Piratas y ladrones explotan su “orden basado en reglas”

23 de diciembre de 2025

Los hechos revelan la hipocresía de las élites occidentales

Los recientes asesinatos y actos de piratería cometidos en el Caribe por parte de Estados Unidos y la confiscación indefinida de los activos estatales rusos a manos de la Unión Europea ponen de manifiesto la hipocresía que late tras la pretensión de estos delincuentes internacionales de que el resto del mundo se adhiera al “orden basado en reglas” que afirman encarnar.

Antony Blinken, que ejerció como secretario de Estado con Joe Biden, definió el “orden basado en reglas” como “el sistema de leyes, acuerdos, principios e instituciones que el mundo se unió para construir después de dos guerras mundiales para gestionar las relaciones entre los estados, prevenir conflictos y defender los derechos de todas las personas”.

Walter Russell Mead, miembro del Hudson Institute, una de las cavernas del pensamiento neoconservador, se lamentaba en una columna en el Wall Street Journal de la “desintegración” del orden internacional basado en reglas, liderado por Estados Unidos. Ilustrada con una única fotografía, la de Putin, la columna repasaba la lista actualizada de villanos y se quejaba de que Washington y sus aliados no hicieran lo necesario para que los malvados respetaran esas “reglas”, a las que occidente se adhiere inequívocamente. Modo ironía activado.

El orden internacional basado en reglas se está desintegrando silenciosamente.

Hay que ser hipócrita para defender que Estados Unidos lidera un orden basado en reglas, y reivindicarlo como defensor de la legalidad internacional, cuando su presidente ordena bombardear embarcaciones extranjeras, en aguas internacionales, asesinando a sus ocupantes; decreta el cierre del espacio aéreo de otro país, u ordena tomar un petrolero al abordaje para apropiarse de su petróleo, mientras anuncia que continuará con sus actos de piratería.

Hay que ser muy falsa para erigirse en guardián del “orden basado en reglas”, como hace Úrsula von der Leyen, mientras encarga a un ejército de abogados que busque fórmulas para legalizar el robo de activos de otro país, depositados en un tercero. Hace falta mucha doblez para presentarse como paradigma del estado de derecho, mientras presiona hasta violar el tratado que sustenta jurídicamente la organización internacional que preside. Hay que ser muy camandulera para sostener que sus políticas harán a la Unión Europea más fuerte.

Misión de rescate: la llamada de Von der Leyen a la historia y al orden global basado en reglas. ECFR.

Exactamente eso es lo que está haciendo Estados Unidos, bajo la presidencia de Donald Trump, y la Unión Europea de Úrsula von der Leyen: despreciar la legalidad internacional con asesinatos, actos de piratería y bloqueo aéreo en Venezuela. Pisotear la ley al incautarse fraudulentamente de los activos rusos depositados en instituciones financieras europeas.

Es normal y saludable que el resto del mundo rechace ese “orden basado en reglas” tras el que las élites occidentales se amparan para cometer sus tropelías, disfrazándolas con una retórica de sublimes valores, con la que pretenden elevarse moralmente sobre la jungla, desde su ajardinado reducto de delincuencia, convenientemente protegido por altos muros de hipocresía.

Wang Yi, el ministro chino de Relaciones Exteriores, alertaba en julio de 2021, en su discurso inaugural del 9º Foro Internacional por la Paz, de que el “orden internacional basado en reglas” en realidad era una expresión de la “política de poder”, por la que “algunos países pretendían imponer su voluntad y sus estándares a otros, reemplazando las leyes internacionalmente aceptadas con las normas de la casa de unos pocos”.

Muy acertadamente, Wang Yi se preguntaba cuáles eran esas reglas en las que el orden internacional debería basarse, y cuál era exactamente el orden que debería preservarse. El ministro exigía que los términos fueran definidos claramente, y avanzaba cuál era la posición de China: el sistema reconocido por todos los países sólo puede ser la legalidad internacional basada en la Carta de las Naciones Unidas.

Resulta muy acorde con la hipocresía occidental su reiterada letanía acerca de la “amenaza china”, siendo así que la última guerra en la que intervino China fue en 1979, contra Vietnam, a quien pretendía “dar una lección” por haber invadido Camboya, con el apoyo de la URSS, y haber depuesto al gobierno de los Jemeres Rojos, que tenía el respaldo de China. A las cuatro semanas, después de un flojo desempeño, China se retiró a sus posiciones.

Los defensores del “orden internacional basado en reglas” no pueden presumir de un historial tan pacífico. En los últimos 45 años, la lista de vulneraciones de la legalidad internacional, en forma de guerras, golpes de Estado, actos terroristas propios o por intermediación haría interminable este artículo. Baste señalar como botones de muestra la desintegración de Yugoslavia a manos de la OTAN – las fronteras no se pueden cambiar por la fuerza, ¿verdad, Úrsula? – y la destrucción de Libia e Irak bajo pretextos.

La estrategia de Trump en Venezuela también busca acabar con Cuba

Con su estrategia de acoso y derribo al gobierno de Nicolás Maduro, Estados Unidos pretende matar dos pájaros de un tiro. El otro es Cuba, que recibe la mayoría de su petróleo de Venezuela. Marco Rubio, como muchos otros miembros de la diáspora, está obsesionado con fulminar el modelo político cubano, para volver al statu quo anterior a la revolución, tan bien reflejado en la escena de El Padrino II, en la que los mafiosos estadounidenses se reparten los pedazos de una tarta con el mapa de Cuba.

El reparto del pastel cubano, en una escena de El Padrino II, película de Francis Ford Coppola.

Cuba forma parte de Petrocaribe, un proyecto nacido en 2005, que beneficia a varios países de la región y que funciona con una mentalidad distinta a la del capitalismo depredador: es un esquema para compartir el petróleo que no busca obtener beneficios a costa de los países no productores, sino que busca fortalecerlos, para crear una base que consiga la independencia económica y política de Estados Unidos, según leemos en este informe. Cuba juega un papel dentro de Petrocaribe como centro geográfico y operacional, a través de proyectos conjuntos entre PDVSA y Cupet.

Según la consultora de energía Argus, el flujo de petróleo desde Venezuela a la isla prácticamente se ha suspendido desde que Estados Unidos abordara un petrolero venezolano para quedarse con su carga, según reconoció Trump.

Los flujos de crudo venezolano se reducen, Cuba siente el aguijón. Argus.

Venezuela tiene las mayores reservas probadas de petróleo del mundo y las primeras de gas de Latinoamérica, y comparte con Cuba la voluntad de construir un modelo político al margen del capitalismo. Estados Unidos no se lo perdona, porque ni Caracas ni La Habana permiten que Washington se apodere de sus recursos. Los defensores de los derechos humanos y la democracia tienen un largo historial de organizar y ejecutar golpes de estado para derribar gobiernos legítimos, elegidos en las urnas, e instalar en su lugar dictaduras militares, así que el cuento de la promoción de la democracia únicamente lo repiten las capitales occidentales y sus obedientes medios de propaganda.

La estrategia de presión al gobierno de Nicolás Maduro y, colateralmente, a Cuba, enlaza con lo manifestado en la última edición de la Estrategia de Seguridad Nacional, publicada en noviembre. El primer interés vital que cita el documento gira en torno al hemisferio occidental. La actualización de la doctrina Monroe con el denominado “corolario de Donald Trump” apunta al dominio completo de dicho hemisferio y a la expulsión de cualquier competidor en la región.

El lenguaje utilizado en el documento no puede ser más claro: “Queremos un hemisferio libre de incursiones extranjeras hostiles o de la propiedad de activos clave, que apoye cadenas de suministro críticas y que garantice nuestro acceso continuo a ubicaciones estratégicas clave”. En breve: quiero América entera para los Estados Unidos.

En un contexto en el que la multipolaridad del mundo está fuera de toda duda, Estados Unidos apuesta por extender y afianzar su dominio en el hemisferio occidental, enviando un claro mensaje a sus competidores: manteneos fuera de mi esfera de influencia. Del resto del mundo, ya hablaremos.

Las “reglas” de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional

Tratándose de un documento cuyo prefacio firma Donald Trump, las contradicciones de la nueva edición de la Estrategia de Seguridad Nacional permean todo el documento, y reflejan la hipocresía que subyace tras ese “orden basado en reglas” que pretenden vendernos. En su introducción, la Estrategia critica la visión de las élites que condujeron la política exterior de Estados Unidos durante la guerra fría, ya que pensaban que el dominio permanente sobre todo el mundo iba en beneficio de los intereses del país.

En realidad, se dice ahora, los asuntos de otros países solo deben preocupar a Washington si sus actividades amenazan directamente sus intereses. Además, el objetivo que perseguían las élites – la dominación mundial permanente – era “fundamentalmente un objetivo indeseable e imposible”.

Sin embargo, tras la lectura del documento, queda claro que la mentalidad no ha cambiado, y el deseo de dominar el mundo sigue latiendo a lo largo de toda su extensión. Para Estados Unidos, casi cualquier actividad que ocurra en el mundo amenaza sus intereses, siempre y cuando no sean ellos quienes la controlen.

Uno de los principales objetivos declarados es el de procurarse el mayor ejército del mundo, al que nadie se atreva a toser y que, en caso necesario, pueda derrotar a cualquier adversario. Además, la Estrategia declara su voluntad de mantener el “poder blando sin rivalidad” de Estados Unidos para ejercer una influencia positiva que promueva sus intereses, a lo largo y ancho del mundo.

La Estrategia de Seguridad Nacional dedica su atención a otros lugares, alejados miles de kilómetros, que parecen representar una amenaza. Sin mencionarla por el nombre, hay una advertencia clara a China, cuando habla de “detener y revertir el daño actual que actores extranjeros infligen a la economía estadounidense, mientras mantenemos el Indo-Pacífico libre y abierto, preservando la libertad de navegación”. Tampoco podía faltar una referencia a Oriente Próximo, donde Estados Unidos quiere prevenir que un poder rival domine la región, así como sus suministros de gas y petróleo.

Tras la lectura de la Estrategia de Seguridad Nacional, nos queda clarísimo que el “orden basado en reglas” que Estados Unidos pretende imponer al mundo se resume en su voluntad de evitar compartir su dominio con las potencias emergentes, tras haber aprobado un presupuesto militar de 900.000 millones de dólares. Eso sí, algunos analistas han detectado la intención de subcontratar determinadas tareas de seguridad a sus aliados, o proxies, en algunas regiones del mundo, lo que representa un rasgo de debilidad, que también puede ser calificado de realismo ante la magnitud de la tarea que supone dominar todo el planeta.

¿El ocaso de la supremacía estadounidense? Externalización del riesgo en la Estrategia de Seguridad Nacional 2025. China-US focus. 

La Unión Europea quería robar a Rusia, pero además va a robarnos a nosotros

El 12 de diciembre, los embajadores de los países miembros de la Unión Europeo acordaron un reglamento ad hoc para congelar indefinidamente los activos rusos depositados en Europa. La medida se tomó por mayoría, no por unanimidad, como requieren las decisiones de política exterior en la Unión Europea. Otra regla que salta por los aires para evitar el veto de Hungría, y, probablemente, el de algún país más.

La congelación de los activos rusos, en lugar de ser revisada cada seis meses, como hasta ahora, se convertía en indefinida, hasta tanto Rusia no cese “su guerra de agresión contra Ucrania”, “proporcione una reparación a Ucrania en la medida necesaria para permitir la reconstrucción sin consecuencias económicas o financieras adversas para la Unión”, y “las acciones de Rusia en el contexto de su guerra de agresión contra Ucrania hayan dejado objetivamente de plantear un gran riesgo de dificultades graves para la economía de la Unión y sus Estados miembros”.

En otras palabras, la Unión Europea no devolverá nunca los activos estatales a Rusia, violando la Convención de las Naciones Unidas sobre Inmunidades jurisdiccionales de los Estados y sus bienes.

Titular del Berliner Zeitung, traducido de forma automática.

