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Trump, Zelenski, Europa y la teoría del caballo muerto

7 de marzo de 2025

Europa se niega a reconocer que el caballo está muerto

La furibunda reacción de Europa al enfrentamiento ocurrido en la Casa Blanca entre Donald Trump, JD Vance y Zelenski denota que las élites europeas se niegan a reconocer que el caballo está muerto. Es lo que diferencia a Donald Trump de la clase política europea, que todavía se halla en una fase de negación de la realidad. Y es que como le dijo Trump a Zelenski en la Casa Blanca: “You are not winning” (No estás/estáis ganando). Algo que Europa se niega a asumir.

La teoría del caballo muerto describe cómo las personas y las organizaciones prefieren negar la realidad cuando no encaja con sus planes, y prefieren desperdiciar tiempo, recursos y esfuerzos tratando de hallar soluciones que, por fuerza, van a ser ineficaces. En lugar de desmontar del caballo, reconocer que está muerto y buscar alternativas que tengan en cuenta ese hecho, las élites europeas insisten en fingir que el caballo está vivo.

Antes que admitir que el plan de Joe Biden y su equipo ha fracasado, reconocer la derrota y organizar una retirada medianamente honrosa, que es lo que está intentando Donald Trump, la clase dirigente europea está dándole vueltas a todas las demás opciones, siempre que no supongan reconocer que la OTAN ha perdido la guerra contra Rusia en Ucrania.

La teoría del caballo muerto. Ilustración: redes sociales.

Así, los perdedores están pensando en comprarle una nueva silla al caballo; mejorar su dieta; cambiar al jinete, o despedir al cuidador del caballo. Europa está celebrando muchas reuniones para discutir maneras de aumentar la velocidad del caballo muerto; para proponer nuevos programas de entrenamiento para el caballo; está creando comités para analizar la situación y anunciar nuevos planes de inversión en el caballo muerto. Todo, antes que reconocer que el caballo ha fallecido.

La lógica que subyace bajo esta aproximación es la falacia del coste hundido, o irrecuperable. Es la tendencia a seguir invirtiendo dinero y esfuerzos en un proyecto que ha fracasado, únicamente porque ya has invertido muchísimo en el proyecto y consideras que hay que seguir invirtiendo para poder recuperar el dinero, sin asumir que has fracasado, que subsiguientes inversiones sólo van a aumentar las pérdidas, y que lo mejor es retirarse, cuanto antes mejor.

Seguir invirtiendo dinero en una mala inversión inicial es lo que proponen los europeos, que están que trinan frente al ejercicio de realismo de la nueva administración de Estados Unidos, porque les deja en evidencia. Su respuesta es una huida hacia adelante.   

Las élites europeas manipulan lo ocurrido en la Casa Blanca

Como parte de su estrategia para alimentar la fantasía de que el caballo sigue vivo, las élites europeas han puesto el foco en los minutos finales de la comparecencia en el despacho oval de la Casa Blanca, evitando ofrecer un contexto. Sus obedientes medios describieron como una “humillación” pública de Trump a Zelenski el enfrentamiento que se produjo al final de un encuentro de 50 minutos, de los cuales 40 discurrieron de manera amigable, incluso entre bromas.

Titular de El País, 28 de febrero de 2025.

Es innegable que la comparecencia en el despacho oval acabó muy mal, pero los medios han puesto el foco precisamente en los últimos 10 minutos, ignorando el contexto y el comportamiento de Zelenski, que fue el desencadenante de la reacción de Trump y Vance. Para analizar por qué se llegó a ese nivel de enfrentamiento delante de la prensa, es imprescindible ver el vídeo completo de la comparecencia.

Vídeo completo de la comparecencia de Trump y Zelenski en la Casa Blanca.

En primer lugar, presentarse en chándal en la Casa Blanca, a pesar de las indicaciones recibidas de que debía acudir vistiendo traje, demuestra un profundo desprecio por sus anfitriones que, además, son sus principales patrocinadores. En el ámbito diplomático, el protocolo es fundamental. Zelenski optó por continuar con la operación de marketing político diseñada por la anterior administración, que incluye su atuendo verde kaki, en lo que cabe interpretar como un claro desafío a Trump. El uniforme militar enviaba el mensaje de querer continuar con la guerra. El cambio al traje hubiera significado una predisposición a salir de ese marco. 

Durante los primeros cuarenta minutos de comparecencia, el ambiente fue amigable entre Trump y Zelenski, a pesar del comportamiento agresivo del ucraniano en varias ocasiones, que interrumpía a sus interlocutores con continuas exigencias de “garantías de seguridad”. Trump no sólo toleró estoicamente dichas interrupciones, sino que incluso llegó a bromear cuando Zelenski le recriminó que la aportación de Europa había sido superior a la de Estados Unidos. Trump prefirió dejarlo correr entre chanzas. Es el momento que recoge la siguiente captura de pantalla.

Zelenski y Trump bromean sobre quién ayuda más a Ucrania, si Europa o Estados Unidos. 

Sin embargo, Zelenski, que durante toda la comparecencia desplegó su habitual gesticulación, removiéndose inquieto en el asiento, haciendo muecas y tocándose la nariz, cruzó una línea roja cuando se encaró con JD Vance, el vicepresidente de Estados Unidos.

En el minuto 38 de la comparecencia, un periodista polaco le pregunta a Trump cuál es el mensaje que tiene para quienes estiman que se está alineando demasiado con la posición de Putin. El presidente de Estados Unidos responde que está tratando de hacer equilibrios entre dos partes que se odian y que, si se dedicara a decir cosas desagradables sobre Putin, sería imposible llegar a un acuerdo. Una respuesta de manual de negociación, por parte de alguien que trata de ser intermediario entre dos países que llevan tres años en guerra.

