La ausencia de proyecto provoca la derrota de la izquierda

6 de junio de 2023

“El hundimiento de la socialdemocracia responde a su incapacidad para construir un marco alternativo al neoliberalismo, por falta de ideas, de voluntad política para hacerlo, o de capacidad de maniobra real para salirse del marco que fijan los que nunca se presentan a las elecciones, porque no tienen necesidad de hacerlo: los poderes económicos que realmente gobiernan”. El 1 de septiembre de 2022 incluía este párrafo en un artículo sobre las guerras culturales.

Los resultados de las últimas elecciones en el Estado español merecen ampliar este análisis, dada la magnitud de la derrota de las fuerzas que se autodenominan de izquierda, y el ascenso de la derecha. Un vuelco que anticipa el que podría producirse en las próximas elecciones generales, adelantadas por el presidente del gobierno en una maniobra de control de daños que, a su vez, ha generado otros, debido a la fecha escogida.

Abriendo en primer lugar el foco, hay que enmarcar la victoria de la derecha más como una derrota de la izquierda que como un triunfo suyo. ¿Por qué digo esto? Porque tras la implosión de la Unión Soviética la izquierda ha sido incapaz de construir un nuevo paradigma que haga frente al capitalismo. Francis Fukuyama se pasó de frenada cuando decretó “el fin de la historia”, asumiendo que la victoria de la democracia liberal sobre el “comunismo real” supondría el fin de la evolución ideológica de la humanidad.

Existen modelos políticos y económicos muy exitosos, como el de China, que contradicen su tesis. Sin embargo, en occidente, la izquierda, especialmente la socialdemocracia, ha sido incapaz de generar un modelo económico alternativo al representado por la democracia liberal, limitándose a amortiguar, en el mejor de los casos, sus efectos más perniciosos para la clase trabajadora.

Cuando aceptas moverte dentro del marco que otros han fabricado, tu margen de maniobra se ve limitado por las líneas del terreno de juego que otros han definido. El hundimiento de los partidos socialdemócratas en Europa ha sido consecuencia de esta aceptación del marco capitalista neoliberal. El siguiente gráfico muestra el porcentaje de votos para los partidos socialdemócratas en Europa, desde 1946 hasta finales de 2014. La curva oscura representa los votos en promedio ponderado de la población, y la gris, la media simple. El estudio toma como referencia los 100 puntos de 1970, y está publicado aquí.

Fuente: Chris Hanretty en medium.com

Si nos fijamos en ambas curvas, tras una fase ascendente con altibajos, el desplome se produce tras la crisis financiera de 2008, que se saldó con inyecciones masivas de capital por parte de los Estados a una banca en apuros por los excesos permitidos por la desregulación. Una relajación de las normas que dio impulso a multitud de herramientas especulativas, como los derivados, los CDS (credit default swaps), o la paquetización de las famosas hipotecas subprime, con las nefastas consecuencias ya conocidas.

En un artículo publicado en 2016, el politólogo Ignacio Sánchez Cuenca recogía estos datos acerca del desplome de los partidos socialdemócratas en Europa:

  • El SPÖ de Austria contaba con el 51% de los votos en 1979, y en 2016 tenía el 27%.
  • El SPD de Alemania obtuvo el 46% en 1972, y en 2016 perdía veinte puntos.
  • El SAP de Suecia bajaba del 50% de los votos en 1968 hasta el 31%, en 2016.
  • En 2009, el PASOK de Grecia obtuvo el 43,9% del voto. En 2015 cayó hasta el 7%.
  • En 2008, el PSOE ganó las elecciones con el 43,9% de los votos, y en 2015 perdió 22 puntos.

Los partidos socialdemócratas han sufrido este descenso en las urnas porque han sido incapaces de romper el marco de un capitalismo que, vencido el comunismo, ya no mostraba ningún rostro humano. La socialdemocracia perdió parte de la conexión que mantenía con la sociedad a través de los sindicatos vinculados a sus partidos, debido al descenso de la afiliación, consecuencia a su vez de los cambios sufridos por el mercado de trabajo: la desindustrialización provocada por el traslado de las fábricas a países en desarrollo, la precariedad laboral, los avances tecnológicos, el teletrabajo, etc. A estos cambios hay que añadir el papel de los medios, muy activos en la labor encomendada de desprestigiar a las organizaciones sindicales.

