17 de mayo de 2024
Las sanciones debilitan a la Unión Europea y al dólar, no a Rusia
Con una excepción – Estados Unidos ha conseguido desconectar a la Unión Europea de la energía rusa que la alimentaba – nada de lo planificado en Ucrania ha salido como soñaban los neoconservadores que dirigen la política exterior de Estados Unidos. Esos sociópatas que creen pertenecer a “la única nación indispensable”, según expresión de Barack Obama, destinada a liderar el mundo por designio divino: el dólar es la única moneda del planeta donde aparece inscrita la palabra “Dios”.
Los objetivos de la operación diseñada desde hace más de veinte años para hacer saltar a Rusia en Ucrania no sólo no se han alcanzado, sino que las consecuencias del proyecto han sido exactamente las contrarias de las que perseguían sus arquitectos. Entre ellos, la recién defenestrada Victoria Nuland, a quien algunos llaman “el monstruo de las galletas”, en alusión a las que repartía en Kiev durante el golpe de estado del Maidán.
Aquí van algunos datos que lo demuestran.
Las sanciones han debilitado a la Unión Europea, no a Rusia, cuya economía crecerá a un ritmo superior al de todas las avanzadas, un 3,2% este año, según el Fondo Monetario Internacional. La economía rusa creció un 3,6% el año pasado, frente a un raquítico 0,4% de la eurozona y un 0,1% del Reino Unido. La alemana se contrajo un 0,3%.
La Unión Europea, con Alemania a la cabeza, se está desindustrializando. Por el contrario, Rusia se está reindustrializando, y no sólo en el segmento militar. Sobre una base mensual desestacionalizada, la producción industrial se disparó un 8,5%, según datos de Trading Economics de marzo de este año.
Las sanciones han fracasado rotundamente a la hora de perjudicar las fuentes de financiación de Rusia, que tenían el objetivo de parar la máquina de guerra de Putin. Según informa Bloomberg, el gobierno ruso está obteniendo el doble de dinero proveniente de los ingresos del petróleo. El incremento del precio del crudo, provocado por las sanciones y la intervención de intermediarios para esquivarlas, y la dificultad para imponer el tope a su precio por parte de las aseguradoras, ha resultado en un aumento de los ingresos para Rusia. Todo lo contrario de lo que pretendían Estados Unidos y la Unión Europea.
Si Biden proclamaba que el rublo se iba a convertir en escombros gracias a las sanciones, pretendiendo ser gracioso con un juego de palabras intraducible (ruble – rubble), lo que ha conseguido es acelerar el proceso de desdolarización. Dediqué a este tema un artículo anterior, por lo que no me voy a extender. Baste decir que el economista Stephen Jen, un gurú del mercado de divisas, declaraba que “El dólar sufrió un colapso sorprendente en 2022 en su cuota de mercado como moneda de reserva, presumiblemente debido a su uso contundente en las sanciones”. La moneda estadounidense representa ahora alrededor del 58% del total de las reservas oficiales mundiales, frente al 73% en 2001, cuando era la «reserva hegemónica indiscutible».
Evolución del dólar como moneda de reserva. Fuente: Eurizon SLJ Capital.
Vladimir Putin sale reforzado frente a los debilitados líderes europeos
En lugar de haber forzado un cambio de régimen, Vladimir Putin ha salido reforzado. Su índice de aprobación se sitúa por encima del 85%, según el centro independiente Levada. Una cifra cercana al porcentaje de votos obtenido en las últimas elecciones presidenciales, el 87%, donde se registró una participación récord del 77%. Occidente sigue sin entender a Rusia. Sigue sin comprender que Vladimir Putin ha devuelto al pueblo ruso su dignidad, tras haberle sido arrebatada por Boris Yeltsin y su camarilla, al servicio de intereses foráneos. Los resultados electorales son prueba de ello. Otras narrativas, destinadas a socavar la imagen de Putin, y de Rusia en general, carecen de tracción fuera del ámbito occidental.
