19 de junio de 2023
Tres años después de la visita de Mike Pompeo a Asia Central, su sucesor al frente del Departamento de Estado, Antony Blinken, viajaba en febrero a la zona con idéntico propósito: “contener” la influencia de Rusia y China en esa enorme región, fronteriza con Irán y Afganistán. Aunque en este caso el eufemismo “contener”, habitualmente usado por Estados Unidos para disfrazar sus verdaderas intenciones, se queda corto: el Subsecretario de Estado para Asia Central Meridional, Donald Lu, declaraba que la visita de Blinken perseguía “desacoplar aspectos de la economía de Asia Central” de Rusia.
Es decir, lo que busca Washington es desgajar Asia Central de sus vecinos, exactamente lo mismo que ha conseguido con la Unión Europea respecto de Rusia. En el caso de Asia, para apropiarse posteriormente de sus riquezas sin incómodas interferencias.
El pasado 10 de junio, Donald Trump presumía en un mitin de las verdaderas intenciones de Washington respecto a los recursos ajenos, refiriéndose al país caribeño que alberga las mayores reservas de petróleo del mundo: “Cuando me fui, Venezuela estaba a punto de colapsar. La hubiéramos tomado, hubiéramos llegado a todo ese petróleo, hubiera estado justo al lado”. Ese es el plan de Estados Unidos para todos aquellos países que albergan materias primas que le interesan.