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Por qué Israel y Turquía acabarán chocando en Siria

16 de enero de 2025

La caída de Bashar al-Assad responde a los intereses de Israel

Enlazando con el final de mi artículo anterior, si la caída de Bashar al-Assad encaja perfectamente con los intereses de Estados Unidos, también lo hace con los de Israel y Turquía, aunque por distintos motivos. Lo que está en juego ahora es quién se convierte en la potencia hegemónica en Oriente Próximo. Junto con Irán, ambos países son candidatos para hacerse con el puesto, y el objetivo común de Ankara y Tel Aviv es desbancar a Teherán.

Comencemos con Israel. El 16 de diciembre, Abu Mohammed al-Jolani, el nuevo líder sirio, concedía al londinense The Times una entrevista donde afirmaba que Siria no sería usada como una plataforma de lanzamiento de ataques contra Israel. Diez años atrás, en 2015, Israel ya proporcionaba tratamiento médico a los combatientes del Frente Al-Nusra – la marca de Al Qaeda en Siria – que peleaban contra el gobierno de Bashar al Assad. Los dirigentes de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), el grupo que le derrocó, provienen de la rama de Al Qaeda en Siria. Todo empieza a encajar.

Informe: Israel está prestando atención médica a los luchadores de Al Qaeda heridos en la guerra civil de Siria.

Teniendo en cuenta cómo se las gasta Israel con sus vecinos árabes, y que el historial de ataques de Al Qaeda a Israel se reduce prácticamente a la nada, que el estado sionista prestara cuidados médicos a los combatientes de Al Qaeda en Siria tiene toda la lógica: estaban trabajando a favor de su agenda en la región. El Frente Al-Nusra estaba luchando contra Bashar al-Assad y las milicias de Hezbolá en Siria, publicaba The Jerusalem Post. El propio exjefe del Mossad, Efraim Halevy, admitía que la asistencia médica a los combatientes islamistas tenía un “carácter táctico”.

Pero no era sólo tratamiento médico lo que Israel proporcionaba a los combatientes islamistas en Siria. También les proporcionaba armas. Así lo reconocía Gadi Eisenkot, jefe de plantilla del ejército de Israel en 2019: no se trataba sólo de “asistencia humanitaria”, sino que Israel facilitaba armamento ligero “para auto defensa” a los combatientes que luchaban contra las tropas de Bashar al-Assad desde los altos del Golán, ocupadas ilegalmente por Israel desde la Guerra de los Seis Días.

The Jerusalem Post: El jefe de las Fuerzas Defensivas de Israel admite finalmente que Israel suministró armas a rebeldes sirios.

El mismo militar israelí también reconocía que, sólo durante 2018, Israel había arrojado 2.000 bombas sobre objetivos iraníes en Siria. Gadi Eisenkot hablaba de “miles de ataques” en los años previos, sin que Israel se los atribuyera. En 2018, Foreign Policy destapaba un programa secreto de Israel para armar y financiar hasta 12 grupos armados que luchaban contra los combatientes patrocinados por Irán, con objeto de mantenerlos alejados de las posiciones israelíes en los Altos del Golán.

Foreign Policy: Dentro del programa secreto de Israel para apoyar a los rebeldes sirios.

Durante años, las autoridades de Israel negaron repetidamente que el país estuviera involucrado en el conflicto interno sirio. Lo cual era obviamente falso. Bajo la apariencia de una guerra civil, en Siria se estaba librando una guerra por intermediación, donde confluían diversos actores e intereses, y el objetivo a derribar era Irán.

En línea con lo que llevaba haciendo durante años, una vez depuesto Bashar al-Assad, Israel desató una brutal campaña militar en Siria, con objeto de destruir la mayor cantidad de armamento posible. Hasta el 80% de las capacidades militares del ejército sirio fueron destruidas tras cientos de ataques sionistas.

Middle East Monitor: Israel destruye el 80% de las capacidades militares de Siria.

Al Jolani pedía a Israel el cese de sus ataques sobre territorio sirio: “No hay excusas para ninguna intervención extranjera en Siria ahora que los iraníes se han ido. No estamos en un proceso de enzarzarnos en un conflicto con Israel”.

Además de eliminar las armas estratégicas y los arsenales de Siria, no fuera a ser que cayeran en manos menos complacientes con los intereses sionistas, el objetivo de Israel era dejar expuesto a Irán.

The Washington Post: El colapso de Siria y los ataques de Israel dejan expuesto a Irán.

Después de eliminar las defensas aéreas sirias, el ejército de Israel estaba evaluando la posibilidad de bombardear las instalaciones nucleares iraníes. El equipo de Trump, que trasladó la embajada de Estados Unidos a Jerusalén durante su anterior mandato, también está considerando la posibilidad de un ataque estadounidense a dichas instalaciones. La excusa, repetida mil veces, es que Irán está enriqueciendo uranio para hacerse con un arma nuclear. Sin embargo, las propias agencias de inteligencia estadounidenses, la Agencia Internacional para la Energía Atómica, el Pentágono, así como Teherán, sostienen que la acusación carece de base.

