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Por qué Israel y Turquía acabarán chocando en Siria

16 de enero de 2025

La caída de Bashar al-Assad responde a los intereses de Israel

Enlazando con el final de mi artículo anterior, si la caída de Bashar al-Assad encaja perfectamente con los intereses de Estados Unidos, también lo hace con los de Israel y Turquía, aunque por distintos motivos. Lo que está en juego ahora es quién se convierte en la potencia hegemónica en Oriente Próximo. Junto con Irán, ambos países son candidatos para hacerse con el puesto, y el objetivo común de Ankara y Tel Aviv es desbancar a Teherán.

Comencemos con Israel. El 16 de diciembre, Abu Mohammed al-Jolani, el nuevo líder sirio, concedía al londinense The Times una entrevista donde afirmaba que Siria no sería usada como una plataforma de lanzamiento de ataques contra Israel. Diez años atrás, en 2015, Israel ya proporcionaba tratamiento médico a los combatientes del Frente Al-Nusra – la marca de Al Qaeda en Siria – que peleaban contra el gobierno de Bashar al Assad. Los dirigentes de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), el grupo que le derrocó, provienen de la rama de Al Qaeda en Siria. Todo empieza a encajar.

Informe: Israel está prestando atención médica a los luchadores de Al Qaeda heridos en la guerra civil de Siria.

Teniendo en cuenta cómo se las gasta Israel con sus vecinos árabes, y que el historial de ataques de Al Qaeda a Israel se reduce prácticamente a la nada, que el estado sionista prestara cuidados médicos a los combatientes de Al Qaeda en Siria tiene toda la lógica: estaban trabajando a favor de su agenda en la región. El Frente Al-Nusra estaba luchando contra Bashar al-Assad y las milicias de Hezbolá en Siria, publicaba The Jerusalem Post. El propio exjefe del Mossad, Efraim Halevy, admitía que la asistencia médica a los combatientes islamistas tenía un “carácter táctico”.

Pero no era sólo tratamiento médico lo que Israel proporcionaba a los combatientes islamistas en Siria. También les proporcionaba armas. Así lo reconocía Gadi Eisenkot, jefe de plantilla del ejército de Israel en 2019: no se trataba sólo de “asistencia humanitaria”, sino que Israel facilitaba armamento ligero “para auto defensa” a los combatientes que luchaban contra las tropas de Bashar al-Assad desde los altos del Golán, ocupadas ilegalmente por Israel desde la Guerra de los Seis Días.

The Jerusalem Post: El jefe de las Fuerzas Defensivas de Israel admite finalmente que Israel suministró armas a rebeldes sirios.

El mismo militar israelí también reconocía que, sólo durante 2018, Israel había arrojado 2.000 bombas sobre objetivos iraníes en Siria. Gadi Eisenkot hablaba de “miles de ataques” en los años previos, sin que Israel se los atribuyera. En 2018, Foreign Policy destapaba un programa secreto de Israel para armar y financiar hasta 12 grupos armados que luchaban contra los combatientes patrocinados por Irán, con objeto de mantenerlos alejados de las posiciones israelíes en los Altos del Golán.

Foreign Policy: Dentro del programa secreto de Israel para apoyar a los rebeldes sirios.

Durante años, las autoridades de Israel negaron repetidamente que el país estuviera involucrado en el conflicto interno sirio. Lo cual era obviamente falso. Bajo la apariencia de una guerra civil, en Siria se estaba librando una guerra por intermediación, donde confluían diversos actores e intereses, y el objetivo a derribar era Irán.

En línea con lo que llevaba haciendo durante años, una vez depuesto Bashar al-Assad, Israel desató una brutal campaña militar en Siria, con objeto de destruir la mayor cantidad de armamento posible. Hasta el 80% de las capacidades militares del ejército sirio fueron destruidas tras cientos de ataques sionistas.

Middle East Monitor: Israel destruye el 80% de las capacidades militares de Siria.

Al Jolani pedía a Israel el cese de sus ataques sobre territorio sirio: “No hay excusas para ninguna intervención extranjera en Siria ahora que los iraníes se han ido. No estamos en un proceso de enzarzarnos en un conflicto con Israel”.

