2 de noviembre de 2023
Los orígenes colonialistas del Estado de Israel
Antonio Guterres llevaba razón. Por eso Israel se le tiró al cuello, pidiendo su dimisión. El secretario general de la ONU intentó contextualizar por qué se produjo la violenta incursión de Hamás el 7 de octubre: “Es importante reconocer también que los ataques de Hamás no surgieron de la nada. El pueblo palestino ha sido sometido a 56 años de ocupación asfixiante”.
La pretensión de Israel, y la de su patrocinador, es presentar la ofensiva palestina en ausencia de contexto, como si se produjera en una burbuja. Por eso es fundamental hacer lo contrario: poner de relieve los antecedentes históricos que explican – pero que no justifican, como recalcó Guterres – cómo es posible que se produzcan unos hechos tan execrables y violentos.
Guterres recalcó que los palestinos “han visto sus tierras constantemente devoradas por los asentamientos y plagadas de violencia. Su economía fue asfixiada. Su gente fue desplazada y sus hogares demolidos. Sus esperanzas de una solución política a su difícil situación se han ido desvaneciendo”.
El mantra para justificar las terribles represalias que el ejército de Israel está infligiendo a la población civil palestina, sobre todo en Gaza, pero también en Cisjordania, es que el estado hebreo “tiene derecho a defenderse”. Como si asesinar civiles indiscriminadamente constituyera un acto de defensa. Siguiendo esa lógica, también tienen ese derecho los palestinos frente a la represión ejercida por un Estado que nació como un proyecto colonialista, apoyado por una potencia colonial: el Reino Unido.
En 1902, Theodore Herzl dirigió una carta a Cecil Rhodes, quien en su día dio su nombre a un país en África: Rhodesia, el actual Zimbabue. Más colonialista no se despacha. En la misiva, el fundador del sionismo le pedía al colonizador que ejerciera su influencia para que el proyecto de conseguir tierras en Palestina, donde los judíos pudieran instalarse, tuviera éxito. Como quiera que el asunto pudiera resultarle ajeno a Rhodes, Herzl le explicaba por qué se dirigía a él para encauzar la tarea: “Porque es algo colonial”.
Por norma, el colonialismo siempre resulta racista, explotador, genocida y violento. Como señala el historiador judío Ilan Pappé en una reciente conferencia, el objetivo del sionismo era, desde el principio, hacerse con la mayor extensión posible de tierras en Palestina, y dejarlas con el menor número posible de palestinos. Para conseguir dicha meta, el método no puede ser otro que la limpieza étnica, un tema al que Pappé ha dedicado un libro. Un genocidio de manual, como señala Raz Segal, otro académico hebreo, experto en el Holocausto.
En 1917, el ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido, Arthur Balfour, dirigió una carta al barón Lionel Walter Rothschild, uno de los líderes de la comunidad judía en Gran Bretaña. La conocida como “Declaración de Balfour” supuso un empujón político para las aspiraciones sionistas. Recojo su texto a continuación:
“Tengo gran placer en enviarle a usted, en nombre del gobierno de su Majestad, la siguiente declaración de apoyo a las aspiraciones de los judíos sionistas que ha sido remitida al gabinete y aprobada por el mismo.
‘El gobierno de su Majestad ve favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y usará sus mejores esfuerzos para facilitar el logro de este objetivo, quedando claramente entendido que no debe hacerse nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatus político que disfrutan los judíos en cualquier otro país’.
Estaré agradecido si usted hace esta declaración del conocimiento de la Federación Sionista”.
En 1922, la Liga de las Naciones incluyó el texto en el Mandato Británico sobre Palestina, mediante el cual Reino Unido quedaba formalmente encargado de la administración de esos territorios. Una nación colonialista bendecía el colonialismo de otra en gestación.
¿Qué se puede hacer cuando los colonos, como denominan los propios judíos a quienes se aposentan en las tierras donde antes vivían los palestinos, invaden tu territorio, tiran abajo tu vivienda, o te sacan de ella para ocuparla? La respuesta es muy sencilla: rendirte y abandonar tu hogar, o resistir.