La congelación indefinida era el paso previo para usar dichos activos como garantía de un “préstamo” al gobierno de Kiev, impulsado sobre todo por Friedrich Merz y Úrsula von der Leyen, por valor de 140.000 millones de euros. En ningún momento explicaron sus promotores de dónde saldría físicamente esa cifra para enviarla a Kiev, supuestamente “respaldada” por los activos rusos. Así que, dada la firme oposición de Bélgica, Italia, Hungría y, significativamente, Francia, cabe sospechar que el plan era sacar el dinero del cofre de Euroclear, y de las instituciones británicas y francesas que también atesoran activos rusos, para transferírselos directamente al gobierno de Kiev.

Finalmente, Francia salió al rescate de Bélgica, y cuando Macron mostró su oposición a lo que tenía pinta de convertirse en un robo directo, Merz y von der Leyen se vieron obligados a recular, en un apoteósico fracaso político, y el Consejo Europeo terminó acordando la emisión de deuda conjunta, por valor de 90.000 millones, para solucionar las acuciantes necesidades financieras de ese Estado fallido en el que occidente ha convertido a Ucrania, con la complicidad de sus élites.

Los 90.000 millones los pagaremos los contribuyentes europeos. Euronews nos informa del mecanismo con el que las élites europeas nos van a meter mano en la cartera: “Como ni la UE ni sus Estados miembros disponen en este momento de 90.000 millones de euros, la Comisión Europea acudirá a los mercados y recaudará el dinero desde cero emitiendo una mezcla de bonos a corto y largo plazo”.

¿Se puede saber de qué se ríen estos tres?

Euronews prosigue: “el presupuesto de la UE absorberá los tipos de interés para evitar a Ucrania, ya muy endeudada, cualquier carga adicional. La Comisión calcula que, con los tipos actuales, los pagos de intereses ascenderán a 3.000 millones de euros al año”. Es decir, además del pago del principal a cargo del presupuesto de la UE, que se elabora con las aportaciones de los países miembros, los contribuyentes vamos a tener que aflojar los intereses: 20.000 millones de euros más en el presupuesto europeo, que se calcula cada 7 años.

“Los Estados miembros se repartirán los intereses en función de su peso económico. Alemania, Francia, Italia, España y Polonia soportarán los costes más elevados”, nos aclara Euronews. Así que cuando escuchéis a los políticos españoles decir que no hay dinero para sanidad, educación u otras inversiones sociales, recordad que sí destinan dinero para financiar la guerra perdida de Ucrania, que no es un Estado miembro de la UE.

Macron ya ha sido calificado de “traidor” por fuentes diplomáticas europeas anónimas, citadas en el Financial Times, por no apoyar la iniciativa de Merz. Curiosamente, era Alemania la que históricamente se oponía a mancomunar la deuda en la Unión Europea. Tres países no pondrán ni un euro para financiar a Ucrania: Hungría, la República Checa y Eslovaquia, que se plantaron. Las grietas en la “unidad europea” comienzan a ser muy visibles.

Como las decisiones en política exterior han de tomarse por unanimidad, la Comisión decidió retorcer el artículo 122 del tratado de la Unión Europea para esquivarla, y adoptar por mayoría la decisión de otorgar un “crédito” a Ucrania. El artículo 122 habla de tomar medidas “con espíritu de solidaridad entre los Estados miembros (…) si surgen graves dificultades en el suministro de determinados productos, en particular en el sector energético”.

El artículo 122 establece la posibilidad de que el Consejo conceda ayuda financiera “Cuando un Estado miembro se encuentre en dificultades o corra el grave riesgo de sufrir graves dificultades causadas por catástrofes naturales o acontecimientos excepcionales ajenos a su control”.

Es asombrosa la cantidad de trampas que han hecho las élites europeas para meternos mano en la cartera. Además de saltarse la obligación de tomar por unanimidad una decisión de política exterior, el artículo 122 habla en todo momento de Estados miembros, y Ucrania no lo es. Por lo tanto, la ayuda me parece ilegal, por mucho que lo acuerde el Consejo. Quizá esa consciencia de violación de la legalidad es la que ha forzado al Consejo Europeo a dispensar a tres Estados miembros de la obligación de aportar fondos al “préstamo”: quedaron excusados a cambio de no vetar la resolución.

El artículo 122 finaliza indicando que “El presidente del Consejo informará al Parlamento Europeo de la decisión adoptada”. Una premura en la toma de decisiones, puenteando a la supuesta sede de la soberanía popular, que quizás podría entenderse para los casos que menciona el artículo – desastres naturales, acontecimientos excepcionales fuera del control de los Estados miembros –pero nada de eso aplica al caso de Ucrania. 

Tampoco es cierto que nos hallemos ante un “crédito”, por más que sea la palabra utilizada en el acuerdo. Ucrania sólo se verá obligada a devolver los 90.000 millones de euros si Rusia le paga indemnizaciones en concepto de “reparaciones”. Como todo el mundo sabe, las reparaciones las paga quien pierde la guerra, no quien la gana. Si las élites europeas fueran sinceras, deberían haberlo llamado “ayuda a fondo perdido”, en lugar de “crédito”. Rusia está ganando la guerra, y la va a ganar, porque no le queda otra si la primera potencia nuclear del mundo quiere subsistir en su actual forma. Recursos le sobran para conseguirlo.

La derrota de Rusia significaría su desaparición en su estado actual, ya que el objetivo de la guerra impulsada por la OTAN es destruirla, y trocearla en unidades más manejables para apoderarse de sus recursos. Hay diversas declaraciones de altos cargos occidentales en este sentido, que ya he recogido en este blog, pero hoy voy a añadir esta intervención de Kaja Kallas en un panel en mayo de 2024, donde aboga por dividir Rusia en «naciones más pequeñas».

 

Las grietas en la «unidad europea» proporcionan un atisbo de esperanza

El fracaso político de Merz y von der Leyen, que se detestan, pero estaban de acuerdo en apropiarse de los activos estatales rusos para entregárselos a Ucrania, es palmario. Alemania se ha visto obligada a rebobinar en su sempiterna oposición a emitir deuda mancomunada, pero la reunión del Consejo Europeo ha dejado al aire las vergüenzas de la Unión.

Antes de comenzar la cumbre, la presidenta de la Comisión se despachó con este ramalazo de autoritarismo: “Nadie abandonará la cumbre de la UE hasta que se resuelva la cuestión de la financiación de Ucrania”.

Como acertadamente señala el periodista Thomas Fazi, todo el episodio en torno a los activos rusos ilustra cómo opera la Unión Europea: “Mediante la fabricación de falsas dicotomías que impiden una auténtica elección política, se presentó a los Estados miembros una dura alternativa: o aceptaban confiscar los activos congelados de Rusia o se preparaban para financiar colectivamente un nuevo préstamo masivo”.

La tercera opción, abandonar una estrategia fallida, dejar de financiar una guerra perdida, e intentar buscar una salida negociada, que intente al menos salvar los muebles en Ucrania, antes de que se produzca el colapso, ni siquiera fue considerada.

Thomas Fazi subraya que la decisión del Consejo Europeo “expuso la naturaleza cada vez más autoritaria de la Unión, dispuesta a pasar por alto los intereses nacionales y a descartar las restricciones legales, las normas democráticas y la racionalidad económica básica en pos de cruzadas ideológicas”. Una cruzada cuyos promotores saben de sobra que está perdida, pero que pretenden seguir alimentando con argumentos tan falaces como el de Friedrich Merz:

Dos días después, Macron declaraba que Europa debería plantearse restaurar el diálogo con Putin, en el caso de que las negociaciones para alcanzar la paz en Ucrania que estaba dirigiendo Estados Unidos fracasaban. Después de las disensiones entre Merz y Macron en torno al método para seguir financiando la guerra en Ucrania, las declaraciones del presidente francés suponen otra grieta no sólo en la Unión, sino en el eje francoalemán que, históricamente, ha sido el motor de la organización. Después de Macron, han surgido otras voces, en el Reino Unido, y en la propia Alemania, que también se han mostrado a favor de restablecer el diálogo con Putin.

Macron dice que Europa tendrá que dialogar con Putin si fracasan las conversaciones de paz de Estados Unidos. Reuters.

Bienvenidas sean estas grietas. Ojalá se ensanchen y se profundicen hasta resquebrajar los cimientos de la Unión Europea y provoquen el derrumbe de ese leviatán burocrático, autoritario y antidemocrático, que nació como un plan de cooperación económica, y que ha mutado en un proyecto geopolítico militarizado, que se confunde con la OTAN, salvo por las excepciones de quienes no tragan con ese enfoque al servicio de intereses ajenos o espurios.

Un proyecto que nació fracasado, desde que abrazó el delirio de las sucesivas administraciones demócratas de infligir una derrota estratégica a la primera potencia nuclear, usando un intermediario. La pretensión de la Unión Europea de convertirse en un actor geopolítico con peso en el mundo multipolar partió de una falsa premisa: que le iba a ir bien convertirse en lacayo de Estados Unidos, abandonando toda autonomía estratégica. La única esperanza que le queda a Europa es que la Unión Europea se disuelva, desaparezca, y los pueblos y naciones que conforman el viejo continente recuperen, o alcancen, su soberanía, su capacidad de decisión.

A la pandilla de mediocres que acaudillan la Unión Europea todo esto de la geopolítica les viene muy grande. Ahora sólo pretenden mantener y controlar unos flujos multimillonarios de efectivo, al margen de cualquier medida de control, hacia el pozo sin fondo en que se ha convertido Ucrania, e intentar arrastrar a Estados Unidos a la guerra que diseñó en Europa para que les resuelva la papeleta frente a Rusia. No parece que Trump esté por la labor de entrar a una confrontación directa con Rusia pero, por el bien de todos, roguemos que no ceda a las presiones de los halcones y nos ahorre la hecatombe.

Por qué Putin colabora en el teatro de la mediación de Trump

8 de diciembre de 2025

Putin le echa el primer cable a Trump en Estambul

Vladímir Putin ya le había echado un cable a Donald Trump en mayo, como analicé en este artículo. Para sacarlo de la encerrona preparada por Keith Kellogg – que abandonará su puesto en enero – y los neoconservadores de Estados Unidos y Europa, el presidente ruso ofreció abrir conversaciones directas con Ucrania en Estambul. Trump se aferró a la propuesta porque le permitía esquivar el marco impuesto por los neoconservadores: exigir a Rusia un alto el fuego de 30 días antes de negociar nada, e imponer “sanciones aplastantes” a Moscú y a terceros países si rechazaba el ultimátum.

Trump no estaba dispuesto a aceptar ese planteamiento. Sabía que Rusia rechazaría el alto el fuego y que las sanciones de “jurisdicción de brazo largo”, como las califica China, iban a ser desafiadas por Xi Jinping y Narendra Modi, dejando en evidencia la supuesta capacidad de presión estadounidense. Rusia, además, no tenía motivo alguno para detener su avance en el frente: va ganando, y una tregua sólo daría aire al debilitado ejército ucraniano y a sus desfondados aliados europeos.

Al atribuirse el papel de mediador en un conflicto cuyo desencadenante siempre atribuyó a Joe Biden e, incluso, a la expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas, desafiando la narrativa occidental, Donald Trump se colocaba en el medio de un enfrentamiento, cuando en realidad es uno de los contendientes. Hasta Marco Rubio ha reconocido que la guerra en Ucrania es de carácter “proxy”, o por intermediación, entre Estados Unidos y Rusia, y que hay que ponerle fin. Porque Washington ha perdido, añado yo, aunque eso Rubio no lo dijo en la entrevista en Fox News.

El Kremlin afirma que la visión de Rubio sobre el conflicto de Ucrania como una guerra indirecta entre Estados Unidos y Rusia coincide con la de Putin.

Putin se dio cuenta de que Trump intentaba abandonar el descabellado proyecto de derrotar a Rusia para esquilmar sus recursos, así que decidió echarle un cable, porque vio la oportunidad de que el nuevo presidente de Estados Unidos abandonara un proyecto en gran medida bipartidista.  El golpe de Estado del Maidán se produjo en 2014, cuando Barack Obama era el presidente, aunque el plan era transversal, pues contó con el apoyo entusiasta de notorios republicanos, como John McCain, que viajó a Kiev en 2014, y Lindsey Graham, que sigue haciéndolo.