El derrocamiento de Bashar al-Assad tenía otro efecto muy conveniente para los intereses sionistas: el corte de la principal línea de suministro iraní a Hezbolá en el Líbano. Un objetivo que, según el propio jefe de Hezbolá, los enemigos del “eje de la resistencia” habían alcanzado. El golpe de estado en Siria debilitaba tanto a Irán como a su aliado libanés.

The Wall Street Journal: El jefe de Hezbolá dice la que la caída de Assad cortó la principal línea de suministro desde Irán.

Israel aprovechaba la situación de caos provocada por la caída de Bashar al-Assad para avanzar en sus posiciones en los Altos del Golán. Israel invadió la zona de amortiguación situada entre los Altos del Golán y el territorio sirio. Una franja creada por Naciones Unidas en 1973, patrullada por fuerzas de interposición desde entonces. Netanyahu describió la ocupación israelí de la zona como una “posición defensiva temporal”, a la par que anunciaba la inminente toma del monte Hermón que, con 2.814 metros, es el pico más alto de la costa este mediterránea. Situado dentro de la zona de amortiguación, su importancia militar es obvia.

Mapa de los Altos del Golán, con los territorios de la zona de amortiguación invadidos por Israel. Ilustración: Anadolu Agency, 10 de diciembre.

Además de ocupar la zona de amortiguación ilegalmente, Israel también anunció una expansión de sus colonias en los Altos del Golán. Netanyahu declaró que quiere duplicar la población de colonos judíos en los territorios ocupados y justificó la decisión porque la caída de Bashar al-Assad había abierto “un nuevo frente”.

Turquía quiere eliminar a los aliados kurdos de Estados Unidos

Si Israel está moviendo sus posiciones en Siria desde el sur, Turquía también está moviendo sus fichas en el norte. El 16 de diciembre, Estados Unidos mostraba su preocupación porque Turquía estaba acumulando tropas en la zona fronteriza con Siria, lo que preludiaba una posible incursión turca, más allá de los territorios que ya controla en el norte.

The Wall Street Journal: Estados Unidos teme que la acumulación de fuerzas por parte de Turquía indica preparaciones para una incursión en Siria.

Tropas turcas pusieron pie en Siria por primera vez el 24 de agosto de 2016, en el marco de la operación denominada “Escudo del Éufrates”. Entonces el ejército turco consiguió tomar el control de una franja de territorio entre los cantones kurdos al este y al oeste del río Éufrates. Subsiguientes incursiones incrementaron la cantidad de terreno bajo control turco en el norte de Siria.

Mapa de los territorios sirios ocupados por Turquía tras diferentes operaciones militares, a fecha de mayo de 2021. Ilustración: Carnegie Endowment Europe.

En Siria se da la paradoja de que dos miembros de la OTAN, Turquía y Estados Unidos, supuestos aliados, se encuentran enfrentados por el apoyo estadounidense a los kurdos, auténtica bestia negra de Ankara. Washington sostiene a las Syrian Democratic Forces (SDF), integradas mayoritariamente por las YPG (Unidades de Defensa del Pueblo Kurdo), supuestamente para combatir al Estado Islámico, una organización fundamentalista suní, financiada por las petromonarquías del golfo, aliadas a su vez de Estados Unidos.

El Estado Islámico fue derrotado en Siria en gran medida gracias al apoyo de Irán. El posterior acuerdo nuclear con Irán fue la trasposición política de esa ayuda. Los juegos de poder en Oriente Próximo son así de complejos. Sin embargo, tampoco se puede hablar de la desaparición completa del Estado Islámico. Entre los combatientes que han derrocado a Bashar al-Assad se veían emblemas de la organización fundamentalista.

Combatientes lucen el emblema del Estado Islámico tras la toma de Damasco. Foto: Mohamed Azakir/Reuters.

Los enfrentamientos entre el Syrian National Army (una facción combatiente apoyada por Ankara) y los kurdos de las Syrian Democratic Forces (apoyados por Estados Unidos) se han recrudecido tras la caída de al-Assad. Turquía teme que la situación de caos sobrevenida sea aprovechada por los kurdos para forzar una independencia de facto de las regiones que controlan, con el apoyo de Washington.

El 6 de enero, el presidente turco advirtió que “No podemos aceptar bajo ningún pretexto que Siria sea dividida y si percibimos el más mínimo riesgo tomaremos las medidas necesarias”. Erdogán también añadió que “tenemos los medios”. El mismo día, el ministro de Asuntos Exteriores turco, Hakan Fidan, hablaba de la “eliminación inminente” de las milicias kurdas de las YPG.

Cuatro días más tarde, el mismo ministro bajaba el pistón y concedía que había que dar una oportunidad al gobierno interino de al-Jolani para ocuparse de la presencia de kurdos dentro de las SDF, antes de que Turquía interviniera militarmente. El ministro de Asuntos Exteriores turco parecía dar un cierto margen a las conversaciones que se están produciendo entre las Syrian Democratic Forces (SDF) y el gobierno interino. Sin embargo, las posiciones entre ambos están muy distanciadas.

Las SDF, atendiendo a los intereses de los kurdos que las integran mayoritariamente, plantean un gobierno sirio descentralizado y la integración de los combatientes de las SDF en el ejército regular sirio. Sin embargo, pretenden evitar ser diluidos, y reclaman mantenerse como un cuerpo unificado, que operaría únicamente en las áreas de la administración autónoma kurda. Es decir, están apostando por afianzar y, quizás, trascender, la autonomía kurda.