Vance interviene para apostillar que Trump está apostando por la diplomacia, a diferencia de la administración de Joe Biden, que se daba golpes de pecho y creía que sus palabras importaban más que los hechos. Es en ese momento cuando Zelenski se encara con Vance y, después de negar credibilidad a Putin, termina espetándole “¿De qué clase de diplomacia está hablando?”.

Además de presentarse en chándal, aquí viene otro de los errores garrafales de Zelenski: prescindir de un traductor. Hablar un idioma no consiste sólo en juntar palabras en esa lengua, sino en conocer las maneras en que se manejan en dicha cultura. La interpelación que Zelenski le hizo a Vance, en el tono y en las palabras, son la equivalencia en inglés de “¿De qué c… me estás hablando?”. Además de para evitar esos errores, contar con un traductor también te permite pensar en cuál va a ser tu respuesta, en lugar de soltarla sin filtro, sobre todo cuando vas embalao, como era el caso.

Aun así, Vance se contiene y le contesta que se refiere a la diplomacia que va a salvar Ucrania de la destrucción. Pero Zelenski insiste en su chulería, y tomándose la confianza de llamarle JD, le pregunta con muy mal tono si acaso ha estado alguna vez en Ucrania. Vance le responde que ha visto las giras de propaganda que les dan a los visitantes en Kiev, lo cual es rigurosamente cierto: unas visitas que incluyen el oportuno sonar de las sirenas, aunque no haya ataques a la vista y, en algunos casos, el traslado a sótanos para mayor dramatismo. Vance pregunta a Zelenski si acaso va a negar que Ucrania tenga problemas para reclutar soldados para el frente.

En lugar de plegar velas, Zelenski le replica que en la guerra todos tienen problemas, que ahora Estados Unidos no los siente, porque les separa un “bonito océano”, pero que los sentirá en el futuro. Y ahí es cuando Donald Trump, ante la amenaza abierta de su huésped, dice basta: “No nos diga lo que vamos a sentir”. Para terminar de arreglarlo, Zelenski le pregunta a Vance si se cree que por hablar alto va a arreglar los problemas. Y Trump vuelve a ponerle en su sitio.

Después, Zelenski se queja de que Ucrania ha estado sola desde el principio de la guerra. Trump le recuerda que, sin la ayuda de Estados Unidos, la guerra habría durado dos semanas, y Zelenski le replica, con gestos despectivos, que no, que tres días, que eso ya se lo ha oído a Putin. Para finalizar, Trump afirma que es bueno que el pueblo de Estados Unidos vea lo que está sucediendo y, en eso, lleva toda la razón.

A pesar de la manipulación que las élites europeas, y sus obedientes medios, han realizado de la comparecencia, el vídeo completo está ahí para quien quiera comprobar si Trump “humilló” a Zelenski o, por el contrario, el ucraniano faltó al respeto y amenazó literalmente a sus anfitriones, de quienes obtuvo una respuesta acorde a su comportamiento.

Un personaje endiosado que se tropieza con su verdadero papel

Los principales responsables del endiosamiento de Zelenski han sido sus patrocinadores: la administración presidida por Joe Biden y sus fieles súbditos europeos. Protagonista absoluto de una campaña propagandística carísima, viéndose comparado con Winston Churchill, y recibiendo ovaciones en pie en los parlamentos, el cómico metido a político se ha creído el rey del universo.

Montaje de Zelenski con Churchill, y aplausos en el Congreso de Estados Unidos. Fotografía: Samuel Corum/Agence France-Presse/Getty Images.

El problema es que el proyecto de los neoconservadores en Ucrania ha fracasado, y en Estados Unidos ahora el presidente es un hombre de negocios, que no es partidario de seguir azotando a un caballo muerto, pretendiendo que galope, enterrando miles de millones más en el intento.

En mi opinión, Zelenski tenía todavía una oportunidad de conservar la cabeza si se hubiera avenido a firmar el acuerdo sobre tierras raras que le proponía Trump. Era una vía para que Estados Unidos recuperara algo de la inversión efectuada en Ucrania, y un acicate para que Trump negociara un acuerdo con Rusia que respetara la soberanía ucraniana en los territorios que conserva el gobierno de Kiev. Si Estados Unidos se hubiera asegurado el control de esos recursos, serían sus propios intereses, no los de su títere, los que le hubieran empujado a conseguir un acuerdo que los salvaguardara.

La firma por parte de Zelenski de un acuerdo de tierras raras habría sido una manera indirecta de conseguir esas garantías de seguridad que con tanto ahínco reclama. La minería es una labor para desarrollar durante décadas. La presencia de empresas estadounidenses en Ucrania para extraer los minerales hubiera exigido también la de ciudadanos de ese país. El acuerdo hubiera sido una manera de vincular a Estados Unidos con Ucrania durante años. JD Vance lo ha dejado claro en sus declaraciones. Pero la miopía política de Zelenski, que está muy mal asesorado por sus amigos británicos y franceses, le impidió hacer ese análisis.

Y aquí llegamos al quid de la cuestión. Zelenski no asume el papel que aceptó en la guerra por intermediación entre Estados Unidos y Rusia. En la Casa Blanca, Zelenski llegó a afirmar que es Ucrania la que está en guerra con Rusia, no Estados Unidos, cuando hasta Boris Johnson reconoció en una entrevista con The Telegraph que Ucrania es un mero ariete en la contienda que mantiene la OTAN con Moscú.

Boris Johnson admite que el conflicto en Ucrania es una guerra “proxy” contra Rusia.