Putin está dispuesto a pasar por alto la notoria contradicción que supone la admisión del carácter «proxy» de la guerra en Ucrania por parte de Marco Rubio, y la actitud de su jefe al presentarse como mediador, porque piensa que le viene bien hacerlo. Por cierto, el secretario de Estado estuvo notoriamente ausente de dos reuniones clave: la última de los ministros de Asuntos Exteriores de miembros de la OTAN, y la que mantuvieron Steve Witkoff y Jared Kushner con Putin, durante 5 horas, en Moscú. ¿Estuvieron 5 horas hablando de Ucrania, o trataron otros temas?

Los motivos por los que Rusia colabora en la escenificación de Trump

Hay motivos adicionales por los que Rusia ha aceptado entrar en esa dinámica, siendo evidente que Estados Unidos está instigando el enfrentamiento desde la revolución naranja de 2004.  Lo primero que hay que señalar es que, de haber ganado las elecciones la candidata demócrata, el restablecimiento del diálogo con Rusia no se habría producido. Kamala Harris habría seguido los pasos de Joe Biden, que para eso pretendían ponerla en la Casa Blanca, repitiendo la cantinela de “as long as it takes” (tanto tiempo como haga falta). Un latiguillo que, de hecho, siguen coreando las élites europeas, comenzando por la propia Úrsula von der Leyen.

Con todos sus defectos, que son innumerables, deleznables y apoteósicos en otros ámbitos de la política exterior, Donald Trump está mostrando unas dosis de realismo sorprendente cuando nos ceñimos a la carpeta de Ucrania. Una posición que no casa con su actitud soberbia, rasgo inherente a todos los presidentes estadounidenses, aunque menos desacomplejado en el caso de Trump. Y ese realismo comienza por asumir que Ucrania está perdiendo la guerra: “No tienes las cartas”, le espetó a Zelenski cuando éste se puso chulito en febrero en la Casa Blanca, y J.D. Vance y el propio Trump le pararon los pies.

Trump: Zelenski “no tiene cartas”, “no debería estar en reuniones” con Rusia. 21 de febrero de 2025.

Rusia se ha dado cuenta de ese giro, que denota que Trump está buscando una salida de Ucrania salvando la cara, y esa es la primera razón por la que está colaborando en el teatrillo del “mediador”. La segunda es que Putin preferiría tener unas relaciones con Estados Unidos donde hubiera más cooperación que enfrentamiento.

Rusia lleva casi cuatro años en guerra. Putin no tiene ningún inconveniente en alcanzar los objetivos fijados en la “operación militar especial” en una mesa. Así lo ha declarado. Si la escenificación de un proceso de negociación donde su contrincante real aparece como mediador le facilita conseguir sus objetivos y abandonar las armas, Putin está dispuesto a explorar esa posibilidad, aunque no debemos soslayar las desconfianzas que alberga el Kremlin respecto a la fiabilidad de su interlocutor, y el cumplimiento de un hipotético acuerdo.

Tanto Putin como Trump son conscientes del trampantojo que representa el papel de mediador que se atribuye el presidente estadounidense. Si Trump realmente quisiera acabar con la guerra en Ucrania, lo tendría muy fácil: bastaría con que cortara de golpe toda ayuda militar y de inteligencia. Aunque desde enero Estados Unidos no financia directamente al gobierno de Kiev, sigue proporcionando armas a Zelenski, a través de los países europeos que se las compran. También continúa amagando con dejar de facilitar información de inteligencia a Ucrania, pero sigue haciéndolo. Si Trump desenchufara a Ucrania, caería en cuestión de semanas.

Trump no lo hace por dos motivos: el primero, porque a pesar de toda su fanfarronería, carece de coraje político para hacerlo. No se atreve a enfrentarse a los neoconservadores y su panoplia de palancas de poder en los distintos estamentos institucionales. Por no hablar de los dos intentos de asesinato que ha sufrido. El segundo, porque sus adversarios políticos, en casa y en Europa, le iban a echar la culpa de la caída de Ucrania, de la derrota de la democracia frente al autoritarismo, y toda esa matraca. Así que Trump está buscando una manera de evitar que le responsabilicen del colapso. Lo tiene difícil, pero lo está intentando.

Europa lucha por hacerse con un puesto en la mesa de negociación

Aunque los europeos están luchando a brazo partido por hacerse con un sitio en la mesa de negociación entre las dos potencias, fundamentalmente para reventarla, parecen lejos de conseguirlo. El desprecio de Trump por la Unión Europea y sus líderes, que apoyaron a su contrincante en las elecciones presidenciales, es manifiesto. El de Putin es asimismo patente. En este caso, las élites europeas se lo han ganado a pulso, desde el momento en que se alinearon con los objetivos de Biden: destruir a Rusia, y fragmentarla en unidades administrativas más manejables, para mejor saquear sus recursos. 

Así pues, tanto Trump como Putin carecen de interés en que los europeos participen en las negociaciones. Ambos son plenamente conscientes de que el único interés de las élites europeas para auparse a un sitio en la mesa es el de reventar cualquier posibilidad de solución pacífica del conflicto.

Las recientes filtraciones de conversaciones entre líderes europeos lo demuestran: Macron advierte de que Trump “podría traicionar” a Ucrania, mientras el presidente de Finlandia, Alexander Stuub, comenta que “No debemos dejar a Ucrania y a Volodimir solos con estos muchachos”, en referencia a Steve Witkoff y Jared Kushner, el nuero de Trump, que están ejerciendo de diplomáticos.

Macron advirtió de que Estados Unidos podría “traicionar” a Ucrania en una llamada filtrada entre líderes, informa Spiegel. Politico, 4 de diciembre de 2025.

Uno de los principales objetivos que motivó la creación de la OTAN fue impedir, a toda costa, que surgiera una alianza estratégica entre la parte occidental del continente europeo y la vasta Rusia. El primer secretario general de la OTAN, Lord Ismay, dijo que el objetivo de la Alianza era “mantener a los rusos fuera, a los estadounidenses dentro y a los alemanes abajo”. Hasta hace poco, esa cita se podía leer en el propio sitio web de la OTAN. Aunque ya ha sido eliminada, se puede consultar en este enlace de archivo.

Mantener a los rusos fuera, a los estadounidenses dentro y a los alemanes abajo. ¿Cómo lo está haciendo la OTAN?

A pesar de ello, desde los años 70, Europa occidental, singularmente Alemania Federal, y Rusia llegaron a acuerdos para que Rusia le suministrara gas natural a través de gasoductos, proporcionándole la energía abundante, próxima y barata que Europa necesitaba para prosperar. La voladura de los gasoductos Nord Stream se enmarca en la estrategia de Estados Unidos de dinamitar, literalmente, ese esquema, que fue tan beneficioso para ambas partes.

Teniendo en cuenta que la guerra provocada por la OTAN en Ucrania ha volado todos los puentes entre Bruselas, Londres y Moscú, podemos colegir que uno de los objetivos estratégicos de Estados Unidos se ha cumplido: las perspectivas de que Europa y Rusia reanuden sus relaciones en unos términos mínimamente civilizados son nulas, al menos en el corto y medio plazo.

Una vez cumplida esa misión, Estados Unidos puede optar por darse por satisfecho en lo que a Europa respecta: su economía está destruida y sin visos de poder recuperarse, al carecer de la energía barata necesaria para hacerlo. Así pues, la derrota en Ucrania, que es ya una cuestión de tiempo, no sería tan amarga. Washington no ha conseguido destruir a Rusia, pero sí ha eliminado las posibilidades de la Unión Europea de convertirse en un competidor geopolítico.

Como botón de muestra, baste señalar que los países bálticos, los más aguerridos verbalmente contra Moscú, ya han pedido el “rescate” a la Unión Europea a causa de las sanciones a Rusia. Bruselas se ha limitado a darles buenas palabras, porque hasta que no se apruebe el próximo presupuesto, en 2028, dinero no va a haber. Y entonces, ya veremos.

Los países bálticos quieren un rescate de la UE después del efecto inverso de las sanciones a Rusia – Politico. Irish Sun, 27 noviembre de 2025.

Trump ha optado por seguir la máxima del obispo de Troyes frente a Atila: “Si no puedes con tu enemigo, únete a él”. La estrategia de presentarse como mediador le está permitiendo restablecer la comunicación con Rusia para, ulteriormente, llegar a acuerdos comerciales, en el terreno de la energía o explotando el Ártico. Al fin y al cabo, Trump es un hombre de negocios.

Por si quedaba alguna duda del giro de Trump, la última edición de la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, publicada en noviembre, afirma literalmente lo siguiente: Es un interés central de los Estados Unidos negociar un cese expeditivo de las hostilidades en Ucrania, (…) prevenir una escalada o expansión no deseada de la guerra y restablecer la estabilidad estratégica con Rusia”. Lo que viene a ser un reconocimiento de que Rusia ha ganado la partida en Ucrania y toca recomponer los puentes con Moscú. Trump está apostando por el caballo ganador, y aunque el titular del Wall Street Journal es hiperbólico, no es de extrañar que los europeos estén hiperventilando…

EE. UU. da un giro a la historia al presentar a Europa —no a Rusia— como el villano de su nueva política de seguridad. Wall Street Journal, 5 de diciembre de 2025.

Tras esta declaración de intenciones por parte de Trump, a Rusia también le interesa recomponer las relaciones con Estados Unidos. Al fin y al cabo, junto con China, con quien Rusia ya mantiene una asociación estratégica a todos los niveles, los tres países conforman las tres principales potencias económicas y militares del planeta. El restablecimiento de unas relaciones donde primara la cooperación sobre el enfrentamiento, y el comercio sobre las restricciones, favorecería el progreso económico de las tres.

Rusia ha demostrado una gran resiliencia frente a las sanciones, pero es evidente que no le importaría librarse de las impuestas por Estados Unidos. En relación con las procedentes de la Unión Europea, Putin intuye que han llegado para quedarse, pero le molestan menos, porque están dañando mucho más a sus promotores que a su país. Así que esos “imbéciles”, como llegó a calificarles, pueden seguir cavando su propia tumba.

Europa encadena su destino al de Ucrania

A causa de sus erróneas decisiones, Europa es un actor irrelevante en el tablero mundial, porque se encuentra aislada. Putin está firmando acuerdos multimillonarios con Xi Jinping y Narendra Modi, mientras la Unión Europea sigue cavando su tumba con el paquete número 20 de sanciones bumerán. En lugar de virar el trasatlántico, como está intentando Donald Trump, y tratar de restablecer las relaciones con Rusia, por muy complicado que eso resultara ahora mismo, la UE está empeñada en ligar su destino al de Ucrania. Lo cual es garantía de un naufragio del calibre del Titanic.

Europa reclama insistentemente un puesto en la mesa de negociación entre los grandes, pero si de veras quisiera alzarse con un lugar en el tablero geopolítico, lo que debería hacer no es dirigirse a Estados Unidos, su patrón, implorando aunque sea una banqueta en la mesa, sino tratar de emanciparse. Para eso, Europa necesitaría llamar al Kremlin, con la esperanza de que le cogieran el teléfono, para intentar restaurar el diálogo.

A pesar de la rusofobia que profesan los principales líderes nacionales europeos y los burócratas de Bruselas, desde Keir Starmer hasta Kaja Kallas, los rusos son muy prácticos. En octubre de 2022, Putin afirmó que Rusia estaba dispuesta a volver a suministrar gas a Europa a través de los gasoductos Nord Stream, un mes después de su voladura. Conviene recordar que Europa sigue comprando gas a Rusia, sólo que licuado, mucho más caro que el que venía por tubería, y que va a seguir haciéndolo, al menos, hasta el otoño de 2027.

La UE tiene un discurso duro sobre el GNL ruso, pero compra más que nunca en 2025. High North News, 30 octubre de 2025.

Si las élites europeas mostraran propósito de recomponer las relaciones, los rusos quizás se avendrían a reanudar el diálogo. Pero los europeos deberían hacerlo rápidamente, antes de que Ucrania termine de colapsar militar y políticamente, y no les quede ni siquiera esa sobada carta con la que jugar, cuyo valor desciende día a día.

Sin embargo, para que tal escenario se produjera, debería haber un reemplazo de las actuales élites. Con las que están al cargo hoy, tal giro resulta impensable. Úrsula von der Leyen y su patulea no sólo no se plantean un giro en su estrategia de enfrentamiento, sino que siguen dándole vueltas al robo de los activos rusos que Euroclear, con sede en Bruselas, mantiene en custodia, “congelados”, con el propósito de prolongar la guerra.