El gobierno interino de al-Jolani plantea disolver las SDF, dispersar sus miembros por el territorio sirio, y disolver igualmente las fuerzas de seguridad kurdas (Asayish), reasignando las labores policiales que desempeña a la Policía Central Siria.

El alejamiento de las posiciones entre los kurdos y el nuevo gobierno interino anticipa una probable intervención militar turca para tratar de eliminar la amenaza de la escisión kurda y la disgregación territorial de Siria.

La toma de Damasco por los islamistas reabre la carrera por el liderazgo en la región

Los intereses de Israel y Turquía son claramente antagonistas en Siria. Como analicé en mi artículo anterior, la hoja de ruta sionista pasa por desintegrar a todos sus estados vecinos, con la excepción de Jordania. El reino hachemita sólo se salvaría porque es visto como un recipiente donde depositar a la población palestina, una vez expulsada de Gaza y Cisjordania.

A Israel le conviene que Siria sea troceada, que carezca de un gobierno central que controle y sea capaz de cohesionar la totalidad del territorio dentro de las fronteras reconocidas internacionalmente. La desintegración de Siria encaja con sus planes expansionistas para imponer el Gran Israel, pasando por encima de la soberanía de los países vecinos.

El sionismo es un proyecto ultranacionalista que no tiene reparos en usar el vocabulario nazi, como vemos en este artículo de opinión publicado en The Times of Israel, en el que se apela al Lebensraum (espacio vital) que una población en expansión necesita. Un concepto acuñado por el geógrafo alemán Friedrich Ratzel en su obra “El espacio vital: una biogeografía”, publicada en 1901.

Se necesita espacio vital para una población en expansión.

Fuertemente influido por Darwin, Ratzel construye lo que denomina “organización política del suelo” sobre tres conceptos: extensión, fronteras y posición. Ratzel equiparaba los estados a los organismos biológicos, que podrían necesitar unos determinados espacios para garantizar su supervivencia. Este planteamiento explicaba la necesidad de extender sus fronteras, en algunos casos. El concepto de Lebensraum fue adoptado por Adolf Hitler para justificar la invasión de sus vecinos, y los descendientes de sus víctimas no parecen hacerle ascos cuando sirve como argumento para su agenda imperialista.

Los intereses de Turquía van en la dirección opuesta. Necesita una Siria unida para evitar que una hipotética secesión kurda en el territorio sirio, en el marco de un estado fallido – una hipótesis muy posible – alimente un movimiento en el mismo sentido dentro de las fronteras turcas. Cualquier cosa que dé alas al independentismo kurdo constituye una pesadilla para Ankara.

El siguiente mapa representa una especulación sobre la posible división de Siria a lo largo de líneas religiosas y étnicas. Manejado durante las denominadas primaveras árabes, ha vuelto a resurgir ante el vacío de poder creado por la caída de Bashar al-Assad. Un escenario ideal para Israel, dantesco para Turquía. Si a Israel le interesa trocear Siria, y a Turquía mantener su unidad, ambos países están destinados a chocar en el marco de su pugna por el liderazgo en la región.

Hipotético mapa de Siria dividida por credos y etnias. Ilustración: The Cradle.

El 15 de enero, Erdogan exigía a Israel que retirara a sus fuerzas armadas de Siria, pidiendo manos libres para encargarse de eliminar a los kurdos de las YPG. De lo contrario, el presidente turco anticipaba un “resultado desfavorable para todos”. El ministerio de Asuntos Exteriores israelí se apresuraba a tildar de “actor imperialista en Siria” a Turquía, y rechazaba las declaraciones de Erdogan, tachándolas de “amenazas innecesarias”. En 2017, Israel apoyó el establecimiento de un estado kurdo independiente. El enfrentamiento está servido.

Turquía incomoda a Rusia y a China en Asia Central

Turquía también tiene sus propios planes expansionistas en la región. La Organización de Estados Turcos (OTS, por sus siglas en inglés) celebró su más reciente cumbre en Bishkek (Kirguistán), en noviembre de 2024. Asistieron los presidentes de Kirguistán, Azerbaiyán, Kazajistán, Turquía, Uzbekistán, República Turca del Norte de Chipre, el embajador de Turkmenistán en Bishkek, y el primer ministro de Hungría, Víktor Orbán, muy atento a los movimientos en el mundo multipolar.

Fotografía oficial de los líderes asistentes a la cumbre de Bishkek, noviembre de 2024.

Asistieron también los ministros de economía y comercio de los países citados. En la cumbre se discutieron asuntos tales como el ferrocarril que uniría China, Kirguistán y Uzbekistán. Este proyecto es de una importancia estratégica, ya que ofrece un nuevo corredor logístico entre Europa y China, obviando las rutas tradicionales a través de Rusia.

Turquía pretende proyectar su poder hacia Asia Central, poniendo en valor y reforzando los vínculos de los distintos pueblos turcomanos de la región, que se extienden hasta la propia China: el 45% de los Uigures son de origen turco. China pone en cuestión dicho predicamento y reivindica la multietnicidad histórica de la provincia de Xinjiang. A Rusia tampoco le hace gracia que Erdogan pretenda competir en lo que considera su esfera de influencia histórica natural.

