Por qué las sanciones a Rusia no detendrán la guerra en Ucrania, pero sí dañan la economía global

27 de abril de 2022

“Las sanciones son una gran parte de la estrategia de Estados Unidos. No es probable que derroten a Rusia, pero es probable que impongan altos costos en todo el mundo”. La frase no corresponde a ningún portavoz alineado con el Kremlin, sino que forma parte de un reciente artículo de Jeffrey Sachs en el sitio web de la CNN, un medio de claras simpatías por el Partido Demócrata. Este economista, formado en Harvard, fue uno de los ideólogos del proceso de privatización – ¿o habría que denominarlo saqueo? – que el Fondo Monetario Internacional implementó en Rusia durante el mandato de Boris Yeltsin. Que uno de los intelectuales estadounidenses más reputados se explaye contra las sanciones impulsadas por su propio país, seguidas ciegamente por la Unión Europea, y lo haga además en la CNN, significa que se empiezan a abrir grietas en el muro del relato que presentan los medios de comunicación occidentales.

Jeffrey Sachs enumera las causas por las que las sanciones no sólo no van a conseguir su presunto objetivo, detener la guerra en Ucrania, sino que, unidas al suministro masivo de armas al país invadido, están empujando a Rusia hacia una escalada que podría incitarle a hacer uso de armamento nuclear.

Estos son los problemas que presenta la estrategia diseñada por Estados Unidos, según el economista de Harvard. Unos inconvenientes que, como veremos más adelante, también son subrayados por The Economist, otro medio poco sospechoso de simpatizar con Putin:

  1. Las sanciones no funcionan como herramienta para cambiar las políticas de determinados países, por mucho daño económico que les causen. Ahí tenemos los ejemplos de Cuba, Corea del Norte o Irán, todos ellos sometidos a férreas sanciones y que, partiendo de realidades económicas y políticas muy dispares, han continuado por sus respectivas sendas.
  2. Existen métodos para evadir unas sanciones que son más efectivas cuando se aplican a transacciones denominadas en dólares. Tanto Rusia como los países con los que sigue comerciando están implantando vías de pago a través de otras divisas. Lo que unido a la decisión de confiscar la mitad de los activos de Rusia depositados en bancos occidentales está contribuyendo a socavar el poder del dólar.
  3. La mayoría de los países del mundo ha rechazado subirse al carro estadounidense de las sanciones. Según Sachs, la población conjunta de los estados que las aplican es de sólo el 14% de la mundial.
  4. El efecto bumerán es otro de los problemas que presentan las sanciones que pretenden, supuestamente, destruir la economía rusa para forzar a Putin a detener la guerra. Jeffrey Sachs alerta de lo obvio: las sanciones van a dañar a toda la economía mundial, provocarán interrupciones en la cadena de suministro, aumentarán la inflación, que ya venía disparada, y ocasionarán escasez de alimentos.
  5. La falta de elasticidad de la demanda de productos energéticos y alimenticios provenientes de Rusia llevará a un incremento de los precios de estas materias primas, lo que puede redundar en que, aun vendiendo menos, Rusia obtenga un mayor beneficio.
  6. El último problema que generan las sanciones, pero no el menos importante, es geopolítico. Hay muchos países, entre ellos China, que ven la guerra como la plasmación de la resistencia rusa a la ampliación de la OTAN hasta Ucrania, y que consideran legítimos los intereses de seguridad rusos que se estarían ventilando en esta contienda, tras haberse negado Estados Unidos, y la propia OTAN, a abrir una negociación sobre las propuestas de Rusia de diciembre pasado.

Después de esta crítica a la estrategia de las sanciones, y tras poner en solfa el carácter supuestamente defensivo de la OTAN, las conclusiones de Jeffrey Sachs resultan obvias: la única manera de parar la guerra es negociar con Rusia un acuerdo de paz, que incluya la garantía de que Ucrania no ingresará en la OTAN. Por muy difícil que esto pueda resultar, dadas las posiciones de los contendientes de la guerra proxy sobre suelo ucraniano, hay que intentarlo con todas las fuerzas, porque no queda otra, concluye Sachs.