Estados Unidos y el Banco Central Europeo se han mostrado en contra de la apropiación. El Fondo Monetario Internacional también ha advertido “que cualquier acción relacionada con el uso de los activos inmovilizados de Rusia debe respetar el derecho internacional y nacional y no socavar el funcionamiento del Sistema Monetario Internacional”. Verde y con asas.

Ucrania necesita al menos 90.000 millones de euros para cubrir dos tercios de su presupuesto en los próximos dos años, arguye la reina de Bruselas para justificar el latrocinio. Como reseñé en el artículo anterior, tanto el gobierno belga como la directora de Euroclear se niegan a abrirles la puerta a los ladrones, por más que Úrsula von der Leyen anuncie supuestos acuerdos para consumar el atraco, que distan de haberse materializado, dada la firme oposición belga.

Además de planear un robo multimillonario, que destrozaría la reputación de Europa y el valor de su moneda, asistimos a una escalada verbal por parte de un alto mando europeo de la OTAN, amenazando con adoptar una postura más agresiva frente a Moscú, incluso con la posibilidad de lanzar “ataques preventivos” contra Rusia.

La OTAN considera acción “preventiva” contra los ataques híbridos de Rusia. The Independent, 2 de diciembre de 2025.

El presidente ruso no ha tardado en responder a estas amenazas: ha advertido que en caso de que Europa desate una guerra contra Rusia, la respuesta a la agresión no sería “quirúrgica”, como califica la actuación del ejército ruso en Ucrania, en el marco de lo que Moscú denomina “operación militar especial”.

Que no se piensen las élites europeas que Putin iba a enviar a sus soldados a una guerra de trincheras en la frontera polaca. Que no se hagan líos. Las palabras de Putin no ofrecen ninguna duda: la respuesta rusa a una agresión directa por parte de Europa sería devastadora.

No parece que Estados Unidos saliera al rescate en tal caso. Oficiales del Pentágono transmitieron a diplomáticos europeos en Washington que deberán hacerse cargo de las capacidades de defensa convencionales de Europa en la OTAN en 2027, como fecha límite. Después de décadas sufragando la parte del león, Estados Unidos está traspasando la factura de su defensa a Europa. Habría que ver lo que queda del artículo 5, el que estipula la mutua defensa, en caso de ataque…

Ucrania se desmorona mientras pretende imponer su agenda con ayuda de los europeos

Se suceden las caídas de ciudades estratégicas en la línea del frente – Pokrovsk, Kupiansk, Volchansk – que están abriendo la puerta a que el ejército ruso llegue al río Dnieper, arteria de la economía ucraniana. A partir de ahí, todo es campo hasta Kiev, no hay líneas de defensa. Desde enero, Trump ha cortado el grifo de los dólares. En cuanto a las armas que Biden regalaba a Zelenski, ahora es Europa quien debe comprarlas al complejo militar industrial estadounidense para enviarlas a Kiev. El ejército ucraniano tiene un serio problema para reponer las bajas. En el frente, las perspectivas son muy sombrías para Ucrania: el secretario del ejército de Estados Unidos advierte de una “derrota inminente”.

El secretario del Ejército de EE. UU. advirtió a Ucrania de una derrota inminente mientras impulsaba un plan de paz inicial. NBC News, 26 de noviembre de 2025.

Los casos de corrupción afectan al círculo más próximo a Zelenski. Su jefe de gabinete y mano derecha, Andriy Yermak, renunció después de que la oficina anticorrupción (NABU) efectuara registros en su domicilio, al día siguiente de una entrevista en la que afirmó que Ucrania no iba a ceder ni un ápice en términos de territorio. En los domicilios de los corruptos en Kiev aparecen paquetes con millones de dólares a estrenar, con sellos de la Reserva Federal, y hasta un inodoro de oro

Europa es incapaz de proporcionar el flujo de dinero necesario para sostener económicamente al gobierno de Ucrania, que se aproxima a la quiebra. Por eso apuesta por robar los activos rusos, porque de otro modo tendría que convencer a la ciudadanía europea de que hay que subir los impuestos, suprimir prestaciones sociales, o endeudarse, para enviar dinero al corrupto gobierno de Zelenski. Europa tampoco dispone de armamento suficiente con el que compensar el que ya no llega de Estados Unidos, cuyos arsenales también están perjudicados tras más de tres años de guerra.

Con el ejército al borde de la desbandada, el país a punto de la quiebra, y con sus aliados europeos sin dinero para financiar el fallido Estado ucraniano, Zelenski y las élites europeas encima se creen en la posición de dictar los términos de un acuerdo que resulte favorable a Ucrania y castigue a Rusia por la agresión. El nivel de delirio, de negación de la realidad, alcanza tintes patológicos.

Europa a Trump: tu plan de paz para Ucrania no es ningún plan. Politico, 20 de noviembre de 2025.

El plan estadounidense de 28 puntos para tratar de poner fin al conflicto en Ucrania, del que existen varias versiones, ha sido supuestamente reducido a 19, tras conversaciones con Zelenski y los europeos, para aproximarlo a los intereses ucranianos. A Trump no le importa hacer concesiones sobre el papel a Zelenski y sus titiriteros, porque sabe que Rusia no va a aceptarlas. Cuando llegue la negativa rusa, Trump podrá echarle la culpa a Ucrania por tratar de conseguir un acuerdo sin el respaldo de la situación en el frente: le acusará, con razón, de falta de realismo.

Si Ucrania rechaza la mediación estadounidense, Trump tendrá las manos libres para retirarse, sobre lo que ya ha amagado en el pasado, y dejar que la contienda se resuelva en el campo de batalla. Este es el escenario más probable, según estima John Mearsheimer. Acertadamente, porque las posiciones de Ucrania y Rusia son irreconciliables y el Kremlin no puede renunciar a sus objetivos, que considera imprescindibles para evitar la amenaza existencial que supondría una derrota. Además, Rusia está en posición de conseguirlos por la vía militar. Hace bien Estados Unidos en recomendar a Ucrania que firme un acuerdo, lo antes posible, porque cada día que pasa, Zelenski estará en peor posición para hacerlo.

En cuanto al futuro de Ucrania, en el mejor de los casos quedaría como un Estado residual, aunque yo creo que Rusia no puede consentir que en Kiev queden los rescoldos para que los europeos, ya sin Estados Unidos, pretendan prorrogar el conflicto, alimentando los restos del naufragio.

Rusia necesita desactivar, de la manera lo más efectiva posible, la posibilidad de que Ucrania vuelva a ser utilizada por occidente como un ariete para destruirla. Así que lo más lógico es que intente una operación de cambio de régimen, para asegurarse de que quienes detenten el poder en Kiev sean refractarios a toda veleidad de volver a las andadas.

En cuanto a Zelenski, si no lo asesinan sus compatriotas neonazis tras la derrota, podría acabar exiliado en Londres. Desde allí, junto al MI6, podría continuar una guerra sucia contra Rusia. Europa podría tener la tentación de apadrinar un gobierno ucraniano en el exilio, para seguir financiando una operación menos costosa que una guerra convencional. En cuyo caso, habría que esperar la respuesta del Kremlin al hostigamiento. De una cosa estoy seguro: en ningún caso sería quirúrgica. 

Europa recurre al belicismo, la censura y el autoritarismo para tapar su desastre estratégico

17 de noviembre de 2025

Las élites europeas pisotean los valores que afirman defender

Desde su inicio, los ideólogos de la guerra contra Rusia en Ucrania enmarcaron su embestida como un conflicto entre las democracias y el autoritarismo, encarnado por el nuevo malvado de turno, Vladímir Putin. Hoy en día, siguen haciéndolo, presentando al gobierno de Kiev como epítome de la defensa de la democracia, a pesar de todos los hechos en contra que lo desmienten: ilegalización de partidos, hipercontrol estatal de los medios de comunicación, y un lodazal de corrupción que apunta al entorno más próximo al propio Zelenski, que sigue aferrado al poder más allá del límite de su mandato, sin convocar elecciones.

Al peón todo se le permite. Para eso está poniendo, literalmente, toda la carne de sus compatriotas en el asador. Aquí empieza la traición de las élites europeas a los valores que afirman defender. Para sostener el relato del conflicto entre las democracias y los regímenes autoritarios, entre los que, aplicando un doble rasero, se añade a conveniencia a China, Corea del Norte o Irán, pero se excluye a las petromonarquías o a exterroristas aupados al poder, como Al Jolani en Siria, las élites europeas deberían velar por que Zelenski guardara medianamente las formas. No es el caso.

La estrategia de los países europeos que siguen apoyando al gobierno de Zelenski, que no son todos, pasa por mirar para otro lado cuando el gobierno de Ucrania secuestra a sus ciudadanos para enviarlos al frente – una práctica conocida como “busificación” –, o condecora a militares que lucen simbología nazi, o aparecen maletas llenas de dólares en los domicilios de personas vinculadas al presidente de Ucrania, la más cercana previamente avisada de la inminente intervención policial, para que le diera tiempo a salir del país.

Una investigación por corrupción sacude al gobierno ucraniano. New York Times, 10 de noviembre de 2025.

La actitud de las élites europeas revela que su relato se apoya en una retórica que los hechos contradicen. La falacia no sólo se desmonta en Kiev, sino también en Bruselas, y en el resto de las capitales europeas que, como Alemania, redoblan su apoyo al gobierno de Ucrania, mientras destruyen los valores europeos cuya supervivencia, supuestamente, se está ventilando en la línea del frente.

La ofensiva contra los presuntos cimientos sobre los que se construye esa fallida, sesgada y sólo aparente Unión Europea la estamos presenciando día a día.

Censurar las opiniones en las redes sociales contrarias a los dictados de Bruselas, tirando de clichés como la necesidad de luchar contra la desinformación, o contra las injerencias extranjeras, no es fortalecer la democracia, sino minar la libertad de expresión, una de las bases fundamentales en las que dicen apoyarse los sistemas políticos occidentales. Denominar a la operación “Escudo de la democracia” es otro ejemplo del lenguaje orwelliano que se gastan en Bruselas.

La UE planea crear un centro para combatir la amenaza de la desinformación procedente de Rusia y otros países. The Guardian, 7 de noviembre de 2025.

Despedir a periodistas por hacer preguntas incómodas, que ponen de manifiesto el doble rasero de las instituciones europeas a la hora de juzgar el comportamiento de Rusia y el de Israel, y la disparidad de respuestas que ambas conductas provocan por parte de la burocracia europea, tampoco encaja con la defensa de la libertad de expresión, sino con un autoritarismo rancio y visceral.

Un periodista preguntó por qué Israel no está pagando la reconstrucción de Gaza. Le costó el trabajo. The Intercept.

Otorgar más poder a la Comisión Europea, un órgano burocrático designado al margen de la ciudadanía, mediante componendas en despachos por parte de una fracción de las élites, impulsando el centralismo, en detrimento de la autonomía de las regiones, y socavando la soberanía de los estados miembros, está en las antípodas de una construcción democrática de la unidad europea. Tal es así que, hasta el Parlamento Europeo, ese remedo de cámara de representación con exiguas competencias, ha puesto pie en pared frente al último intento centralista de la reina de Bruselas.

El Parlamento de la UE advierte a von der Leyen: Cambia el presupuesto o lo rechazaremos. Politico, 28 de octubre de 2025.

La colaboración de agencias de inteligencia occidentales con los servicios secretos ucranianos en el diseño de atentados terroristas, o en el entrenamiento en técnicas de tortura, tampoco parece compatible con los valores europeos. Obstaculizar la investigación sobre la voladura de los gasoductos Nord Stream, rechazando la extradición de un acusado – aunque a estas alturas está clarísimo quién fue el autor intelectual del mayor atentado contra infraestructuras energéticas europeas – , tampoco es para colgarse medallas en la defensa del imperio de la ley y el estado de derecho, otros de los supuestos valores de los que se vanaglorian las élites europeas para justificar su superioridad moral.