Compárense estas cifras por las obtenidas por el candidato apoyado por occidente, Alexei Navalni, en un estudio realizado por el mismo centro demoscópico, Levada. En enero de 2023, sólo un 9% de los encuestados aprobaba las actividades de Navalni. Un 57% las desaprobaba, a un 11% le resultaba difícil contestar, y un 23% ni siquiera le conocía.
A pesar de que, tras su muerte, occidente en pleno se apresuró a culpar a Putin de haberle asesinado, el 27 de abril The Wall Street Journal publicaba que las agencias de inteligencia de Estados Unidos habían llegado a la conclusión de que Putin no había ordenado la muerte del “líder opositor”. Una categoría a la que le aupó occidente, que poco tenía que ver con la realidad.
Comparando el índice de aprobación de Putin con los líderes de la Unión Europea, el contraste es apabullante. En una encuesta realizada en diciembre de 2023, Scholz se quedaba en el 20% de aprobación, mientras que su partido, el SPD, alcanzaba sólo un 14% de intención de voto. Scholz obtenía así el respaldo más bajo cosechado por un canciller desde que se comenzó a realizar el sondeo, en 1997. El FDP, uno de los tres partidos que integra la coalición semáforo, se quedaría fuera del Bundestag, al no alcanzar el 5% requerido. La ultraderecha más nacionalista, AfD, Alternativa para Alemania, quedaría como segunda fuerza política, con un 21% de los votos, detrás de la CDU, con un 32%.
El ascenso del nacionalismo alemán, encarnado en la AfD, es el resultado de las políticas desplegadas por el gobierno de Olaf Scholz. En lugar de preocuparse de los intereses de Alemania, su gobierno ha acatado sin rechistar la agenda de Washington, lo que se ha traducido en la quiebra del modelo en el que se basaba la prosperidad de Alemania: el acceso a las fuentes de energía baratas, abundantes y próximas, suministradas por Rusia. Un amplio segmento de la población está harto de que su gobierno esté más preocupado por los intereses geopolíticos de Estados Unidos que por su propio bienestar. Sobre todo cuando le tocan la cartera.
¿Cuál está siendo la respuesta del gobierno ante el ascenso de un partido calificado de ultraderecha, que en enero ya alcanzaba un 23% de intención de voto? ¿Qué hacer ante un partido que ya encabeza las encuestas de intención de voto en Sajonia, Turingia y Brandeburgo, donde se celebrarán elecciones regionales en septiembre? Pues una muy democrática: plantearse su ilegalización.
El gobierno de Alemania no está preocupado por el discurso xenófobo y antiinmigración que enarbola AfD. Esa es la excusa para convocar manifestaciones que exigen su ilegalización. La verdadera inquietud radica en que AfD está a favor de iniciar conversaciones que conduzcan a la paz entre Ucrania y Rusia, con garantías de seguridad para ambos países, y eso sí que no se puede permitir. El 18 de enero, una moción de AfD en este sentido fue derrotada en el Bundestag (parlamento) con 605 votos en contra y sólo 75 a favor.
La guerra debe continuar, sí, pero sin poner en peligro las vidas de la ciudadanía europea. La OTAN se apresta a formalizar un documento en el que plasmará su rechazo a enviar tropas a Ucrania. Lo hará en su próxima cumbre, en julio, en Washington.
Antes de la victoria de Giorgia Meloni en 2022, la prensa europea vinculada a Bruselas agitó el mensaje de los peligros de la “ultraderecha”, demonizando a la actual primera ministra italiana. Sin embargo, una vez que Meloni asumió la agenda de Washington para Ucrania, y que se desvinculó de la Ruta de la Seda (era el único país de la UE vinculado con un acuerdo con China en ese marco), el alarmismo desapareció de los medios. El vicepresidente y ministro de Infraestructuras, Matteo Salvini, también vituperado en su momento, ha desaparecido igualmente del foco mediático. La ultraderecha sólo representa un peligro cuando pretende salirse del carril marcado por Washington, como es el caso de Alternativa para Alemania.
