La última cumbre de la OTAN consagra a Ucrania como carne de cañón frente a Rusia

4 de agosto de 2023

El resultado más visible de la última cumbre de la OTAN, celebrada en Vilna, Lituania, el 11 y 12 de julio, fue el fracaso de Volodímir Zelenski para conseguir el ingreso de Ucrania en la organización. O al menos, un calendario con fechas fijadas para alcanzarlo. Según leemos en el sitio web de la OTAN, “El artículo 5 establece que si un aliado de la OTAN es víctima de un ataque armado, todos y cada uno de los miembros de la alianza considerarán este acto de violencia como un ataque armado contra todos los miembros y tomarán las medidas que consideren necesarias para ayudar al Aliado atacado”.

Así pues, la admisión de Ucrania en la OTAN, que califica al artículo 5 como “piedra angular” de la alianza, significaría su aplicación automática, en virtud de la agresión rusa. En caso contrario, la organización dejaría el citado artículo vacío de contenido, y quedaría en una situación insostenible.

Es comprensible la negativa de Estados Unidos, patrón de la OTAN, a aceptar el ingreso de Ucrania, y sus consecuencias: el enfrentamiento directo con Rusia significaría el desencadenamiento de la guerra contra la mayor potencia nuclear por número de ojivas.

La reacción de Zelenski fue de rabieta, ante la negativa de la OTAN a proporcionar siquiera un calendario para la adhesión de Ucrania. De camino a la cumbre de una organización de la que su país no es miembro, Zelenski calificó de “absurdo y sin precedentes” que la declaración que estaban negociando los asociados no incluyera fechas para la incorporación de Ucrania. También se quejó de que dicho documento se estuviera elaborando sin contar con su país.

Según The Washington Post, el berrinche de Zelenski sentó mal en la Casa Blanca, y a punto estuvo de diluir los compromisos que la administración de Joe Biden estaba dispuesta a ofrecer en la cumbre de Vilna.

“El tuit rabioso de Zelenski sobre la pertenencia a la OTAN casi le sale por la culata. La vehemente respuesta del presidente de Ucrania al compromiso de la OTAN en Vilna, basado en condiciones, desató una disputa – y una breve consideración para diluir lo que se ofrecería a Kiev, según funcionarios”.

 

El propio Biden había embarrado el terreno antes de la cita, cuando el 9 de julio advirtió, en una entrevista en la CNN, que Ucrania no estaba lista para ingresar en la OTAN. En cualquier caso, no antes de que terminara la guerra contra Rusia. John Kirby, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, remachó la negativa: “Tienen reformas que tienen que resolver. Estado de derecho, buen gobierno, reformas políticas que deben hacerse, y ahora mismo están en guerra… Eventualmente, sí, la OTAN estará al frente para ellos, pero ahora no es el momento para eso”.

Como premio de consolación, la organización acordó la creación de un consejo OTAN – Ucrania, cuya primera reunión se celebró en la propia cumbre. Adicionalmente, la alianza se comprometió a eliminar el Membership Action Plan, un procedimiento que han de seguir los aspirantes al ingreso, con objeto de eliminar obstáculos formales para la incorporación de Ucrania, en un futuro sin determinar. Por último, la OTAN anunció la creación de un programa para facilitar la transición del ejército de Ucrania, y su armamento, desde los estándares soviéticos a los de la alianza atlántica, así como el compromiso con la reconstrucción de la seguridad y el sector de defensa ucranianos.

Para adornar el apoyo occidental a una Ucrania fuera de la OTAN, el G7 emitió un comunicado donde subrayaba su voluntad de ofrecer “acuerdos de seguridad específicos, bilaterales y a largo plazo para garantizar una fuerza sostenible capaz de defender a Ucrania ahora y disuadir la agresión rusa en el futuro”. 20 días después de la grandilocuente declaración, Mathew Miller, portavoz del Departamento de Estado, anunciaba que las conversaciones para establecer dichas garantías de seguridad se celebrarían de manera telemática, al nivel político de subsecretarios adjuntos.