Desde 1948, cientos de miles de palestinos han sido desplazados de sus tierras, y continúan siéndolo hasta el día de hoy. Otros han optado por organizarse y resistir la ocupación. Inmediatamente fueron calificados de “terroristas” por los ejecutores de la limpieza étnica y sus aliados. Sin embargo, las Naciones Unidas son de otra opinión. La resolución 33/24 de la Asamblea General, del 29 de noviembre de 1978, reafirma “la legitimidad de la lucha de los pueblos por la independencia, la integridad territorial, la unidad nacional y la liberación de la dominación colonial y extranjera por todos los medios disponibles, particularmente la lucha armada”.
No me gusta la palabra “terrorismo”. El abuso del término lo ha convertido en un arma política arrojadiza, vaciándolo de su sentido original. Con frecuencia se usa para descalificar a adversarios políticos, que ejercen la lucha armada, de manera legítima según la ONU, pero carecen de Estado y de uniforme. Para Turquía, terroristas son los kurdos. Para Ucrania, quienes se negaron a aceptar el golpe de Estado de 2014. Para Israel, todos los que se resisten a la ocupación ilegal, incluyendo los niños, a quienes la televisión israelí contabiliza como tales en su parte diario de terroristas eliminados.
Además, los terroristas se convierten en “luchadores por la libertad” en cuanto sus actividades encajan con la agenda política de occidente, como pasó con los muyahidines en Afganistán en los años 80, financiados por Estados Unidos en una de las operaciones más largas y costosas de la CIA.
Volviendo a las Naciones Unidas, la resolución 33/24 encomendaba a los Estados miembros a cumplir las resoluciones de la Asamblea General “en relación con el ejercicio a la autodeterminación por los pueblos bajo dominación colonial y foránea”. Esas resoluciones que el Estado de Israel lleva décadas incumpliendo, como la 242, que exige la retirada de Israel de los territorios capturados en la guerra de los Seis Días, en 1967.
Blinken y Biden apoyan el genocidio israelí y suscitan el rechazo árabe
Teniendo en cuenta el contexto que acabo de dibujar, bien presente en el mundo árabe, era de esperar que la gira que emprendió Antony Blinken por Oriente Próximo tras los ataques de Hamás a Israel se saldara con un estrepitoso fracaso. Como indicativo del descalabro, baste señalar que Mohamed bin Salman, el hombre fuerte de Arabia Saudita, le tuvo esperando durante horas, para finalmente dejarle plantado. Blinken pretendía que el príncipe saudita condenara los ataques de Hamás contra Israel. El encuentro sólo se celebró al día siguiente.
Para explicar este desaire al secretario de Estado, impensable hace sólo unos meses, además del apoyo incondicional de Estados Unidos a Israel, hay que añadir el hecho de que Blinken hiciera gala de sus raíces judías en su visita previa a Israel.
“Me presento ante ustedes no sólo como secretario de Estado de Estados Unidos sino también como judío”, subrayó Blinken en Tel Aviv. “Mi abuelo Maurice Blinken huyó de los pogromos en Rusia. Mi padrastro Samuel Pisar sobrevivió a los campos de concentración”, dijo, mentando de paso al país eslavo, como no podía faltar. “Entiendo a nivel personal los ecos desgarradores que las masacres de Hamas tienen para los judíos israelíes y, de hecho, para los judíos de todo el mundo”. Como señalé en un artículo anterior, hay algo personal en todo esto.
Blinken invoca la ascendencia judía en su discurso ante el afligido público israelí.