Turquía ha constituido un apoyo a las aspiraciones independentistas de los Uigures en Xinjiang. Allí opera el Movimiento Islámico del Turquestán Oriental, que está incluido en la lista de organizaciones terroristas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. La organización, también conocida como Partido Islámico de Turquestán, “ha utilizado la violencia para promover su objetivo de establecer un “Turquestán Oriental” independiente en China”, según Naciones Unidas.

Foreign Affairs daba como “ganadora de la guerra civil en Siria” a Turquía, dada la larga historia de apoyo turco al grupo rebelde HTS que consiguió, con evidente ayuda exterior, derrocar a Bashar al-Assad. El gobierno interino del grupo liderado por Abu Mohammed al-Jolani ha otorgado puestos militares de alto rango a “combatientes terroristas extranjeros”, en palabras del medio chino Global Times, que recogía las “graves preocupaciones” de las autoridades chinas por el hecho. Entre los nombramientos referidos se encuentra el líder del Movimiento Islámico del Turquestán Oriental.

Cómo Turquía ganó la guerra civil siria.

Tras haber puesto una pica en Damasco, Erdogan persigue claramente convertir a Turquía en la potencia hegemónica no sólo en Oriente Próximo, sino en Asia Central. Su problema es que está incomodando a las principales potencias del naciente mundo multipolar. A su favor tiene la geografía: la posición de Turquía, que controla el Mar Negro y los estrechos que dan acceso al Mediterráneo, y viceversa. Y aquí llegamos a un punto clave: el papel de la guerra de Ucrania en toda esta historia.

¿Qué tiene que ver la guerra en Ucrania con lo ocurrido en Siria?

Tras catorce años de guerra en Siria, donde los distintos actores regionales peleaban entre sí a través de intermediarios, ¿por qué se ha producido la caída de Bashar al-Assad precisamente ahora? La explicación hay que buscarla mirando a Rusia.

Durante la última fase de la guerra en Ucrania, la que comenzó en febrero de 2022, Turquía ha jugado un papel determinante. Mientras se negaba a adoptar las sanciones promovidas por occidente contra Rusia, Erdogán cerraba el tránsito a los navíos militares por los estrechos del Bósforo y Dardanelos. El Mar Mediterráneo hace tiempo que se convirtió en un lago de la OTAN, pero con el cierre de los estrechos, los países de la OTAN no ribereños del Mar Negro veían impedido su acceso. Este hecho ha favorecido militarmente a Rusia, que veía el flanco marítimo relativamente despejado.

Sin embargo, la guerra en Ucrania tiene visos de no prolongarse demasiado ya en el tiempo. Los avances rusos son patentes y la victoria de Donald Trump augura un enfoque distinto al de la administración Biden. Es posible que la guerra en Ucrania acabe relativamente pronto, quizá este mismo año. Donald Trump ha señalado que Putin quiere una reunión, y que el encuentro ya se está preparando. La reunión subsanaría la anomalía de que los presidentes de las dos mayores potencias nucleares del mundo no se hablen.

Si finalmente Trump y Putin se reúnen, y los Estados Unidos quieren llegar de veras a un acuerdo con Rusia, tendrán que hablar sobre el tema que subyace tras la guerra en Ucrania: la necesidad de crear una nueva arquitectura de seguridad para Europa, tal y como propuso Putin en diciembre de 2021. Unos acuerdos que deberán recoger los cambios geopolíticos producidos desde la caída de la Unión Soviética.

Si se consiguiera un acuerdo en ese sentido y finalizara la guerra en Ucrania, la palanca de presión de la que goza ahora Turquía con el cierre de los estrechos entre el Mediterráneo y el Mar Negro sería mucho menos relevante. Así que Erdogan decidió darles rienda suelta a los islamistas de al-Jolani, antes de perder esa baza.

Las últimas declaraciones de Donald Trump acerca de Groenlandia, el Canal de Panamá, Canadá, el Ártico y el Golfo de México apuntan a que el presidente electo se inclina por una Doctrina Monroe 2.0 como estrategia para su política exterior: América para los americanos. O sea, para Estados Unidos. ¿Volverán a pactar las grandes potencias sus zonas de influencia? El interés que muestra Trump por reunirse con Putin refuerza esta hipótesis: yo me quedo con América, y me desentiendo de Ucrania, que está en Europa. ¿Se refiere a esto Trump cuando habla del “acuerdo del siglo”?

En su audiencia de confirmación ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Marco Rubio el secretario de Estado nombrado por Trump, dijo que el “orden global de la posguerra” está “obsoleto”. Si finalmente las dos potencias pretenden volver a repartirse el mundo, atendiendo a las nuevas realidades geopolíticas… ¿Dónde queda China en esta ecuación? Mike Waltz, el próximo asesor de seguridad nacional, asegura que Trump se dispone a incrementar el ritmo de entrega de armas a Taiwán. ¿Se dispone Trump a ucranizar Taiwán? ¿Quién se va a quedar como potencia hegemónica en Oriente Próximo? ¿En qué posición quedaría la Unión Europea? Analizaré éstas y otras cuestiones en el próximo artículo.