Por detrás de toda la prosopopeya desplegada por el G7, y por la OTAN en su comunicado de 90 puntos, emitido tras la cumbre de Vilna, se esconde la triste realidad del papel asignado por Estados Unidos a su peón escogido frente a Rusia: aportar la carne de cañón. El senador Lindsey Graham lo dejaba ya claro en esta intervención fechada en enero de este año: “Me gusta el camino estructural en el que estamos aquí. Mientras proporcionemos a Ucrania las armas que necesita y el apoyo económico, lucharán hasta la última persona”.

Es el mismo senador que, meses después, proclamaba que el dinero invertido en Ucrania era el mejor gastado. En un vídeo editado por el servicio de prensa de la presidencia del gobierno de Ucrania, parecía que Lindsey Graham ligaba ese comentario al hecho de que estaban muriendo rusos. El vídeo levantó tal polvareda que Rusia emitió una orden de arresto contra el senador, lo que obligó a Ucrania a publicar el vídeo sin editar, donde se apreciaba que ambos comentarios no eran consecutivos.

Sin embargo, otros altos cargos estadounidenses han hecho declaraciones que no dejan lugar a dudas. En marzo de 2022, aproximadamente un mes después de la invasión rusa de Ucrania, Leon Panetta, exsecretario de Defensa de Estados Unidos, jefe de gabinete de la Casa Blanca con Bill Clinton y director de la CIA con Obama, declaró que Estados Unidos estaba involucrado en una guerra proxy contra Rusia en Ucrania, “lo digamos o no”. Panetta agregó que «la forma en que obtienes ventaja es, francamente, entrando y matando a los rusos».

En febrero de este año, Anthony H. Cordesman, presidente emérito de estrategia en el Center for Strategic and International Studies, un gabinete de estudios financiado por el gobierno de Estados Unidos y otros occidentales, la OTAN y fabricantes de armas estadounidenses, publicaba un artículo titulado “Ahorrar gastando: el valor real y la rentabilidad de la ayuda de Estados Unidos a Ucrania”. Arropado por la retórica habitual acerca de la libertad y la democracia, Cordesman señala que el gasto en Ucrania representa una cantidad menor cuando se compara con lo que Washington dedica al presupuesto militar, y menor aún si se tiene en cuenta el gasto total en seguridad nacional. Según Cordesman, dicha cifra asciende a 1,2 billones de dólares anuales.

Pero Cordesman no se queda ahí, porque más adelante señala otros propósitos adicionales, además del obvio de desgastar a Rusia y elevar el presupuesto de defensa de los miembros de la OTAN: enviar un mensaje claro de firmeza a China, y a sus socios en el área Asia – Pacífico, acerca de la voluntad de Estados Unidos de construir una disuasión totalmente creíble en la región, en palabras de Cordesman.

Para conseguir ambos objetivos – debilitar a Rusia mediante una larga guerra de desgaste, y enseñar los dientes a China, no sólo en Taiwán – Estados Unidos no tiene el menor reparo en convertir a Ucrania en un estado fallido, que subsiste únicamente gracias a las inyecciones masivas de capital y armamento proporcionadas por los miembros de la OTAN y la Unión Europea. Una nación que ha perdido una parte asombrosa del más valioso de los capitales con los que cuenta un país: su población.

Gráfico sobre el descenso de la población en Ucrania desde 1991 a 2021

Gráfico: The War and the Future of Ukraine’s Population. Hill Kulu, Sarah Christison, Chia Liu, Júlia Mikolai.

Desde la caída de la Unión Soviética, el número de habitantes de Ucrania no ha parado de descender, como vemos en el siguiente gráfico, procedente del servicio de estadísticas del gobierno del país, que refleja la disminución de la población entre 1991 y 2021.