Además de eliminar las armas estratégicas y los arsenales de Siria, no fuera a ser que cayeran en manos menos complacientes con los intereses sionistas, el objetivo de Israel era dejar expuesto a Irán.

The Washington Post: El colapso de Siria y los ataques de Israel dejan expuesto a Irán.

Después de eliminar las defensas aéreas sirias, el ejército de Israel estaba evaluando la posibilidad de bombardear las instalaciones nucleares iraníes. El equipo de Trump, que trasladó la embajada de Estados Unidos a Jerusalén durante su anterior mandato, también está considerando la posibilidad de un ataque estadounidense a dichas instalaciones. La excusa, repetida mil veces, es que Irán está enriqueciendo uranio para hacerse con un arma nuclear. Sin embargo, las propias agencias de inteligencia estadounidenses, la Agencia Internacional para la Energía Atómica, el Pentágono, así como Teherán, sostienen que la acusación carece de base.

El derrocamiento de Bashar al-Assad tenía otro efecto muy conveniente para los intereses sionistas: el corte de la principal línea de suministro iraní a Hezbolá en el Líbano. Un objetivo que, según el propio jefe de Hezbolá, los enemigos del “eje de la resistencia” habían alcanzado. El golpe de estado en Siria debilitaba tanto a Irán como a su aliado libanés.

The Wall Street Journal: El jefe de Hezbolá dice la que la caída de Assad cortó la principal línea de suministro desde Irán.

Israel aprovechaba la situación de caos provocada por la caída de Bashar al-Assad para avanzar en sus posiciones en los Altos del Golán. Israel invadió la zona de amortiguación situada entre los Altos del Golán y el territorio sirio. Una franja creada por Naciones Unidas en 1973, patrullada por fuerzas de interposición desde entonces. Netanyahu describió la ocupación israelí de la zona como una “posición defensiva temporal”, a la par que anunciaba la inminente toma del monte Hermón que, con 2.814 metros, es el pico más alto de la costa este mediterránea. Situado dentro de la zona de amortiguación, su importancia militar es obvia.

Mapa de los Altos del Golán, con los territorios de la zona de amortiguación invadidos por Israel. Ilustración: Anadolu Agency, 10 de diciembre.

Además de ocupar la zona de amortiguación ilegalmente, Israel también anunció una expansión de sus colonias en los Altos del Golán. Netanyahu declaró que quiere duplicar la población de colonos judíos en los territorios ocupados y justificó la decisión porque la caída de Bashar al-Assad había abierto “un nuevo frente”.

Turquía quiere eliminar a los aliados kurdos de Estados Unidos

Si Israel está moviendo sus posiciones en Siria desde el sur, Turquía también está moviendo sus fichas en el norte. El 16 de diciembre, Estados Unidos mostraba su preocupación porque Turquía estaba acumulando tropas en la zona fronteriza con Siria, lo que preludiaba una posible incursión turca, más allá de los territorios que ya controla en el norte.

The Wall Street Journal: Estados Unidos teme que la acumulación de fuerzas por parte de Turquía indica preparaciones para una incursión en Siria.

Tropas turcas pusieron pie en Siria por primera vez el 24 de agosto de 2016, en el marco de la operación denominada “Escudo del Éufrates”. Entonces el ejército turco consiguió tomar el control de una franja de territorio entre los cantones kurdos al este y al oeste del río Éufrates. Subsiguientes incursiones incrementaron la cantidad de terreno bajo control turco en el norte de Siria.

Mapa de los territorios sirios ocupados por Turquía tras diferentes operaciones militares, a fecha de mayo de 2021. Ilustración: Carnegie Endowment Europe.

En Siria se da la paradoja de que dos miembros de la OTAN, Turquía y Estados Unidos, supuestos aliados, se encuentran enfrentados por el apoyo estadounidense a los kurdos, auténtica bestia negra de Ankara. Washington sostiene a las Syrian Democratic Forces (SDF), integradas mayoritariamente por las YPG (Unidades de Defensa del Pueblo Kurdo), supuestamente para combatir al Estado Islámico, una organización fundamentalista suní, financiada por las petromonarquías del golfo, aliadas a su vez de Estados Unidos.