Por qué Siria es el próximo estado fallido

26 de diciembre de 2024

El proyecto sionista de 1982 para trocear a sus vecinos avanza en Siria

Los planes para trocear Siria se llevaban cocinando desde hace décadas. En febrero de 1982, la revista Kivunim (Direcciones), de la Organización Sionista Mundial, publicaba un artículo de Oded Yinon titulado “Una estrategia para Israel en los años ochenta”. El autor fue asesor de Ariel Sharon, funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores y periodista en The Jerusalem Post. El conocido como “Plan Yinon” abogaba por trocear a los estados vecinos de Israel como “garantía para la paz y la seguridad en la región a largo plazo”.

Oded Yinon: El plan sionista para el Oriente Medio.

La caída de Bashar al-Assad era el requisito necesario para disgregar Siria como estado, aunque su gobierno hacía tiempo que no controlaba todo el territorio. Siria se suma a la lista de países desintegrados por Estados Unidos, bajo la retórica de acabar con las autocracias e imponer su modelo de democracia, en este caso con la colaboración de Turquía e Israel, para avanzar en la agenda sionista, que le viene a Estados Unidos como anillo al dedo.

Siria es uno de los siete países que Estados Unidos se propuso destrozar tras los atentados terroristas del 9 de septiembre de 2001. Una lista que incluía a Irak, Libia, Somalia, Sudán, Líbano e Irán. Así lo relataba en 2007 el general retirado Wesley Clark en una comparecencia pública.

Pero volvamos al Plan Yinon. El autor se quejaba amargamente de que Israel, tras la Guerra de los Seis Días, no hubiera trasladado a Jordania a todos los palestinos, en lo que planteaba debería ser su nuevo hogar. Oded Yinon también renegaba de la decisión de devolver a Egipto la península del Sinaí, en el marco de un acuerdo firmado con Anuar el Sadat en 1979. Yinon consideraba su recuperación imprescindible para los intereses de Israel, pero los acuerdos de Camp David “obstruían” dicho objetivo.

De manera abierta, Oded Yinon postulaba que “Dividir territorialmente a Egipto en regiones geográficas distintas es el objetivo político de Israel en los años ochenta en su frente occidental”. Yinon consideraba que “Si Egipto se desintegra, países como Libia, Sudán o incluso estados más distantes no seguirán existiendo en su forma actual y se sumarán a la caída y disolución de Egipto”.

“La disolución total del Líbano en cinco provincias sirve como precedente para todo el mundo árabe”, continuaba pregonando Oded Yinon, “incluyendo a Egipto, Siria, Irak y la Península Arábiga”. “La posterior disolución de Siria e Irak en zonas étnica o religiosamente únicas, como el Líbano, es el principal objetivo de Israel en el frente oriental a largo plazo, mientras que la disolución del poder militar de esos estados sirve como principal objetivo a corto plazo”.

El asesor de Ariel Sharon pronosticaba que “Siria se desintegrará, de acuerdo con su estructura étnica y religiosa, en varios estados como el actual Líbano”. Pero antes que Siria, quien debía ser troceado era Irak: “Un país rico en petróleo por un lado y con una profunda división interna por el otro, es un candidato seguro a ser el blanco de Israel. Su disolución es aún más importante para nosotros que la de Siria. Irak es más fuerte que Siria. A corto plazo, el poder iraquí es el que constituye la mayor amenaza para Israel”.

Para Oded Yinon, “Toda la Península Arábiga es un candidato natural para la disolución, debido a presiones internas y externas, y ello es especialmente inevitable en Arabia Saudita”. Para terminar, Yinon consideraba a Jordania como un objetivo estratégico a corto plazo, pero no a largo, ya que también preveía su disolución, así como el final del largo reinado del rey Hussein, ya que el poder sería transferido a los palestinos, a los que previamente se habría trasladado en masa a Jordania.

Yinon recalcaba que la limpieza étnica de Palestina era imprescindible para lograr una “coexistencia genuina”, ya que hasta que los judíos no gobernaran desde el río Jordán hasta el mar, los palestinos “no tendrían ni existencia ni seguridad. Una nación propiamente suya y seguridad serán sólo suyas en Jordania”. La limpieza étnica que está perpetrando en Palestina el gobierno de Benjamin Netanyahu coincide plenamente con la hoja de ruta del sionismo. El golpe que ha derribado a Bashar al-Assad, también.

A Clean Break, la propuesta de 1996 para balcanizar Oriente Próximo

Catorce años después del Plan Yinon, en 1996 veía la luz otro documento con similares planteamientos destructivos. Firmado por Richard Perle y otros miembros de un gabinete de estudios, y titulado «A Clean Break: A New Strategy for Securing the Realm” (Una ruptura limpia: una nueva estrategia para proteger el territorio), el plan aconsejaba la balcanización de Oriente Próximo como estrategia para avanzar los intereses de Israel. Richard Perle, que fue subsecretario de Defensa de Estados Unidos, hacía la propuesta a Benjamin Netanyahu, a la sazón primer ministro de Israel.

El informe abogaba por restablecer el principio de guerra preventiva como estrategia frente a los adversarios designados por Israel: la mayoría de sus vecinos. También propugnaba salir del marco “tierra a cambio de paz” y sustituirlo por el de “paz por paz”, que definía del siguiente modo: “la aceptación incondicional por parte de los árabes de nuestros derechos, especialmente en su dimensión territorial”. O lo que es lo mismo: no ceder nada y apropiarse de lo que considera que le pertenece.

