania, lo que aprovecharía para rearmarla. En su quimera, sólo tendría que esperar a la jubilación de Putin para volver a la guerra por el control de los inmensos recursos energéticos de Rusia, que es el verdadero origen del conflicto.
Occidente se equivoca de lleno si piensa que los dirigentes que sucedan a Putin van a ser más maleables o proclives al entendimiento. Estados Unidos y sus adláteres han puesto de manifiesto sus objetivos reales: cambio de régimen en Moscú e instalación de un gobierno títere para proceder a “descolonizar Rusia”, troceándola en repúblicas más pequeñas y manejables, para mejor proceder al expolio de sus riquezas naturales.
Estados Unidos quiere trocear Rusia y Zelenski ya no sabe qué decir
El propósito declarado de Washington y sus aliados es destruir Rusia, ni más, ni menos. Así lo proclama una agencia gubernamental de Estados Unidos, la Comisión para la Seguridad y la Cooperación en Europa (cuyo nombre se presta a confusión con la OSCE): lo considera un objetivo “moral y estratégico”. Será complicado encontrar en las élites rusas actuales a alguien dispuesto a colaborar en la desintegración de su país.
Llamadas a la “descolonización” de Rusia en The Atlantic y el sitio web de la CSCE, una comisión gubernamental de Estados Unidos.
La organización Free Nations of Russian Federation llama a la “Descolonización de la llamada Federación Rusa”, y describe sus propósitos como “una lucha anticolonial y de liberación nacional contra el imperialismo del Kremlin en Moscovia”. Su objetivo es “la creación de nuevas entidades geopolíticas, así como la posterior reconstrucción de los futuros estados independientes del espacio post ruso”. Este grupo es muy activo y ha celebrado numerosos foros, con apoyo institucional, en Washington y Bruselas, entre otras capitales.
Mapa propuesto para trocear Rusia por Free Nations of Russian Federation en su sitio web.
Lo único que ha logrado el descaro con el que Estados Unidos y su séquito están aireando sus propósitos ha sido cementar el apoyo de la ciudadanía rusa a su presidente, Vladímir Putin. Si occidente soñaba con una revuelta popular para forzar un cambio de régimen, ha conseguido el efecto contrario. La última encuesta del centro demoscópico Levada refleja un 87% de apoyo de la población rusa a su presidente. Avanzando en el frente de batalla, con un fuerte respaldo popular, el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, reiteraba el 4 de diciembre que “Todavía no hay bases para una negociación con Ucrania”.
Tasa de aprobación de la gestión de Vladimir Putin según el centro Levada. En negro, los porcentajes de aprobación.
A todo esto ¿qué dice Zelenski? Pues una cosa y la contraria. El 17 de octubre amenazaba con procurarse armas nucleares si no se le garantizaba la entrada en la OTAN. Así manifestaba habérselo dicho a Donald Trump en la reunión que mantuvieron en septiembre. Ante el revuelo formado, Zelenski rebobinaba en una conferencia de prensa con Mark Rutte, el nuevo secretario general de la OTAN: «Nunca hablamos de… que nos estamos preparando para crear armas nucleares o algo así”.
Ateniéndonos a fuentes ucranianas, el 29 de noviembre el presidente ucraniano sostenía que «Si queremos detener la fase caliente de la guerra, debemos acoger bajo el paraguas de la OTAN el territorio de Ucrania que controlamos. Debemos hacerlo rápidamente”.
Sin embargo, sólo dos días después, Zelenski decía todo lo contrario: «No puede haber una invitación a una parte del territorio de Ucrania para unirse a la OTAN. Esto es un reconocimiento automático de que todos los demás territorios no sólo están en peligro, sino también que otros territorios no son ucranianos. Por lo tanto, Ucrania nunca lo aceptará. Si hay una invitación, sólo puede ser a todos los territorios”.
Zelenski matizaba que, en el caso de que Ucrania accediera a la OTAN mientras continuaba la guerra con Rusia, el artículo 5 de los estatutos (el de defensa mutua de sus miembros) podría no aplicarse a todo el territorio de Ucrania, porque reconocía que los miembros de la OTAN eran aversos a “los riesgos de involucrarlos en la guerra”.
Para recuperar los territorios ocupados por Rusia, Zelenski apelaba el 9 de diciembre a una solución diplomática. Lo cual es coherente con la incapacidad de su ejército para forzar otro escenario, y con las presiones que está recibiendo por parte de sus patrocinadores.