Plantear la confiscación de los activos rusos “congelados”, saltándose toda la legalidad internacional, y pagar a un ejército de abogados para que busquen fórmulas con las que legalizar el latrocinio, tampoco parece cuadrar con la defensa del “orden basado en reglas”. Otra de las cantinelas que repiten incansablemente las élites a uno y otro lado del Atlántico, que los hechos vacían de un contenido ya de por sí indefinido y maleable a conveniencia. O lo que viene a ser lo mismo: inexistente.

El belicismo es el nuevo valor europeo con que las élites tratan de esconder su fracaso

El belicismo es el eje transversal sobre el que Úrsula von der Leyen y sus elegidos se están apoyando para “fortalecer la democracia”, cuando en realidad su objetivo es destruirla, pasando por encima de la voluntad popular, junto a los restos del estado del bienestar que todavía subsisten, a pesar de las sucesivas andanadas de los gestores al cargo de cada país.

La Comisión Europea tiene la intención de presentar, el 19 de noviembre, un documento sobre la movilidad militar en la Unión Europea, que equivaldría a un “Schengen militar”, en una coyuntura en la que varios países miembros han reinstaurado los controles fronterizos de personas. El proyecto prevé incrementar la eficiencia a gran escala del movimiento de equipos, personal y suministros militares a través de las fronteras intracomunitarias, para lo que vendría dotado de propuestas legislativas. El plan ha sido elaborado en colaboración con la OTAN.

Plan de movilidad militar de la Unión Europea. Comisión UE + Colaboración OTAN.

Este plan no ha surgido de la noche a la mañana. En la Unión Europea se lleva hablando desde hace tiempo de la necesidad de invertir en corredores de transporte aptos para el doble uso, civil y militar, según recoge este informe de un seminario celebrado en Gante (Bélgica), en febrero de 2024. En el documento se subraya la necesidad de dotar de presupuesto a este tipo de iniciativas, precisando, eso sí, que las políticas relativas al transporte del material militar y del personal asignado deben orientarse hacia “una movilidad más limpia, ecológica e inteligente”. En el lenguaje orwelliano de Bruselas, hasta mover armamento a lo largo y ancho de Europa va a resultar ecológico.

Corredores de transporte europeos susceptibles de ser mejorados para facilitar su doble uso. Fuente: Comisión Europea, Dirección General de Movilidad y Transporte.

El 3 de marzo de 2021, el CEPA, (Center for European Policy Analysis) un gabinete de estudios con sede en Washington, financiado entre otros por industrias de armamento estadounidenses, ya proponía un proyecto para incrementar la eficiencia de la movilidad de los equipos militares y las tropas en el continente europeo. Dicho y hecho. La obediente Unión Europea, siempre dócil ante las sugerencias que le llegan desde Washington, se ha puesto manos a la obra.

El Proyecto de Movilidad Militar de CEPA. Moviendo montañas para la defensa de Europa.

Las montañas a las que se refiere CEPA son de dinero. El plan de Úrsula von der Leyen para rearmar Europa contempla el objetivo de sacar 800.000 millones de las depauperadas arcas de los miembros de la Unión Europea, usando tres fórmulas:

  1. Permitir a los países activar la cláusula de escape del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Es decir, saltarse los límites autoimpuestos en lo referente al déficit público (3% del PIB) y la deuda pública (60% del PIB).
  2. Lanzamiento de un instrumento de préstamo de 150 000 millones de euros para ayudar a los países a invertir en áreas militares clave, como la defensa antimisiles, los drones y la ciberseguridad. Los fondos se captarán en los mercados de capitales, según la Comisión.
  3. Ampliación de la financiación por parte del Banco Europeo de Inversiones a proyectos militares y de seguridad. La Comisión pretende que el BEI “acelere la unión de ahorro e inversión para movilizar capital privado, de modo que la industria de defensa europea no dependa exclusivamente de la inversión pública”.

En resumen, el plan de la Comisión consiste en endeudar a Europa hasta las cejas para financiar una escalada belicista contra Rusia. No se entiende muy bien cómo es posible que, después de imponer el austericidio a sangre y fuego, como ocurrió con Grecia en 2015, ahora Bruselas se olvide de sus rígidas normas fiscales para entrampar a Europa en una espiral de endeudamiento con fines militares. Bueno, en realidad, se entiende perfectamente. 

La Comisión sostiene que “El pleno aprovechamiento de estas herramientas financieras tendrá efectos positivos para la economía y la competitividad de la UE. Esto incluye la construcción de nuevas fábricas y líneas de producción, esenciales para la generación de empleo de calidad en Europa”. La Comisión olvida matizar que esas nuevas fábricas y líneas de producción tendrán carácter militar.

A la industria tradicional europea – automoción, siderurgia, química – ya se han encargado de laminarla incrementando los costes de la energía, al sustituir la procedente de Rusia por la de otros proveedores, como Estados Unidos, mucho más caros. ¿Cómo espera la Comisión que la industria militar europea sea competitiva con esos costes incrementados? ¿Por qué nadie habla del motivo de la subida de los costes energéticos?

Plan ReArmar Europa/Preparación 2030: el plan para financiar la defensa de la UE.

Como analicé en un artículo anterior, poco importa que la supuesta amenaza rusa con la que las élites europeas pretenden justificar esta escalada armamentística exista solo en las mentes calenturientas de quienes la dirigen. Lo importante es fabricar una coartada que permita tapar con belicismo el fracaso estratégico de su apuesta por una derrota de Rusia que no se va a producir, sino que, además, está provocando la destrucción de la economía de la Unión Europea.

La prolongación del conflicto en Ucrania es el principal objetivo

En un artículo publicado en julio, reseñé que la Unión Europea se estaba planteando conceder un préstamo de 100.000 millones de euros a Ucrania. Como quiera que Estados Unidos ha cortado las inyecciones financieras directas al gobierno de Kiev, y la economía de Europa está sufriendo los estragos provocados por sus élites, con Alemania sufriendo la recesión más larga desde la Segunda Guerra Mundial, en Bruselas se están rebuscando los bolsillos para seguir sufragando la guerra contra Rusia en Ucrania, pero sólo encuentran telarañas.

Producción de la industria manufacturera de Alemania. Fuente: Oficina Federal de Estadística.

Por eso las élites europeas siguen dándole vueltas a la idea de apropiarse directamente de los activos rusos, para usarlos como garantía de un “préstamo de reparaciones”  al gobierno de Kiev, por valor de 140.000 millones de euros. El asunto comienza mal desde el mismo nombre del préstamo, que se presenta como una inyección de efectivo con el que reconstruir un país que está actualmente en guerra. En eso consisten las “reparaciones”. El objetivo obviamente es bien distinto: seguir alimentando la contienda.

El plan continúa peor, porque el esquema que plantea la Comisión es que Rusia termine pagando ese préstamo, merced a las reparaciones con las que deberá correr cuando acabe el conflicto. No obstante, la Comisión pasa por alto el pequeño detalle de que las reparaciones siempre las paga el perdedor, y no parece que Rusia esté perdiendo la guerra.

El latrocinio a gran escala que plantea la Comisión ha chocado con la negativa de varios países, especialmente con el de Bélgica, sede de Euroclear, la cámara de compensación que alberga los activos rusos “congelados”. Su directora ha avisado de que, si se produce la confiscación, Euroclear se está planteando demandar a la Unión Europea. Alemania, Francia e Italia también se oponen.

Ante este rechazo, Bruselas ha advertido que la continuidad del apoyo del Fondo Monetario Internacional a Ucrania, controlado por Estados Unidos, depende de que la Unión Europea apruebe el “préstamo de reparaciones”. La Comisión ha conminado a los miembros a apropiarse de los activos rusos, ya que, en caso contrario, la Unión Europea debería afrontar un pago anual de 5.600 millones de euros en intereses. Un chantaje poco disimulado, que pretende doblegar las reticencias belgas ante las pretensiones de que el robo se consume en su territorio y se lleve por delante no sólo Euroclear, sino la fiabilidad del sistema financiero europeo.

La UE debe pagar hasta 5.600 millones de euros en intereses si no hay acuerdo sobre los activos rusos, advierte Bruselas. Financial Times, 7 de noviembre de 2025.

Los medios de comunicación al servicio de las élites se han apresurado a señalar las supuestas ventajas para Europa de seguir alimentando la guerra en Ucrania. The Economist, con sede en Londres, uno de los principales apoyos de Zelenski, califica de “ganga” enviar 390.000 millones de euros a Ucrania en los próximos cuatro años, sumando las aportaciones directas de fondos y el valor del armamento que se proporcionaría. Kaja Kallas se ha apresurado a utilizar la misma palabra – ganga – para referirse a la financiación europea de Ucrania, en comparación con lo que supondría una victoria de Rusia.

Según The Economist, hasta ahora Ucrania se ha zampado 360.000 millones en su “esfuerzo militar”. La cifra incluye el presupuesto militar del país, más las ayudas occidentales. En 2025, dicho “esfuerzo”, requerirá entre 100.000 y 110.000 millones, aproximadamente la mitad del PIB de Ucrania. El déficit fiscal del país ya alcanza el 20% del PIB. La deuda pública se ha duplicado desde 2022, y alcanza el 110% del PIB.

The Economist reconoce que Ucrania no puede financiarse en los mercados de capitales, porque nadie le presta dinero. Una vez que Estados Unidos ha cortado las ayudas financieras directas, sólo queda Europa, afirma la publicación. Después de subrayar el apoyo del medio a la confiscación de los activos rusos, The Economist señala que la medida se queda corta, en 230.000 millones, para lo que considera necesario. Así que apuesta por que Europa se endeude, de manera conjunta, a través de eurobonos, hasta alcanzar los citados 390.000 millones. Una meta que sólamente supondría doblar las aportaciones actuales hasta el 0,4% del PIB de todos los miembros de la OTAN, con la excepción de Estados Unidos. 

Contrariamente al sentido común, The Economist sostiene que, lejos de minar el estatus internacional del euro, la creación de una gran deuda común iba a profundizar en la unificación del mercado de capitales europeo y a estimular el papel del euro como moneda de reserva. O sea, que una economía destruida por un error geopolítico descomunal, que la ha desconectado de las fuentes de energía que la alimentaban, y que se ve forzada a endeudarse, va a transmitir a los mercados una señal de fortaleza. Y pretenden que nos lo traguemos.

Por qué financiar a Ucrania es una oportunidad gigantesca para Europa. The Economist, 30 de octubre de 2025.

Estados Unidos, con el apoyo de la Unión Europea y la OTAN, que cada vez más vienen a ser lo mismo, ha convertido Ucrania en un estado fallido, despoblado y dependiente de la ayuda financiera exterior para su supervivencia. Ahora, las élites europeas, con el apoyo de sus palmeros mediáticos, pretenden arrasar la economía del continente, impulsando una huida hacia adelante, con el lunático objetivo de derrotar económicamente a Rusia, que ha demostrado su resiliencia a lo largo de casi ya cuatro años de guerra, y cuenta con el respaldo de China, la mayor economía del mundo medida en paridad de poder adquisitivo.

¿Para quién trabajan las élites europeas?

Ante este panorama, cabe preguntarse qué intereses defienden las élites europeas, y para quién trabajan realmente. En primer lugar, cabe reponer que para ellas mismas. Reconocer su error estratégico les obligaría a asumir responsabilidades políticas, como mínimo. Así que siguen empeñadas en alcanzar su disparatado objetivo, a pesar de que todos los hechos indican que éste se aleja cada vez más. Siguen obnubiladas ante la perspectiva de adueñarse de los ingentes recursos naturales que alberga Rusia, y continúan enfrascadas en buscar fórmulas con las que alimentar al caballo muerto, con la esperanza de que resucite, y gane la guerra que habían diseñado, junto a la administración demócrata en Washington.

En segundo lugar, los hechos indican que las élites europeas trabajan a favor de los intereses de Estados Unidos, en varios frentes, principalmente en el energético y en la industria militar, pero también en el financiero. Europa ha sustituido la “dependencia” del gas ruso por el gas natural licuado que proviene de Estados Unidos, a un precio infinitamente superior. Europa sigue dependiendo de otros proveedores, como Noruega, Argelia o Catar, porque no produce gas. El marco de “acabar con la dependencia” es tramposo desde su creación. 

El País, 3 de noviembre de 2025.