En lo referente a la narrativa, la propuesta aconsejaba usar términos como “paz a través de la fuerza” (un eslogan recientemente utilizado por Donald Trump) y adjudicar a Israel la promoción de los “valores occidentales”, como hemos visto hacer recientemente a Netanyahu en su esfuerzo por justificar el genocidio de los palestinos, a quienes presenta como “la barbarie” frente a la civilización que, supuestamente, Israel representa. Tal narrativa sería bien recibida en Estados Unidos, subrayan Perle y sus colegas.

Los autores del informe aconsejaban trabajar con Jordania y Turquía “para debilitar, contener, e incluso hacer retroceder a Siria”. La propuesta también incluía “derrocar a Sadam Hussein, que es un objetivo estratégico por sí mismo y también para frustrar las ambiciones regionales de Siria”.

Al igual que hacía Oded Yinon, Perle proponía apoyarse en Jordania, pero también en Turquía, para debilitar a Siria, asegurando “alianzas con tribus árabes que cruzan hacia territorio sirio y son hostiles a la élite gobernante siria”. Como vemos, cualquier parecido con lo que acaba de ocurrir no es casual.

Las constantes referencias de los sionistas a buscar el apoyo de Jordania tienen su explicación. La mayor parte de la población palestina expulsada de sus tierras reside en Jordania, y el sionismo considera que allí deberían desplazarse todos los palestinos. Además, la dinastía hachemita que ostenta el poder en Jordania fue impuesta en 1921 por los británicos en Irak, tras haber invadido y ocupado el país. Tras alcanzar la independencia en 1932, Irak continuó siendo tutelado por el Reino Unido. El primer ministro Nouri As-Said, un firme defensor de los intereses británicos, ocupó el cargo hasta 1958, cuando una revolución le ejecutó, junto al rey Faisal II y a su heredero. La dinastía hachemita es un bastión de occidente.

Volviendo al informe de Richard Perle, éste acusaba a Siria de desafiar a Israel desde territorio libanés, por lo cual proponía confrontar a Hezbolá, Siria e Irán como principales instigadores de la agresión desde Líbano. Para ello incluía propuestas muy concretas: “establecer el precedente de que el territorio sirio no es inmune a ataques procedentes del Líbano a cargo de intermediarios israelíes”; así como “golpear objetivos sirios en el Líbano y, si eso fuera insuficiente, golpear objetivos seleccionados en la propia Siria”, dicho literalmente.

Cita del informe «A Clean Break: A New Strategy for Securing the Realm”.

Si juntamos las propuestas de Oded Yinon con las de Richard Perle y sus colegas, tenemos una hoja de ruta perfectamente definida para la política exterior de Israel. De hecho, ambos informes fueron publicados juntos en un libro, con comentarios del traductor, Israël Shahak. En una clara muestra de la hipocresía sionista, Shahak llegó a ser presidente de la Liga Israelí por los Derechos Civiles y Humanos.

Los hechos sobre el terreno evidencian que lo que está sucediendo ahora en Palestina, el Líbano y Siria responde a un plan previamente definido. Y también que Estados Unidos es un colaborador imprescindible para llevarlo a cabo, como demuestra su apoyo inquebrantable a las políticas de Israel, dejando de lado la retórica con la que los estadounidenses tratan de disimular su complicidad.

Los problemas en Siria provienen del colonialismo, antiguo y actual

Sobre la guerra civil en Siria ya escribí un artículo en febrero de 2023, así que no me voy a extender sobre los antecedentes inmediatos a los últimos acontecimientos. Baste recordar que el intento de Rusia de propiciar un acercamiento entre Turquía y Siria, en una reunión celebrada en Moscú, en diciembre de 2022, entre los ministros de Defensa de ambos países, encendió todas las alarmas en Washington.

Hay quien se pregunta si Israel es la cabeza de puente de Estados Unidos en Oriente Próximo, y quienes se preguntan si no es Estados Unidos quien está ejecutando la política exterior sionista en la región. A juzgar por los hechos, las coincidencias de ambas agendas son palmarias. Si Oded Yinon planteaba en 1982 que había que empezar con Irak, ahí estaba Estados Unidos para inventarse la amenaza de las armas de destrucción masiva que, supuestamente, albergaba Saddam Husein, fabricando así la excusa perfecta para propiciar su derrocamiento y posterior ejecución, por no decir asesinato.

Siria estaba fracturada de hecho desde que, en 2011, unas protestas ciudadanas fueron instrumentalizadas por los enemigos de Bashar al-Assad para desatar una guerra civil. Compuesta de diferentes grupos étnicos y religiosos – suníes, chiitas, alauitas, kurdos, cristianos drusos, armenios y turcos – Siria arrastra, al igual que Irak, las consecuencias de los acuerdos entre las potencias coloniales para repartirse el mundo. En este caso, el firmado en 1916 entre Francia y el Reino Unido, conocido como Sykes – Picot, por los nombres de los diplomáticos que lo suscribieron, que definía las respectivas áreas de influencia de las potencias.

Reparto de la región entre Francia (zona A) y Reino Unido (zona B), con las firmas de Sykes y Picot. Fuente: Wikipedia.