El objetivo que perseguía Blinken, que los países árabes condenaran los ataques de Hamás contra Israel, perpetrados el 7 de octubre, y se alinearan con la posición sionista, fracasó estrepitosamente. El único país que criticó la incursión de Hamás, con un lenguaje muy medido, fue los Emiratos Árabes Unidos (EAU), que calificó de “seria y grave escalada” la ofensiva de Hamás, reclamando dejar al margen del conflicto a la población civil. El nuevo mantra, fabricado por el departamento de comunicación de la Casa Blanca, del “derecho de Israel a defenderse” no ha encontrado ningún eco en el mundo árabe. Con la excepción de parte de occidente, el resto del mundo tampoco está por la labor de tragarse semejante sapo.
El viaje de Joe Biden a Oriente Próximo se saldó con otro fiasco. La planeada reunión en Amman, donde tenía previsto entrevistarse con el rey de Jordania, el presidente de Egipto, y el de la Autoridad Palestina, fue cancelada tras el brutal ataque de Israel a un hospital en Gaza, que dejó centenares de muertos civiles. La reacción del presidente de Estados Unidos fue la de alinearse con Israel a la hora de atribuir a la Jihad Islámica la autoría del ataque. Biden señaló que la explosión parecía haber sido causada por “el otro equipo”, además de manifestar que “no hay que ser judío para ser sionista”.
La lentitud del despliegue terrestre israelí parece deberse más a necesidades logísticas que a la supuesta presión ejercida por Estados Unidos para evitarlo. A juzgar por las declaraciones de John Kirby, portavoz de seguridad nacional de la Casa Blanca, Israel tiene carta blanca para masacrar a la población civil palestina: “No estamos trazando líneas rojas para Israel”, afirmó Kirby el 27 de octubre, repitiendo el nuevo mantra, el derecho de Israel a defenderse, como justificación.
Dos días más tarde, la Casa Blanca publicaba un resumen de la conversación de Joe Biden con el presidente egipcio, Abdel Fattah Al-Sisi. Estos comunicados siempre tienen una intencionalidad política. En este caso, el mensaje estadounidense parecía conciliador: “También discutieron la importancia de proteger las vidas de los civiles, el respeto al derecho internacional humanitario y garantizar que los palestinos en Gaza no sean desplazados a Egipto ni a ninguna otra nación”. ¿Terminará apoyando Estados Unidos la pretensión de Israel de evacuar a la totalidad de la población de Gaza, para instalarla en tiendas de campaña en el Sinaí, y que la factura la paguen los países árabes? Veremos.
El comunicado de la Casa Blanca también afirmaba que Biden había informado al presidente egipcio “sobre los esfuerzos de Estados Unidos para garantizar que los actores regionales no amplíen el conflicto en Gaza”. Sin embargo, Netanyahu ha anunciado que no va a aceptar un alto el fuego. The New York Times reporta que, en conversaciones privadas con miembros del gobierno de Estados Unidos, funcionarios israelíes hicieron referencia a las bombas atómicas usadas contra Japón como modelo para su ataque a Gaza. Está por ver cómo reaccionan el resto de las potencias regionales a una guerra en la que Israel ha declarado que tiene más interés en causar daño que en la precisión.
Biden pide más dinero al Congreso para librar más guerras
A la vuelta de su viaje a Israel, Joe Biden se dirigió a la nación desde el despacho oval para anunciar que iba a pedir más dinero al Congreso con el que financiar sus guerras. En concreto, 61.000 millones para la de Ucrania, 14.3000 millones para la de Israel, y 2.000 millones para la que está preparando en Taiwán.
En su discurso, Biden describió a Estados Unidos como “la nación esencial”, e “indispensable”, citando a Madeleine Albright. Esa a la que medio millón de niños iraquíes muertos le parecía que merecían la pena. El presidente sostuvo asimismo que “El liderazgo americano es lo que mantiene unido al mundo”, y que “Estados Unidos y sus socios en la región están trabajando para construir un futuro mejor en Oriente Próximo”. A estas alturas cabe preguntarse si los dirigentes de Estados Unidos se creen sus propias mentiras, o sólo fingen que lo hacen. Yo me temo lo peor.