La socialdemocracia también fue incapaz de zafarse del corsé austericida dictado por los burócratas de Bruselas, quienes tratan de ocultar su agenda política haciéndose pasar por tecnócratas. En España, fue un presidente del gobierno del PSOE el que propuso al PP reformar la constitución, de manera exprés, sin referéndum, para consagrar en la carta magna el principio de “estabilidad presupuestaria”, prohibiendo de hecho a las administraciones públicas “incurrir en un déficit estructural que supere los márgenes establecidos, en su caso, por la Unión Europea para sus Estados Miembros”.

Los electores han visto que los partidos socialdemócratas no sólo eran incapaces de ofrecer soluciones creativas a sus problemas reales, sino que entregaban la soberanía nacional, depositada en los parlamentos por la ciudadanía, a entes supranacionales cuyas élites son seleccionadas al margen de cualquier criterio democrático. Un ejemplo de ello es la actual presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, que ni se presentó como candidata al Parlamento Europeo, ni formaba parte de los Spitzenkandidaten. Para su elección, el Consejo Europeo se saltó su propio procedimiento, el que prevé que el presidente de la Comisión sea uno de los candidatos propuestos por los distintos grupos políticos, antes de la celebración de las elecciones a la cámara de Estrasburgo.

Como podemos comprobar en este documento, de donde procede la siguiente ilustración, Úrsula von der Leyen no formaba parte del grupo de los Spitzenkandidaten y fue elegida en reuniones de despacho, que se prolongaron durante dos meses, hasta ser ratificada por el Parlamento Europeo, por un margen de 9 votos, después de muchas componendas.

En 2019, Úrsula von der Leyen no formaba parte de los candidatos a presidir la Comisión Europea (Spitzenkandidaten).

Otro de los motivos por los que los partidos que se autodenominan de izquierdas han sufrido una caída considerable cabe achacarlo al papel de los medios de comunicación. La mayoría de los periódicos, cadenas de radio y canales de televisión están en muy pocas manos. Hay seis empresas transnacionales que controlan el 70% del negocio en todo el mundo.  Time Warner, Disney, NewsCorp (recientemente fusionada con 21st Century Fox), NBC Universal, Viacom y CBS son propietarios de unos 1.500 periódicos, 1.100 revistas, 2.400 editoriales, 9.000 emisoras de radio y 1.500 cadenas de televisión. En el Estado español ocurre lo mismo. Las televisiones privadas son prácticamente un duopolio entre Atresmedia y Mediaset, propiedad de otro multimillonario, Silvio Berlusconi.

A los propietarios de los medios de comunicación no les interesa que se difundan mensajes contrarios al statu quo en el que tan cómodamente se desenvuelven. Su objetivo es el de ganar dinero. El papel de los medios es, en palabras de Chomsky, el de manufacturar el consentimiento por parte de la población a las decisiones que toman las élites, mientras hacen caja con ello. Cualquier intento de erigir un sistema alternativo al capitalismo es inmediatamente satanizado, recurriendo a todas las artimañas que sean precisas, donde la verdad suele ser, como ocurre en las guerras, una de las primeras víctimas.

Vídeo: Noam Chomsky y los cinco filtros de la maquinaria mediática.

En el caso español, Podemos ha sido víctima de cuantiosos escarnios, difamaciones, bulos y episodios de lawfare. Y no sólo a manos de los partidos de derecha y sus medios afines, sino de otros supuestamente progresistas. Por no hablar de las zancadillas que le ha puesto su propio socio de gobierno. A pesar de que más de veinte querellas contra Podemos han sido archivadas, las rectificaciones de los medios que las han propalado han brillado por su ausencia, y es indudable que han creado una determinada percepción en ciertas capas de la población.