Si Europa pretende convertir a Ucrania en un puerco espín de acero, como afirmó Úrsula von der Leyen, tendrá que recurrir obligatoriamente a comprar las armas al complejo militar industrial de Estados Unidos, porque carece de la capacidad para producir y suministrar las que considera necesarias para blindar a Ucrania frente a su colosal vecino, primera potencia nuclear. Por tanto, en este segmento, las élites europeas también están trabajando para los intereses de Washington, engordando las arcas de las industrias de armamento estadounidenses.

Las élites europeas también están condenando al viejo continente a la dependencia financiera de la banca de Estados Unidos. En el Reino Unido ya aparecieron titulares en prensa apuntando a la posibilidad de que su economía necesite un rescate a cargo del Fondo Monetario Internacional. Moritz Schularick, el economista jefe del Instituto de Kiel para el Estudio de la Economía Internacional ha advertido que las principales empresas de automoción alemanas “probablemente no existirán en su forma actual para finales de la década, dado el estado actual de la industria automotriz alemana», aunque el titular del Handelsblatt es más dramático.

Handelsblatt, 3 de noviembre de 2025.

El derrumbe económico que están provocando las erróneas decisiones de las élites europeas apuntan a la generación de una dependencia financiera de los préstamos del FMI, de la banca de Wall Street, o de los gigantescos fondos de inversión estadounidenses, como Blackrock o Blackstone, los únicos que tienen músculo financiero para erigirse en prestamistas de la muy necesitada Europa, en un futuro cercano.

En el artículo citado anteriormente, The Economist subraya este mensaje: “Las salvaguardias contra la corrupción son importantes, pero no deben erosionar la certeza de Ucrania —y del Kremlin— de que, de una forma u otra, el dinero llegará”.

Aquí está la clave de toda la operación: lo más importante es que el dinero siga fluyendo. Un dinero sobre el que no existe ningún tipo de control, auditoría o medio alguno de garantizar que se está utilizando para los fines declarados, sin que a nadie se le quede nada entre los dedos. Da igual que Ucrania sea un lodazal de corrupción, que afecta al entorno más cercano al presidente Zelenski, que las mordidas a los funcionarios sean moneda corriente para evitar el reclutamiento, o que Ucrania sea ya, de hecho, un estado fallido, que apenas se sostiene mediante la ayuda externa.

Lo importante es que el dinero siga fluyendo. Aunque sea a costa de destruir la economía de la Unión Europea, y de provocar el empobrecimiento de su población. Como ocurre en los casinos, la banca nunca pierde y, en este caso, las élites siempre encontrarán algún puesto donde recolocarse, tras haber consumado su infame tarea: la destrucción de Europa.

Qué son las tierras raras y por qué le permiten a China doblegar a Estados Unidos

27 de octubre de 2025

Por qué son tan importantes las tierras raras

Lo único raro de las tierras raras es encontrarlas en cantidades lo suficientemente agrupadas, y grandes, como para que su explotación sea económicamente viable. Porque los 15 elementos del grupo de los lantánidos que conforman las denominadas tierras raras son abundantes en la corteza terrestre, pero están muy dispersos, y no suelen presentarse en forma pura, sino agregados, en muy escasa proporción, a otros minerales.

A esta dificultad hay que añadir los altos costes ambientales y energéticos que supone su extracción, que requiere procesar grandes cantidades de mineral. Además, su explotación genera muchos residuos altamente contaminantes que, en ocasiones, contienen elementos radioactivos como el torio y el uranio, así como sustancias peligrosas como ácido fluorhídrico y dióxido de sulfuro. 

Distribución de las reservas de tierras raras en el mundo. Fuente: USGS.

¿Por qué las tierras raras ocupan la agenda geopolítica últimamente? La respuesta es muy sencilla: los 15 elementos que forman el grupo de los lantánidos, a los que suele añadirse el escandio y el itrio, tienen una serie de propiedades muy específicas que los convierte en indispensables para fabricar una enorme gama de productos.

Los 15 lantánidos son el lantano, el cerio, el praseodimio, el neodimio, el prometio, el samario, el europio, el gadolinio, el terbio, el disprosio, el holmio, el erbio, el tulio, el iterbio y el lutecio.

El neodimio, el disprosio, el praseodimio y el terbio tienen propiedades magnéticas, lo que los convierte en esenciales para producir imanes de alto rendimiento. Estos son imprescindibles para fabricar aparatos de resonancia magnética usados en medicina, discos duros, altavoces, auriculares, y trenes de levitación magnética.

En el campo de las denominadas energías renovables, estos imanes son utilizados en la fabricación de vehículos eléctricos e híbridos y turbinas eólicas. Una sola turbina eólica de 3 MW utiliza 2 toneladas de imanes de neodimio.

El disprosio y el cerio se usan en la manufactura de paneles solares para mejorar la duración y eficiencia de las celdas. El lantano y el cerio mejoran la densidad, duración y seguridad de las baterías de iones de litio, utilizadas en un sinfín de aparatos electrónicos y en sistemas de almacenamiento de energía, a gran escala.

El itrio y el cerio se emplean para mejorar el rendimiento y el consumo de las membranas de los electrolizadores usados para producir el “hidrógeno verde”, que es la denominación del hidrógeno obtenido usando energías renovables. El cerio también se usa en los catalizadores de los coches, con el objetivo de reducir la contaminación que provoca la combustión.

En el terreno industrial, los imanes de alto rendimiento son necesarios para los procesos de control de calidad de los aceites lubricantes y cajas de cambio: capturan micropartículas metálicas que evitan el deterioro de los motores.

Aplicaciones de las tierras raras en Estados Unidos. Ilustración: Researchgate.net.

Los imanes de alto rendimiento también son esenciales para fabricar robots industriales y resultan imprescindibles en la industria de armamento. Sobre este aspecto volveré a continuación, ya que resulta crucial en la pugna que mantienen Estados Unidos y China.

Las tierras raras también tienen propiedades ópticas, que los hace necesarios para la manufactura de dispositivos de iluminación, pantallas de visualización y materiales fluorescentes. También sirven como catalizadores en reacciones químicas que tienen lugar durante el refinado de petróleo y la síntesis de fármacos. Al tener unos puntos de fusión altos, las tierras raras se utilizan en entornos de temperaturas extremas, tales como la metalurgia y la industria aeroespacial.

Los teléfonos inteligentes contienen hasta 0,35 gramos de itrio y terbio en sus pantallas y sus módulos de vibración. En resumen, las tierras raras son extremadamente comunes en nuestra vida diaria. Por este motivo, China dispone de una palanca brutal a la hora de negociar con Estados Unidos en la guerra comercial que desató Donald Trump en 2018, cuando impuso aranceles por un valor de 34.000 millones de dólares a productos chinos.

El control chino de las tierras raras le otorga una poderosa palanca frente a Estados Unidos

El dominio de China en el sector de las tierras raras es abrumador: concentra el 70% de la extracción y el 90% de la separación y el procesamiento. Por si eso fuera poco, en China se fabrican el 93% de los imanes. Entre 2014 y 2017, China suministró a Estados Unidos el 80% de las tierras raras que importó. Entre 2020 y 2023, el porcentaje seguía siendo muy alto: el 70%.

La regulación más laxa en materia ambiental ha contribuido a la expansión de la minería de tierras raras en China, que ha pagado un alto precio en costes ambientales, pero le ha colocado en una situación de preponderancia en un sector estratégico, a todos los niveles. 

Reservas de tierras raras en el mundo. Depósitos conocidos por países en millones de toneladas.

Además de las aplicaciones citadas en el capítulo anterior, las tierras raras son cruciales para la industria de armamento de Estados Unidos. En la lista de artefactos mortíferos que precisan de las tierras raras encontramos los cazas F-35, los submarinos de clase Virginia y Columbia, los misiles Tomahawk, los sistemas de radar, los drones Predator y la serie de bombas inteligentes Joint Direct Attack Munition.

Cada avión F-35 necesita 418 kilos de tierras raras para su radar, para sus sistemas de fijación de objetivos y para sus motores. Un destructor DDG-51 de la clase Arleigh Burke requiere aproximadamente 2.600 kilos, y se necesitan 4.600 kilos de lantánidos para construir un submarino de la clase Virginia.

Las restricciones de China a las tierras raras y a los imanes amenazan las cadenas de suministro de defensa de Estados Unidos. 9 de octubre de 2025.

Un informe del Pentágono fechado en 2023 señaló la dependencia absoluta de las tierras raras pesadas procedentes de China: el 100% venían del gigante asiático. Otro informe, esta vez de RAND Corporation, advertía que si China cortara el suministro de lantánidos durante 90 días, podría paralizar la producción del 78% de los contratistas de defensa estadounidenses. La fabricación de misiles hipersónicos y sistemas satelitales también sufriría retrasos. La misma consultora estima que Estados Unidos necesitaría al menos 10 años para levantar una cadena de suministros de tierras raras alternativa.

Angela Huyue Zhang, catedrática de derecho y autora de dos libros sobre las políticas del gobierno chino en relación con la alta tecnología, señala que, en respuesta al incremento de los controles a la exportación de tierras raras por parte de China, ha sido Estados Unidos el que ha rebajado su beligerancia contra el gigante asiático: ha reducido los aranceles, ha relajado los controles de exportación de chips necesarios para la inteligencia artificial, e incluso ha suavizado los requisitos para expedir visados a estudiantes chinos. Un análisis que comparte The Wall Street Journal.

El bloqueo de China de las tierras raras dictó el sendero hacia la tregua comercial.

La misma autora apunta otra característica de las cadenas de suministro relacionadas con las tierras raras: los cuellos de botella que se forman no son fijos, sino que evolucionan con la tecnología. Este rasgo añade una dificultad a los esfuerzos que está realizando Estados Unidos por aflojar la dependencia de China en este sector estratégico.

La retórica de Donald Trump en torno a Canadá y Groenlandia, donde existen depósitos de tierras raras, responde a movimientos imperialistas para intentar apropiarse de recursos de los que carece, y construir cadenas de suministro alternativas.

En 2021, el parlamento de Groenlandia bloqueó uno de los mayores proyectos de tierras raras en el mundo, situado en Kvanefjeld, que iba a ser desarrollado por una empresa australiana, y que había obtenido una autorización preliminar el año anterior. Sin embargo, la explotación del yacimiento iba a generar residuos radioactivos, procedentes del uranio.

La ley aprobada por el parlamento de Groenlandia prohíbe la exploración de yacimientos con una concentración de uranio superior a 100 partes por millón, un rango considerado de baja calidad por la Asociación Nuclear Mundial. Es probable que Estados Unidos no tuviera tantos miramientos a la hora de extraer las imprescindibles tierras raras para su industria armamentística, si accediera al control de esos territorios.  

Localización de Kvanefjeld, en el extremo sur de Groenlandia. Imagen: Greenland Minerals.

Estados Unidos subvenciona la extracción de tierras raras en su territorio

Desde la década de los 80, China se enfocaba hacia la extracción de tierras raras, aprovechando menores costos ambientales y laborales. En la década de los 2000, usando incentivos fiscales a la exportación, China logró controlar el 90% de la oferta mundial. Entre 2010 y 2019, China proporcionó entre 9.000 y 10.000 millones de dólares en apoyo financiero gubernamental a empresas de tierras raras, con un incremento del 22% anual.

Mientras tanto, en 1996, Estados Unidos cerró la Oficina de Minas, transfiriendo ciertas funciones, como la recopilación, el análisis y la difusión de información sobre minerales al Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS).

Ahora, Washington está intentando recuperar el tiempo perdido, adoptando el modelo chino de subvenciones, subsidios o participación estatal que tanto critica. El gobierno estadounidense ha firmado un acuerdo multimillonario con la empresa minera MP Materials, mediante el cual el Departamento de Defensa se convertirá en su mayor accionista. Estos son los mismos que preconizan el «mercado libre». 

En virtud del pacto, el Pentágono garantizará un precio mínimo de 110 dólares por kilogramo para las dos tierras raras más populares, una cantidad que casi duplica el que se paga en el mercado chino, y el que percibía la empresa minera por kilo en el segundo semestre de 2024. Curiosamente, la empresa china Shenghe Resources posee el 7,7% de la mina de Mountain Pass.

MP Materials sella un macro acuerdo de tierras raras con Estados Unidos para romper el control de China.