Las contradicciones de Zelenski revelan el grado de desconcierto que recorre los despachos de las élites occidentales, que buscan una salida al callejón en el que se han metido. Como es incapaz de admitir su derrota, la OTAN sigue hablando de la necesidad de evitar, a toda costa, que Rusia prevalezca en Ucrania. Occidente continúa sin tener en cuenta la posición de su adversario, y comienzan a surgir dificultades a la hora de adoptar nuevas medidas, como demuestra el fracaso de la Unión Europea para aprobar un nuevo paquete de sanciones a Rusia.
En lugar de Rusia, es Ucrania la que puede acabar troceada
El reemplazo de Josep Borrell al frente de la representación de la Unión Europea en política exterior y seguridad, la estonia Kaja Kallas, inauguró su andadura en el cargo con una visita a Zelenski en Kiev. Allí Kallas afirmó que “no se puede descartar nada”, refiriéndose a la posibilidad del envío de tropas europeas a Ucrania, recalcando que en relación con este tema convenía mantener “una cierta ambigüedad estratégica”.
Kaja Kallas también mencionó la posibilidad de que tropas europeas verificaran en Ucrania un hipotético alto el fuego, caso de que éste fuera acordado. Dos días antes, Boris Johnson se apresuraba a reclamar un sitio para los militares británicos en esta función. El ex primer ministro argumentaba que el despliegue de fuerzas de países miembros de la OTAN provocaría la activación del artículo 5, de defensa mutua, en el caso de que Rusia decidiera atacar dicho cuerpo de interposición. Incluso aunque Ucrania siguiera sin ser miembro de la alianza. Lo cual, supuestamente, disuadiría a Rusia de violar el hipotético alto el fuego.
La verdadera intención que los europeos albergan tras la propuesta de enviar sus soldados a Ucrania es la de forzar la intervención de Estados Unidos, en el caso de que sean atacadas. Se trata, por todos los medios, de involucrar directamente a Washington en Ucrania, ante la posibilidad de que Trump, que aún no se ha pronunciado sobre los planes de su equipo que difunde la prensa, decida dejar el asunto en manos europeas.
Zelenski ha acogido favorablemente la posibilidad de desplegar tropas europeas para garantizar el cumplimiento de ese alto el fuego del que todo el mundo, excepto Rusia, está hablando. Un despliegue que abriría la puerta a la ocupación de los territorios de Ucrania que Rusia no controla por parte de países europeos.
La historia de Ucrania ha sido azarosa. Ciñéndonos a su pasado más reciente, ante el posible desmoronamiento del Estado ucraniano tal y como lo conocemos, existen motivos para que los países limítrofes planteen reclamaciones territoriales. Cuando se esgrimen antecedentes históricos para justificar este tipo de reivindicaciones, pueden resurgir odios ancestrales, mal enterrados, que pueden desembocar en conflictos armados. Es lo que vimos en las guerras que asolaron la extinta Yugoslavia en los años 90 del pasado siglo.
Evolución territorial de Ucrania entre 1922 y 1954. Fuente: OSU.EDU.
Entre 1922 y 1954 Ucrania fue creciendo gracias a los territorios “cedidos” por Polonia, Rumanía, la Rutenia checoslovaca y la propia Rusia (Crimea, regalada a Ucrania en 1954 por Nikita Jrushchov, que era ucraniano). Polonia fue quien salió más perjudicada por esta reorganización soviética de las fronteras de un país, Ucrania, cuya etimología significa “al borde”.
Como consecuencia de estos movimientos de las lindes, debemos recordar la existencia de minorías étnicas en Ucrania. Bajo el mandato de Zelenski – fuertemente influido por los ultranacionalistas – polacos, húngaros y rumanos han visto sus derechos a la hora de seguir usando sus idiomas severamente recortados.
A la vista de este mapa, en el caso de que se produjera un colapso del actual Estado ucraniano – una posibilidad cada día más real – Polonia se sitúa en primera línea a la hora de aprovechar su hipotética participación en las tropas europeas de interposición para recuperar los territorios que perdió durante la época soviética.
A Estados Unidos le da igual destrozar países y que mueran millones de personas con tal de aferrarse a una hegemonía en decadencia. Los conflictos armados provocados por los sucesivos inquilinos de la Casa Blanca desde 2001 en nombre de la “guerra contra el terrorismo” en Afganistán, Irak, Pakistán, Yemen, Libia, Somalia y Siria se han cobrado, al menos, cuatro millones y medio de vidas.
Washington se ha gastado 8 billones de dólares, dos veces el PIB de Alemania, en matar, directa o indirectamente, a todas estas personas. La siniestra cuenta sigue subiendo, ahora en Siria, donde el apoyo estadounidense a los islamistas anticipa un escenario de caos para toda la región. Un tema que analizaré en el próximo artículo.