El índice de aprobación de otros líderes europeos también está por los suelos, exactamente por los mismos motivos: las sanciones a Rusia se han traducido en un deterioro palpable de las condiciones de vida de la población. Según datos del primer trimestre de este año, la valoración positiva de Ulf Kristersson, primer ministro de Suecia, recién ingresada en la OTAN, era del 33%. Rishi Sunak, del Reino Unido, se quedaba en el 27%. Emmanuel Macron, en el 24% y Olaf Scholz seguía hundido en el 20%.
Explotada por la OTAN, Ucrania queda destrozada
Aunque en la cumbre de la OTAN de 2008 Estados Unidos afirmó que Ucrania y Georgia se incorporarían a la alianza, con fuertes reticencias de sus aliados europeos, su ingreso no se ha producido. Después del golpe de Estado de 2014 en Ucrania, y tras haber provocado a Rusia durante ocho años, bombardeando a la población civil del Donbass, hasta desencadenar la implicación directa de Moscú en la guerra civil ucraniana, el resultado obtenido está lejos de las aspiraciones de la Casa Blanca.
La situación en el frente de batalla “continúa siendo muy difícil”, según afirmaba el propio Zelenski el 12 de mayo. 30.000 soldados rusos han pasado a la ofensiva en Járkov, la segunda capital del país, como la denominan los ucranianos. La línea de defensa allí está colapsando. El Foro Económico Mundial calcula en 486.000 millones de dólares el coste de reconstrucción de Ucrania, lo que indica el nivel de destrucción en el que se halla el país.
Occidente presenta el conflicto de Ucrania contra Rusia, con el patrocinio de la OTAN, como una batalla entre las democracias y las autocracias. Sin embargo, conviene recordar que, en 2011, e incluso más tarde, tras la incorporación de Crimea a Rusia, la gran mayoría de la población de Ucrania se oponía al ingreso de su país en la OTAN.
Así lo señalaba un estudio de la propia organización, con estas palabras: «El mayor desafío para las relaciones entre Ucrania y la OTAN reside en la percepción de la OTAN entre el pueblo ucraniano. La membresía en la OTAN no cuenta con un amplio apoyo en el país, y algunas encuestas sugieren que el apoyo popular es inferior al 20%». Una encuesta de Gallup realizada en 2014 arrojaba los siguientes resultados, desglosados por regiones:
Victoria Nuland reconoció en una entrevista que Estados Unidos había invertido 5.000 millones de euros en Ucrania, y que “Ese dinero se ha gastado en apoyar las aspiraciones del pueblo ucraniano de tener un gobierno fuerte y democrático que represente sus intereses”. Quizá esa cifra se invirtió, al menos en parte, en modificar la opinión pública acerca de la pertenencia del país a la OTAN, visto el resultado del sondeo de octubre de 2023, cuando el 89% dijo apoyar el ingreso de Ucrania en la alianza.
Ucrania es un país destrozado, que ha perdido Crimea y su región industrial más importante, el Donbass, y actualmente apenas cuenta con la mitad de la población que tenía cuando se declaró independiente, en 1991, tras la disolución de la Unión Soviética: ha pasado de 52 millones de habitantes a apenas 25.
Ante el fracaso en Ucrania, occidente prepara un nuevo ariete en Georgia
Tras el fiasco en Ucrania, ahora asistimos en Georgia a unas espontáneas protestas, que se oponen a la ley “Sobre la Transparencia de la Influencia Extranjera”, ya aprobada, similar a otra estadounidense: la FARA (Foreign Agents Registration Act). Una medida legislativa que obliga a las ONG a desvelar sus fuentes de financiación, si reciben más de un 20% de su presupuesto del extranjero.
Según publicaba la Unión Europea hace tres años, en Georgia había registradas aproximadamente 10.000 organizaciones no gubernamentales. Una cifra sin duda llamativa, en un país que ya sufrió una revolución de colores en 2003. Parece razonable que el gobierno de Georgia se proteja frente a las injerencias extranjeras que ya ha sufrido y, al menos, pueda identificar quién está financiando a ese enjambre de supuestas ONG.