Cuando renunció a implementar sus promesas electorales, que le llevaron a ganar las elecciones con más de un 70% de los votos, al presentarse como el candidato que iba a terminar con la guerra, y cuando volvió a desperdiciar la oportunidad de acabar con el conflicto, al acatar las órdenes de sus patrocinadores y tirar abajo el acuerdo alcanzado en Estambul, Zelenski asumió por entero el papel de tonto útil de Estados Unidos.

En lugar de plantarse, y reivindicar la soberanía de su país, Zelenski se plegó a los intereses de Estados Unidos y de los ultranacionalistas ucranianos, y en ese momento aceptó el rol de títere al servicio de intereses ajenos. Ahora está sufriendo las consecuencias.

Zelenski no ha aprendido nada del destino que reserva Estados Unidos a sus marionetas cuando dejan de ser útiles, o fracasan en los proyectos que les son asignados: Washington se deshace de ellas, de maneras más o menos expeditivas, que van desde el asesinato hasta simplemente dejarles caer. Hay numerosos ejemplos en la historia.

Desde Ngo Dinh Diem, el presidente de Vietnam del Sur que fue derrocado y asesinado en un golpe de Estado, en 1963, organizado por su propio ejército, con el visto bueno previo de Estados Unidos, hasta el más reciente de Mijaíl Saakashvili, el que fuera presidente de Georgia tras una revolución de colores, formado en Estados Unidos, que acabó en una cárcel del país que presidió en dos ocasiones.

La Unión Europea se desliza hacia la militarización y el autoritarismo

La Unión Europea y el Reino Unido, que parece haber dejado de lado el Brexit para alinearse con Bruselas, están profundamente desorientados. Como comenté en el artículo anterior, el giro en la política exterior que Trump y su equipo están imprimiendo les ha dejado completamente descolocados.

Su primera reacción está siendo la de criticar fieramente el realismo de Donald Trump, e intentar por todos los medios que el nuevo presidente siga el fracasado rumbo del anterior. Europa quiere evitar por todos los medios la desconexión de Estados Unidos del proyecto en Ucrania. A pesar de sus grandilocuentes declaraciones, las élites europeas son conscientes de que el viejo continente no tiene la capacidad para seguir sosteniendo a Ucrania frente a Rusia. Ni económica ni militarmente.

La propuesta de Macron de desplegar tropas europeas en Ucrania, en el caso de que finalmente se alcance un alto el fuego, es sólo un cebo para que Estados Unidos venga al rescate y ponga las famosas “botas sobre el terreno” frente a una hipotética agresión rusa. 

Ahora es el momento de Europa para la acción decisiva en Ucrania

The Atlantic Council, un gabinete de ideas neoconservador, describía así la jugada “La estrategia debe ser una oferta europea para desplegar tropas en Ucrania. Ese despliegue incluiría la asistencia de respaldo de los Estados Unidos”. El gabinete no se corta a la hora de usar la misma terminología de la mafia. Al más puro estilo de El Padrino, la propuesta es “Hacerle a Trump una oferta que no pueda rechazar: los aliados europeos deben proponer desplegar tropas en Ucrania”.

En paralelo, las élites europeas siguen repitiendo el mantra, que fue de Biden, del apoyo a Ucrania “tanto tiempo como sea necesario”. El Reino Unido anunció un acuerdo con Kiev de cien años de duración. Úrsula von der Leyen propone que los Estados miembros destinen 800.000 millones de euros para militarizar Europa, aunque el verdadero objetivo es la puesta en circulación de eurobonos, la disolución de las soberanías nacionales y la destrucción de lo que queda del Estado del bienestar. El mensaje omnipresente es que, si no se frena a Putin en Ucrania, los rusos plantarán otra vez la bandera en el Reichstag o, incluso, llegarán hasta Lisboa.

Europa debe recortar su Estado de bienestar para construir un Estado de guerra. No hay manera de defender el continente sin recortes al gasto social.

Las élites europeas intentan aprovechar la situación para ahondar en el centralismo de Bruselas, impulsado por el autoritarismo de la presidenta de la Comisión Europea, para acabar con cualquier atisbo de democracia a nivel de los estados, como acaba de suceder en Rumanía, ante el silencio cómplice de otras naciones europeas, y el sigilo de los medios de comunicación sobre el golpe de Estado a cámara lenta que se está desarrollando en Bucarest.

Después de la detención de Calin Georgescu, el candidato que ganó la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha blanqueado el golpe de Estado, inadmitiendo la demanda de Georgescu. Esta es la “democracia” por la que estamos luchando en Ucrania contra la “autocracia” de Putin.

Titular de RFI.

Europa se está jugando la ruina y el aislamiento internacional

En lugar de asumir el fracaso del proyecto, algo que su propio impulsor está haciendo, y correr para tomar posiciones en el nuevo tablero mundial que se está configurando, las élites europeas insisten en seguir jugando una partida que ya ha terminado. De ahí viene su desubicación estratégica y política. Su obcecación en mantenerse en un marco ya caduco está arrastrando a la ruina al continente, comenzando por su gripada locomotora, Alemania.

El gobierno alemán está estudiando todas las opciones para evitar que los gasoductos Nord Stream vuelvan a ponerse en funcionamiento. Robert Habeck ha declarado que “La independencia del gas ruso tiene una importancia estratégica para el Gobierno federal en términos de política de seguridad y se mantiene fiel a ella”.

Mientras da pasos agigantados hacia la ruina, Europa reclama un sitio en la mesa de negociación. Lo mismo que hace el gobierno de Kiev, después de que su presidente dictara un decreto que le prohíbe entablar negociaciones con Vladimir Putin, y de que presumiera de dejar fuera a Rusia en las “cumbres de paz” que organizaba en Dinamarca y Suiza. ¿En qué quedamos?