El último censo oficial se realizó en Ucrania en 2001. En esa fecha, las autoridades contabilizaron 48.457.000 habitantes. En febrero de 2021, un año antes de comenzar la invasión rusa, las mismas autoridades hacían una “estimación”, que arrojaba 7,3 millones de habitantes menos, dejando la cifra en 41.130.432 personas. Este descenso reflejaba las consecuencias de la guerra civil desatada por el golpe de estado de 2014, que no fue reconocido por las regiones orientales de Ucrania.

Escenarios del tamaño de la población de Ucrania en función del desplazamiento internacional, la migración de retorno y las tendencias migratorias a más largo plazo, de 2020 a 2052. Fuente: JRC, El futuro de la población de Ucrania después de la invasión rusa. © UE, 2023.

Si a las poblaciones de Donetsk, Lugansk y Crimea, que se separaron de Ucrania tras celebrar sendos referendos, añadimos la población de las zonas controladas por Rusia en Zaporiyia y Jersón, vemos que Ucrania ha perdido alrededor de 9 millones de habitantes adicionales. A esta merma hay que añadir los 7 millones de refugiados que han abandonado Ucrania desde el inicio de la invasión, según estimaciones de la Comisión Europea. La propia Unión Europea se muestra claramente pesimista acerca de la futura evolución demográfica de Ucrania, como vemos en el gráfico.

En definitiva, Ucrania ha pasado de los 52 millones de habitantes con que contaba en 1991 a aproximadamente 25 millones actualmente. Las perspectivas de que los siete millones de refugiados que han abandonado el país desde febrero de 2022 retornen a Ucrania no son nada halagüeñas, según la propia Unión Europea. En un aspecto tan indicativo de la salud de un país como su demografía, Ucrania presenta ya todas las características de un estado fallido. Eso, por no hablar de la sangría adicional que la guerra está suponiendo, entre víctimas mortales y heridos graves, que suponen cientos de miles, aunque la cifra concreta se guarda celosamente.

¿Cuál está siendo la reacción del gobierno de Ucrania al respecto? En lugar de tratar de contener la hemorragia, iniciando negociaciones para alcanzar un acuerdo de paz con Rusia, Zelenski se retiró del principio de acuerdo ya alcanzado en Estambul, con la mediación de Erdogan, tal y como le impusieron sus patrocinadores occidentales. Vladimir Putin mostró el documento, de 18 artículos, a la delegación africana que visitó Moscú en junio, como se puede comprobar en este vídeo.

El Ministerio de Defensa de Ucrania presume en un tuit de ofrecer el mejor campo de pruebas para la industria militar

Tuit del Ministerio de Defensa de Ucrania enlazando al artículo de Financial Times

Días antes de la cumbre de la OTAN en Vilna, Ucrania hacía méritos para ganarse la incorporación a la organización belicista, con un publirreportaje en Financial Times titulado “Informe militar: Ucrania ofrece un «campo de pruebas» ideal para el armamento occidental”. El rotativo subtitulaba: “El ministro de defensa de Kiev dice que los aliados están obteniendo información de valor incalculable sobre el rendimiento de sus municiones”. En el artículo, Oleksiy Reznikov seguía explayándose: “Para la industria militar del mundo, no se puede inventar un mejor campo de pruebas”.

En el artículo no se decía una palabra sobre los miles de soldados ucranianos muertos y heridos en el “campo de pruebas”.

Como muestra adicional de la consideración que tiene el gobierno de Ucrania por sus compatriotas, las fuerzas armadas ucranianas lanzaban la tan anunciada contraofensiva el 8 de junio, aun a sabiendas de que sus posibilidades de éxito eran muy escasas, dada la falta de preparación y armamento necesarios. Así podemos leerlo en este artículo del londinense The Times, publicado el 29 de abril: “Ucrania no está lista para su gran ofensiva, pero no tiene elección”.