El Estado Islámico fue derrotado en Siria en gran medida gracias al apoyo de Irán. El posterior acuerdo nuclear con Irán fue la trasposición política de esa ayuda. Los juegos de poder en Oriente Próximo son así de complejos. Sin embargo, tampoco se puede hablar de la desaparición completa del Estado Islámico. Entre los combatientes que han derrocado a Bashar al-Assad se veían emblemas de la organización fundamentalista.

Combatientes lucen el emblema del Estado Islámico tras la toma de Damasco. Foto: Mohamed Azakir/Reuters.

Los enfrentamientos entre el Syrian National Army (una facción combatiente apoyada por Ankara) y los kurdos de las Syrian Democratic Forces (apoyados por Estados Unidos) se han recrudecido tras la caída de al-Assad. Turquía teme que la situación de caos sobrevenida sea aprovechada por los kurdos para forzar una independencia de facto de las regiones que controlan, con el apoyo de Washington.

El 6 de enero, el presidente turco advirtió que “No podemos aceptar bajo ningún pretexto que Siria sea dividida y si percibimos el más mínimo riesgo tomaremos las medidas necesarias”. Erdogán también añadió que “tenemos los medios”. El mismo día, el ministro de Asuntos Exteriores turco, Hakan Fidan, hablaba de la “eliminación inminente” de las milicias kurdas de las YPG.

Cuatro días más tarde, el mismo ministro bajaba el pistón y concedía que había que dar una oportunidad al gobierno interino de al-Jolani para ocuparse de la presencia de kurdos dentro de las SDF, antes de que Turquía interviniera militarmente. El ministro de Asuntos Exteriores turco parecía dar un cierto margen a las conversaciones que se están produciendo entre las Syrian Democratic Forces (SDF) y el gobierno interino. Sin embargo, las posiciones entre ambos están muy distanciadas.

Las SDF, atendiendo a los intereses de los kurdos que las integran mayoritariamente, plantean un gobierno sirio descentralizado y la integración de los combatientes de las SDF en el ejército regular sirio. Sin embargo, pretenden evitar ser diluidos, y reclaman mantenerse como un cuerpo unificado, que operaría únicamente en las áreas de la administración autónoma kurda. Es decir, están apostando por afianzar y, quizás, trascender, la autonomía kurda.

El gobierno interino de al-Jolani plantea disolver las SDF, dispersar sus miembros por el territorio sirio, y disolver igualmente las fuerzas de seguridad kurdas (Asayish), reasignando las labores policiales que desempeña a la Policía Central Siria.

El alejamiento de las posiciones entre los kurdos y el nuevo gobierno interino anticipa una probable intervención militar turca para tratar de eliminar la amenaza de la escisión kurda y la disgregación territorial de Siria.

La toma de Damasco por los islamistas reabre la carrera por el liderazgo en la región

Los intereses de Israel y Turquía son claramente antagonistas en Siria. Como analicé en mi artículo anterior, la hoja de ruta sionista pasa por desintegrar a todos sus estados vecinos, con la excepción de Jordania. El reino hachemita sólo se salvaría porque es visto como un recipiente donde depositar a la población palestina, una vez expulsada de Gaza y Cisjordania.

A Israel le conviene que Siria sea troceada, que carezca de un gobierno central que controle y sea capaz de cohesionar la totalidad del territorio dentro de las fronteras reconocidas internacionalmente. La desintegración de Siria encaja con sus planes expansionistas para imponer el Gran Israel, pasando por encima de la soberanía de los países vecinos.

El sionismo es un proyecto ultranacionalista que no tiene reparos en usar el vocabulario nazi, como vemos en este artículo de opinión publicado en The Times of Israel, en el que se apela al Lebensraum (espacio vital) que una población en expansión necesita. Un concepto acuñado por el geógrafo alemán Friedrich Ratzel en su obra “El espacio vital: una biogeografía”, publicada en 1901.

Se necesita espacio vital para una población en expansión.

Fuertemente influido por Darwin, Ratzel construye lo que denomina “organización política del suelo” sobre tres conceptos: extensión, fronteras y posición. Ratzel equiparaba los estados a los organismos biológicos, que podrían necesitar unos determinados espacios para garantizar su supervivencia. Este planteamiento explicaba la necesidad de extender sus fronteras, en algunos casos. El concepto de Lebensraum fue adoptado por Adolf Hitler para justificar la invasión de sus vecinos, y los descendientes de sus víctimas no parecen hacerle ascos cuando sirve como argumento para su agenda imperialista.