Eso, por no hablar de su gran capacidad de análisis. Ocho días antes de los ataques de Hamás, Jake Sullivan, el consejero de seguridad nacional, había afirmado que la región de Oriente Próximo estaba “más tranquila que en las dos últimas décadas”.
Muy al principio de su discurso, Joe Biden se apresuró a ligar los ataques de Hamás con la invasión rusa de Ucrania, insistiendo en el relato maniqueo de democracia versus autoritarismo: “Hamás y Putin representan amenazas diferentes, pero tienen algo en común: ambos quieren aniquilar por completo una democracia vecina, aniquilarla por completo”.
En el caso de Hamás, me parece que poco le importa el modelo político que exista en el estado hebreo, pues independientemente del gobierno de turno en Tel Aviv, la estrategia genocida ha sido la misma. Y cuando se abrió una puerta a la esperanza, en los años 90, con la firma de los acuerdos de Oslo, el asesinato de Isaac Rabin, a cargo de un judío ultraderechista, frustró la tímida apertura hacia la paz que el pacto entre Yasir Arafat y Rabin representaba, como explica muy bien este artículo.
En el caso de Putin, ya he analizado pormenorizadamente en este blog los motivos que llevaron a Rusia a involucrarse directamente en la guerra civil que comenzó en Ucrania en 2014, que poco tienen que ver con el tipo de régimen político de Kiev, y más con quienes lo teledirigen.
Joe Biden calificó de “inversión inteligente” el dinero que pensaba solicitar al Congreso, y subrayó que “nos ayudará a construir un mundo más seguro, más pacífico y próspero para nuestros hijos y nietos”, y simultáneamente “nos ayudaría a mantener a las tropas americanas fuera de peligro”. Por si a alguien le quedaba alguna duda de que Estados Unidos está librando guerras por intermediación, a través de arietes a sueldo, aquí está la confirmación.
Irán reaparece como objetivo de la Casa Blanca
En enero de este año, cuando Antony Blinken hizo un viaje a Israel, en su comparecencia junto a Benjamin Netanyahu ya hizo una referencia expresa a Irán, mentando de paso a Rusia. Entonces, el secretario de Estado afirmó que “Estamos de acuerdo en que nunca se debe permitir que Irán adquiera un arma nuclear, y discutimos la profundización de la cooperación para enfrentar y contrarrestar las actividades desestabilizadoras de Irán en la región y más allá. Así como Irán ha apoyado durante mucho tiempo a terroristas que atacan a israelíes y otros, el régimen ahora proporciona drones que Rusia utiliza para matar a civiles ucranianos inocentes”.
El 14 de octubre, Estados Unidos daba orden de enviar al Mediterráneo oriental un segundo portaviones, con sus correspondientes naves de escolta, con el propósito de “disuadir a Irán o a Hezbolá de unirse al conflicto entre Israel y Hamás”. El 26 de octubre, el secretario de Defensa, Lloyd Austin, comunicaba que el ejército estadounidense había realizado “golpes de autodefensa” contra instalaciones en Siria, supuestamente utilizadas por los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica iraníes, y grupos afiliados. Los ataques estadounidenses eran enmarcados como respuesta a los recibidos por Estados Unidos en las bases que, ilegalmente, mantiene en Irak y Siria.
El último aviso a Irán lo efectuó nuevamente Lloyd Austin, cuando el 28 de octubre declaró ante el Congreso que Estados Unidos se reservaba el derecho a responder a los ataques de sus bases en Siria e Irak, que cifraba en 27, en el momento y lugar que considerara adecuado. Previamente, el portavoz del Pentágono había endosado a Irán la autoría de los ataques.
Estados Unidos le tiene muchas ganas a Irán desde hace décadas. El sitio web del Departamento de Estado sigue rememorando el aniversario de la toma de la embajada estadounidense en Teherán, en 1979, cuando el personal de la delegación fue retenido durante 444 días. Desde esa fecha, Irán ha estado sujeto a un duro régimen de sanciones por parte de Washington.