Delegaciones de Estados Unidos y Rusia mantuvieron más de seis horas de conversaciones en el consulado estadounidense en Estambul. El mismo lugar donde se fraguó el acuerdo que tenían ya muy encarrilado representantes de Rusia y Ucrania, antes de que Boris Johnson transmitiera a Zelenski la orden de dejarlo caer, y seguir luchando. La elección de la ciudad turca como sede del diálogo ya es todo un mensaje.

Rusia y Estados Unidos mantienen conversaciones, Putin dice que los contactos inspiran esperanza.

Según las versiones oficiales, en el encuentro se habló de restablecer la normalidad en las relaciones a nivel de embajadas, restaurando el acceso de las representaciones diplomáticas rusas a los sistemas bancarios y la devolución de propiedades confiscadas por parte de Washington. ¿Hay alguien que se crea que rusos y estadounidenses estuvieron hablando durante más de seis horas únicamente de temas burocráticos?

Europa se está quedando fuera del nuevo mundo multipolar por su insistencia en seguir montada en un caballo muerto. Si de verdad quiere jugar un papel en el nuevo tablero mundial que se está configurando ahora, lo que tendría que hacer es tomar ejemplo de lo que hace su patrón, en lugar de enfrentarse a él, y buscar el restablecimiento del diálogo con Rusia. Va a ser muy difícil, porque la quiebra de confianza que se ha producido entre Bruselas y Moscú ha sido de gran calibre. Pero es la única manera de ayudar a Ucrania y a la propia Europa.

Ucrania necesita un acuerdo que evite una mayor destrucción del país, y Europa necesita recomponer sus relaciones con su vecina Rusia, reconectarse a las fuentes de energía que la alimentaban, y salir del aislamiento al que su negativa a reconocer la realidad le está conduciendo. Va a ser una tarea hercúlea, pero la alternativa es la ruina económica, política y social, el resurgimiento del autoritarismo y el incremento de la represión para someter a una población cada vez más harta de las políticas que nos están llevando a la miseria.

Algo mal habrán hecho las élites europeas, que se quejan del crecimiento en las urnas de los partidos nacionalistas, pero no se preguntan por los motivos, ni hacen la más mínima autocrítica. Su respuesta siempre es la misma: hace falta más Europa.

En realidad, lo que hace falta es una Europa que anteponga la defensa de los intereses de su ciudadanía al fracasado proyecto político de los neoconservadores en Ucrania. Lo que sobran son políticos, como la primera ministra de Dinamarca, que dice que la paz en Ucrania sería más peligrosa que la guerra. Si Europa sigue obcecada en que Rusia tiene que perder, en contra de toda evidencia, acabará siendo fagocitada por la realidad que insiste en negar. Con funestas consecuencias para la ciudadanía europea.

¿Acabará Trump con la guerra en Ucrania?

11 de diciembre de 2024

Donald Trump acuña un nuevo eslogan: Paz a través de la fuerza

Durante la campaña electoral, Donald Trump afirmó que si él hubiera sido presidente, en lugar de Joe Biden, la guerra en Ucrania no habría comenzado. Además, recalcó que en el caso de que volviera a la Casa Blanca, pondría fin a la guerra en 24 horas. Sin embargo, una vez ganadas las elecciones Trump sigue hablando de paz, pero también de fuerza: El nuevo mantra es “Paz a través de la fuerza”.

Publicación de Donald Trump en Truth Social.

Puede haber varios motivos para la aparición de la palabra fuerza en su discurso. Trump puede verse tentado a olvidar su promesa electoral. Si Trump decide arrinconar su compromiso para alcanzar la paz en Ucrania, pagaría un alto coste político. Una parte difícil de cuantificar, pero relevante, de la población, le ha votado por esa razón, y se sentiría frustrada si le defraudara.

La ciudadanía de Estados Unidos ha comprobado cómo se envían miles y miles de millones a un pozo sin fondo en Ucrania, mientras las infraestructuras públicas en su país se desmoronan, en medio de una subida de la inflación que ha puesto la cesta de la compra por las nubes, y con unos tipos de interés hipotecarios en torno al 7%, que han vuelto misión imposible acceder a una vivienda. No por casualidad, los tipos de interés hipotecario comenzaron a dispararse a comienzos de 2022, cuando Rusia se involucró directamente en la guerra civil que se desarrollaba en Ucrania desde 2014.

Evolución del tipo fijo medio de interés para las hipotecas en Estados Unidos. Fuente: CNBC.

También puede haber ocurrido que el complejo militar industrial de Estados Unidos le haya hecho llegar algunas sugerencias. En su discurso de despedida, el presidente y exgeneral Dwight D. Eisenhower fue explícito acerca del papel de la industria militar en Estados Unidos: “En los consejos de gobierno debemos cuidarnos de que el complejo militar-industrial no adquiera una influencia injustificada, ya sea buscada o no. Existe y persistirá el riesgo de que se produzca un ascenso desastroso de un poder en manos equivocadas”. A la vista de la situación internacional actual, estas palabras, pronunciadas en 1961, son de plena actualidad.

El perfil de los miembros in pectore de su nuevo gobierno va en consonancia con el nuevo eslogan. Cabe dudar sobre la viabilidad de las estrategias frente a Rusia que manejan: básicamente, el palo y la zanahoria. El Kremlin no parece amilanarse ante la escalada de la OTAN, ejemplificada en la advertencia que supuso el lanzamiento del misil hipersónico Oreshnik sobre Ucrania, tras haber recibido el impacto de misiles occidentales de largo alcance en territorio ruso.

