18 de abril de 2023
Vaya por delante mi escasa simpatía por Emmanuel Macron, este exbanquero de Rothschild, que acaba de dejar bien claras cuáles son sus credenciales democráticas al saltarse el parlamento, sede de la soberanía popular, para retrasar la edad de jubilación en Francia, a golpe de decreto presidencial. Aunque lo que da que pensar es que tan antidemocrático procedimiento esté contemplado en la constitución francesa, supuestamente democrática, y que la decisión de Macron haya sido avalada por el Tribunal Constitucional francés.
Una vez dicho esto, hay que concederle a Macron el don de la oportunidad en sus declaraciones tras su viaje a China. Y digo oportunidad, porque si se le han tirado al cuello desde ambos lados del Atlántico, algo habrá hecho bien. Ha sabido oler el momento y aprovecharlo: Alemania en manos de un pasmarote al que le vuelan los gasoductos y ni pestañea; Estados Unidos, con un presidente senil, al que le mueven los hilos los halcones del Departamento de Estado, obcecados en su huida hacia adelante en Ucrania; y China como potencia en auge, adonde se están volviendo todos los ojos del sur global, gracias a su apuesta por la diplomacia en Oriente Próximo, que ha cuajado en el histórico acuerdo entre Arabia Saudita e Irán. Era la oportunidad de desmarcarse del guion dictado por la Casa Blanca, y Macron la ha aprovechado, erigiéndose en portavoz del mar de fondo existente en la Unión Europea.