Otra publicación nada sospechosa de connivencia con el Kremlin, The Economist, titulaba el 16 de abril: Por qué gran parte del mundo no hará frente a Rusia. Ilustrado con una foto en la que Vladimir Putin y Narendra Modi, primer ministro de la India, se saludan con efusividad, el artículo adelantaba los motivos bajo el titular: “El aumento de los precios de los alimentos y una historia de hipocresía y egoísmo occidentales no están ayudando”. En el desarrollo de la segunda causa, The Economist subraya que Occidente está obsesionado por un conflicto europeo que no representa una preocupación global, “mientras minimiza o ignora los abusos de derechos humanos en otros lugares”. El doble rasero que está aplicando Occidente en el caso de Ucrania resulta flagrante y sus preocupaciones, “egoístas e hipócritas”, sobre todo cuando se compara “la bienvenida cálida de Europa a los refugiados europeos, comparada con la que fue concedida a los refugiados sirios”. Dada la uniformidad que presentan en su argumentario, parece mentira que estemos leyendo a un medio de comunicación occidental, además de los más influyentes. Otra grieta en el muro, que suena a aviso a navegantes.

Fuente: The Economist.

Para tener alguna oportunidad de ser efectivas, las sanciones contra Rusia deberían ser adoptadas de manera si no unánime, algo harto improbable, sí al menos mayoritaria. Pero no es el caso. Las refinerías estatales de la India acaban de anunciar que comprarán la mayor cantidad de petróleo ruso posible, después de haber adquirido ya más de 15 millones de barriles desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania. Además, lo están adquiriendo con un descuento de entre 10 y 15 dólares por barril sobre el precio de referencia del mercado.

China ya ha declarado, en boca de su presidente, Xi Jinping, que “ampliar las sanciones pondría en riesgo la economía mundial, el orden y el bienestar público”. En su conversación con Joe Biden, Xi Jinping le espetó que las sanciones sólo conseguirían que la gente sufriera. Tales medidas solo harán que la crisis dure aún más, romperán las reglas y el orden internacional, empeorarán los medios de subsistencia de las personas y agravarán la tragedia humanitaria, según fuentes oficiales chinas.

Brasil es la primera economía de América Latina y su ministro de Economía, Paulo Guedes, afirmó recientemente que “Estamos contra la guerra y contra las consecuencias económicas de la guerra, que son las sanciones”, al mismo tiempo que se pronunciaba en contra de excluir a Rusia del G-20, tal y como propuso Joe Biden en una reciente visita a Bruselas.

Argentina es la segunda economía de América Latina, en términos de PIB por poder adquisitivo. Pues bien, su ministro de Asuntos Exteriores, Santiago Cafiero, declaraba recientemente que “lo que Argentina busca y propone es una vuelta al diálogo, pacificar la situación, y honestamente no creemos que repartir sanciones o bloqueos vaya a ser productivo para que se impongan la paz, el diálogo y la negociación diplomática”.

Sudáfrica, por su parte, se abstuvo en la votación de la Asamblea General de la ONU, celebrada el 2 de marzo, en la que la mayoría de los países participantes aprobó una resolución condenatoria de la invasión rusa de Ucrania, pero que contó con 5 votos en contra y 35 abstenciones.

Las sanciones a Rusia lo único que van a conseguir es que el Kremlin bascule hacia Oriente y el resto del mundo. Es lo que ha advertido el Fondo Monetario Internacional en su último informe: la guerra en Ucrania, y sus consecuencias, va a producir un desacople en la aldea global, una escisión en dos bloques. Por una parte, el occidental, formado por Estados Unidos y la Unión Europea, y por otra, el oriental, liderado por China en el terreno tecnológico, empresarial y productivo, con Rusia como socio principal. Pero las sanciones no van a conseguir que Rusia detenga su invasión, porque le queda mucho mundo con quien comerciar.