Para quienes todavía sostienen que Ucrania se está limitando a intentar repeler una agresión no provocada, baste decir que hasta Boris Johnson ha reconocido que la OTAN está librando una guerra por intermediación contra Rusia.

El reclutamiento de halcones es acorde con la estrategia de Trump

La lealtad personal es el criterio fundamental que ha observado Donald Trump para elegir a quienes formarán parte de su equipo. Está por ver qué margen de maniobra les deja a sus subordinados, teniendo en cuenta la avasalladora personalidad del presidente. Aun así, conviene señalar que el perfil de las personas designadas para los cargos con competencias sobre la carpeta ucraniana no es precisamente el de palomas.

Trump impulsa la visión de “Paz a través de la fuerza” con sus elegidos para Defensa.

Mike Waltz, el escogido como asesor de seguridad nacional, es un veterano de los boinas verdes, excoronel de la Guardia Nacional, con perfil de halcón en relación con China, Oriente Próximo e Irán. Waltz ya le susurraba al oído a Trump en su primer mandato en cuestiones de defensa, y fue asesor de Dick Cheney, uno de los arquitectos de la guerra de Irak. En relación con Ucrania, Waltz ha rechazado enviar más ayuda militar, reclamando que Europa aumente su nivel de apoyo, aunque abogando al mismo tiempo por aislar a Rusia.

Recientemente, Mike Waltz afirmó que Estados Unidos podría acabar con la guerra aplicando presión. ¿Cuál sería esa presión? Sanciones económicas para “secar la máquina de guerra muy rápidamente”, respondió, a lo que añadió: “quitándole las esposas a las armas de largo alcance que proporcionamos a Ucrania”.

Las sanciones a Rusia han servido para que la producción industrial esté creciendo al 4,8%, como acicate para reindustrializar el país, impulsando un proceso de sustitución de las importaciones. También han conseguido hundir la economía de Alemania, como ya he documentado en este blog. Dudo mucho de que, casi tres años después, más sanciones consigan el objetivo para el que supuestamente fueron diseñadas. En cuanto a los misiles de largo alcance, tampoco van a darle la vuelta a la situación en el frente, como reconoce Lloyd Austin, secretario de Defensa.

Si añadimos que Waltz también declaró que los equipos de seguridad nacional de Joe Biden y de Donald Trump están trabajando “de la mano” para demostrar a los adversarios de Estados Unidos que el país se encuentra unido en la transición de gobierno, cabe sospechar que la estrategia de Trump para acabar con la guerra en Ucrania no difiere en lo sustancial de la impulsada últimamente por la administración de Biden, por mucho que le criticara: negociar desde la fuerza. El 7 de noviembre, dos días después de las elecciones, el portavoz del departamento de Estado, Matthew Miller, hablaba de negociaciones, mientras los medios occidentales advierten de la posibilidad de un “colapso” del frente en Ucrania.

El frente de Ucrania podría colapsar, según los avances de Rusia se intensifican, advierten los expertos.

El nuevo mantra acuñado por Trump – paz a través de la fuerza – ha encontrado un rápido eco. Mark Rutte, el nuevo secretario general de la OTAN, afirmaba el 27 de noviembre que “Tenemos que asegurarnos de que Ucrania esté en una posición de mayor fuerza que la que tiene en este momento”. En una conferencia de prensa el 1 de diciembre, Zelenski declaró que Ucrania únicamente estaría dispuesta a entablar negociaciones desde una posición de fuerza. El presidente ucraniano sigue insistiendo en que la OTAN curse una invitación para unirse a la alianza, a pesar del rechazo que sigue generando tal propuesta.

La reciente reunión de Zelenski en París con Trump y Macron no parece haber servido para materializar dicha invitación. Poco después, el ucraniano declaró que pensaba presionar a Biden para lograrlo, porque no tenía sentido hablar con Trump acerca del tema, ya que todavía no ha accedido a la presidencia. O sea, que Trump le dio calabazas.

Para hacerse cargo expresamente de la situación en Ucrania y Rusia, Trump ha nombrado al exgeneral de 80 años Keith Kellogg como “enviado especial”. En abril de este año, el exmilitar fue coautor, junto a Fred Fleitz, de un plan para resolver el conflicto que consistía, básicamente, en congelar el conflicto a la coreana. Fleitz trabajó en la anterior administración de Trump como asistente adjunto y jefe de plantilla del Consejo de Seguridad Nacional.

El resumen del plan de Fleitz y Kellogg es éste: “En concreto, implicaría una política estadounidense formal de búsqueda de un alto el fuego y una solución negociada del conflicto en Ucrania. Estados Unidos seguiría armando a Ucrania y reforzando sus defensas para garantizar que Rusia no haga más avances y no vuelva a atacar después de un alto el fuego o un acuerdo de paz. Sin embargo, la futura ayuda militar estadounidense requerirá que Ucrania participe en conversaciones de paz con Rusia”.

Además, el documento instaba a Biden y a otros líderes de la OTAN a aplazar la incorporación de Ucrania durante un periodo prolongado de tiempo, “a cambio de un acuerdo de paz integral y verificable con garantías de seguridad”.

El plan también consideraba algún alivio de las sanciones a Rusia, siempre que firme un acuerdo de paz con Ucrania. Aunque también preveía el cobro de gravámenes sobre las ventas de gas y petróleo rusos para utilizarlos en la reconstrucción de Ucrania.

El equipo de Trump analiza distintos planes para Ucrania y Rusia

El plan presentado en abril es una de las posibles estrategias que están analizando Keith Kellogg y Mike Waltz. Este último señalaba a finales de noviembre que “Tenemos que ponerle fin a esto de manera responsable. Tenemos que restablecer la disuasión, restablecer la paz y adelantarnos a esta escalada de violencia, en lugar de responder a ella”.

