9 de marzo de 2022
“Estamos en una guerra”, así lo advertía Josep Borrell el 28 de febrero tras una reunión de los ministros de Defensa de la Unión Europea. El Alto Representante para Asuntos Exteriores advertía a renglón seguido de que “Esto tiene un precio, no sale gratis, las sanciones repercutirán en nosotros, tienen un coste, hay que estar dispuestos a pagar ahora este precio porque si no mañana será mucho más alto”. En la misma tónica, la exministra de Asuntos Exteriores de España, Arancha González Laya, avisa que las medidas tomadas por la Unión Europea contra Rusia “son sanciones bumerán, porque vivimos en un mundo de interdependencia”. O sea, que se van a volver contra la ciudadanía.
La Unión Europea se ha dado mucha prisa por apuntarse al carro de la guerra que Estados Unidos y Rusia están librando indirectamente en Ucrania. El congresista demócrata Adam Schiff lo dejaba bien claro en enero de 2020: «Estados Unidos ayuda a Ucrania y a su gente para que podamos luchar contra Rusia allí y no tengamos que luchar contra Rusia aquí». Hace dos años Estados Unidos ya ubicaba en Europa el área de conflicto con Rusia, sin tapujos, y la Unión Europea responde a esa estrategia aplicando sanciones que van en contra de nuestros intereses. No sólo eso, sino que ha asumido el papel de líder de las sanciones, muy por delante de Estados Unidos.
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