El periódico británico The Guardian también publicaba un editorial sobre el efecto que las sanciones a Rusia tendrán sobre otros países, especialmente los más pobres. Haciéndose eco de una publicación de UNCTAD, la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, el diario recogía las advertencias de este organismo acerca de las consecuencias de la guerra y de las restricciones en el comercio, provocada por las sanciones, en los países en desarrollo: un “malestar social profundo” y “una espiral descendente de insolvencia, recesión y desarrollo detenido”. En la primera frase de su informe, la UNCTAD, al igual que Jeffrey Sachs, se pronuncia a favor de la consecución de un acuerdo de paz en Ucrania. En relación con las sanciones a Rusia, el informe subraya específicamente que, aunque “no han desencadenado inmediatamente una crisis financiera internacional o efectos de contagio que indicarían una crisis para los mercados emergentes, esto no se puede descartar”.

La visión de The Guardian sobre el cerco de las sanciones: el dolor se siente mucho más allá de Rusia.

El informe de UNCTAD también alerta sobre el efecto disruptivo de las sanciones en la economía de Alemania, y añade que el anunciado incremento en el gasto militar sólo supondrá “una adición moderada a la demanda agregada”. El Bundesbank ya ha advertido de que un embargo a la energía rusa sumiría a Alemania en una recesión. De momento, el gobierno alemán va a solicitar un crédito de 40.000 millones de euros para paliar los problemas económicos derivados del suministro de armas a Ucrania y del incremento de los precios de la energía. El ministro de Finanzas alemán, Christian Lindner, advirtió de una “pérdida de prosperidad” como consecuencia de la guerra en Ucrania y las sanciones “sin precedentes” impuestas a Rusia.

En este contexto, el ajuste monetario anunciado por el Banco Central Europeo debilitará aún más el crecimiento del consumo y la inversión. En resumen, según UNCTAD, “La economía global está, literal y metafóricamente, mirando por el cañón de un arma”.

El ministro de Finanzas de Austria, Magnus Brunner, ha resumido en una frase el absurdo que representan las sanciones que conllevan un efecto bumerán: “Si una sanción te golpea más que al [país que era] objetivo de la sanción, creo que no tiene mucho sentido”. En la misma línea se pronunció el canciller austriaco, Karl Nehammer, cuando afirmó que es imposible en estos momentos rechazar las importaciones de gas ruso, y que la Unión Europea debía centrarse en sanciones que perjudiquen más a Rusia que al bloque.

Alemania, Austria, Hungría y Bulgaria ya han señalado que no van a renunciar a seguir importando gas de Rusia, ya que sus industrias necesitan dicha materia prima para funcionar. Las decisiones en estos asuntos han de tomarse por unanimidad en el Consejo Europeo, por lo que, ante la falta de ella, al Consejo no le ha quedado otra que dejar a cada Estado que decida cuál va a ser su posición sobre el embargo a las materias primas energéticas procedentes de Rusia, solicitado por el Parlamento Europeo.

El consorcio europeo Airbus también ha solicitado eximir al titanio, un metal estratégico para la industria aeronáutica, de los productos incluidos en las sanciones a Rusia. El argumento es similar al esgrimido por Austria: prohibir la importación de titanio dañaría al constructor de aviones europeos, mientras que apenas lo haría a Rusia.