En una entrevista emitida en septiembre, Mike Waltz delineaba las líneas básicas de su plan: “Y lo que probablemente se verá es la actual línea de demarcación entre Rusia y Ucrania, que se convertirá en una especie de zona desmilitarizada”. “Ucrania conserva su soberanía independiente, Rusia obtiene la garantía de neutralidad de Ucrania: no se une a la OTAN, no se une a algunas de estas instituciones aliadas. Así es como se verá en última instancia el acuerdo”.

El ex enviado de Trump Richard Grenell apoya zonas autónomas en Ucrania.

Otra alternativa que el equipo de Trump está valorando es la propuesta de Richard Grenell, exembajador de Estados en Alemania. En julio de este año, Grenell abogaba por la creación de “zonas autónomas” dentro de Ucrania. La propuesta supondría revivir los acuerdos de Minsk, que plantearon como solución a la guerra civil el reconocimiento de autonomía a las regiones del Donbass que se negaron a aceptar el gobierno surgido del golpe de Estado en 2014: Donetsk y Lugansk. Ya sabemos en qué quedaron dichos acuerdos. Sus promotores occidentales terminaron reconociendo los propósitos inconfesables que albergaban, así que a estas alturas la propuesta de Grenell carece de recorrido.

Dentro de la futura administración Trump se escuchan posiciones mucho más duras. Es la de Sebastian Gorka, que será uno de los asistentes de Mike Waltz. Gorka declaró en una reciente entrevista que “Voy a dar un consejo que ha mencionado el presidente: le dirá a ese ex coronel asesino de la KGB, ese matón que dirige la Federación Rusa: “Si no negociamos ahora, la ayuda que hemos brindado a Ucrania hasta ahora parecerá insignificante. Así es como obligará a esos caballeros a llegar a un acuerdo que detenga el derramamiento de sangre”.

Conviene recalcar que el propio Donald Trump todavía no se ha pronunciado sobre las alternativas que está aireando la prensa occidental. En mi opinión, todas ellas o bien se han quedado obsoletas, porque ya no cabe hablar de estancamiento en el frente, o no tienen en cuenta lo fundamental: la posición de Rusia, claramente reflejada en los documentos que envió a Estados Unidos y a la OTAN en diciembre de 2021. 

Occidente sigue negociando consigo mismo, ignorando a Rusia

Es lógico que la administración entrante esté valorando distintas estrategias para tratar de enmendar el error estratégico de la saliente. El nuevo equipo también debería abandonar el enfoque que occidente ha mantenido durante los últimos años, que no ha sido otro que negociar entre sus miembros, ignorando la posición del antagonista. Teniendo en cuenta que Rusia está rompiendo las líneas del frente, no parece probable que Moscú se avenga a congelar el conflicto en las líneas actuales, que dejaron de estar estancadas hace tiempo, según el Institute for the Study of War.

Rusia avanzó 478 kilómetros cuadrados en Ucrania en octubre, récord desde 2022: Análisis de AFP de los datos del ISW.

Los miembros más destacados del gobierno ruso han dejado bien a las claras que no están dispuestos a que se repita el esquema fallido de los acuerdos de Minsk. Hace ya dos años, Vladimir Putin declaró: «Todos aguantamos, aguantamos, aguantamos y esperábamos algún tipo de acuerdo de paz, pero ahora resulta que simplemente nos engañaron».

Rusia fue engañada con los Acuerdos de Minsk: Putin.

La presidenta del Consejo de la Federación Rusa, Valentina Matviyenko, que también forma parte del Consejo de Seguridad Nacional, dijo el 2 de diciembre que Rusia no iba a “discutir nada parecido a una «congelación» a corto plazo del conflicto y cosas por el estilo. Esta no es, desde luego, la solución para resolver los problemas de seguridad a largo plazo en la región».

Unos días después, Serguéi Lavrov lo dejaba claro en una entrevista con Tucker Carlson. Rusia no va a caer de nuevo en la trampa que supondría un armisticio: la congelación del conflicto en las líneas actuales dejaría a la OTAN manteniendo el control del 80% de Ucrania, lo que aprovecharía para rearmarla. En su quimera, sólo tendría que esperar a la jubilación de Putin para volver a la guerra por el control de los inmensos recursos energéticos de Rusia, que es el verdadero origen del conflicto.

Occidente se equivoca de lleno si piensa que los dirigentes que sucedan a Putin van a ser más maleables o proclives al entendimiento. Estados Unidos y sus adláteres han puesto de manifiesto sus objetivos reales: cambio de régimen en Moscú e instalación de un gobierno títere para proceder a “descolonizar Rusia, troceándola en repúblicas más pequeñas y manejables, para mejor proceder al expolio de sus riquezas naturales.

Estados Unidos quiere trocear Rusia y Zelenski ya no sabe qué decir

El propósito declarado de Washington y sus aliados es destruir Rusia, ni más, ni menos. Así lo proclama una agencia gubernamental de Estados Unidos, la Comisión para la Seguridad y la Cooperación en Europa (cuyo nombre se presta a confusión con la OSCE): lo considera un objetivo “moral y estratégico”. Será complicado encontrar en las élites rusas actuales a alguien dispuesto a colaborar en la desintegración de su país.

Llamadas a la “descolonización” de Rusia en The Atlantic y el sitio web de la CSCE, una comisión gubernamental de Estados Unidos.