Se da la circunstancia de que la Unión Europea también está preparando un proyecto de ley de agentes extranjeros. En marzo de 2023, sin haber sido aprobada, la UE ya estaba requiriendo información a determinados elementos sobre sus fuentes de financiación procedentes de fuera de la Unión Europea.
El proyecto de ley fue finalmente presentado por la Comisión Europea en diciembre. Según Euronews, las empresas de relaciones públicas, los institutos de investigación, los medios de comunicación, las organizaciones de la sociedad civil o las personas que prestan servicios a entidades fuera de la UE con el objetivo de influir en la política o la «vida pública» del bloque se verían afectados.
A pesar de la existencia de leyes similares en Estados Unidos, Australia, Francia, Canadá y decenas de otros países, occidente, la oposición al gobierno georgiano y sus medios afines se han apresurado a calificarla de “controvertida”, de “ley al estilo del Kremlin” o, directamente, de “ley rusa”. Poco importa que la ley haya sido aprobada por 84 votos contra 30 en el parlamento. Jake Sullivan, consejero de seguridad nacional de la Casa Blanca, se mostró muy preocupado por el “retroceso democrático” en Georgia. Los demócratas deben ser los manifestantes que portan banderas de Estados Unidos, la Unión Europea, y Ucrania, en lugar de la de su país.
Jake Sullivan también ha manifestado su alarma por la respuesta de las autoridades a las protestas, mientras su gobierno desata la represión en los campus estadounidenses contra los acampados que reclaman el fin del genocidio en Palestina.
Los ministros de Asuntos Exteriores de Islandia, Letonia y Estonia viajaron a Tbilisi, capital de Georgia, para trasladar sus “preocupaciones” sobre la nueva ley al presidente del parlamento georgiano. Shalva Papuashvili les transmitió que fondos de la Unión Europea habían sido “gastados parcialmente en Georgia de manera no transparente [y] no para los fines para los cuales deberían gastarse”. Adicionalmente, recalcó que “Hemos recibido la aprobación de varios representantes de la Unión Europea y coinciden con nuestra opinión de que efectivamente existe un problema de transparencia”.
Los ministros de Islandia, Letonia, Estonia y Lituania aprovecharon su estancia en Tbilisi para participar en las manifestaciones contra la aprobación de la nueva ley de transparencia. El presidente del parlamento les acusó de colaborar en la preparación de un golpe de Estado. Papuashvili añadió: “Que funcionarios extranjeros se unan a estas protestas con el pretexto de la democracia y los derechos humanos es una grave falta de respeto a la soberanía y la experiencia diplomática de Georgia, es hipocresía en el mejor de los casos y, en el peor, una provocación”.
Adicionalmente a los ministros mencionados, los presidentes de los Comités de Relaciones Exteriores de los parlamentos de Finlandia, Alemania, Lituania y la República Checa participaron en una manifestación de protesta frente al Parlamento de Georgia. ¿Cuál sería la reacción en el caso de que altos cargos de estados extranjeros participaran en manifestaciones frente al parlamento de cualquier país occidental en contra de una ley aprobada por el mismo, exigiendo “democracia”?
La aprobación de la ley de agentes extranjeros demuestra que los actuales dirigentes de Georgia han visto lo que le ha ocurrido a Ucrania y no quieren convertirse en el próximo ariete de occidente contra Rusia. Doce ministros de países miembros de la Unión Europea ya han solicitado una “valoración” de la ley que busca la transparencia en la financiación extranjera de las ONG. Quieren evaluar cómo afectaría a su camino hacia el ingreso en la UE. Adicionalmente, cuatro eurodiputados han solicitado a Josep Borrell que vaya “preparando sanciones selectivas contra quienes en Georgia están alejando al país de su futuro europeo”. El chantaje continúa.
Nadie se cree que Georgia vaya a entrar nunca en la Unión Europea. Es una zanahoria agitada para motivar a sus dirigentes a prestarse al sacrificio en el altar de los intereses occidentales, con la vana promesa de ese premio.