Las sanciones dirigidas a dañar la economía rusa no sólo pueden tener un efecto bumerán, sino que pueden provocar el efecto contrario al que buscan: incrementar los beneficios del país que buscan dañar. Pongamos un ejemplo: la desconexión de Visa y Mastercard de sus tarjetas de crédito en Rusia. Esto ya ocurrió en 2014, por lo que Rusia implementó un Sistema Nacional de Tarjetas de Pago, conocido por sus iniciales NSPK. Visa y Mastercard se sumaron al sistema. En 2015, Rusia forzó el uso de tarjetas Mir basadas en el sistema NSPK. Esas tarjetas no utilizan el sistema de pago de Estados Unidos. Como consecuencia de las sanciones de Visa y Mastercard, en esa ocasión el banco central de Rusia recaudó 8.200 millones de rublos en ganancias netas, o alrededor de 94 millones de dólares al tipo de cambio actual. Rusia, en realidad, se benefició del supuesto castigo a su economía. En la actualidad, los bancos rusos están estudiando emitir tarjetas utilizando el sistema chino Union Pay, de manera coordinada con el sistema ruso Mir, por lo que serán los propios bancos rusos y chinos, en vez de los estadounidenses, quienes se lleven las comisiones de las tarjetas. Desde que cortó sus operaciones en Rusia a raíz de la invasión, VISA ha perdido 60 millones de euros en ese mercado, así como un 4% de sus ingresos. 

Otro de los problemas de las sanciones, como recordaba Jeffrey Sachs, es que existen métodos para sortearlas. El petróleo que sale de los puertos rusos se envía cada vez más bajo la etiqueta “Destino desconocido”. En lo que va de abril, se cargaron más de 11,1 millones de barriles en petroleros sin una ruta planificada, más que a cualquier país. Antes de la invasión rusa de Ucrania, esa cifra era próxima a cero. El uso de la etiqueta de “destino desconocido” es una señal de que el petróleo se transporta a barcos más grandes en el mar, donde el crudo ruso se mezcla con el que ya trae el barco, lo que difumina su procedencia. Esta es una práctica que ya ha sido utilizada por otros países objeto de sanciones por parte de Estados Unidos, como Irán y Venezuela.

Además, desde que comenzó abril, las exportaciones de petróleo desde puertos rusos con destino a países de la Unión Europea han aumentado a un promedio de 1,6 millones de barriles diarios.

Fuente: TankerTrackers.com reproducido en Mishtalk.com

Sintetizando lo expuesto hasta ahora, si parece claro que las sanciones presentan más problemas que soluciones y no van a servir para detener la guerra en Ucrania, ¿de dónde surge tanto interés por parte de Estados Unidos en implementarlas, presionando a lo largo y ancho del mundo a todos quienes se niegan para que lo hagan? Quizás se trate de que el objetivo de las sanciones no sea tanto detener la guerra en Ucrania, un conflicto que Estados Unidos está alimentando con el suministro continuo y en ascenso de armamento, sino que lo que se esté buscando es otra cosa: debilitar a Europa en su conjunto, así como impedir el buen entendimiento entre dos vecinos geográficos y complementarios, estratégicamente hablando: Rusia y la Unión Europea.

Viene al caso una frase que pronunció el presidente de Estados Unidos en 1941, Harry Truman, quien ordenó posteriormente el bombardeo atómico contra Hiroshima y Nagasaki, en relación con el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial: «Si vemos que Alemania está ganando, debemos ayudar a Rusia, y si Rusia está ganando, debemos ayudar a Alemania, y así dejar que maten a la mayor cantidad posible, aunque no quiero ver a Hitler victorioso bajo ninguna circunstancia».

Una frase que debería incitarnos a reflexionar frente al relato monolítico con el que nos bombardean a diario los medios de comunicación hegemónicos, con contadas excepciones.