Los casos de lawfare contra Podemos que quedaron en nada, pero contribuyeron a su desprestigio. Titular de lamarea.com del 24 de febrero de 2023.

Sin embargo, achacar los malos resultados de Unidas Podemos en las recientes elecciones únicamente al papel de los medios constituiría un análisis incompleto y exculpatorio. Los dirigentes de la formación algunas responsabilidades tendrán que asumir y algún tipo de autocrítica deberían realizar, si de verdad aspiran a enmendar sus errores para salvar el futuro de la formación.

Desde mi punto de vista, los principales fallos que han cometido los dirigentes de Podemos han sido los siguientes:

El primero, y más notorio, ha sido el de ventilar sus discrepancias internas en las redes sociales. Todas las organizaciones políticas democráticas que se precien deben sostener debates sobre cuál es el camino más apropiado a seguir, en términos de principios, ideología, objetivos, táctica y estrategia para alcanzarlos. Pero si esos debates se efectúan en la arena pública, y acaban provocando riñas, espantás y escisiones, el camino al fracaso se puede dar por expedito. En este sentido, Podemos ha recogido el testigo de las sempiternas disputas ideológicas de la izquierda, llevando el cainismo político a una nueva dimensión.  

Estas discrepancias también se han producido entre las direcciones regionales y la cúpula de la organización, en las que Madrid ha impuesto su criterio sobre quienes hacen política en la tierra en la que habitan, cercenando la necesaria autonomía para tomar decisiones de los consejos territoriales. Navarra, Asturias o Andalucía son sólo un ejemplo de comunidades autónomas donde esas discrepancias han acabado en dimisiones, en encierros de sus dirigentes, que se negaban a aceptar las imposiciones de Madrid o, lamentablemente, en escisiones.

El centralismo autoritario de Podemos en la esfera del partido casa mal con la actitud que tomó en torno al referéndum por la autodeterminación de Cataluña. La dirección de Podemos se hartó de repetir que estaba a favor de su celebración mientras, por otro lado, ataba corto a los dirigentes regionales en materia de pactos con otras fuerzas, o a la hora de elaborar listas, en lo que supone una llamativa contradicción, de la que muchos tomamos nota.

Podemos no sólo ha sido incapaz de implementar un giro a la izquierda desde sus sillones en el consejo de ministros, con contadas excepciones, como la muy loable subida del SMI, sino que ha servido únicamente para dar una pátina izquierdista, más en la retórica que en los contenidos, a un gobierno liderado claramente por el PSOE. Así, Podemos ha servido de muleta a quien, en lo económico, es un partido de centro derecha, por mucho que se presente como “la izquierda” cuando soplan vientos electorales. Los siguientes hechos lo demuestran:

Que las promesas electorales estén hechas para ser rotas debería servir para los partidos tradicionales. Pero que quienes saltaron de las plazas al hemiciclo, con millones de votos sosteniéndoles; que quienes venían dispuestos a cambiar las maneras de hacer política traguen con los vicios que venían a extirpar, necesariamente ha de pasarles factura.

¿Cómo es posible que una ministra de Unidas Podemos no sólo no exija al presidente del gobierno, y secretario general del PSOE, cumplir con su promesa de derogar la reforma laboral, sino que promueva y alabe un acuerdo bilateral entre patronal y sindicatos, que quedó lejos de la prometida derogación?

Poniéndome magnánimo, hasta podría admitir que la ministra de Trabajo prefiriera, como lo hizo, el hecho de que la reforma fuera alcanzada por consenso entre la CEOE, CCOO y UGT, con todo lo que ello significa de positivo: el triunfo del diálogo entre los agentes sociales, del pacto, la paz social y toda esa retórica. Aunque ello supusiera soslayar todo lo negativo del acuerdo. Nos movemos en el terreno económico, en una democracia liberal, tutelada desde Bruselas, así que la posición liberal del PSOE es la esperable. No tanto en el caso de una ministra con carné del Partido Comunista de España. Pero admitamos que forma parte de un gobierno de coalición, y a veces toca ceder, sobre todo cuando eres el socio minoritario. Vale, me trago este sapo.