Las fronteras en la región no son fruto del acuerdo Sykes – Picot, pero su establecimiento, fruto de largos procesos y conflictos tras la caída del imperio otomano y el fin de la Primera Guerra Mundial, no tuvo en cuenta la complejidad étnica y religiosa de la zona. La arbitrariedad colonialista provocó que grupos muy dispares se vieran subsumidos dentro de estados artificiales. Las fuerzas centrífugas inherentes a este tipo de estados sólo pueden ser contrarrestadas por liderazgos fuertes. Así era en la Yugoslavia de Tito, otro mosaico dispar que el dirigente supo encolar. En Siria, el papel de cemento de la disparidad lo ejerció el partido Baaz desde 1963, encarnado en su última fase por Bashar al-Assad.

Siria presentaba todos los ingredientes para que un catalizador provocara su explosión. Aunque Bashar al-Assad consiguió mantener el control de una parte del territorio sirio, el país se encontraba dividido a causa de la guerra civil, instigada por sus enemigos. La debilidad de su gobierno, sometido a un férreo régimen de sanciones económicas ilegales; la acción combinada de Estados Unidos, Turquía e Israel; la negativa del ejército regular sirio a plantar batalla, junto al asesinato de alguno de sus generales; y la falta de ganas de al-Assad de seguir tirando del carro en circunstancias tan adversas, todos estos factores han confluido en la caída del gobierno sirio, como analizo a continuación.

Mapa de Siria con las zonas de control tras la caída de Bashar al-Assad. Ilustración: The Telegraph.

Estados Unidos, Turquía e Israel están detrás de la caída de Bashar al Assad

Según un informe de noviembre de 2022 de Alena Douhan, la relatora especial de Naciones Unidas sobre medidas unilaterales coercitivas y derechos humanos, el 90% de la población de Siria estaba viviendo por debajo de la línea de pobreza. Douhan pintaba un panorama devastador a todos los niveles, y resaltaba que ninguna referencia a unos supuestos buenos objetivos de las sanciones justificaba la violación de derechos humanos fundamentales. Las sanciones unilaterales impuestas por Estados Unidos habían destruido un país que no tiene los recursos de Rusia para hacerles frente.

No contentos con condenar a la inanición, a la sed y a las enfermedades a la población de Siria, Estados Unidos puso en marcha la operación Timber Sycamore, bajo el mandato del premio Nobel de la paz Barack Obama: un programa de la CIA dotado con 1.000 millones de dólares anuales para armar y entrenar a las fuerzas que luchaban contra el ejército regular sirio.  

Estados Unidos justificaba su presencia en Siria, donde cuenta con la base de Al Tanf en territorio usurpado, con la excusa de estar batallando contra el Estado Islámico, y sigue usando ese argumento para explicar la presencia de 2.000 efectivos en territorio sirio. Sin embargo, un estudio financiado por la Unión Europea y Alemania, que duró tres años, concluyó que los esfuerzos de Estados Unidos y sus aliados por armar a los rebeldes sirios “aumentaron significativamente la cantidad y la calidad de las armas” en manos del Estado Islámico.

Soldados de Dios, Robert D. Kaplan, libro de 2001.

En abril de 2009, Hillary Clinton reconoció ante el Congreso el papel que había tenido Estados Unidos en la financiación de los grupos yihadistas que, con el tiempo, desembocaron en organizaciones como Al Qaeda y el Estado Islámico. Así habló: “Recordemos aquí… a la gente con la que luchamos hoy la financiamos hace veinte años… y lo hicimos porque estábamos atrapados en una lucha con la Unión Soviética”. La entonces secretaria de Estado reconocía la vinculación de elementos insurgentes en Pakistán con la financiación de la guerra proxy contra los soviéticos en Afganistán. Robert D. Kaplan, un analista que trabajó para Stratfor, un gabinete al servicio de la CIA, trató el tema en su libro “Soldados de Dios”.

El actual consejero de seguridad nacional en la administración de Biden, Jake Sullivan, el 12 de febrero de 2012 enviaba un correo a la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, en el que afirmaba que “AQ está de nuestro lado en Siria”. AQ eran obviamente las siglas de Al Qaeda. El correo fue filtrado por Wikileaks.

Los combatientes sirios que han derrocado al gobierno de Bashar al-Assad se hacen llamar Hayat Tahrir al-Sham (HTS). Este es el enésimo cambio de denominación del grupo para intentar ocultar que son los mismos que integraban Al Qaeda en Siria. En febrero de 2017, la BBC informaba que el grupo yihadista sirio Jabhat Fateh al-Sham, que era conocido previamente como Frente al-Nusra (la marca de Al Qaeda en Siria), pasaba a denominarse Hayat Tahrir al-Sham (Organización de Liberación del Levante). La nueva marca de Al Qaeda comunicaba que Abu Mohammed al-Jolani había sido nombrado «comandante militar general» de la alianza, que integraba a otros grupos armados.

Cartel del gobierno de Estados Unidos ofreciendo recompensa por Abu Mohammed al-Jolani.