Ucrania no está lista para su gran ofensiva, pero no tiene elección

Artículo de Mark Galeotti en The Times

El redactor del artículo, Mark Galeotti, es autor de varios libros sobre Rusia, nada complacientes con la figura de Vladimir Putin, por lo que no cabe sospechar de ningún sesgo prorruso. Lo mismo se puede decir del general polaco Bogusław Pacek, director del Instituto para la Seguridad y el Desarrollo Internacional. Exactamente en la misma fecha, el 29 de abril, el militar retirado daba una entrevista en la que afirmaba que Ucrania no estaba preparada para lanzar una contraofensiva a gran escala. A falta de un apoyo significativo para las operaciones desde el aire, el general señalaba que era el momento de la defensa, no del ataque.

Según reconocen las propias autoridades de Ucrania, la contraofensiva no está progresando al ritmo que al gobierno, y a sus patrocinadores occidentales, les gustaría. El propio Zelenski espetaba a la BBC que “Algunas personas creen que esto es una película de Hollywood y esperan resultados ahora. No lo es». María Drutska, una influencer ucraniana, tuiteaba que la contraofensiva «no es un thriller de acción con un guion diseñado para dar un subidón de adrenalina a los espectadores».

A pesar de los esfuerzos del gobierno de Kiev, y de la prensa occidental, por caracterizar la contraofensiva como una operación con “modestos avances”, las fuerzas armadas de Ucrania todavía no han conseguido penetrar la primera línea de las defensas que ha construido Rusia a lo largo de estos meses de conflicto. Esto lo leemos en un artículo de Time, publicado el 3 de agosto que, por lo demás, constituye el paradigma de las ilusiones que despliegan los gobiernos occidentales, y los medios a su servicio, acerca de las posibilidades de una victoria de Ucrania frente a Rusia.

Dichas posibilidades son nulas, en mi opinión. El Kremlin ha hecho saber, de todas las formas posibles, que no cejará hasta alcanzar los objetivos de lo que sigue denominando “operación militar especial” en Ucrania. Y que recurrirá a todos los medios a su alcance para lograrlo. Teniendo en cuenta que en occidente se discuten abiertamente proyectos para trocear la Federación Rusa y apropiarse de sus ingentes recursos, no es de extrañar que el Kremlin considere una amenaza existencial la guerra en la que Estados Unidos está usando a la población de Ucrania como carne de cañón. Con la complicidad de sus dirigentes, a quienes la Historia terminará poniendo en su sitio, despojados de la aureola de heroicidad que les atribuye la propaganda occidental.

Ante la situación de estancamiento que atraviesa la contraofensiva ucraniana, cabe preguntarse cuál será el próximo paso que dará la Casa Blanca. La administración de Joe Biden ha invertido un enorme capital político en su intento de hundir la economía de Rusia, sacar a Putin del Kremlin e instalar un gobierno títere, al estilo de Yeltsin, para adueñarse del país y sus recursos energéticos. Hasta el momento, Washington ha fracasado y los hechos sobre el terreno no apuntan a un cambio de tendencia.

El año próximo se celebran elecciones presidenciales en Estados Unidos, no así en Ucrania, donde Zelenski, en un nuevo alarde de democracia, las ha cancelado. Sin embargo, lo que ocurra en Ucrania va a tener un peso fundamental al otro lado del Atlántico. Ante la tozuda realidad, Biden puede considerar varias opciones: podría intentar congelar el conflicto, mediante un armisticio, al estilo coreano. O bien podría apostar por seguir escalando la guerra, la opción favorita de los halcones del Departamento de Estado, los que hasta ahora manejan al inquilino senil de la Casa Blanca. O abandonar Ucrania a su destino, para concentrarse en el enfrentamiento con China. En cualquier caso, habrá que tener en cuenta cuál es la posición que adopta Rusia.

De todas estas opciones, de sus posibilidades y consecuencias, así como de otros escenarios que podrían tener lugar, me ocuparé en el próximo artículo.