Sin embargo, en otro tema para mí fundamental, como es la ley mordaza, una cuestión puramente política ¿cómo es posible que todos los ministros de Unidas Podemos hayan seguido en sus sillones después de haber comprobado que a lo máximo que llegaba el PSOE era a una reforma puramente cosmética, que fue rechazada por otros socios parlamentarios, en los que se ha apoyado el gobierno para sacar presupuestos y otras leyes adelante? ¿Cómo es posible que una ministra de Unidas Podemos criticara al PSOE por no derogar la ley mordaza, después de haber dado su apoyo al texto que ambos propusieron, junto al PNV, a otros partidos?

O se está en el gobierno, o se está en la oposición, pero no se puede hacer oposición al gobierno del que formas parte, salvo que pretendas engañar al personal, lo que también pasa factura.

También es difícil calificar de izquierdas la posición que ha adoptado Unidas Podemos en relación con la guerra de Ucrania. Basta haber visto a sus diputados aplaudiendo, algunos en pie, a una pantalla donde aparecía Volodimir Zelenski en una de sus intervenciones de su gira mundial. Algunos diputados de UP se ausentaron del hemiciclo para no tener que seguir la disciplina acordada por el partido y aplaudir al presidente ucraniano “por respeto institucional”. Alberto Garzón, ministro de Consumo, coordinador general de Izquierda Unida y miembro del PCE, justificaba sus aplausos por la “agresión imperialista” que está sufriendo Ucrania a manos de Rusia, a pesar de que, como se le recordaba, el gobierno de Zelenski ha ilegalizado a todos los partidos de izquierda, entre ellos el Partido Comunista.

Garzón confundía la necesaria solidaridad con el pueblo ucraniano, la principal víctima de la guerra, con el apoyo al presidente del gobierno de uno de los países más corruptos del mundo, que ha accedido a que Estados Unidos lo utilice como peón en su guerra proxy contra Rusia. Una guerra que, en contra de lo repetido hasta la náusea por los medios occidentales, ha sido una de las más provocadas de la historia, según numerosos politólogos, académicos y diplomáticos estadounidenses.

De poco vale manifestarse en contra del envío de armas a Ucrania, si sigues en tu sillón del consejo de ministros que ha aprobado tales políticas. De poco sirve que el antiguo líder de Podemos firme un manifiesto junto a ministros de su partido en contra de la guerra, si luego siguen ocupando cargos en un gobierno que abraza los dictados de la OTAN y acoge una cumbre de la organización promotora de los conflictos bélicos, por mucho que acusen al PSOE de hacer seguidismo de Estados Unidos. Otra contradicción de las que pasa factura.

Las contradicciones de Podemos en relación con la OTAN vienen de antiguo. Entrevista con el general Julio Rodríguez en 2015, publicada en cadenaser.com

Podemos también ha asumido la ideología de género, un invento del patriarcado para meter una cuña en el movimiento feminista, que estaba cobrando fuerza en los últimos años, y al que había que quebrar como fuera. Una ideología cuyo fin es el de borrar literalmente a las mujeres biológicas, con tintes claramente autoritarios, y consecuencias espeluznantes para la lucha contra la violencia machista, la protección de los derechos de las mujeres reales y de la infancia. Por no hablar de asuntos colaterales como las competiciones deportivas. Una agenda que viene de Estados Unidos, que está siendo impulsada por las grandes farmacéuticas, que han visto la oportunidad de hacer caja con pacientes de por vida con los tratamientos hormonales, abrazada con entusiasmo por clínicas dirigidas por Mengeles, y que Podemos ha presentado como feminista, cuando es todo lo contrario.

Dejé de seguir a Pablo Echenique en Twitter cuando calificó de “basura tránsfoba” una manifestación feminista, de miles de personas, que rechazaba la ley trans. Una exitosa convocatoria ignorada por gran parte de los medios de comunicación convencionales, lo que debería hacernos reflexionar.