Occidente queda aislado, frente al resto del mundo
La guerra instigada por Estados Unidos contra Rusia en Ucrania ha conseguido desgajar a la Unión Europea de sus fuentes de energía, destrozando su modelo industrial, al precio de echar a Moscú en brazos de Pekín, e impulsar el crecimiento de los BRICS, con la incorporación de Irán y Arabia Saudita, antiguos enemigos. La India está jugando un papel fundamental a la hora de esquivar las sanciones al petróleo ruso, convirtiéndose en intermediario para Europa con su comercio. Y también se ha producido un acercamiento entre Rusia y Corea del Norte.
Occidente también ha fracasado en su intento de aislar diplomáticamente a Rusia, sin que los países que se han negado a acatar los dictados de Washington a la hora de aplicar sanciones hayan sufrido represalias. Si la mayoría del mundo se ha negado a aislar a Rusia, habrá que deducir que quien se ha quedado aislado ha sido occidente.
La reacción ante el descalabro consiste en repetir el fallido esquema contra China
Ante el rotundo fracaso del “proyecto Ucrania”, ¿cuál está siendo la reacción de las élites que lo impulsaron? En lugar de reconocer su error, tratar de enmendar la situación y adoptar otro enfoque en sus relaciones internacionales, que tenga en cuenta los intereses económicos y de seguridad de las potencias emergentes, Estados Unidos y sus acólitos apuestan por repetir contra China el esquema con el que han fracasado en Rusia.
Usando esta vez a Taiwán como herramienta, tratando de hundir o, al menos, frenar el desarrollo económico de China con sanciones y aranceles, reclutando nuevamente a la Unión Europea como peón en su estrategia de estrangulamiento, intentando forzar un cambio de régimen, para instalar uno que se pliegue a sus designios, Washington está demostrando que no ha aprendido nada de sus errores frente a Rusia. Un tema que analizaré en el próximo artículo.
Occidente no puede reconocer su error estratégico, porque entonces tendría que asumir el fin de su hegemonía, y colocaría a la población occidental en posición de exigir responsabilidades políticas, como mínimo, a quienes han colocado a la Unión Europea en la senda de la ruina, con consecuencias probablemente irreparables para el bienestar de la ciudadanía a largo plazo. Así que su única vía consiste en la huida hacia adelante, con las ominosas consecuencias que se vislumbran en el horizonte.
Me ha parecido estupendo este artículo. Poco (o nada) tengo para aportar. Si acaso una reflexión. Cuando los países, mejor dicho, los que mandan en ellos, solo piensan en términos de hegemonía y no de colaboración mal vamos. En realidad no es sorprendente, no es nada nuevo, Desde hace milenios es lo único que entienden los que mandan en los grupos humanos. Pero no es algo inexorable, de hecho hay sobradas pruebas históricas, arqueológicas, paleontológicas, filosóficas e incluso políticas de que hubo otros tipos de organización humana. Solo la codicia, estimulada por la propiedad privada, y el deseo de poder que da la acumulación de riquezas de algunos humanos consiguió cambiar las cosas. En principio el progreso humano vino de la compasión y el cuidado de los semejantes, como bien han demostrado los estudios de restos de homínidos en varios lugares distintos de todo el mundo. Mientras no recuperemos ese impulso colaborativo y solidario no podremos recuperar un auténtico progreso humano. Tener más tecnología no nos hace mejores si no cambiamos nuestras mentes para no querer imponernos a otras personas, grupos o países. Un amigo al que hace mucho que no veo solía decir que no es que el ser humano no se hubiera diferenciado mucho de los simios (aunque lo pareciera), es que acabábamos de bajarnos del árbol.
Muchas gracias por tus palabras, Mik. Realmente tampoco tengo mucho que añadir a tu certero comentario. Cuando la avaricia es el único motor de las acciones humanas, el resultado final no puede ser otro que el enfrentamiento, el conflicto. Quienes proponen colaboración y relaciones de gana-gana son denostados, porque amenazan esa hegemonía que el periclitado imperio insiste en conservar, a pesar de todas las señales que indican su ocaso. No hay nada peor que quienes insisten en hacerse trampas al solitario, negándose a ver la realidad.