Los intereses de Turquía van en la dirección opuesta. Necesita una Siria unida para evitar que una hipotética secesión kurda en el territorio sirio, en el marco de un estado fallido – una hipótesis muy posible – alimente un movimiento en el mismo sentido dentro de las fronteras turcas. Cualquier cosa que dé alas al independentismo kurdo constituye una pesadilla para Ankara.

El siguiente mapa representa una especulación sobre la posible división de Siria a lo largo de líneas religiosas y étnicas. Manejado durante las denominadas primaveras árabes, ha vuelto a resurgir ante el vacío de poder creado por la caída de Bashar al-Assad. Un escenario ideal para Israel, dantesco para Turquía. Si a Israel le interesa trocear Siria, y a Turquía mantener su unidad, ambos países están destinados a chocar en el marco de su pugna por el liderazgo en la región.

Hipotético mapa de Siria dividida por credos y etnias. Ilustración: The Cradle.

El 15 de enero, Erdogan exigía a Israel que retirara a sus fuerzas armadas de Siria, pidiendo manos libres para encargarse de eliminar a los kurdos de las YPG. De lo contrario, el presidente turco anticipaba un “resultado desfavorable para todos”. El ministerio de Asuntos Exteriores israelí se apresuraba a tildar de “actor imperialista en Siria” a Turquía, y rechazaba las declaraciones de Erdogan, tachándolas de “amenazas innecesarias”. En 2017, Israel apoyó el establecimiento de un estado kurdo independiente. El enfrentamiento está servido.

Turquía incomoda a Rusia y a China en Asia Central

Turquía también tiene sus propios planes expansionistas en la región. La Organización de Estados Turcos (OTS, por sus siglas en inglés) celebró su más reciente cumbre en Bishkek (Kirguistán), en noviembre de 2024. Asistieron los presidentes de Kirguistán, Azerbaiyán, Kazajistán, Turquía, Uzbekistán, República Turca del Norte de Chipre, el embajador de Turkmenistán en Bishkek, y el primer ministro de Hungría, Víktor Orbán, muy atento a los movimientos en el mundo multipolar.

Fotografía oficial de los líderes asistentes a la cumbre de Bishkek, noviembre de 2024.

Asistieron también los ministros de economía y comercio de los países citados. En la cumbre se discutieron asuntos tales como el ferrocarril que uniría China, Kirguistán y Uzbekistán. Este proyecto es de una importancia estratégica, ya que ofrece un nuevo corredor logístico entre Europa y China, obviando las rutas tradicionales a través de Rusia.

Turquía pretende proyectar su poder hacia Asia Central, poniendo en valor y reforzando los vínculos de los distintos pueblos turcomanos de la región, que se extienden hasta la propia China: el 45% de los Uigures son de origen turco. China pone en cuestión dicho predicamento y reivindica la multietnicidad histórica de la provincia de Xinjiang. A Rusia tampoco le hace gracia que Erdogan pretenda competir en lo que considera su esfera de influencia histórica natural.

Turquía ha constituido un apoyo a las aspiraciones independentistas de los Uigures en Xinjiang. Allí opera el Movimiento Islámico del Turquestán Oriental, que está incluido en la lista de organizaciones terroristas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. La organización, también conocida como Partido Islámico de Turquestán, “ha utilizado la violencia para promover su objetivo de establecer un “Turquestán Oriental” independiente en China”, según Naciones Unidas.

Foreign Affairs daba como “ganadora de la guerra civil en Siria” a Turquía, dada la larga historia de apoyo turco al grupo rebelde HTS que consiguió, con evidente ayuda exterior, derrocar a Bashar al-Assad. El gobierno interino del grupo liderado por Abu Mohammed al-Jolani ha otorgado puestos militares de alto rango a “combatientes terroristas extranjeros”, en palabras del medio chino Global Times, que recogía las “graves preocupaciones” de las autoridades chinas por el hecho. Entre los nombramientos referidos se encuentra el líder del Movimiento Islámico del Turquestán Oriental.