 

Desde mi punto de vista, Pablo Iglesias perdió una oportunidad de oro cuando decidió salir del gobierno para presentarse a candidato en la Comunidad Autónoma de Madrid. Ese era el momento adecuado para haber sido coherente con lo que viene denunciando desde hace tiempo, y haber dicho que dimitía porque el poder real no está en el consejo de ministros, sino en los de administración del IBEX 35. Y que la política exterior de los gobiernos occidentales se diseña en la Casa Blanca, y se acata en Bruselas. Y que los cielos no se asaltan desde las urnas, porque el sistema no admite reformas, más allá de las cosméticas, y que la única opción que cabe es la del derribo.  

Sin embargo, aunque hay que reconocerle el mérito de haber dimitido de un alto cargo en un país donde las dimisiones son infrecuentes, Pablo Iglesias prefirió justificar su salida del gobierno con la letanía de “que viene la derecha” y presentarse como candidato a la CAM para frenar su ascenso, cuando la derecha económica ya se sentaba junto a él en el consejo de ministros: Nadia Calviño es una figura muy respetada en Bruselas, sobran más comentarios. Luego renunció a su escaño en la CAM y dejó correr la lista para acabar montando “un puto podcast”, por usar sus propias palabras. Para ese viaje no hacían falta alforjas.

Recordando la comparación que establecía Eduardo Galeano entre las democracias occidentales y una gallina a la que le dejan elegir la salsa en que la van a cocinar, pero cuyo destino es indefectiblemente la cazuela, para mí Podemos se ha convertido en una salsa más. Y lo digo con gran pesar, después de haberles dado mi apoyo desde su fundación.

Desde mi punto de vista, Podemos ha dilapidado el enorme capital político con el que llegó a contar y corre el riesgo de que le ocurra lo mismo que a Ciudadanos, otro partido aquejado de hiperliderazgo, que no sobrevivió a la retirada de su caudillo. Todo va a depender de lo que ocurra con Podemos en su relación con Yolanda Díaz, el delfín que le salió rana a Pablo Iglesias. ¿O acaso cabe pensar que la operación Sumar estaba pactada ante el declive de la matriz?

Por último, existe una razón para el triunfo de la derecha y la ultraderecha en las últimas elecciones que no cabe achacar a los partidos a su izquierda. A diferencia de Italia y Alemania, donde el fascismo fue derrotado en unos pocos años, y desapareció de las instituciones, en España el fascismo triunfó en 1939. Venció y se quedó gestionando el Estado durante casi cuatro décadas. Esta pervivencia ha provocado un hecho diferencial en España: la normalización del fascismo.

Los planteamientos de carácter fascista que presentan tanto el PP como su escisión, Vox, encuentran receptividad en gran parte de la población porque los ha escuchado, los ha asimilado, los ha vivido, durante décadas. Las jóvenes generaciones, quienes no vivieron durante el franquismo, en muchas ocasiones han sido educadas en esos “valores” por sus progenitores, han mamado esa doctrina en los círculos sociales que frecuentan, y se encuentran cómodos repitiendo los eslóganes que escuchan en casa, a sus amigos.

Cuarenta años de filtraciones en el tejido social han conseguido que en el Estado español haya un caldo de cultivo muy propicio para que el fascismo rebrote de nuevo, y eso no es achacable enteramente a la izquierda. Aunque sus luchas intestinas durante la guerra civil fueran una de las causas de la victoria del franquismo. ¿Aprenderá alguna vez la lección?

 

6 comentarios

  1. Hecho en falta las citas de las hecatombe electorales respectivas de los partidos socialistas francés e italiano, en la práctica inexistes hoy en día

    1. Gracias por tu comentario, Sergio. El partido socialista francés no llegó al 2% en las últimas elecciones presidenciales. En cuanto a los italianos, el PSI histórico desapareció en 1994. En 2007 hubo una especie de refundación, mediante la unión de distintos partidos de orientación socialdemócrata, que pasó sin pena ni gloria. En 2016, los únicos datos que he encontrado, no tenía representantes ni en el parlamento ni en el senado de Italia.