La organización Free Nations of Russian Federation llama a la “Descolonización de la llamada Federación Rusa”, y describe sus propósitos como “una lucha anticolonial y de liberación nacional contra el imperialismo del Kremlin en Moscovia”. Su objetivo es “la creación de nuevas entidades geopolíticas, así como la posterior reconstrucción de los futuros estados independientes del espacio post ruso”. Este grupo es muy activo y ha celebrado numerosos foros, con apoyo institucional, en Washington y Bruselas, entre otras capitales.

Mapa propuesto para trocear Rusia por Free Nations of Russian Federation en su sitio web.

Lo único que ha logrado el descaro con el que Estados Unidos y su séquito están aireando sus propósitos ha sido cementar el apoyo de la ciudadanía rusa a su presidente, Vladímir Putin. Si occidente soñaba con una revuelta popular para forzar un cambio de régimen, ha conseguido el efecto contrario. La última encuesta del centro demoscópico Levada refleja un 87% de apoyo de la población rusa a su presidente. Avanzando en el frente de batalla, con un fuerte respaldo popular, el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, reiteraba el 4 de diciembre que “Todavía no hay bases para una negociación con Ucrania”.

Tasa de aprobación de la gestión de Vladimir Putin según el centro Levada. En negro, los porcentajes de aprobación.

A todo esto ¿qué dice Zelenski? Pues una cosa y la contraria. El 17 de octubre amenazaba con procurarse armas nucleares si no se le garantizaba la entrada en la OTAN. Así manifestaba habérselo dicho a Donald Trump en la reunión que mantuvieron en septiembre. Ante el revuelo formado, Zelenski rebobinaba en una conferencia de prensa con Mark Rutte, el nuevo secretario general de la OTAN: «Nunca hablamos de… que nos estamos preparando para crear armas nucleares o algo así”.

Ucrania buscará armas nucleares si no puede unirse a la OTAN. The Telegraph, 17 de octubre de 2024.

Ateniéndonos a fuentes ucranianas, el 29 de noviembre el presidente ucraniano sostenía que «Si queremos detener la fase caliente de la guerra, debemos acoger bajo el paraguas de la OTAN el territorio de Ucrania que controlamos. Debemos hacerlo rápidamente”.

Sin embargo, sólo dos días después, Zelenski decía todo lo contrario: «No puede haber una invitación a una parte del territorio de Ucrania para unirse a la OTAN. Esto es un reconocimiento automático de que todos los demás territorios no sólo están en peligro, sino también que otros territorios no son ucranianos. Por lo tanto, Ucrania nunca lo aceptará. Si hay una invitación, sólo puede ser a todos los territorios”.

Zelenski matizaba que, en el caso de que Ucrania accediera a la OTAN mientras continuaba la guerra con Rusia, el artículo 5 de los estatutos (el de defensa mutua de sus miembros) podría no aplicarse a todo el territorio de Ucrania, porque reconocía que los miembros de la OTAN eran aversos a “los riesgos de involucrarlos en la guerra”.

Para recuperar los territorios ocupados por Rusia, Zelenski apelaba el 9 de diciembre a una solución diplomática. Lo cual es coherente con la incapacidad de su ejército para forzar otro escenario, y con las presiones que está recibiendo por parte de sus patrocinadores.

Las contradicciones de Zelenski revelan el grado de desconcierto que recorre los despachos de las élites occidentales, que buscan una salida al callejón en el que se han metido. Como es incapaz de admitir su derrota, la OTAN sigue hablando de la necesidad de evitar, a toda costa, que Rusia prevalezca en Ucrania. Occidente continúa sin tener en cuenta la posición de su adversario, y comienzan a surgir dificultades a la hora de adoptar nuevas medidas, como demuestra el fracaso de la Unión Europea para aprobar un nuevo paquete de sanciones a Rusia.

En lugar de Rusia, es Ucrania la que puede acabar troceada

Kaja Kallas sobre tropas extranjeras en Ucrania: “Nada puede ser descartado”.

El reemplazo de Josep Borrell al frente de la representación de la Unión Europea en política exterior y seguridad, la estonia Kaja Kallas, inauguró su andadura en el cargo con una visita a Zelenski en Kiev. Allí Kallas afirmó que “no se puede descartar nada”, refiriéndose a la posibilidad del envío de tropas europeas a Ucrania, recalcando que en relación con este tema convenía mantener “una cierta ambigüedad estratégica”.  

Kaja Kallas también mencionó la posibilidad de que tropas europeas verificaran en Ucrania un hipotético alto el fuego, caso de que éste fuera acordado. Dos días antes, Boris Johnson se apresuraba a reclamar un sitio para los militares británicos en esta función. El ex primer ministro argumentaba que el despliegue de fuerzas de países miembros de la OTAN provocaría la activación del artículo 5, de defensa mutua, en el caso de que Rusia decidiera atacar dicho cuerpo de interposición. Incluso aunque Ucrania siguiera sin ser miembro de la alianza. Lo cual, supuestamente, disuadiría a Rusia de violar el hipotético alto el fuego.

La verdadera intención que los europeos albergan tras la propuesta de enviar sus soldados a Ucrania es la de forzar la intervención de Estados Unidos, en el caso de que sean atacadas. Se trata, por todos los medios, de involucrar directamente a Washington en Ucrania, ante la posibilidad de que Trump, que aún no se ha pronunciado sobre los planes de su equipo que difunde la prensa, decida dejar el asunto en manos europeas.

Zelenski ha acogido favorablemente la posibilidad de desplegar tropas europeas para garantizar el cumplimiento de ese alto el fuego del que todo el mundo, excepto Rusia, está hablando. Un despliegue que abriría la puerta a la ocupación de los territorios de Ucrania que Rusia no controla por parte de países europeos.