Hasta el momento, la mina de Mountain Pass en California era la única que se dedicaba a la extracción de tierras raras en Estados Unidos. Ahora, la empresa propietaria del yacimiento Round Top, en Texas, ha anunciado la producción exitosa de una muestra de óxido de disprosio, con una pureza del 99,1 %. El mineral se procesó usando tecnología propia de la empresa USA Rare Earth para la extracción y purificación.

Por el momento, estos son los dos únicos proyectos para extraer tierras raras en Estados Unidos, lo que significa que la preponderancia china en el sector va para largo. Ante este escenario, Washington está moviendo a sus peones para intentar amortiguar la capacidad de presión de China, en la medida de sus posibilidades. Que son pocas, y tienen la tendencia a provocar efectos contraproducentes.

Washington recurre a sus aliados para intentar frenar a China

Estados Unidos está intentando cortar la expansión de China también en el sector de los minerales críticos, como el litio, fuera de su territorio. Es el caso de Canadá, otro de los obedientes aliados de Washington, donde el gobierno ha ordenado a tres empresas chinas retirar sus inversiones en explotaciones mineras, alegando motivos de seguridad nacional.

El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Zhao Lijian, declaró que «China insta a Canadá a que deje de atacar injustificadamente a las empresas chinas (en Canadá) y les proporcione un entorno empresarial justo, imparcial y no discriminatorio», añadiendo que con su acción estaba dañando las cadenas de suministro globales.

China lidera la producción de minerales críticos.

Estados Unidos también ha ordenado a uno de sus súbditos europeos que trate de frenar el avance tecnológico de China. El último movimiento ha sido la toma de control por parte del gobierno holandés de la empresa china de microchips Nexperia. La Haya justificó la expropiación alegando «graves deficiencias de gobernanza», e invocando la Ley de Disponibilidad de Mercancías, de 1952, una arbitrariedad con formato legal que data de la guerra fría.  Este es el «orden basado en reglas» que preconizan los occidentales.

El Ministerio de Comercio de China contestó la medida prohibiendo a Wingtech Technologies, la empresa matriz de Nexperia, radicada en Guangdong, la exportación de componentes vitales para el funcionamiento de la fábrica expropiada. 

China impone controles de exportación a Nexperia tras la toma de control holandesa. Bloomberg.

La respuesta de China a la agresividad de Estados Unidos y sus lacayos europeos está siendo contundente, porque está en posición de hacerlo. El pasado abril, China introdujo nuevas normas para que las empresas extranjeras puedan obtener una licencia de importación de tierras raras de seis meses de validez. Las regulaciones fueron reforzadas el 9 de octubre, cuando el Ministerio de Comercio chino las hizo más estrictas.

Los solicitantes deben presentar datos minuciosos y confidenciales, usando formularios extraordinariamente detallados, adjuntando fotografías de productos que muestren la ubicación de los minerales, diagramas de fabricación y datos del cliente. En determinados casos, el solicitante debe aportar datos de producción anual de los últimos tres años y proyecciones para los próximos tres.

La contención occidental de China está destinada al fracaso

Gina Raimondo fue la secretaria de Comercio en la administración de Joe Biden. Al final del mandato demócrata, Raimondo reconocía en una entrevista que los esfuerzos para restringir el acceso de China a la tecnología no habían conseguido contener el progreso chino, y apostaba por subvencionar la investigación y desarrollo a nivel local para intentar ganar la carrera tecnológica al gigante asiático. Raimondo proponía adoptar el modelo chino que tanto critica Washington.

De hecho, la ley CHIPS and Science Act está dotada con 53.000 millones de dólares provenientes del erario, y su objetivo era “incentivar” a las empresas estadounidenses a invertir en la fabricación de semiconductores, y a innovar en el ámbito científico aplicado a la tecnología.

Gina Raimondo despachaba con esta frase el intento de contener a China: “Intentar frenar a China es una misión de tontos”. Así mismo, ponía el acento en las subvenciones y programas gubernamentales, antes que en el control de las exportaciones, como estrategia para desbancar a China en la carrera tecnológica.

Raimondo dice que intentar frenar a China en la carrera por los chips es una “misión de tontos”. 

La estrategia de contención de Joe Biden ha sido seguida, y amplificada, por Donald Trump. Estados Unidos comenzó a imponer aranceles a las importaciones procedentes de China en febrero de 2025. En abril, los aranceles escalaron hasta el 145%. China replicó aumentando los aranceles para los productos estadounidenses hasta el 125%. En mayo, ambos países acordaron rebajarlos: Estados Unidos redujo los suyos hasta el 55%, y China los dejó en el 30%. El acuerdo incluyó una tregua comercial, que supuestamente concluye el 10 de noviembre.

El 16 de octubre, el ministro de Comercio chino, Wang Wentao, se reunió con el director ejecutivo de Apple, Tim Cook. Tras el encuentro, el Ministerio de Comercio chino emitió un comunicado donde achacaba a Estados Unidos “las recientes fluctuaciones” en las relaciones entre ambos países, debido a “la intensa aplicación por parte de Estados Unidos de una serie de medidas restrictivas contra China tras las conversaciones económicas y comerciales de Madrid, las cuales han perjudicado gravemente los intereses de China y han socavado el clima de las conversaciones económicas y comerciales bilaterales”.

El comunicado chino recalcaba la necesidad de encontrarse “en un punto medio”, llamaba al consenso y a “encontrar soluciones a los problemas mediante el diálogo y la consulta en igualdad de condiciones”. Lo de la igualdad de condiciones es lo que más les cuesta asumir a los estadounidenses.

A la hora de rematar este artículo, se anunciaba que Estados Unidos y China habían alcanzado “un acuerdo preliminar” en Kuala Lumpur que, según Li Chenggang, el representante de Comercio Internacional de China, y principal negociador, incluye los controles a las exportaciones que Pekín aplica a las tierras raras, la posible prórroga de la suspensión recíproca de aranceles, la “ampliación adicional” del comercio bilateral y  las tarifas portuarias contra los buques chinos.

China y Estados Unidos acuerdan un acuerdo marco preliminar en Malasia, allanando el camino para las conversaciones entre Xi y Trump. South China Morning Post, 26 de octubre de 2025.

Por su parte, el secretario de Comercio estadounidense, Scott Bessent, anticipaba que el acuerdo aplazaría los controles de exportación sobre tierras raras e imanes, ampliados por China en octubre, y evitaría un nuevo arancel estadounidense del 100% sobre los productos chinos, con el que amenazaba Trump.

Está previsto que Xi Jinping y Donald Trump se reúnan el 30 de octubre en Corea del Sur. Si quiere sobrevivir en la partida que se está jugando en el nuevo mundo multipolar, donde China tiene muchos triunfos, a Estados Unidos le toca dejar de lado su tradicional arrogancia y prepotencia, y sentarse a negociar en serio. ¿Se bajará esta vez el inquilino de la Casa Blanca de su pedestal? El futuro de su país, ese que tanto dice defender y, en gran medida, el de sus lacayos europeos, está en juego.

Trump desperdicia la cumbre de Alaska y sopesa la escalada contra Rusia

14 de octubre de 2025

Trump desaprovecha el impulso de Alaska y cede a las presiones de los belicistas

Aunque con Trump nunca se sabe, todo indica que está a punto de desperdiciar el impulso que parecía haber cogido en Alaska para restablecer las relaciones con Rusia. El mero hecho de estar valorando el suministro de misiles Tomahawk a Ucrania, que pueden portar ojivas nucleares, supone una temeridad que Joe Biden rechazó cuando Zelenski se lo propuso en su “plan de paz”.

Trump y Zelensky hablan de misiles Tomahawk para Ucrania, dicen fuentes. Axios, 11 de octubre de 2025.

Desde su constante envanecimiento, Trump quizás había pensado que bastaba con desarrollar una buena relación personal con Putin para que éste se aviniera a su deseo de poner fin a la guerra o, al menos, decretara un alto el fuego, que permitiera disimular la derrota de la OTAN en Ucrania, y a Trump, salvar la cara. Por lo que se ve, Trump salió de Alaska convencido de que un paseíto en su limusina bastaba para que el presidente de Rusia se plegara a sus deseos.

El problema de Estados Unidos y de Europa es que no escuchan, o no quieren escuchar, lo que dice Rusia, porque no les conviene. Putin y miembros destacados de su gobierno han repetido hasta la saciedad que para poner fin a la guerra en Ucrania es imprescindible afrontar las causas profundas que la provocaron. Y eso es algo que ni Estados Unidos ni Europa están dispuestos a plantearse, porque fueron ellos quienes la instigaron, y no están dispuestos a asumir las consecuencias de reconocerlo.

Por lo tanto, la guerra en Ucrania continuará, a menos que los miembros de la OTAN entiendan que tienen que sentarse a negociar sobre la base de los documentos que Rusia les envió en diciembre de 2021.  

Otro problema de fondo es que Trump se cree que todo el mundo debe satisfacer sus deseos, someterse a sus intereses, aunque vayan en perjuicio de los propios, y obedecer sus órdenes, como cuando exigió a Irán una “rendición incondicional” en la denominada guerra de los 12 días. En el fondo, Trump es idéntico a todos los presidentes estadounidenses, lo que ocurre es que no guarda las formas hipócritas de otros.

Trump llama a la “rendición incondicional” de Irán, mientras la guerra entre Israel e Irán continúa.

Como Putin no le ha hecho caso, y después de cada conversación se sucedía un nuevo bombardeo sobre Ucrania, Trump ha terminado cogiéndose una rabieta. Ha confundido el hecho de que Putin y él tuvieran conversaciones de manera sosegada, con que el presidente ruso aceptara renunciar a todos los objetivos que le llevaron a involucrarse directamente en la guerra civil que se desarrollaba en Ucrania desde 2014, sin obtener nada a cambio.

Acosado por las presiones de los neoconservadores en casa, y de los europeos y Zelenski fuera de ella, Trump está amagando con suministrar misiles de largo alcance, que no podrían operarse sin la intervención directa de militares estadounidenses, como recordó Putin. Aunque Rusia ha estado haciendo como que no ve la participación de los miembros de la OTAN en el conflicto, llega un punto en que la farsa no puede estirarse más. Tanto la opinión pública en Rusia, como los partidarios de la línea dura en el Kremlin, tienen un límite.

Las contradictorias declaraciones de altos dirigentes rusos sobre la cumbre de Alaska

El 5 de octubre, en relación con la posibilidad de que Estados Unidos enviara misiles Tomahawk a Ucrania, Putin afirmaba que «Esto conducirá a la destrucción de nuestras relaciones, o al menos de las tendencias positivas que han surgido en estas relaciones» y que supondría una «etapa cualitativamente nueva de escalada».

El 8 de octubre, el viceministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Riabkov, remachaba el mensaje de su presidente, recalcando que el suministro de misiles Tomahawk supondría «un cambio serio en la situación». Riabkov se lamentaba de que el impulso cogido en Alaska se había perdido en gran medida, debido a las acciones de quienes quieren continuar la guerra “hasta el último ucraniano”, mayormente los europeos.

Sin embargo, como es lógico, Riabkov también depositaba gran parte de la responsabilidad en el deterioro de las relaciones en los propios Estados Unidos: “Tenemos una cierta estructura de relaciones que se está resquebrajando y derrumbando. Los estadounidenses son los culpables de esto. Las grietas ya han llegado a los cimientos”.

En breve: Diplomático ruso senior evalúa el resultado de la cumbre de Alaska, el asunto de los Tomahawk.

María Zajárova, portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores, afirmó que en caso de tomarse la decisión de proveer a Kiev con misiles Tomahawk, este hecho «infligirá un daño irreparable a las relaciones ruso-estadounidenses que recién empezaron a manifestar elementos del restablecimiento del diálogo bilateral».

Las subsiguientes declaraciones sobre el mismo tema realizadas por Vladímir Putin; posteriormente por su portavoz, Dimitri Peskov; y por el asesor presidencial, Yuri Ushakov, parecen entrar en contradicción con las de Riabkov, Zajárova, y con las propias de Putin, expresadas el 5 de octubre.  