  2. Muy de acuerdo con el análisis que haces sobre el declive de la socialdemocracia en Europa y en el análisis sobre los medios de comunicación.
    En cuanto a los errores de Podemos, creo que estar en el gobierno, y más siendo de coalición con un partido que forma parte del sistema, va a ser siempre fuente de contradicciones. Se puede ser ideológicamente inmaculado en la oposición, pero para hacer una política transformadora ha sido necesario mancharse las manos y tirar de un socio con mayor apoyo parlamentario y reacio a cumplir los acuerdos de gobierno pactados y que aprovecha la menor oportunidad para ponerte la zancadilla. ¿Hubiera sido mejor quedarse en la oposición y no haber conseguido el Ingreso Minimo Vital, subir el Salario mínimo un 40%, subir las pensiones por encima del IPC, poner un impuesto extraordinario al las grandes empresas, limitar el precio del gas, tener ertes que protegieron a empresas y familias, lograr los mejores datos de empleo de los últimos veinte años, etc? Yo creo que no.
    Por otra parte me parece parcial hablar de la postura de Podemos sobre la guerra de Ucrania citando solo el episodio del discurso de Zelensky en el parlamento cuando Podemos ha sido casi la única voz a favor de negociar y de no alimentar la guerra con envío de armas y municiones y ha sido universalmente criticado por ello.
    Es evidente que, aparte del bombardeo mediático, se han cometido errores. Que haya mucha gente bien informada que les ha votado en alguna ocasión que piensa como tú, lo demuestra.
    Que nuestra democracia dista muchisimo de ser legítima es una evidencia. Pero la brutal cantidad de recursos que se han movilizado para neutralizar a una formación que pretendía cuestionar el sistema es para mí la prueba de que existe la posibilidad de rectificar, aunque sea mínimamente. ¿Si no existiera esa posibilidad, qué importa que un partido que propone reformas radicales llegue a tener 5 millones de votos?
    Enhorabuena por tu nuevo artículo y gracias por iluminarnos con tus datos y tus opiniones.
    Saludos

    1. Muchas gracias por tu comentario, Rafa. Estoy de acuerdo contigo en que tener como socio en el gobierno al PSOE debe ser muy complicado. En mi opinión, es un partido de centro derecha, defensor de la monarquía, al que de socialista le queda el nombre, y cuyo secretario general suena como posible sucesor de Stoltenberg al frente – es un decir – de la OTAN. Cada uno es libre de poner en valor los logros del gobierno de coalición, que los ha habido, o de criticar sus carencias, que también. En eso consiste la pluralidad de opiniones, y el viejo adagio de la botella medio llena, o medio vacía. Por eso no voy a entrar a rebatir tus argumentos, que respeto, sino a poner en valor el hecho de que, discrepando de mis opiniones, hayas leído el artículo y te hayas tomado la molestia de dejarme un comentario. Para mí eso es lo más reconfortante, porque va en contra del sectarismo, ese veneno tan abundante en estos tiempos.

      Lo importante es que las personas con opiniones discrepantes seamos capaces de mantener el diálogo y fomentar el debate, algo con lo que el sistema pretende acabar. Porque lo que le interesa es polarizar a la población, dividirla en facciones irreconciliables, a lo que han contribuido en gran manera las redes sociales y su universo de “haters”. Divide et impera.

      Así que una vez más, te agradezco tu comentario y espero seguir contándote entre los lectores del blog, aunque en ocasiones nuestras opiniones no sean coincidentes. Saludos.