6 comentarios

  1. Los argumentos geopolíticos de pragmatismo con los que suelen operar los líderes europeos no son utilizados en este caso de la invasión rusa. Si así fuera, comparando sobre todo con las actuaciones igualmente belicosas de Arabia Saudí e Israel, ni siquiera estaríamos hablando de sanciones, si acaso de «soluciones diplomáticas», algo meramente retórico en el caso israelí contra Palestina e inexistente en el de Saudí contra Yemen. Por eso cada vez parece más evidente la actuación en contra de los intereses propios de los dirigentes europeos. O son torpes, muy torpes, o directamente miran más por otros intereses (los de los USA, mejor dicho, los de las élites USA) que por los de los ciudadanos europeos. Y tan torpes no los creo.
    En fin, que si desde dentro de Europa y Estados Unidos se empieza a cuestionar la estrategia seguida hasta ahora nos alumbra un rayo de esperanza en que se encaucen esfuerzos diplomáticos hacia un alto el fuego primero y un acuerdo de paz estable que de una vez por todas acabe con el sufrimiento de los ucranianos.

    1. Muchas gracias por leer y comentar, Miguel. Llegan señales contradictorias por parte de los Estados Unidos y sus aliados en la guerra proxy que libran los primeros contra Rusia, esta vez en tierras ucranianas. Por un lado, una reciente reunión de la OTAN en la base de Estados Unidos en Ramstein, una de las 20 que tiene en Alemania, no presagia una desescalada en el suministro de armas a Ucrania por parte del bloque occidental, sino todo lo contrario. La propia Alemania acaba de dar un giro de 180 grados en su decisión de no enviar tanques a Ucrania: hace cuatro días Scholz decía que no, que su obligación era impedir una tercera guerra mundial. Ayer decidía enviar 50 tanques Gepard. ¿Quién ha hablado con Scholz en este intervalo de tiempo y qué le ha dicho para que cambie de opinión?

      Pero, por otro lado, Blinken también declaraba ayer que Estados Unidos estaba dispuesto a aceptar un posible acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia a resultas del cual Ucrania se convertiría en un país neutral. Por si a alguien le quedaban dudas acerca del carácter proxy de la guerra que está destrozando Ucrania: es Estados Unidos quien se arroga el papel de “aceptar” o no un acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia.

      Nosotros también esperamos que la cordura prevalezca y todos los contendientes se sienten a negociar un acuerdo de paz que ponga fin a la tragedia de esta guerra.

  2. El artículo me ha gustado aunque discrepo del mismo en algunas cosas.
    Soy de los que piensan como el autor que el imponer sanciones a determinados gobiernos o países, implica severas consecuencias pero siempre para los más débiles e indefensos. No me voy a extender en ejemplos pero comentaré sólo uno y que me atañe directamente como español: tras la IIGM España fue sometida por la ONU a un fuerte bloqueo por tierra mar y aire, conocido como la «época del estraperlo». Aquello fue terrible para la población de a pie, muerta de hambre, miseria y enfermedad, mientras que los oligarcas se enriquecían más y más comerciando clandestinamente. El caso más brutal de todos fue el de la prohibición de exportar penicilina a España (por entonces recién descubierta), pues bien, ello provocó que miles de españoles muriesen de tuberculosis, culpables al parecer de que Franco hubiese ayudado a Hitler en la guerra.

    1. Muchas gracias por tu comentario, Sirio. Estoy completamente de acuerdo en que las sanciones, al igual que las guerras, a quienes más afectan es a los débiles e indefensos. Las élites siguen viviendo en otro nivel, ya sea en tiempos de paz como de zozobra. Los miembros de las élites nunca pueblan las trincheras, ni se llevan la metralla. Que la gasolina se ponga a dos euros el litro les da igual, tienen la cartera bien forrada.

      Las élites hacen negocio con las guerras, y también con las sanciones: las materias primas están subiendo de precio y los beneficios se incrementan. En tiempos de guerra, como bien recuerdas, aumenta la corrupción, como se llamaba en España al estraperlo, origen de la fortuna de alguna familia muy reputada en el franquismo, que llegó a tener banco propio con su apellido. Por cierto, los italianos están bastante enfadados después de haber comprobado que productos de ayuda humanitaria enviados a Ucrania están vendiéndose en los supermercados de ese país, según un medio de comunicación ucraniano.

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