Además de contar con la nueva marca de Al Qaeda en Siria, The Telegraph publicaba el 3 de diciembre que Estados Unidos había ayudado a un grupo rebelde a derrocar a Bashar al-Assad. El Revolutionary Commando Army fue avisado de que “Todo está a punto de cambiar. Este es vuestro momento. O Assad cae, o vosotros caéis”. Así se lo soltaron en una reunión con fuerzas especiales de Estados Unidos, lo cual denotaba que Washington contaba con información previa acerca de la inminente ofensiva. Estados Unidos paga a los miembros del RCA 400 dólares al mes; 12 veces lo que cobraban los soldados de Bashar al-Assad, lo que ayuda a explicar la falta de resistencia del ejército regular.

The Telegraph también nos informa que “Estados Unidos ha estado en una alianza efectiva con un grupo como HTS, que era afiliado de Al Qaeda en Siria hasta que se separó en 2017”.

Turquía también estaba en el ajo, aunque se da la paradoja de que “Las facciones rebeldes apoyadas por Estados Unidos están cooperando con aquellas respaldadas por Turquía en lugares como Palmira, mientras luchan entre sí en otras partes del país”.

Las Unidades de Defensa del Pueblo Kurdo (YPG), a quien Turquía considera una banda de terroristas, están respaldadas por Estados Unidos frente a su aliado en la OTAN, a pesar de los vínculos del YPG con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), a quien Washington sí tiene en su lista de organizaciones terroristas. Una muestra de la complejidad de la situación geopolítica en Oriente Próximo, que continuaré analizando en el próximo artículo por cuestiones de extensión.

El caso es que fuerzas de la oposición siria en contacto con los servicios de inteligencia turcos afirmaron a France 24 que Turquía, que apoyaba a los rebeldes contra Bashar al-Assad, había dado luz verde a la ofensiva.

La transformación de Abu Mohammed al-Jolani: de terrorista a rebelde moderado

La transformación experimentada por la imagen del líder de Hayat Tahrir al-Sham revela que nos encontramos ante una operación de mercadotecnia política. El objetivo es convertir a quien hasta ayer estaba en la lista de los terroristas por los que Estados Unidos ofrecía recompensa en un “rebelde moderado”. En un primer paso, Abu Mohammed al-Jolani se desprendió del turbante y la larga barba para ser enviado por sus patrocinadores al mismo sastre al que acude Volodímir Zelenski.

Abu Mohammed al-Jolani, tras visitar al sastre que viste a Zelenski y pasar por el barbero.

Poco después, a pesar de que Abu Mohammed al-Jolani todavía tenía puesto precio a su cabeza, una delegación de Estados Unidos viajó a Siria para reunirse con él. Después del encuentro en Damasco, que fue calificado por los estadounidenses como “positivo”, el terrorista se convirtió en el nuevo líder “pragmático” de Siria. Tras una reunión con las personas adecuadas, el terrorista había perdido hasta el nombre: abandonó su nombre de guerra (vinculado al Golán) y adoptó el propio, Ahmad al-Charaa (también transcrito como al-Sharaa). Simultáneamente, también cambió de atuendo. Primero, abandonó el uniforme para sustituirlo por una chaqueta para, poco después, pasarse al traje y a la corbata, finalizando así el cambio de imagen del exterrorista.

Al-Jolani deja el uniforme verde oliva, se pasa al blazer y luego, al traje y la corbata.

Los medios de comunicación occidentales, siguiendo la agenda que les marcan, se apresuraron a contribuir al blanqueamiento del nuevo líder “pragmático” y “moderado”. The Telegraph calificaba a los combatientes de HTS de “yihadistas amigos de la diversidad”, cuyo objetivo era “construir un país”.

The Telegraph: Cómo los yihadistas de Siria “amigos de la diversidad” planean construir un estado.

La CNN explica cómo había sido el proceso de transformación del líder rebelde: de “yihadista radical” a “revolucionario con chaqueta”. Al-Jolani había pasado de ser un terrorista, cuya misión era montar la filial de Al Qaeda en Siria, por un salario de 50.000 dólares mensuales, a un gobernante semi tecnocrático en la región siria de Idlib. El aparente nuevo líder en Siria explicaba así la transformación: “Yo creo que todo el mundo en la vida pasa a través de fases y experiencias”.

Cómo el líder rebelde de Siria se transformó de un yihadista radical en un «revolucionario» con chaqueta.

En el caso de al-Jolani, las fases experimentadas son llamativas: nacido en Riad (Arabia Saudita), de padres sirios procedentes de los altos del Golán, ocupados ilegalmente por Israel, y criado en Damasco, al-Jolani comentó en una entrevista en 2021 que “se sintió galvanizado por la segunda intifada palestina” a comienzos de los años 2000, y que se convirtió en yihadista en Irak a raíz de la invasión de Estados Unidos.

Sin embargo, una de las primeras manifestaciones de al-Jolani, tras hacerse con el aparente control de Siria, ha sido que no pretende enzarzarse en un conflicto con Israel, y que el derrocamiento de Bashar al-Assad ha supuesto «una victoria sobre el peligroso proyecto iraní para la región». Lo cual encaja perfectamente con los intereses de Estados Unidos en Oriente Próximo, y con las actuaciones de Israel en Siria tras la caída de Bashar al-Assad. Estos asuntos, junto con el papel de otros actores, y el de las infraestructuras energéticas en la zona, serán ya el objeto del próximo artículo.