  3. Por seguir en la línea del comentario de Rafa y la contestación de Carlos solo añadir una mínima reflexión. Reconozco la mayor parte de los argumentos de ambos, tanto en positivo como en negativo, así que no me cuesta hacerlo. Quizás hay algo, dos cosas, que contradicen, al menos en buena parte, las razones básicas del artículo. La primera: desgraciadamente no parece que las desilusiones de los votantes más progresistas, los de Podemos y otras formaciones de su espectro ideológico, se vayan hacia partidos o listas que puedan sustituir esas ilusiones frustradas, más bien se van hacia postulados mesiánicos o directamente falsarios como ya ocurrió en los años 30 del siglo pasado. Lo que nos lleva al segundo tema: esa derechización casi absoluta es tan generalizada en toda Europa y el resto del mundo que difícilmente se puede explicar solo en clave española. Todo ello, me repito, sin restar un ápice de razón a los argumentos expuestos. Me temo que la alternativa al capitalismo de la que se habla al principio y que muchos deseamos está lejos de ser ni siquiera teorizada, si es que en realidad se puede encontrar. La que hubo, el comunismo, se demostró nefasta. Y el modelo chino lo veo, a pesar de ciertos avances en la creación de riqueza entre ciertas clases sociales de allí hasta ahora desposeídas, como un fracaso en lo social y político. Con lo peor de ambos sistemas: la exacerbación de la acumulación en manos de unas pocas élites económicas, y el absoluto control político de un solo partido. Sigamos debatiendo, por favor, y estoy con Carlos, huyamos de las diatribas improductivas y cainitas

    1. Muchas gracias por tu comentario, Mik. En relación con el corrimiento hacia la derecha de ciertas capas de la población, mi opinión es que se produce más en las personas desideologizadas, que se auto ubican en el centro, (lo que en inglés se llama “swinging voters”, y en español, votantes indecisos) que las que se sitúan en el otro extremo político. Y ello ocurre porque, ante el fracaso de la izquierda para ofrecer una alternativa real, se inclinan por votar a la derecha, porque piensan que va a gestionar mejor una ideología, la democracia liberal, que les es más propia. Es decir, mejor votar al original que a la copia. Yo no veo a muchos exvotantes de Podemos dando su apoyo a Vox, por muy desencantados que estén por la gestión de UP en el gobierno. Más bien los veo engrosando la abstención, entre los ideologizados, o dándole un “voto útil” al PSOE, con la ilusión de estar votando a la izquierda. Esto, por ceñirnos al caso español.

      En el resto de Europa, yo creo que el mismo desencanto con la socialdemocracia es el que está reforzando la derecha. Y en cuanto al auge de la extrema derecha, que siempre es nacionalista, pienso que tiene más que ver con la cesión de la soberanía de los Estados a favor de las élites burocráticas de Bruselas, que no esconden sus pretensiones de diluir aún más las soberanías estatales, en su propio beneficio político.

      La izquierda tiene mucho trabajo por delante para teorizar esa necesaria alternativa al capitalismo, en eso coincido plenamente. Pero también debe plantearse si va a seguir apostando por el posibilismo, como hasta ahora, con los magros resultados conseguidos, o si va a reconducir su estrategia para conseguir una acumulación de fuerzas suficiente, con el objetivo de propugnar una verdadera alternativa al sistema que ahora sufrimos, con una masa crítica suficiente para conseguirlo.

      En cuanto a los logros y carencias tanto del comunismo real, como del actual modelo chino, creo que la información que recibimos acerca de ambos está completamente sesgada, ya que proviene de los gobiernos y los medios occidentales, que ya sabemos a qué intereses sirven. A mí me faltan elementos de juicio como para descalificar a ambos, especialmente al modelo chino, que se está mostrando muy exitoso para sacar de la miseria a centenares de millones de sus ciudadanos. Aunque es innegable que la globalización, y el consiguiente traslado de la producción industrial desde occidente a Asia, ha tenido mucho que ver con su auge económico, también es innegable que las élites chinas han gestionado dicho trasvase de una manera positiva para amplias capas de la población. En otros países con inmensos recursos, las élites han optado por enriquecerse de manera salvaje, abandonando a su suerte a la población. No ha sido el caso de China, por muchas desigualdades que sigan existiendo bajo el poder del Partido Comunista. Y es que ningún sistema es perfecto, pero hay algunos con más defectos que otros.

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