El 10 de octubre, en una rueda de prensa durante su viaje a Tayikistán, a preguntas de los periodistas sobre las palabras de Serguéi Riabkov, Putin señaló que no han sido revelados todos los detalles de la reunión con Donald Trump: «Nos limitamos a decir que, en general, tenemos un entendimiento por parte de Estados Unidos y de Rusia sobre hacia dónde debemos ir y hacia dónde debemos esforzarnos para poner fin a este conflicto por medios pacíficos».

Putin añadió que se trata de cuestiones complicadas que requieren una evaluación adicional. «No cambiamos nada por nuestra cuenta y creemos que es necesario refinar algo más entre ambas partes. Pero en general, nos mantenemos dentro de los acuerdos de Alaska«, aseguró.

Peskov, en línea con su jefe, aseveró el 12 de octubre que «La parte rusa sigue afirmando que estamos listos para una solución pacífica. Y también escuchamos a Trump hablar constantemente de la necesidad de sentarse a la mesa de negociaciones. De esto, concluimos que aún conserva la voluntad política. Sin embargo, los europeos y el régimen de Kiev se muestran totalmente reacios a hacer algo en ese sentido», remachó Peskov.

El Kremlin dice que Rusia está lista para un acuerdo en Ucrania, culpa a Europa, Kiev por la reluctancia. Xinhua news agency.

Por su parte, el asesor presidencial Yuri Ushakov declaró el 12 de octubre que los acuerdos alcanzados durante la reunión en Alaska entre Putin y Trump constituyen «la estrella guía» para resolver el conflicto ucraniano. Ushakov lamentó que Kiev no quiera que esos esfuerzos prosperen, y aseguró que Moscú sigue en contacto “constante” con Washington para encontrar una solución al conflicto. Ushakov puntualizó que, aunque ahora «tal vez» los esfuerzos sean «invisibles» y no se vean resultados, «tarde o temprano se notarán», según informa Russia Today en español, censurada en la Unión Europea.

La necesidad de recuperar la kremlinología

Para analizar la situación geopolítica es imprescindible analizar lo que dicen quienes trabajan en el Kremlin. Eso que en la época soviética se denominaba la kremlinología. Eran otros tiempos, donde los círculos del poder soviético eran mucho más opacos. Pero si queremos descifrar lo que ocurre en la cúpula rusa, la necesidad de desmenuzar lo que declaran Putin, Lavrov o Peskov sigue siendo tan imperativa como lo era en la época de Leónid Brézhnev o Andrei Gromiko.

Las contradicciones que observamos en esta sucesión de declaraciones revelan que en el Kremlin hay mar de fondo. Después de más de tres años y medio de guerra, el porcentaje de aprobación de Putin está en el 87%, pero si prestas atención a la opinión pública rusa, te das cuenta de que existe un cierto hartazgo por la duración de la guerra. Tanto en la calle, como en los pasillos del Kremlin.

Putin sigue apostando por llegar a una entente cordial con Estados Unidos, que permita una coexistencia entre ambas potencias. A pesar de la bilis que segregan las élites occidentales, y sus altavoces mediáticos, respecto a la figura de Putin, conviene recordar que el presidente ruso encarna a la facción moderada del Kremlin.

De ahí que el 12 de octubre, tras haber enseñado los colmillos siete días antes, Putin modulara sus palabras acerca de una hipotética “destrucción” de las relaciones entre Rusia y Estados Unidos, y dejara la puerta abierta a su reconducción. Siempre y cuando, apostillo yo, no se produzca el envío de los Tomahawk a Ucrania. 

En el Kremlin también hay quienes desconfían de la conveniencia de invertir tiempo y energías en un proceso de acercamiento a Estados Unidos, dando por sentado que no son un interlocutor en el que se pueda confiar. Son los que apuestan por que el ejército ruso se quite los guantes y acabe el trabajo, sin tantos miramientos, porque consideran que están perdiendo el tiempo, y con él, muchas vidas de sus compatriotas.

Hasta el momento, Putin se está saliendo con la suya, por varias razones.

La estrategia militar de guerra de desgaste está resultando correcta. El objetivo de Rusia nunca ha sido estrictamente territorial, sin despreciar la necesidad de proteger a la población rusa y rusófona que habita en Ucrania, sobre todo en el este. El objetivo declarado es la “desmilitarización” del país, es decir, la destrucción de su ejército, con el fin de que no vuelva a representar una amenaza, al menos en el corto y medio plazo. Teniendo en cuenta el grado de histeria que presentan Zelenski y sus patrocinadores europeos, Rusia está cumpliendo ese objetivo.

En un artículo publicado el 12 de julio de 2021, Putin ya consideraba que el pueblo ruso y el ucraniano son “un solo pueblo, en conjunto”. Calificaba de “gran desgracia y tragedia común” el muro que había emergido entre Rusia y Ucrania en los últimos años, que había sido “el resultado de los esfuerzos deliberados de esas fuerzas que siempre han buscado minar nuestra unidad”.

Con esas premisas, no parece coherente adoptar la estrategia estadounidense de provocar “conmoción y miedo”, a quien las “víctimas colaterales” siempre le importan un pimiento, cuando de lo que se trata es de arrasar países para imponer sus intereses geopolíticos o económicos, que vienen a ser lo mismo.

Por último, Putin no pierde de vista a los países que conforman la mayoría del mundo. Especialmente a sus aliados en los BRICS, que no entenderían que Rusia desplegara un ataque inmisericorde, que decimara a quienes considera miembros de un único pueblo.

La mayoría de los países del mundo realizan un análisis de lo que está ocurriendo entre Ucrania y Rusia muy distinto al que pretenden inculcarnos las élites europeas, y los propagandistas de la OTAN. El pretendido aislamiento de Rusia sólo existe en las mentes calenturientas de personajes como Kaja Kallas o Mark Rutte, que se niegan a reconocer que, al margen de sus cuatro acólitos asiáticos, quien está aislado internacionalmente es occidente.

Aunque Putin apueste por una estrategia de contención en Ucrania, si llega el momento en que detecta un peligro real que afecte a la supervivencia de Rusia como Estado soberano, tomará las medidas oportunas para salvaguardar su independencia y su supervivencia. “Rusia siempre ha sido, es y será”, afirmó en el Foro de Discusión de Valdái.

La OTAN sigue cruzando líneas rojas, confundiendo contención con debilidad

El planteamiento de la OTAN es que Rusia amaga, pero no da. Estados Unidos y Europa han cruzado lo que ellos consideran sucesivas líneas rojas de Moscú, sin que el Kremlin haya respondido con una escalada cualitativamente distinta a la guerra de desgaste, que es la estrategia que le está dando resultados. ¿Por qué cambiarla, si le va bien?

Trump cometió el error de llamar a Rusia “tigre de papel”, aunque luego rectificó y dijo que nunca lo volvería a hacer. Putin le dio la réplica en el Foro de Discusión de Valdái: «Un tigre de papel. ¿Qué sigue entonces? ¡Vayan y lidien con este tigre de papel! Si luchamos con todo el bloque de la OTAN, avanzamos, nos sentimos seguros y somos un ‘tigre de papel’, ¿qué es la OTAN en sí?»

Rusia está triturando el ejército ucraniano, a pesar de las sucesivas oleadas de armamento que le ha venido proporcionando la OTAN. La prensa occidental se apresuraba a calificar cada nuevo suministro como el “arma milagrosa” que iba a darle la vuelta a la tortilla en el campo de batalla. Primero fueron los tanques Leopard alemanes; luego los Abrams estadounidenses; más tarde vinieron los misiles Storm Shadow británicos, los Scalp franceses; posteriormente los cazas F-16… Rusia se las ha apañado para neutralizar cada una de estas armas, y hasta The New York Times reconoce que el ejército ruso está avanzando.

Rusia está “aplastando” a Ucrania hasta la victoria ante nuestros ojos. National Security Journal.

Imaginemos que hubiera sido Rusia la que hubiera promovido un golpe de Estado en México, para instalar un gobierno títere, al que armar hasta los dientes, que posteriormente hubiera matado a 14.000 estadounidenses residentes en las regiones mexicanas fronterizas con Estados Unidos, y que se mostrara dispuesto a acoger armas nucleares con las que atacar a su vecino del norte. ¿Cuál habría sido la reacción de Washington? Con toda probabilidad, bombardeos de saturación hasta revertir la situación, o incluso nucleares, como ya hizo en Hiroshima y Nagasaki, hasta lograr un cambio de régimen que garantizara su tranquilidad en el flanco sur.

Esta valoración encaja con el hecho de que Trump le echara en cara a Putin que llevaba cuatro años en una guerra, que supuestamente debería haber durado una semana: en una situación similar, los estadounidenses habrían apostado por un ataque masivo y fulgurante, sin ninguna contemplación. Ignorando los componentes profundos de la estrategia rusa, la OTAN está confundiendo la contención que está mostrando Rusia con debilidad.

El 2 de octubre en Valdái, Putin avisó de que el envío de misiles Tomahawk a Ucrania representaría “un nivel de escalada completamente nuevo”.  Por una parte, Putin se esfuerza por mantener abierta la puerta al acercamiento, pero por otro advierte que Estados Unidos podría estar cruzando la línea roja definitiva: esa que Rusia no podría consentir que sobrepasaran. La capacidad nuclear de los Tomahawk podría constituir el salto cualitativo que forzaría a Putin a abandonar su posición conciliadora con Estados Unidos.

Putin: Los misiles Tomahawk supondrían un “nivel de escalada completamente nuevo” entre Estados Unidos y Rusia. Kyiv Post, 2 de octubre de 2025.

Durante toda la guerra, el Pentágono no sólo ha estado proporcionando armamento a Ucrania, sino datos de inteligencia y coordenadas imprescindibles para utilizarlo. La existencia de contactos bilaterales al más alto nivel entre Rusia y Estados Unidos no es óbice para que siga haciéndolo. Financial Times nos informa de que, desde el verano, Washington está proporcionando información a Kiev para que ataque infraestructuras energéticas en el interior de Rusia, mucho más allá del campo de batalla.

Ucrania golpea instalaciones energéticas rusas con la ayuda de Estados Unidos.

Según el periódico londinense, el apoyo de la administración de Trump a las operaciones ucranianas supone un esfuerzo coordinado para debilitar a Moscú. En realidad, el propósito que subyace es el de forzarlo a sentarse en una mesa de negociaciones que no serían tales, sino una simple exigencia de capitulación.

Las últimas declaraciones de Donald Trump en relación con la posibilidad de entregar misiles Tomahawk a Ucrania parecen indicar que le han llegado las advertencias de Rusia. A bordo del Air Force One, Trump declaró que, antes de hacerlo, podría advertir a Putin que Estados Unidos está contemplando dicho escenario: “Miren: si esta guerra no se resuelve, les enviaré Tomahawks. El Tomahawk es un arma increíble, un arma muy ofensiva. Y, sinceramente, Rusia no la necesita”. Si con estas amenazas Trump pretende que Rusia se avenga a detener el impulso de su actual ofensiva, y decretar al menos un alto el fuego, se equivoca de plano.

Trump dice que podría advertir a Putin de que Estados Unidos está considerando los Tomahawks para Ucrania. Bloomberg, 12 de octubre de 2025.

El 13 de octubre, preguntado Zelenski si Trump había aprobado ya la entrega de los Tomahawks, el presidente de Ucrania respondía con evasivas, que estaban trabajando en ello, y que “ya veremos”, lo que significa que Trump aún no lo ha hecho.

El mismo día, Dimitri Peskov advertía que el suministro de misiles con capacidad nuclear a Ucrania “podría acabar mal”. El portavoz de Putin recordaba que “El manejo de misiles tan complejos requerirá, de una forma u otra, la participación de especialistas estadounidenses. Esto es un hecho evidente […] Cualquier experto aquí lo entiende perfectamente y lo sabe. Hemos hablado tanto de los Tomahawk que no veo el sentido de repetirlo».

Por su parte, Dimitri Medvédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad Nacional, también recordaba que es imposible distinguir en vuelo si un Tomahawk lleva una ojiva nuclear o no, y que el lanzamiento no lo realizarían los ucranianos, sino los estadounidenses. Y advertía: “¿Cómo responderá Rusia? ¡Exactamente!”. A buen entendedor…

Esperemos que Trump no se pase de listo con el tigre de papel, a riesgo de que el zarpazo de respuesta se nos lleve a todos por delante.