Cómo Turquía ganó la guerra civil siria.

Tras haber puesto una pica en Damasco, Erdogan persigue claramente convertir a Turquía en la potencia hegemónica no sólo en Oriente Próximo, sino en Asia Central. Su problema es que está incomodando a las principales potencias del naciente mundo multipolar. A su favor tiene la geografía: la posición de Turquía, que controla el Mar Negro y los estrechos que dan acceso al Mediterráneo, y viceversa. Y aquí llegamos a un punto clave: el papel de la guerra de Ucrania en toda esta historia.

¿Qué tiene que ver la guerra en Ucrania con lo ocurrido en Siria?

Tras catorce años de guerra en Siria, donde los distintos actores regionales peleaban entre sí a través de intermediarios, ¿por qué se ha producido la caída de Bashar al-Assad precisamente ahora? La explicación hay que buscarla mirando a Rusia.

Durante la última fase de la guerra en Ucrania, la que comenzó en febrero de 2022, Turquía ha jugado un papel determinante. Mientras se negaba a adoptar las sanciones promovidas por occidente contra Rusia, Erdogán cerraba el tránsito a los navíos militares por los estrechos del Bósforo y Dardanelos. El Mar Mediterráneo hace tiempo que se convirtió en un lago de la OTAN, pero con el cierre de los estrechos, los países de la OTAN no ribereños del Mar Negro veían impedido su acceso. Este hecho ha favorecido militarmente a Rusia, que veía el flanco marítimo relativamente despejado.

Sin embargo, la guerra en Ucrania tiene visos de no prolongarse demasiado ya en el tiempo. Los avances rusos son patentes y la victoria de Donald Trump augura un enfoque distinto al de la administración Biden. Es posible que la guerra en Ucrania acabe relativamente pronto, quizá este mismo año. Donald Trump ha señalado que Putin quiere una reunión, y que el encuentro ya se está preparando. La reunión subsanaría la anomalía de que los presidentes de las dos mayores potencias nucleares del mundo no se hablen.

Si finalmente Trump y Putin se reúnen, y los Estados Unidos quieren llegar de veras a un acuerdo con Rusia, tendrán que hablar sobre el tema que subyace tras la guerra en Ucrania: la necesidad de crear una nueva arquitectura de seguridad para Europa, tal y como propuso Putin en diciembre de 2021. Unos acuerdos que deberán recoger los cambios geopolíticos producidos desde la caída de la Unión Soviética.

Si se consiguiera un acuerdo en ese sentido y finalizara la guerra en Ucrania, la palanca de presión de la que goza ahora Turquía con el cierre de los estrechos entre el Mediterráneo y el Mar Negro sería mucho menos relevante. Así que Erdogan decidió darles rienda suelta a los islamistas de al-Jolani, antes de perder esa baza.

Las últimas declaraciones de Donald Trump acerca de Groenlandia, el Canal de Panamá, Canadá, el Ártico y el Golfo de México apuntan a que el presidente electo se inclina por una Doctrina Monroe 2.0 como estrategia para su política exterior: América para los americanos. O sea, para Estados Unidos. ¿Volverán a pactar las grandes potencias sus zonas de influencia? El interés que muestra Trump por reunirse con Putin refuerza esta hipótesis: yo me quedo con América, y me desentiendo de Ucrania, que está en Europa. ¿Se refiere a esto Trump cuando habla del “acuerdo del siglo”?

En su audiencia de confirmación ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Marco Rubio el secretario de Estado nombrado por Trump, dijo que el “orden global de la posguerra” está “obsoleto”. Si finalmente las dos potencias pretenden volver a repartirse el mundo, atendiendo a las nuevas realidades geopolíticas… ¿Dónde queda China en esta ecuación? Mike Waltz, el próximo asesor de seguridad nacional, asegura que Trump se dispone a incrementar el ritmo de entrega de armas a Taiwán. ¿Se dispone Trump a ucranizar Taiwán? ¿Quién se va a quedar como potencia hegemónica en Oriente Próximo? ¿En qué posición quedaría la Unión Europea? Analizaré éstas y otras cuestiones en el próximo artículo.