Captura de pantalla del sitio web del Departamento de Estado
El programa de enriquecimiento de uranio que lleva a cabo Irán ha sido objeto de acusaciones, por parte de Estados Unidos, de esconder las supuestas intenciones de Teherán de hacerse con armamento nuclear. El Plan de Acción Integral Conjunto, ahora suspendido, era un acuerdo, del que se retiró Donald Trump en 2018, para garantizar que el enriquecimiento de uranio se destinara únicamente a fines pacíficos.
Es inquietante el paralelismo con las dudas que sembró Estados Unidos acerca de las supuestas “armas de destrucción masiva” que almacenaba Saddam Hussein, que terminaron siendo acusaciones directas ante la ONU por parte de Colin Powell, ahora sabemos que falsas. Estados Unidos está aprovechando la guerra entre Israel y el brazo armado de Hamás, que es también un partido político, para asociar a Irán con Hamás, aunque el grupo tiene una oficina en Qatar desde 2012. Además, es Qatar quien está negociando la liberación de los rehenes en manos de Hamás. Por algo será.
Sin embargo, existen diferencias fundamentales entre el mundo de hace veinte años y el actual. De entrada, por mucho que se haya esforzado Washington, Irán no está aislado ni mucho menos. Bien al contrario, tiene amigos poderosos. Irán formalizará su entrada en los BRICS el próximo 1 de enero. Desde julio de este año, Irán ya forma parte de la Organización para la Cooperación de Shanghái (OCS). En ambas organizaciones comparte membresía con Rusia y China.
El 26 de octubre, el premier chino, Li Quiang, se reunió con el primer vicepresidente de Irán, Mohammed Mokhber, aprovechando una reunión de la OCS en Bishkek. Una publicación del Ministerio de Asuntos Exteriores de China recoge el encuentro y las declaraciones del premier chino, que no dejan lugar a dudas: “Li Qiang señaló que China, como siempre, apoyará firmemente a Irán en la salvaguardia de la soberanía estatal, la integridad territorial y la dignidad nacional, y se opondrá resueltamente a cualquier interferencia externa en los asuntos internos de Irán”.
Rusia también le ha advertido a Washington que Irán no está solo. El 27 de octubre, una delegación de Hamás, encabezada por Mussa Abu Marzouk, al frente de las relaciones internacionales del grupo, se reunió en Moscú con el vicecanciller de Irán, Ale Bagheri Kani. Ambas delegaciones conversaron sobre la situación en Palestina y se entrevistaron con el viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Mijail Bogdanov.
La Unión Europea desaparece como actor geopolítico en el tablero mundial
El alineamiento de la Unión Europea con los planteamientos de Estados Unidos en Ucrania, aun a costa de ver gravemente perjudicados sus intereses, ya había puesto de manifiesto el papel subordinado a Washington por el que habían optado las grandes capitales europeas, sin excepción. Al haber supeditado su política exterior a la de la Casa Blanca, el resto de los actores geopolíticos del mundo han optado, con pragmático criterio, por ignorar al vasallo y preferir al señor feudal a la hora de dialogar, llegado el caso.
El 16 de octubre, Josep Borrell venía a reconocer este hecho en su viaje a Pekín, cuando se preguntaba por qué China no se tomaba en serio a la Unión Europea. Estas fueron sus palabras, muy reveladoras del papel que le ha quedado a Bruselas: «Europa toma a China muy, muy en serio. (…) También esperamos que se nos considere no a través de la lente de nuestra relación con los demás, sino a través de nosotros mismos». Ahondando en su patetismo, Borrell remachaba que “Desde la guerra en Ucrania, Europa se ha convertido en una potencia geopolítica. Queremos hablar con China con este enfoque”.