3 comentarios

  1. Interesante y documentado artículo que pone en evidencia el triste papel que le ha tocado representar a Ucrania en el escenario de las tensiones entre Rusia y EEUU.
    Sin embargo me ha llamado la atención la siguiente frase: «Si a las poblaciones de Donetsk, Lugansk y Crimea, que se separaron de Ucrania tras celebrar sendos referendos…» En la que se da a entender que esos territorios se separaron voluntariamente del estado ucraniano como resultado de los referendum como si estos se hubieran celebrado en tiempos de paz y con garantías democráticas. La realidad es que Putin, después de invadir militarmente esas partes de Ucrania, organizó las consultas bajo la presión de un ejército invasor y sin que tengamos datos de observadores imparciales sobre resultados y participación. Otra cuestión sería si esos referendum se hubiesen celebrado antes de la invasión rusa y con observadores internacionales que diesen fe de la limpieza del proceso.
    Creo que esa frase, tal como está redactada, da un cierto sesgo proruso y resta credibilidad al artículo, que por lo demás me parece muy bien documentado y argumentado,

    1. Muchas gracias por leer y comentar, Rafa. En cuanto al supuesto “sesgo prorruso” que atribuyes a la frase sobre los referendos celebrados en Crimea y Donbass, lamento no estar de acuerdo con tu opinión. Yo me he limitado a constatar un hecho: en esos tres territorios se celebraron referendos, tras los cuales pasaron a formar parte de la Federación Rusa, tal y como recoge la legislación rusa. Yo no he entrado a valorar las condiciones en que se celebraron, ni su ajuste a la legalidad internacional, ni he entrado en otras valoraciones, ni legales ni políticas. Me he limitado a reseñar que, por la vía de los hechos, los habitantes de esos territorios ya no forman parte de la población de Ucrania, por más que el gobierno de Kiev mantenga lo contrario.

      Conviene recordar que la población de Donetsk, Lugansk y Crimea no reconoció al gobierno que surgió del golpe de Estado de 2014, patrocinado por Estados Unidos, que provocó el derrocamiento de un presidente democráticamente elegido, Víktor Yanukovich. A partir de esa fecha, el gobierno golpista de Kiev perdió efectivamente el control de Crimea, y de gran parte de las regiones de Donetsk y Lugansk. Esto también son hechos objetivos, que pueden gustar más o menos, o nada, pero que forman parte de la realidad.

      Para ampliar información sobre las circunstancias y antecedentes de los referendos mencionados, puedes consultar este artículo que escribí en febrero de 2022:

      https://mirandoelmapa.com/ucrania-incumple-los-acuerdos-de-minsk-y-rusia-reconoce-las-republicas-de-donetsk-y-lugansk

      Gracias de nuevo por tu comentario y un saludo.

  2. Me parece indudable que en esta guerra, como en todas, las muertes de miles de personas, sobre todo jóvenes, marcan para siempre a los países que las sufren. Si a eso le sumamos la huida de otros miles o incluso millones de personas la tragedia demográfica que describes está servida. Me parece alucinante, casi irreal, que sigan desde ambas partes alimentando un masacre humana que necesariamente debe parar. Aquellos que hacen todo lo posible por mantener el conflicto abierto, sean rusos, ucranianos, europeos o norteamericanos deberían considerarse criminales de guerra. Es urgente parar esta sangría de vidas. También los rusos pueden pasarlo mal en este sentido, por más que su población sea mayor y las grandes cifras de muertos parezcan menores, sobre todo en términos relativos. Además, más allá de las cifras, la falta tanto de una sola vida como de miles debería conmover al mundo de un modo que empuje a las partes a cesar de una vez el fuego y sentarse a la mesa de negociación. Lo malo es que solo parece ser visto así por unos cuantos, pocos, asombrados testigos como nosotros, sin influencia alguna en empujar a una solución.

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