La historia de Ucrania ha sido azarosa. Ciñéndonos a su pasado más reciente, ante el posible desmoronamiento del Estado ucraniano tal y como lo conocemos, existen motivos para que los países limítrofes planteen reclamaciones territoriales. Cuando se esgrimen antecedentes históricos para justificar este tipo de reivindicaciones, pueden resurgir odios ancestrales, mal enterrados, que pueden desembocar en conflictos armados. Es lo que vimos en las guerras que asolaron la extinta Yugoslavia en los años 90 del pasado siglo.

Evolución territorial de Ucrania entre 1922 y 1954. Fuente: OSU.EDU.

Entre 1922 y 1954 Ucrania fue creciendo gracias a los territorios “cedidos” por Polonia, Rumanía, la Rutenia checoslovaca y la propia Rusia (Crimea, regalada a Ucrania en 1954 por Nikita Jrushchov, que era ucraniano). Polonia fue quien salió más perjudicada por esta reorganización soviética de las fronteras de un país, Ucrania, cuya etimología significa “al borde”.

Pérdidas y ganancias territoriales de Polonia entre 1933 (línea amarilla) y 1945 (línea negra).

Como consecuencia de estos movimientos de las lindes, debemos recordar la existencia de minorías étnicas en Ucrania. Bajo el mandato de Zelenski – fuertemente influido por los ultranacionalistas – polacos, húngaros y rumanos han visto sus derechos a la hora de seguir usando sus idiomas severamente recortados.

A la vista de este mapa, en el caso de que se produjera un colapso del actual Estado ucraniano – una posibilidad cada día más real – Polonia se sitúa en primera línea a la hora de aprovechar su hipotética participación en las tropas europeas de interposición para recuperar los territorios que perdió durante la época soviética.

A Estados Unidos le da igual destrozar países y que mueran millones de personas con tal de aferrarse a una hegemonía en decadencia. Los conflictos armados provocados por los sucesivos inquilinos de la Casa Blanca desde 2001 en nombre de la “guerra contra el terrorismo” en Afganistán, Irak, Pakistán, Yemen, Libia, Somalia y Siria se han cobrado, al menos, cuatro millones y medio de vidas.

Washington se ha gastado 8 billones de dólares, dos veces el PIB de Alemania, en matar, directa o indirectamente, a todas estas personas. La siniestra cuenta sigue subiendo, ahora en Siria, donde el apoyo estadounidense a los islamistas anticipa un escenario de caos para toda la región. Un tema que analizaré en el próximo artículo.

Israel, Ucrania y Reino Unido quieren implicar a Estados Unidos en sus guerras

10 de octubre de 2024

Los peones de Washington no asumen su papel

Los peones del imperio andan alborotados, porque les está costando asumir su papel. No se dan cuenta de que Washington carece de interés en involucrarse directamente en las guerras que promueve y patrocina. Ante la empantanada situación en sus respectivos frentes, consideran que sólo la participación directa del ejército de Estados Unidos puede ofrecerles la posibilidad de resolver los conflictos instigados por su patrón, de forma favorable no sólo a los intereses de la metrópoli, sino a los suyos propios.

Benjamín Netanyahu, Volodímir Zelenski y Keir Starmer están haciendo todo lo posible para escalar las guerras, cruzando una línea roja tras otra de sus respectivos oponentes, con el objetivo de provocar la entrada del ejército estadounidense en los frentes que continúan abriendo. Por este motivo, los gobiernos de Tel Aviv, Kiev y Londres comparten una misma estrategia.

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Ucrania dinamita en Kursk las posibilidades de negociar con Rusia

16 de septiembre de 2024

Dmytro Kuleba viaja a China para comunicar que Ucrania quiere negociar

Cuando Ucrania lanzó sus tropas sobre la región rusa de Kursk, quien quiera que tomara dicha decisión estaba dinamitando cualquier posibilidad de negociación con Rusia. Al menos, a corto plazo. Tanto si los objetivos que pretendía alcanzar la incursión se cumplieran, como si no, como ha sido el caso. Voy a explicar por qué.

Durante las semanas previas a la invasión, el ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, realizó varios viajes que sugerían que el gobierno de Kiev estaba abierto a abrir negociaciones con Moscú. Estos movimientos se vieron reforzados por las declaraciones de Volodímir Zelenski, que el 16 de julio afirmó que Rusia debería ser invitada a la segunda cumbre de paz, prevista para noviembre, después de que vetara su asistencia a la anterior, celebrada en Suiza en junio.

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Zelenski fracasa en su cumbre mientras Rusia recaba nuevos aliados

8 de julio de 2024

La falsa cumbre de paz que era de guerra

La conferencia impulsada por Volodímir Zelenski en Suiza tuvo el mismo resultado que las sanciones contra Rusia: terminó perjudicando a sus promotores. Si la reunión estaba diseñada para recabar apoyo internacional al presidente de Ucrania, muy necesitado de respaldo tras aferrarse al cargo, con su mandato ya vencido, las conclusiones fueron en sentido contrario: el sostén del bloque occidental fue tibio, y Zelenski consiguió enemistarse con dos colosos en la nueva arena internacional: China y Brasil.

De entrada, de un total de 160 países invitados, sólo acudieron 90, de los cuales 44 eran europeos. Las organizaciones supranacionales europeas fueron incluidas en la lista para hacer bulto. Teniendo en cuenta que la conferencia se publicitó como una “cumbre de paz”, y que Rusia no fue invitada, es comprensible el rechazo de China a participar en una encerrona para apoyar a una de las facciones en guerra. Eso, y un intento de relanzar la imagen del desprestigiado Zelenski. Su índice de aprobación se ha desplomado casi 30 puntos en un año, según un sondeo patrocinado por USAID, la “agencia de cooperación” de Estados Unidos.

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