Lo que ha ocurrido es evidentemente lo contrario. La Unión Europea ha perdido una oportunidad de oro para marcar una posición autónoma frente a la que le venía impuesta desde Washington. En lugar de ello, la ministra de Asuntos Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, trataba de justificar recientemente la desconexión de las fuentes de energía rusa, que han alimentado la industria de su país desde hace décadas: Si comercias con Rusia, es dependencia. Si lo haces con Estados Unidos, es libertad, según recogía el economista Michael Hudson en Geopolitical Economy Report.
Mimetizando la posición estadounidense, la presidenta de la Comisión Europea se apresuró a viajar a Israel, junto a la presidenta del Parlamento Europeo, para mostrar su inequívoco apoyo al gobierno sionista. En esta ocasión, Úrsula von der Leyen se pasó de la raya. Josep Borrell tuvo que llamarle la atención públicamente, señalando que “la política exterior común de la Unión Europea es una política intergubernamental, no es una política comunitaria”.
En la votación de una resolución de la ONU, celebrada el 27 de octubre, que abogaba por “una tregua humanitaria inmediata, duradera y sostenida que conduzca a un cese de las hostilidades”, hubo de todo por parte de los países europeos: votos a favor, en contra, y abstenciones. A la vista de la tragedia que está ocurriendo en Palestina, hay que tener mucho valor para votar en contra de esta propuesta, como hicieron obviamente Estados Unidos e Israel, pero también Austria, Croacia o Chequia. La Unión Europea está ofreciendo una pésima imagen de desunión en Naciones Unidas. Luego a sus élites les extraña que no les tomen en serio.
La caracterización que haces sobre lo que se considera terrorista me parece bastante ajustada a la realidad. Hay numerosos ejemplos de «terroristas» convertidos en «luchadores por la libertad». En muchas ocasiones falsamente o por intereses de quienes dominan el relato. Das ejemplos claros. Pero hay uno no nombrado que viene muy al caso: el de los propios sionistas, que antes de constituir el ejército de Israel fueron no menos de tres organizaciones asesinas contra los árabes habitantes de Palestina. Y no solo contra ellos, no dudaron en atentará contra británicos y cristianos si entendían que les convenía. En una suerte de continuidad terrorista siguen masacrando inocentes en aras de sus intereses, incluso sacrificando a su propia gente. O alguien se cree aunque el Mossad no sabía nada de lo que preparaba Hamás?.
En cambio hay casos en los que reales luchadores por la libertad, pero antes calificados de terroristas, han sido reconocidos a posteriori como tales libertadores. Es el caso del Congreso Nacional Africano y su líder Nelson Mandela. De terroristas pasaron a ser gobierno electo y, a diferencia de los sionistas en Israel, nunca han vuelto a usar la violencia contra adversarios. De nuevo vemos aquí la importancia del relato político. Esperemos que no se imponga de nuevo la historia escrita por los vencedores, algo de lo que sabemos bastante en España, hasta el punto de que los herederos ideológicos de Franco vuelven a estar a las puertas del poder… y no hablo solo de Vox.
Muchas gracias por leer y comentar, Mik. Sobre los orígenes terroristas del Estado de Israel, también estuve manejando documentación. Como el artículo ya me quedaba muy largo, finalmente dejé fuera el asunto, sobre el que apunto aquí sólo algunos datos:
Uno de los grupos terroristas israelíes a los que aludes, Irgun Zvai Leumi, fue liderado por Menachen Begin, que posteriormente fue primer ministro de Israel. Otra organización se autodenominó Lohamey Heruth Israel (Luchadores por la Libertad de Israel). Se ve que determinados actores violentos ya buscaban hacerse con buena prensa usando el término “freedom fighters”. Esta última banda fue responsable del asesinato del ministro británico para Oriente Medio, Lord Moyne.
Ambos grupos terminaron confluyendo con otro, la Haganá, para cometer atentados como el que perpetraron contra el club de oficiales británicos de Haifa, o la voladura del Hotel Rey David, que provocó 90 muertos.
Unos orígenes violentos que presagiaban la evolución que ha tenido Israel posteriormente, con el pleno respaldo de Estados Unidos, el faro del mundo libre.